Viajar entre nómadas a través de una tierra sin caminos, gobernada por los vientos y las pautas de las migraciones, solo es posible en Mongolia. Un país cuyo nombre evoca al gran Temujin, más conocido como Gengis Khan, que llegó a formar el mayor imperio de toda la Historia en solo una generación. Si te gusta viajar por libre, será una gran aventura para ti.
Paisano en Shine Ider. En pleno corazón de Asia se abre un mundo de estepas, montañas, lagos y desiertos, que hacen de Mongolia uno de los destinos más vírgenes que aún se pueden visitar. Viajar acompañada o en un viaje organizado es una posibilidad que siempre está ahí, pero ¿aceptarías el reto de viajar por libre ? Te contamos qué ver en Mongolia para que vayas pensando en tu próximo viaje.
Una tierra medieval aislada del mundo moderno Llevo varios días a bordo de una vieja furgoneta rusa atravesando anchas estepas, inmensos valles y puentes que cruzan turbulentos ríos, pero apenas he visto habitantes. La huella de los humanos es prácticamente imperceptible en el océano de hierba que separa Ulan Bator –la capital–, del lago Khovsgol –al norte del país–. Pero no se trata de un territorio monótono como se pudiera creer, el constante juego de luces, el movimiento de las nubes y las más pequeñas variaciones del relieve, hacen que la perspectiva cambie a cada paso. Tan solo un grupo de gers –la tienda tradicional mongola, circular y hecha de fieltro– en el fondo de cada valle, surge de manera repentina y misteriosa sobre la pradera.
Y es que aquí, los nómadas poco han variado su estilo de vida desde el siglo XIII. Sus enormes rebaños de yaks, caballos y yeguas marcan los ciclos de las migraciones y, al menos cuatro veces al año, empacan sus cosas para trasladarse a nuevos pastos frescos.
No dejarán señal alguna de su paso, excepto la sombra de sus huellas en la hierba, allí donde habían alzado sus tiendas.
Familia nómada en Mongolia. De la estepa a la taiga Atrás dejo el recuerdo de Ulan Bator , cuya estética rusa y poco agraciada es la herencia del dominio soviético del país durante seis decenios, y el monasterio de Amarbayasgalant , uno de los más importantes del país y quizá el más bello por el enclave en que se encuentra.
Cada jornada termina en un agradable campamento ‘turístico’: un grupo de gers en medio de un bello prado es el lugar donde se descansa. He aprendido algunas de las costumbres nómadas para no herir susceptibilidades: visito siempre a la familia que nos aloja, entro a la ger y camino por el lado izquierdo hasta situarme a la izquierda del altar y, por supuesto, degusto todo lo que me ofrecen: queso, airag (leche de yegua fermentada) y cualquier derivado de la leche.
Sus recursos son escasos pero su hospitalidad no tiene límites.
Paisaje de Amarbayasgalan. A caballo entre lagos y montañas Asciendo tanto en latitud como en altitud para llegar a la Mongolia menos conocida, la de los lagos y pinares, la Mongolia de la taiga confinante con Siberia . Desde Khatgal pongo a prueba mis escasos conocimientos ecuestres a lomos de un caballo mongol, para recorrer durante varios días las inmediaciones del lago Khovsgol. La impresionante masa de agua cristalina está encajada entre montañas de más de 2.000 metros y bordeada por profundos bosques de pinos. En este territorio viven los tsaatan, los nómadas de la taiga , los últimos pastores de renos. Un paisaje de ensueño, con laderas cubiertas de edelweiss, marmotas por doquier y nubes desgarradas por el viento.
Lago de Khovsgol. Pongo rumbo hacia el sur. Durante muchísimos kilómetros no veo ciudades, ni carreteras, ni edificios. Tan solo colinas onduladas, lisas como el fieltro, que dan lugar a grandes extensiones de hierba salpicadas de gers y de caballos. Con la excepción de nuestra furgoneta, Gengis Kan no habría encontrado nada fuera de lugar en estos valles.
El Lago Terkhiin Tsagaan Nuur se abre a mi paso. Es de origen volcánico y forma, junto con el volcán extinto Horgo Uul, uno de los lugares más hermosos y vírgenes del país.
Paseo a caballo por el entorno del lago Khovsgol. El imperio de Gengis Khan Karakorum es la antigua capital del Imperio Mongol, cuya construcción comenzó Genghis Khan en 1220. En ella se encuentra el monasterio de Edurne Zuu, la primera lamasería budista y sede religiosa de mayor importancia. La capital del ‘rey del universo’ (significado de Gengis Khan) es una ciudad animada. Sus habitantes son joviales y abiertos, y exhiben el orgullo de saberse miembros de una raza de conquistadores. Todos llevan botas de montar y la tradicional casaca acolchada de los mongoles, abrochada a un lado y atada a la cintura mediante una faja de brillantes colores.
No resulta difícil entablar conversación con ellos, aunque sea mediante gestos, o acabar jugando con sus niños, que a pelo y descalzos, a lomos de un caballo, hacen gala de la misma habilidad con la que en el siglo XII las hordas de Gengis Khan salieron de estas estepas para forjar el imperio terrestre más grande que se haya visto nunca: desde el mar de China Meridional hasta el Báltico.
Paseo en camellos bactrianos por la dunas de Khongoryn Els. Los colores del desierto del Gobi Sigo viajando hacia el sur, el verdor de los pastos se convierte gradualmente en tierra marrón, estoy llegando al legendario Gobi , el desierto más septentrional del planeta. La inmensa extensión llana de piedra y tierra apelmazada, en la que el vacío resulta sobrecogedor, esconde tesoros como el Cañón de Yolyn Amm o el yacimiento arqueológico de Balanzag , donde se han hallado la mayoría de huesos y huevos de dinosaurios, ahora expuestos en los museos de todo el mundo. Pero, sin duda, el paisaje más asombroso lo protagoniza la larga y estrecha franja de dunas de Khongoryn Els .
Dunas de Khongoryn Els. En ningún otro desierto del planeta existen tantas dunas con alturas de más de cien metros y, al mismo tiempo, en su base se sitúan praderas verdes con agua dulce a raudales. Las montañas de Gov-Altai , con picos de hasta 3.000 metros de altura y donde vive el rarísimo leopardo de las nieves, encierran el otro lado de este brazo de arenas, luces y sombras. Los camellos bactrianos son el único medio de transporte capaz de moverse por este mar de dunas, por lo que una excursión sobre sus dos jorobas hace que me enamore de este paisaje de apariencia inhóspita pero de belleza cautivadora.
Yacimiento arqueológico de Balanzag. Mientras contemplo el gran arco de la vía láctea que envuelve el campamento dormido, recuerdo las palabras del filósofo e historiador árabe del siglo XIV Ibn Jaldun: ‘los nómadas son los únicos que pueden escapar de los ciclos de decadencia que contaminan todas las civilizacione s’. Y es que ellos no experimentan la necesidad de asentarse y echar raíces. Su único compromiso es el movimiento, tal vez eso sea la libertad.
Lo cierto es que Mongolia es única: su paisaje, la forma de vida, las costumbres, su gente y el respeto a la naturaleza y a las personas que se acercan a conocerles, hacen del país de los últimos nómadas un destino para las más aventureras.
Escena en Bulgan (Mongolia). Guía práctica de Mongolia Viajar como un nómada El transporte público terrestre no es recomendable en Mongolia, por no decir inexistente. Es fundamental el alquiler de una furgoneta o jeep con conductor. Lo más sencillo es contratar un tour en una de las agencias locales o guest houses de Ulan Bator que incluya la furgoneta, el conductor, un guía, que además puede hacer la función de cocinero y los alojamientos con familias (normalmente en gers independientes). Evaneos , a través de Suren, que habla español, también puede prepararte un apasionante tour.
¡Ojo con la comida! La comida de Mongolia está basada en el cordero y en los productos lácteos. Fuera de la capital, la dieta solamente se basa en las partes grasas más insospechadas de este animal. Puede convertirse en un suplicio, con lo que es altamente recomendable contratar un guía que nos cocine y nos prepare una dieta rica y variada más occidentalizada.
Documentación Pasaporte con seis meses de validez, seguro de viaje y visado. El visado se puede gestionar a través del Consulado de Mongolia .
Cuándo ir Mongolia tiene un clima continental extremo. Los meses más agradables para visitar el país son entre julio y septiembre . Hay que tener en cuenta que los inviernos son largos y fríos; a finales de septiembre, los termómetros bajan de cero y los grandes lagos, como el Khovsgol, se congelan, y las pistas se hacen intransitables.
Lecturas recomendadas En el Imperio de Gengis Khan . Stanley Stewart. National Geographic 2003. Un viaje del autor desde Estambul a Mongolia, en busca de las huellas de Gengis Khan. Relata sus vivencias en la Mongolia de hoy.
Bajo un cielo azul cobalto . Louisa Waugh. Ediciones B, 2006. Relato de las vivencias de la escritora, que dejó su vida occidental para vivir trabajando como profesora en un pequeño pueblo mongol.
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