Recorrer Asia Central en una camper Volkswagen California es una experiencia que ha vivido Gracia Martínez con su pareja y que comparte con las lectoras de Etheria Magazine. Ha recorrido desde las vibrantes calles de Tbilisi hasta los paisajes infinitos de Uzbekistán, un viaje por Asia Central en furgoneta que revela la belleza, historia y contrastes de territorios poco transitados pero con una cultura apasionante.
Por Gracia Martínez
De Georgia a Uzbekistán en furgoneta, la aventura de Gracia Martínez. El motor ronroneaba suavemente mientras la Volkswagen California se deslizaba por las carreteras de Asia Central, un viaje que comenzó en Tbilisi, Georgia , y terminó varios meses después en Uzbekistán . En el camino, atravesé Kazajistán, un país de horizontes infinitos, cielos interminables y paisajes tan diversos que cada día era una sorpresa. Desde las modernas ciudades y las estepas interminables hasta los recuerdos de la conquista espacial y las cicatrices ambientales del Mar de Aral, este viaje en furgoneta se convirtió en una experiencia inolvidable.
En marcha: de Tbilisi a las vastas estepas de Kazajistán Salir de Tbilisi fue como dejar atrás un hogar temporal. Habíamos pasado semanas disfrutando de su vibrante vida cultural, pero la promesa de las carreteras abiertas era irresistible. Kilómetros de paisajes cambiantes, atravesando Chechenia y Daguestán en Rusia, nos llevaron hacia Kazajistán , un país donde las distancias se miden en días y los paisajes parecen extenderse hasta el infinito. La Volkswagen California se convirtió en nuestra inseparable compañera. Con su pequeña cocina, tienda de campaña en el techo y espacio para guardar mis libros y mi cámara, no era simplemente un vehículo: era nuestro hogar. Cada noche, después de horas de conducción, estacionábamos en algún rincón tranquilo, abríamos las puertas traseras y observábamos cómo el sol desaparecía en el horizonte, dejando paso a un cielo lleno de estrellas.
Atyrau: El punto donde Europa encuentra Asia Una de nuestras paradas en Kazajistán fue Atyrau , una ciudad que se encuentra justo en la frontera geográfica entre Europa y Asia. Aparcamos la furgoneta cerca del río Ural y pasamos el día explorando esta ciudad industrial con un encanto peculiar. Lo que más me fascinó fue la sensación de estar en dos continentes al mismo tiempo. Caminé por los puentes que cruzan el río y me detuve en los mercados locales, donde probé por primera vez el beshbarmak , un plato tradicional de carne y pasta que literalmente significa «chuparse los cinco dedos». Rápidamente se convirtió en uno de mis favoritos. Atyrau fue el lugar perfecto para acostumbrarnos al ritmo de Kazajistán: tranquilo, vasto y profundamente conectado con sus paisajes. Esa noche, estacionamos la furgoneta en un lugar apartado junto a una manada de camellos salvajes. Nos maravillamos al observar cómo se acercaban al cristal del coche, mientras el sonido del río nos arrullaba hasta quedarnos dormidos.
Mar de Aral. El mar de Aral, las cicatrices de un mar perdido Desde Atyrau, el viaje continuó hacia uno de los lugares más impactantes de todo el recorrido: el mar de Aral. O, mejor dicho, lo que queda de él. Siguiendo una carretera polvorienta, llegamos a Aralsk, una ciudad que alguna vez fue un puerto próspero y hoy es un recordatorio de la devastación ambiental causada por el hombre.
El paisaje era surrealista. Barcos oxidados descansaban sobre un lecho de arena donde antes había agua. Las historias de los locales eran tan desgarradoras como esperanzadoras. Aparcamos la Volkswagen cerca de los restos del antiguo puerto y pasamos el día explorando los alrededores. Visitamos el pequeño museo del Mar de Aral , donde aprendimos sobre los esfuerzos recientes por recuperar parte del agua en el norte del lago. Pero lo que más me marcó fue caminar por ese paisaje desolado, sintiendo la inmensidad de la naturaleza y la fragilidad de su equilibrio.
Entorno del museo del Mar de Aral. Baikonur, el legado de la carrera espacial Otro punto destacado de nuestro viaje fue Baikonur, la ciudad conocida mundialmente por su cosmódromo, desde donde se lanzaron la perrita Laika y Yuri Gagarin , el primer ser humano en el espacio. Llegar allí fue un reto logístico, ya que se necesita un permiso especial para visitar el lugar, pues la ciudad está restringida a extranjeros. Sin embargo, tras varios trámites y mucha paciencia, finalmente pudimos estacionar nuestra furgoneta en las afueras de esta histórica ciudad.
Cosmódromo de Baikonur. El cosmódromo de Baikonur combina el pasado y el futuro. Recorrer los hangares donde se ensamblan los cohetes Soyuz fue como adentrarme en un capítulo de la historia de la humanidad. Uno de los momentos más emocionantes fue ver el monumento dedicado a Yuri Gagarin y escuchar las historias locales sobre cómo Kazajistán se convirtió en un epicentro de la carrera espacial. Actualmente, el cosmódromo está alquilado a los rusos, y varios lanzamientos tienen lugar cada mes. Por suerte, al día siguiente, fuimos testigos del lanzamiento de un Soyuz al espacio. Aunque no pudimos verlo desde el cosmódromo por motivos de seguridad, lo observamos desde una colina cercana, rodeados por el desierto. Fue un momento inolvidable.
Gracia en el mausoleo de Khoja Ahmed Yasawi. Turquestán, historia y espiritualidad en el corazón de Asia El viaje continuó por la larga, calurosa y estrellada estepa, rodeados de camellos, caballos salvajes e incluso gacelas. Nos dirigimos hacia el sur, hasta llegar a Turquestán, una región que combina historia, espiritualidad y tradición. Visitamos el mausoleo de Khoja Ahmed Yasawi , un impresionante edificio del siglo XIV que es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Este mausoleo, con sus cúpulas de azulejos turquesa y su atmósfera serena, es uno de los lugares más sagrados del mundo islámico en Asia Central. Pasear por los alrededores del mausoleo fue como viajar en el tiempo. Los peregrinos rezaban en silencio mientras los vendedores locales ofrecían artesanías y comida tradicional. Los melones y sandías de esta región son quizás los más deliciosos del mundo. Probamos el kurt , unas bolas de queso seco típicas de la región, y compré pequeñas alfombras hechas a mano para decorar nuestra furgoneta.
Turquestán fue, sin duda, uno de los puntos culminantes de nuestro viaje por Kazajistán. La conexión con la historia y la espiritualidad era palpable, y cada rincón parecía contar un relato.
Lateral del mausoleo de Khoja Ahmed Yasawi. Hacia Asia Central, el final de un viaje inolvidable Desde Turquestán, el viaje continuó hacia Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán , pero cada kilómetro recorrido en Kazajistán dejó una huella imborrable en mi memoria. Este país, con sus paisajes vastos y su rica historia, me enseñó a apreciar la belleza de la simplicidad y la importancia de las conexiones humanas. La Volkswagen California fue más que un vehículo en este viaje: fue nuestro refugio, nuestro hogar y nuestra compañera de aventuras. Cada noche, al estacionar en medio de la estepa, abríamos las puertas traseras y dejábamos que la naturaleza nos recordara lo pequeños que somos frente a la inmensidad del mundo. Las estrellas de Kazajistán parecían estar más cerca que en cualquier otro lugar.
Las rutas por carretera regalan mil experiencias. Kazajistán es un país que desafía las expectativas. Desde las modernas ciudades hasta los paisajes desérticos, y desde los recuerdos de la conquista espacial hasta las aldeas llenas de historia, este país tiene algo para todos los viajeros. Si alguna vez tienes la oportunidad de recorrerlo en furgoneta, no lo dudes. La carretera te está esperando.
¿Estás listo para emprender tu propia aventura por Asia Central? ¡Espero haberte dado al menos un pequeño empujón!
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