El abulense Valle del Tiétar goza de pueblos mágicos y de un clima mediterráneo perfecto para escapar del frío y del ruido. Si estás buscando un buen lugar donde desconectar o hacer una escapada con tus amigas, lo has encontrado. Prepárate para recorrer Sotillo de la Adrada, La Adrada y Piedralaves. Casco histórico de La Adrada, al fondo una vivienda de 1783. © Etheria Magazine El Valle del Tiétar , a unos 80 kilómetros de Madrid –y muy cercano a Extremadura y a Toledo– es uno de esos lugares a los que merece la pena escaparse un fin de semana con amigas. Es lugar de veraneo para quienes quieren huir de la capital sin irse muy lejos, y es una zona coqueta en la que pasear y estar unos días entre las montañas. Su clima suave hace que sea conocido como la Marbella de Interior o la Andalucía de Ávila , ya que es una zona protegida por la Sierra de Gredos. Su clima mediterráneo, además, hace las delicias de aquellos que odian el frío.
Ruta por el Valle del Tiétar Son muchos los pueblos que conforman este valle: Candeleda, Arenas de San Pedro, Pedro Bernardo, Casavieja… Pero en este caso nos vamos a centrar en los tres que se encuentran más cerca de Madrid: Sotillo de la Adrada, La Adrada y, en particular, Piedralaves.
Bonitas vidrieras de la iglesia parroquial de la Santísima Trinidad (Sotillo). © Etheria Magazine Sotillo de la Adrada Sotillo de la Adrada te recibe con palmeras, lo que ya te da a entender el porqué de su sobrenombre. Si se quiere empezar la ruta por aquí, hay que aparcar el coche y dar un paseo por su casco antiguo para descubrir la ermita de Nuestra Señora de los Remedios , del siglo XVI, o su iglesia parroquial de la Santísima Trinidad . La arquitectura religiosa de estos pueblos nos traslada fácilmente a otras épocas. En los alrededores, las urbanizaciones no paran de crecer con casitas que tienen piscinas perfectas para pasar unos días de descanso.
Entrada del castillo de La Adrada. © Etheria Magazine La Adrada Continuamos la ruta al siguiente pueblo, La Adrada, que merecerá especial atención por una de sus construcciones más icónicas, su castillo . Del siglo XIV, vigila la pequeña villa desde lo alto del cerro del Torrejón, por lo que es imposible perdérselo aunque para eso haya que alejarse de la carretera principal. Como apunte importante, perteneció a Álvaro de Luna.
Interior del castillo de La Adrada. © Etheria Magazine Si nos perdemos por el centro siempre podemos disfrutar de la iglesia de El Salvador y de la ermita de la Virgen de la Yedra , de la época del castillo. En el paseo no hay que perderse una vivienda de 1783 , entre la calle de la Feria y la calle del Tío Talis, una de las casas mejor conservadas de la zona y una de las postales más famosas del lugar.
Una de las terrazas más icónicas de La Adrada, donde podemos disfrutar de un refrigerio, es la Terraza del Cauce , la que más ambiente tiene en verano. Pasear por los alrededores del pueblo también permite conocer y disfrutar del silencio del castañar de Casillas , a unos kilómetros del centro o el embalse el Pajarero .
¿Qué comprar en La Adrada? Sus icónicos bollos de San Blas.
Piedralaves Llegamos al rincón más coqueto de esta zona del Valle del Tiétar que, sin duda, es Piedralaves. Por eso esta zona es una buena escapada para chicas, porque si no queremos disfrutar del campo de manera literal, este lugar puede trasladarnos a esa vida de pueblo de una manera muy personal.
Iglesia de San Antonio de Padua, en Piedralaves. © Etheria Magazine El casco histórico es de los más cuidados del valle y puede ser la tercera parada. Caminando por su trazado irregular y sus calles empedradas llegaremos a la iglesia de San Antonio de Padua , del siglo XVII, y a la Cruz de los Enamorados , de 1681, centro de reunión de las parejitas de la época. Dejándola atrás, llegamos a la plaza del Ayuntamiento , plagada de casitas con la esencia arquitectónica de la zona, capitaneada por la famosa Torre del Reloj. Sus calles también han sido escenario de películas –Carmen Sevilla paseó por sus calles– y Camilo José Cela le dedicó unas líneas en su libro Judíos, Moros y Cristianos .
Cruz de los Enamorados y torre con reloj de Piedralaves. © Etheria Magazine Pasear por este pueblo abulense es una delicia: encontraremos casitas con grandes vallas de madera de roble y granito, y multitud de geranios en las mejores, y en el resto, ropa tendida, detalles de decoración… Y con suerte, en algunos rincones, multitud de hortensias. La vivienda más conocida es la de los balcones, coloquialmente conocida como la casa de los Cartagena , es fácil identificarla. ¿Siguiente plan? Llenar la despensa con carne de la zona, tomates, frutas, huevos… Es el mejor souvenir que nos podemos llevar de aquí.
Vistas desde el mirador de la Presa del Horcajo. © Etheria Magazine La Presa del Horcajo Si aún no tenemos hambre podemos subir hasta la presa del Horcajo, que es reserva natural, el mejor mirador para disfrutar de las montañas y de la Sierra de Gredos. Por el camino también pasaremos por la Charla de la Nieta , la piscina natural de Piedralaves, donde nos podemos pegar un baño si el tiempo nos deja. Las vistas desde la presa del Horcajo dejan sin respiración por lo que es un buen lugar para hacerse una foto de grupo. Conectar con la naturaleza es fácil en este lugar.
La Garganta del Nuño Cojo cuenta con pozas naturales para refrescarse en verano. © Etheria Magazine Tapeo en Piedralaves Se desciende hasta el pueblo e intentamos coger sitio en La Bodeguilla , uno de los lugares más icónicos de Piedralaves y donde es imprescindible tomar el aperitivo. Uno se puede atrever a tomar una jarra de vino de la zona o simplemente optar por una caña o un tinto de verano, y no puede faltar una ración de patatas revolconas , plato típico de la zona. Si se puede, mejor elegir una de las mesitas de la terraza cercanas al río. Sentado con tu refrigerio tienes unas vistas que te permiten observar la arquitectura de este pueblo.
La Bodeguilla y algunos de sus platos estrella. © Etheria Magazine Si hay más hambre, la siguiente parada es La Trastienda , un acogedor restaurante que parece sacado de Chueca o Las Salesas y que ha sido colocado en la mitad de una de las calles principales del pueblo. Si el tiempo lo permite, mejor reservar mesa en el patio, de yeso blanco y toques de azul que nos puede trasladar a Cádiz e incluso a una isla griega. Se comerá o cenará acompañado de hortensias. Aquí también se pueden probar las patatas revolconas pero hay otras opciones como el canelón de carrillera, la hamburguesa de ternera, el chuletón o las croquetas de rabo de toro, por decir algunas opciones. El entorno y el vino hará olvidar que uno está en mitad del campo. Finiquitar la comida o la cena con un cóctel aquí es posible. El rincón perfecto para los urbanitas que quieren desconectar… pero no tanto.
Detalle de la arquitectura de Piedralaves. © Etheria Magazine Fiestas de guardar y días rurales Según la época del año en la que se visite se pueden encontrar numerosas festividades, lo que hace de Piedralaves uno de los pueblos más animados de la zona. De Marbella no solo tiene tiene el clima, también el ambiente. Desde la festividad de San Roque, que se junta con La Paloma en verano, su Rocío chico, los Carnavales, la feria de la croqueta… Es fácil ir un fin de semana y que se encuentren celebrando algo. Por eso también es un buen sitio para una escapada de chicas, la diversión –y la tranquilidad, claro– están aseguradas. Solo hay que reservar en una de las muchas casas rurales de la zona y escaparse unos días. Por algo pertenece, desde el pasado noviembre, a la Red de Municipios Mágicos de España .
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