La perla del Brasil revalida sus títulos de ciudad maravillosa. Multifacética, alegre y cosmopolita, abierta al público los 365 días del año. Hemos recorrido las calles, playas y locales más curiosos de Río de Janeiro para contaros las claves imprescindibles para disfrutarla en todo su esplendor.
Texto y fotos: Cris Aizpeolea
Viajar con amigas, la mejor terapia en todas las circunstancias. © Cris A. En un grupo de 10 amigas se puede pintar el mundo entero. Está la que adora la playa y la que huye del sol, la aventurera, la sociable que habla con todos, la que observa desde lejos. Está la sibarita y la del gusto popular. La que se pierde, la que se orienta, la que trae un dato nuevo y la que se deja llevar. La que usa tacones, la que vive en zapatillas, la que exprime el día, la que disfruta la noche y todas las posibles combinaciones que surjan de esas y otras “categorías”.
Animarse a salir juntas de vacaciones y que todas vuelvan (volvamos) felices pide un destino igual de ecléctico, y la buena noticia es que eso existe. Río de Janeiro, cidade maravilhosa , perla fantástica del gigante Brasil, cumplió con las expectativas de todas y hasta dejó una promesa de pronto regreso.
La invitación, entonces, es a desoír miedos y prejuicios, a tomar un par de recomendaciones básicas para despejar peligros y disponerse a disfrutar del pulso carioca. En clave de seguridad , las medidas a tomar son las mismas que rigen para cualquier gran metrópoli: circular por zonas turísticas, no exhibir joyas, y cuidar el teléfono móvil y los efectos personales. En siete millones de habitantes, por supuesto que hay oportunistas. Para evitar disgustos, es recomendable dejar el pasaporte dentro de la maleta hasta el día del regreso. No hace falta llevarlo por la calle.
Panorámica de Río de Janeiro. © Mike Swigunski Primeras pistas Los reales En Río todos los bienes y servicios se expresan en reales , la moneda local, y nadie, o casi nadie, recibirá euros o dólares. La herramienta de pago ideal es la tarjeta de crédito o de débito con tecnología contactless , sin contacto (allá se dice de aproximação ) porque es simple, segura y rige para todo: desde la caipirinha en la playa y el boleto del subte, hasta la tienda de ropa y la cena exclusiva, pasando el salgado (tentempié) en el chiringuito. Incluso en los restaurantes a la hora de pagar una mesa grande, los mozos no tendrán ningún inconveniente en repartir la cuenta y traer el postnet para cobrarle a cada una lo suyo.
Para tener algunos reales en el bolsillo, hay que concurrir a una casa de cambio (en ese caso sí, hay que llevar documento), o bien a los hoteles de categoría donde ofrecen un cambio algo menor, similar al del aeropuerto.
La bicicleta es una alternativa ecológica para recorrer Río de Janeiro. © Cris A. Uber o transporte público Para moverse a las anchas, conviene llegar con la aplicación de Uber bajada en el teléfono y ya asociada a un medio de pago. El servicio es una garantía, ideal si son varias personas y anda perfecto en todos lados, pero no se puede contratar en Brasil sin un número de documento local.
El sistema de metro es también muy eficiente y está en permanente expansión. Algunas estaciones merecen una visita, como la de Praç a Osório, en la confluencia de Ipanema y Copacabana, una caverna al desnudo con cuatro niveles bajo tierra. En autobús también se llega sin problemas a todos lados; es más barato, permite apreciar la ciudad y fundirse con su gente, pero consume un poco más de tiempo.
Muy pero muuuuy hermoso resulta pedalear por Río de Janeiro. Ir sobre dos ruedas por la rambla mais larga do mundo desde la playa de Leme hasta Leblon, circundar el perilago, recorrer los parques, el puerto e incluso las calles del centro para las más intrépidas, es una experiencia altamente placentera. La red de ciclovías tiene más de 450 kilómetros lineales y está sembrado de estaciones para tomar o dejar la bicicletas, que son de color naranja, como el banco que las auspicia. Para inscribirse en el sistema hay que bajar la aplicación y ejercitar la paciencia. El trámite suele ser muy fastidioso pero la recompensa vale la pena. Recordad cancelar la renovación automática.
Souvenirs del Cristo Redentor. © Cris A. Río de Janeiro, un destino maravilla Cualquier estación es ideal para visitar Río de Janeiro. La ciudad abre todo el año y será imprescindible un sombrero, el protector solar y un teléfono celular para tomar fotos y tener el mapa, el traductor, la tarjeta y todo lo demás en la palma de la mano. Hay WIFI por todos lados, pero contar con datos móviles no está de más. Lo mejor es averiguar el coste con su empresa antes de salir.
Río de Janeiro es una ciudad inagotable y admite varios viajes en la vida. Para las debutantes y las iniciadas, va esta lista caprichosa e inacabada de programas con satisfacción garantizada.
La rambla de Copacabana con sus diseños en ondas, un icono de la ciudad. © Luis Diego Aguilar Qué hacer en Río de Janeiro De paseo por la Orla (rambla) El clásico empedrado portugués en blanco y negro para ornamentar veredas y plazas se aplicó por primera vez en Brasil frente al teatro de Manaos, pero se popularizó en Río de Janeiro. La ciudad tiene más de un millón de metros cuadrados construidos con esta técnica. Las ondas de la rambla de Copacabana, diseño el paisajista Burle Marx, son consideradas la mayor obra de arte urbano del mundo, y se extiende por Ipanema, Leblon, Leme, Barra da Tijuca, cada una con su propio dibujo, proponiendo otra lectura de la cartografía. La ecléctica primera línea de edificios de la costanera se acompaña en la playa con bares al paso, chiringuitos y restaurantes para todo tipo de bolsillos.
Trenecito al Corcovado. © Cris A. El Cristo Redentor y el Pan de Azúcar Dos clásicos de libro para ver alguna vez. Al primero, un monumental Cristo Redentor en estilo art decò que desde 1931 abraza la ciudad en la cima del cerro Corcovado, se accede con un deslumbrante viaje en trenecito a través de la selva. El segundo supone dos tramos en teleférico para llegar al tope del peñasco, símbolo carioca que domina la bahía de Guanabara. Ideal llegar por la tarde para disfrutar de la puesta del sol y las primeras luces de la noche con un rico trago.
Museo del Mañana, diseñado por Santiago Calatrava. © Cris A. Doblete de museos La oferta cultural de Río de Janeiro es inabarcable, pero hay dos museos imperdibles en la explanada del viejo puerto Maua. Diseño de Santiago Calatrava, inspirado en las bromelias de Río, el edificio inteligente del Museo del Mañana (2015) impacta sobre un jardín de agua y está ahí para decirnos que el futuro dependerá de lo que hagamos. Propone una experiencia inmersiva sin desperdicio. Los martes es gratis . Al frente está el MAR, el Museo de Arte de Río (2013), que integra con un sobretecho en forma de olas los edificios de un antiguo palacete con la ex estación de autobuses, ambos conectados por una pasarela. Sus exposiciones también exploran la lectura transversal de una ciudad que sabe de expectativas, desafíos y conflictos.
Museo de Arte en Río de Janeiro. © Cris A. Ferry a Niteroi Buena parte de los 500 mil habitantes de Niteroi trabaja en Río de Janeiro y cruza todos los días el puente carretera de 13 kilómetros o utiliza el sistema de balsas. A precios y frecuencias de transporte público, la travesía marina insume 20 minutos y sirve de “petit crucero” por la bahía. La ciudad carioca también es imponente desde el agua, mientras por arriba de la cabeza sobrevuelan los aviones que entran y salen del aeropuerto de cabotaje Santos Dumont. No dejéis de hacer esta experiencia. Del otro lado, en Niteroi, la parada obligada es el Museo de Arte Contemporáneo , creación de Oscar Niemeyer, un magnífico “plato volador” asomado al precipicio. Lunes cerrado.
Irresistible en la playa, choclo con manteca y sal. © Cris A. Música ao vivo Suena la samba y el cuerpo lo sabe; irresistible soltar unos pasos meneando la cadera. Apenas cae la tarde, los bares de la playa se animan con música en vivo. En la zona de los Arcos de Lapa hay fiesta por todos lados pero el “templo” se llama Circo Voador , donde surgieron grupos como Os Paralamas do Sucesso. Ofrece espectáculos todos los días, pero hay que reservar para garantizarse un lugar. En Copacabana está Bip Bip , un mítico bar de 1968 que honra las causas sociales, reducto de puertas abiertas donde músicos de gran nivel se juntan a tocar y a cantar. El público se sirve una cerveza y los disfruta parado en la vereda. Se aplaude castañeteando los dedos para no molestar a los vecinos.
Iglesia de la Candelaria. © Cris A. Candelaria, Cinelandia y los teatros En el centro, la iglesia de la Candelaria con su imponente cúpula es un viaje a la arquitectura colonial del siglo XVII a pocos pasos de la zona financiera. Muy cerca está también Cinelandia (tierra de cines) epicentro de la diversión en los años 30, con sus bares, teatros y salas. Es la zona de la Plaza Floriano Peixoto donde se destacan los edificios del Ayuntamiento, la Biblioteca y el Teatro Municipal. Vale la pena dedicarle una tarde. Explorar con anticipación la cartelera de espectáculos. Suele haber excelentes propuestas a muy buen precio.
El sombrero puede ser el mejor souvenir, y el más práctico, en Río. © Cris A. Bondinho a Santa Teresa En el morro del mismo nombre, este antiguo barrio residencial de vistas panorámicas es el epicentro de la bohemia. El vecindario mantiene el encanto de pueblo con sus calles angostas donde abundan los bares y los talleres de artistas junto a los palacetes, muchos transformados en hostales de categoría. La experiencia será completa abordando el tranvía en la Estación carioca, junto a la Catedral. El bondinho circula sobre los Arcos de Lapa y se interna en el morro. El último servicio sale a las 16. Se puede puede regresar en el tranvía con el mismo boleto o bajar caminando hasta Lapa. Para más seguridad, emprender la vuelta antes que anochezca.
Con precaución, Río de Janeiro también se disfruta en un viaje con amigas. © Cris A. Almoço na favela (almuerzo en la favela de Vidigal) Hace ya varios años que las favelas de Río de Janeiro se abrieron al público y ofrecen a los viajeros la posibilidad de visitas con guías locales. Ubicada sobre el morro entre Leblon y San Conrado , dos barrios exclusivos que convergen en el mítico Hotel Sheraton, la favela de Vidigal es ya un fenómeno de turismo receptivo donde la comunidad autorregulada se organiza para ofrecer distintos servicios. Tiene hoteles, bares y terrazas con vistas que cortan el aliento y que, luego de levantar los platos, se transforman en las pistas de baile de música electrónica más concurridas de la ciudad.
Almorzar en Vidigal puede ser una gran oportunidad para conocer sin intermediarios estos barrios populares y conversar con su gente. Es un paseo seguro. En la plaza de la base se abordan las combis o las motos que suben a toda velocidad hasta la cima donde los restaurantes, equipados con todos los servicios y a precios de turismo extranjero, ofrecen feijoadas, camarones y otros sabrosos platos de cocina local.
Hasta la próxima Río de Janeiro, ciudad maravillosa. Volver a verte siempre será un buen plan.
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