Al sur de Cantabria se sitúan caminos ancestrales y chamánicos señalados por menhires, y también pueblos tranquilos que despiertan el apego a lo rural. En Etheria Magazine te proponemos un viaje diferente en el que descubrir, entre huellas megalíticas, el valle de Valdeolea. Huellas prehistóricas en el valle de Valdeolea. Cuántas veces has pensado en volver al campo? Bien, ha llegado el momento de hacerlo, y en un lugar privilegiado: Valdeolea , al sur de Cantabria. Te proponemos 9 paradas imprescindibles en este valle integrado por pueblos pequeñitos y surcado por hermosos caminos. Aquí tendrás la oportunidad de conectar con el entorno siguiendo las huellas de aquellos primeros humanos que convirtieron estas tierras en su hogar.
En primer lugar tendrás que traspasar el paisaje castellano rumbo al norte para descubrir el rincón más desconocido de la comarca de Campoo-Los Valles . El valle de Valdeolea se sitúa cerca de Reinosa, nada más abandonar el paisaje palentino, entre las localidades campurrianas de Mataporquera y Olea. Sigue leyendo porque te esperan grandes sorpresas por el camino.
Valdeolea es el lugar de mayor concentración de menhires de Cantabria. Rituales en el valle de Valdeolea 1. Sigue las señales de los menhires Valdeolea es un valle abierto al sur de las montañas cantábricas, donde los primeros cántabros dejaron de ser nómadas cazadores y recolectores para cultivar plantas y rebaños. Esta revolución en su forma de vida la atestiguan los enormes menhires que marcan su paisaje –estarás recorriendo la zona de Cantabria con mayor concentración de estas misteriosas piedras–. Cargados de simbología desconocida señalan lugares especiales, se orientan hacia la puesta de sol durante el solsticio de verano e invitan a buscan la magia de sus señales por la ruta de los menhires . Al recorrer los 12 kilómetros entre pueblos, señalizados por el sendero PR-S 61 , hallaremos 8 símbolos misteriosos, como la cruz que identifica a El Cañón o menhir de Piedrahita , situado en un pinar de Mataporquera. También una cruz escoltada con profundos puntos marca el menhir del Cabezudo en Las Quintanillas, y apunta a la teoría de reparto del territorio.
«Todos tienen en común ser tallados en rocas que no se encuentran en las inmediaciones, lo que confirma haber sido arrastrados durante kilómetros». No dejes de admirar en Bercedo los 4 metros del menhir El Peñuco ; o las 4 toneladas del menhir La Llaneda , en La Cuadra, que se ven al completo, pues no hay parte soterrada. Al norte y en el paraje de Las Fuentes divisarás otros más pequeños: La Matorra I y II próximos a Casasola .
Al menhir de Peñahincada, en Reinosilla, lo llaman también la piedra de Sansón. A la singularidad de ser el único de conglomerado –lo comprobarás por las piedras incrustadas en la roca– suma su origen legendario porque el mítico forzudo lo lanzó desde un otero a 2 kilómetros.
Orquídeas salvajes en el valle de Valdeolea. 2. Rodéate de flores Aunque vayas intrigada por los menhires te habrán sorprendido también los campos en flor que surgen al paso en el valle de Valdeolea. Detente y sigue las sendas a tu aire para hacerte tantos selfis como te apetezca. Elige desde el rojo brillante de los campos de amapolas al amarillo punteado entre el verdor de los últimos narcisos silvestres o lirones , como los denominan en la zona. Busca la gran variedad de orquídeas silvestres primaverales y abraza el púrpura de los jacintos estrellados en los hayedos.
Iglesia de Santa María la Mayor en Villacantid. 3. Capta la onda medieval de Valdeolea Aquí hay iglesias románicas para todos los gustos, estás en una de las dos zonas de Cantabria con mayor número de templos medievales (la otra es Valderredible, no te pierdas este artículo ). Puedes elegir porque, apenas a 6 kilómetros de Reinosa, cuando divises en lo alto de una loma la iglesia de Santa María la Mayor en Villacantid , verás a la vez todos los encantos de las iglesias de la zona. No has traspasado ninguna puerta mágica sino que has entrado al Centro de Interpretación del Románico .
Atrévete a cruzar la calzada romana. 4. Sigue el rumor de agua Carreteras donde el tiempo parece detenerse como la CA-284 te preparan para, al llegar a Reinosilla de la Vega , seguir el rumor del agua hasta el río Camesa y su puente romano. Escoltado por los puentes de dos carreteras, no pierde ni un ápice de encanto como lugar para cruzar el curso fluvial por una calzada romana . Esta calzada atravesaba el valle para conectar la localidad palentina de Herrera de Pisuerga con la costa cántabra. Verás algunas piedras auténticas de la calzada romana sobre sus dos arcos separados por un tajamar. Si te apetece seguir admirando puentes silenciados por el paso del tiempo, los de Santa Olalla y Casasola también merecen visita.
Castillo de Argüeso, en Valdeolea. 5. Entra en el castillo de Argüeso Una noble castellana, Leonor de la Vega , madre del marqués de Santillana, nos atrae hasta el castillo de Argüeso o de la Vega. Imponente con su traza medieval, surge sobre un cerro con sus dos torres vigilantes sobre el camino de la Meseta a la costa cántabra que atravesaba el valle del Saja . A punto estuvo de convertirse en Parador de Turismo, hubiese sido uno de los más pequeños de la red, pero quiso la suerte que, uno de los mejores castillos en territorio español, se convirtiera en un lugar abierto al público como centro cultural. Desde mercados medievales a recreaciones históricas, conciertos y talleres de época hacen que nuestro viaje se programe atento a su oferta turística.
Molino La Vega. 6. Busca un molino y una cuchara en Valdeolea Cuando pienses en buscar posada nada mejor que hacerlo a orillas del río Camesa , en un antiguo molino harinero con más de 200 años de historia. En el Molino La Vega elige entre sus espaciosas habitaciones un dúplex donde quepa toda la familia. O siéntate sobre el viejo ingenio de moler, expuesto bajo suelo de cristal, mientras degustas los mejores productos de la tierra, convertidos en deliciosos bocados, gracias a la alquimia del ritmo lento rural. Sigue el río para alcanzar la diversidad gastronómica de la zona en Olea –pueblo del que toma denominación el valle– donde se halla La Cuchara del Camesa , parada imprescindible para, al ritmo de la cuchara, probar guisos inolvidables como la olla ferroviaria .
Iglesia de Santa Olalla, en Valdeolea. 7. Descubre el arte mejor guardado El río Camesa lleva a una pequeña aldea, La Loma , protagonizada por el cerro de la iglesia de Santa Olalla . Su humilde aspecto de trazas románicas no anuncia los espectaculares frescos de su presbiterio. Un maestro itinerante, San Felices, con su equipo de pintores, hizo tan expresivas pinturas murales donde seguir la pista a la vida de Santa Olalla junto a imponentes demonios. También góticas son las pinturas que el mismo maestro realizó en el ábside de la iglesia de Santa María La Real , en Las Henestrosas de las Quintanillas , pero aquí más allá de motivos religiosos hay estelas medievales y en sus frescos no faltan detalles con guiños a lo popular, como un músico tocando la vihuela.
Torre de San Martín de Hoyos. 8. Vigila desde la Torre de San Martín de Hoyos “Aquí pagaba quien quería pasar” debería rezar a la entrada de la Torre de San Martín de Hoyos . Esta robusta fortificación medieval no solo vigilaba el valle, abarcable de un vistazo junto a territorios vecinos desde su panorámica situación, sino que exigía el pago de peaje a quien quisiera entrar en tierras cántabras.
Cigüeñas, compañeras inseparables de este paisaje. 9. Mira al cielo y admira las cigüeñas Las cigüeñas blancas te habrán acompañado durante toda la ruta desde los prados junto a las carreteras, ellas conocen las bondades del valle más meridional de Cantabria. Sigue un poco más al norte, hasta Villaescusa de Enmedio , próximo a Reinosa, para disfrutar de un espectáculo natural único con los chopos del pueblo convertidos en una nutrida colonia de cigüeñas. Regresan cada año, y los vecinos, encariñados con su fidelidad, han instalado hasta un observatorio junto a la iglesia, para no perder detalle de sus quehaceres primaverales mientras crían a los pollos.
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