Sania Jelic continúa su recorrido por el Sudeste Asiático y llega a Laos, un país que se muestra perfecto para viajar en solitario por su autenticidad, seguridad y tranquilidad. En este artículo nos cuenta las zonas del país que merece la pena visitar, algunas muy poco conocidas, y nos propone una ruta perfecta para viajar sola a Laos en la que incluye alguna actividad de aventura que os va a sorprender.
Sania en el mirador Nam Xay, en Laos. © Sania Jelic Tranquilo, seguro, hermoso y relativamente barato. En Laos, todo ocurre al pausado ritmo del río Mekong. Su gente es amable y de sonrisa fácil, lo que lo convierte en un destino perfecto para quienes desean iniciarse en los viajes en solitario. No suele ser el primer destino del sudeste asiático que la gente visita, pero Laos merece un lugar en cualquier itinerario. Es un país todavía auténtico, cuya gente sigue viendo a los turistas como viajeros y no como simples fuentes de dinero, algo cada vez más raro en la región.
En Laos, la prisa no tiene cabida. Es un lugar para dejarse llevar por la calma del Mekong, explorar paisajes vírgenes y disfrutar del viaje sin preocupaciones. Con una población de aproximadamente ocho millones de habitantes , Laos es un país donde el budismo predomina en la vida cotidiana. A menudo se visita en combinación con destinos más conocidos como Camboya (para explorar el monumental Angkor Wat), Vietnam o Tailandia.
A pesar de ser menos famoso, Laos cuenta con varios puntos de interés y tres sitios declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco: Luang Prabang, la joya cultural del país; Vat Phou, un antiguo templo jemer; y la meseta de Jara, con sus misteriosos campos de tinajas.
Barcas en el río Mekong. © Sania Jelic Un viaje de ocho a diez días permite conocer lo esencial, aunque los que se dejen llevar por el ritmo del Mekong pueden disfrutar al menos dos semanas explorándolo sin prisa. Para los más aventureros, tres semanas en moto permiten recorrer los famosos «loops», circuitos para descubrir paisajes montañosos y rincones poco transitados.
De sur a norte: una ruta por Laos Pakse y las 4.000 islas Pakse es la base ideal para iniciar un recorrido por el sur de Laos. Desde aquí, se puede acceder a las 4.000 islas, aunque en realidad las visitadas son las tres principales. Para llegar, se toma una combinación de minivan y barca (unas 3 horas de trayecto) hasta Don Det, una isla conectada por puente con Don Khon.
Aquí el tiempo parece haberse detenido en los años 70. El ambiente es relajado y bohemio, con mochileros de todo el mundo que se reúnen en el Oun Library Bar , donde las noches transcurren entre guitarras, charlas y risas. Los alojamientos varían entre 12 y 20 € por noche, con buen wifi, lo que atrae a nómadas digitales.
Oun Library Bar. © Sania Jelic Las principales actividades se pueden resumir en recorrer las islas en bicicleta, disfrutar del ritmo del Mekong y relajarse. El río aquí está bastante contaminado (aunque sin mal olor) y sorprendentemente no hay demasiados mosquitos.
Explorando la meseta de Bolaven Desde Pakse, muchos viajeros optan por alquilar una moto para recorrer la meseta de Bolaven, famosa por sus cataratas y sus plantaciones de café. Un lugar recomendado para alquilar es Miss Noy Motorbike , una tienda regentada por un francés que cada día ofrece una charla informativa sobre la ruta sugerida.
No me atreví a alquilar una moto porque no tengo carné y decidí hacer parte del recorrido en tuk-tuk, compartiéndolo con otra persona. Fue un error: el viento en la cara durante seis horas de trayecto nos dejó a ambos medio enfermos. Aprendí que los tuk-tuk están pensados para distancias cortas… ¡de todo se aprende!
Vientián, la capital olvidada Desde Pakse se puede llegar a Vientián en autobús nocturno o en avión. Elegí volar, ya que prefiero evitar los autobuses nocturnos después de experiencias previas que no fueron muy cómodas. Con cerca de un millón de habitantes, es una ciudad peculiar y algo extraña a orillas del Mekong. Al anochecer, los restaurantes junto al río están prácticamente vacíos y en su mercado nocturno, que se extiende a lo largo de un kilómetro, la gente, mayoritariamente local, se dedica a pasear, no vi mucha compra.
Buddha Park. © Sania Jelic Lo más impactante de la ciudad es el Museo COPE (copelaos.org), que expone el devastador impacto de las minas antipersona que quedaron tras la guerra de Vietnam. Se estima que todavía hay 80 millones de artefactos sin detonar en el país, y afectan principalmente a niños y campesinos.
* Para los interesados en templos y monumentos, Vientián tiene algunos de interés, pero lo que más disfruté fue el Buddha Park , un lugar lleno de esculturas sorprendentes y fotogénicas.
Vang Vieng: aventura en la naturaleza Desde Vientián tomé el tren de alta velocidad hasta Vang Vieng , una pequeña urbe rodeada de montañas y famosa por sus deportes de aventura, con un cierto aire de ciudad improvisada, similar a los asentamientos de la fiebre del oro en Estados Unidos. Cuenta con una calle principal, paralela al Mekong, casitas bajas, hostales, restaurantes, bares, algún hotel, agencias de viajes que ofrecen actividades deportivas de todo tipo y alguna pagoda medio escondida.
Vang Vieng ofrece muchas actividades para los viajeros como Zip line (aunque nadie avisa de que hay que subir a pie hasta la plataforma de salida); kayak en el río Mekong; ascenso al mirador Nam Xay, una dura subida de 350 metros de desnivel con tramos resbaladizos; o un vuelo en paramotor , una experiencia inolvidable al atardecer que tuve la suerte de disfrutar (90€ por 15 minutos de vuelo).
Vuelo en paramotor en Vang Vieng. © Sania Jelic Vang Vieng se hizo tristemente famoso en noviembre de 2024 por la muerte de seis turistas por intoxicación con alcohol adulterado. ¡Como para tomar un cóctel ahí! Un dato curioso es la gran cantidad de jóvenes turistas israelíes que lo visitan. Viajan en grupos cerrados (se mezclan poco o nada con el resto) y suelen tener sus propios restaurantes kosher y excursiones organizadas exclusivamente para ellos.
Luang Prabang: Patrimonio de la Humanidad Luang Prabang es la joya cultural de Laos, con más de 50 templos (se dice que los más bellos de Asia) y un ambiente relajado. Su calle principal alberga el mercado matutino, donde se venden desde frutas hasta ratas y ardillas, y el mercado nocturno, con artesanías y comida local deliciosa.
Además, hay un mercado nocturno de comida donde comí casi todas las noches, ya que tenía una amplia, variada y sabrosa oferta. Y en la parte de la calle donde por la mañana se hace la procesión de monjes con la que colectan limosnas y alimentos, hay bares muy agradables.
Monjes en Luang Prabang. © Sania Jelic ** Aquí descubrí una iniciativa fascinante: Big Brother Mouse Center (www.bigbrothermouse.com), una librería/ONG que organiza encuentros entre turistas y niños locales para practicar inglés de manera gratuita. Me pareció brillante la idea porque facilita a los niños y adolescentes el contacto con “el mundo exterior” y con diferentes formas de pensar. Además, les ofrece un marco real de práctica del idioma. Y para los turistas es una posibilidad de conocer algunas rasgos de los niños y jóvenes de Laos. Todo se realiza sin intercambio de dinero (a los niños les está prohibido pedir dinero). Una experiencia muy gratificante y útil ya que el turismo representa el 10% de ingreso en el país y está en crecimiento.
Nong Khiaw y el río Nam Ou A 140 km al norte de Luang Prabang se encuentra Nong Khiaw, un pequeño pueblo rodeado de montañas espectaculares. Llegar en minivan toma tres horas y media debido al mal estado de las carreteras, pero vale la pena.
El Mekong a su paso por Nong Khiaw. © Sania Jelic Aquí la vida también sigue el ritmo del río. Las montañas invitan a subir para descubrir los horizontes, aunque las subidas son duras con desniveles de hasta 500 metros. Pero el amanecer, viendo un mar de nubes del que sobresalen peñascos y cimas de montaña lo compensan. Uno de los miradores más impresionantes es el Pha Daeng Viewpoint , donde se puede acampar contratando los servicios de apoyo logístico con una empresa local para ver el cielo estrellado.
También es posible tomar una lancha hasta Muang Ngoy . Este pueblo está formado por una calle principal de unos 500 metros a lo largo de los cuales hay algún hostal y restaurante local. Hay buen wifi y se encuentra alojamiento por 12 Euros o menos la noche, lo que atrae a nómadas digitales.
Telas en Sopchem. © Sania Jelic Mi siguiente parada en Laos fue en Sopchem , un pueblo conocido por su tradición textil en el que delante de cada casa hay un telar con una tela a cual más bonita. Aquí dormí en un “Homestay” (casa local) sencilla, pero con un desayuno muy rico a base de berenjena frita sazonada con eneldo, arroz, huevos fritos y judías cocidas.
Dando un paseo por el pueblo vi que una viajera noruega no tenía suficiente dinero para comprar un tejido que quería para su nueva casa y le presté 20€. Un mes después, recibí su pago por PayPal, no dudé ni un momento de que el dinero me iba a llegar.
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