En la región más amable y tranquila del país andino, Cajamarca y Chachapoyas deslumbran con mercados multicolores, cascadas de 700 metros, ciudadelas preincaicas colgadas de la sierra y un mundo de cultura, arte y buena gastronomía para disfrutar al paso. Viajeras inquietas y aventureras: bienvenidas al paraíso.
Al pie de las escaleras que llevan a la capilla de la Virgen de Fátima. A una hora de vuelo desde la capital, Lima, la región que abarca las ciudades de Cajamarca y Chachapoyas justifica por sí misma un viaje a Perú. Por supuesto que Cusco y la ciudadela inca del Machu Picchu siempre serán un gran plan, pero el llamado “Circuito Norte” no tiene nada que envidiarle al Valle Sagrado. Por el contrario: tan o más rico y diverso, apabullante desde lo paísajístico, arqueológico y cultural, ofrece un menú irresistible para viajeras inquietas y aventureras con el plus de la tranquilidad, patrimonio de los destinos menos evidentes que se mantienen (todavía) poco explorados.
Ponemos entonces brújula al Norte con el mapa en el móvil, siempre a mano para chequear los nombres de ríos, cerros, huacas (sitios sagrados) y pueblitos que al principio suenan impronunciables y terminaremos recomendando con orgullo de lugareñas.
Panorámica de Cajamarca. A Cajamarca en mototaxi La primera meta será la bella Cajamarca , una urbe importante de cuatrocientos mil habitantes, célebre en la historia de Hispanoamérica por el Cuarto del Rescate , allí donde en 1532 el inca Atahualpa trató de comprar su libertad ofreciéndole tres templos repletos de oro y de plata al conquistador Francisco Pizarro. El sitio se puede visitar y será irresistible alzar la mano izquierda hasta el techo para emular la altura de su desesperante promesa, que de poco le sirvió para evitar el fatídico final.
Una florida Plaza de Armas a la usanza colonial, con la iglesia catedral y antiguos edificios comunales alrededor, algunos convertidos en elegantes cafés y artesanatos donde se puede comprar alfarería de finísima factura, son la muestra de un sincretismo cultural que enaltece a los cajamarquinos por su valor ancestral y recobra significados con cada nuevo siglo.
Cuarto del Rescate, en Cajamarca. De visita obligada y feliz recompensa para los 300 peldaños en piedra de subida es el mirador de Santa Apolonia , que alberga una capilla consagrada a la Virgen de Fátima y se llena de fanales y de velas cada 13 de mayo. Por esa suerte de viajeras, nos tocó llegar con luna llena y en la previa de las fiestas patronales y, desde la punta del cerro, fuimos testigos de cómo iban encendiéndose las luces, preludio de un jolgorio popular que acabaría de madrugada.
Mercado Modelo de Cajamarca. No hay que irse de Cajamarca sin perderse un rato en el laberinto de aromas, colores y sabores del Mercado Modelo . Es el lugar indicado para probar un legítimo ceviche: trozos de pescado cocidos en limón, acompañados con cebolla morada, lechuga y granos de maíz, todo sazonado con ají, pimienta y cilantro, el plato más célebre de Perú.
Otra simpática atracción local es el mototaxi , práctico y económico para ir y venir por la ciudad y alrededores. Abordamos el primero al bajar del avión en la vereda del aeropuerto y ya lo adoptamos para toda la estadía. Nunca falla y en los diálogos con el conductor siempre sale un dato interesante para compartir.
Los mototaxis son una atracción local más. Dos escapadas desde Cajamarca Desde Cajamarca hay –al menos– dos destinos de peso para explorar: el Complejo Arqueológico Cumbemayo y las Ventanillas de Otuzco.
Patrimonio Cultural de la Nación, a 3.500 msnm, Cumbemayo alberga las ruinas de uno de los acueductos más antiguos de la humanidad, construido hacia el año 1300 a.C. como centro ceremonial, que preserva todavía numerosos petroglifos. Para llegar se atraviesa un imponente bosque de rocas de origen volcánico. Conviene contratar un tour con guía en la plaza central.
Excursión a Cumbemayo. Las Ventanillas de Otuzco son un complejo funerario esculpido en la montaña, también preincaico, pero más nuevo: del año 450 al 900 d.C. En total son 337 nichos. Los hay simples, dobles, múltiples y comunitarios, algunos de 25 centímetros y otros de casi un metro de boca, todos cuadrados o rectangulares, dotados de aleros y volados. Está a 10 kilómetros de Cajamarca y se puede llegar muy fácil combinando bus local y mototaxi. Una vez en el lugar, el circuito es autoguiado y con paneles interpretativos. En la puerta, una vecina vende huevitos hervidos de codorniz. Cuatro por 1 sol, pura proteína para comer como caramelos en la trepada a la montaña.
Ventanillas de Otuzco. Chachapoyas, encanto y maravilla Capital del departamento Amazonas, rodeada de sierras con mil tonos de verdes, con su riqueza natural, arqueológica y cultural, Chachapoyas bien puede autoproclamarse como el tesoro mejor guardado del Perú. Lo ideal sería tomar un vuelo directo desde Lima de 75 minutos, o bien hasta Tarapoto o Jaén, de estar operativos esos aeropuertos cercanos. También se puede llegar en bus desde Cajamarca, en un viaje alucinante a 3.300 msnm que serpentea la cornisa durante ocho horas para cubrir 320 kilómetros. Desde la ventanilla, el caudaloso río Utcubamba es un tajo diminuto al fondo de la quebrada, pero avanza más rápido que el colectivo. El periplo se puede cortar a mitad de camino bajando en Leymebamba y visitar allí el museo del mismo nombre, célebre por su milenaria colección de momias, y los Mausoleos de Revash , tallados en un acantilado en el siglo XIV, todo patrimonio de la riquísima cultura chachapoyas.
Mercado de Chachapoyas. Cualquiera que sea la vía, llegar a Chachapoyas justifica todo. Apacible y encantadora, con flores asomando por balcones impecables y una Plaza de Armas que es lugar de encuentro, esta villa de cuarenta mil habitantes honra las mejores tradiciones gastronómicas y culturales, y es punto de partida de un mundo por explorar.
Póker de maravillas Del extenso menú de maravillas que hemos recorrido, destacamos cuatro. Cada una merece una jornada para dedicar el resto del día a procesar tanta belleza.
Catarata de Gocta. La Catarata de Gocta Con una caída de 771 metros en dos niveles, es una de las más altas del planeta y la más vistosa del Perú. Emprender el trekking de 5,5 kilómetros por la selva desde el caserío de Cocachimba lleva de tres a cuatro horas con varios miradores en el camino que sirven para descansar y anhelar la meta. Al llegar a la laguna que forma la cascada, frente al farallón de mas de 500 metros, mojadas por la fuerza con que salpica el agua al caer, sólo queda respirar hondo y agradecer el espectáculo. Fue explorada por primera vez en 2002. Conviene tomar un tour que incluye el transporte, experta guía local y reparador almuerzo. Desde 30 euros.
Sarcófagos de Karajía. Sarcófagos de Karajía Datan del año 1400 pero son un hallazgo arqueológico reciente, de 1985. Los ataúdes verticales fueron moldeados en arcilla en el mismo acantilado donde balconean a 300 metros de altura. Decoradas en distintos tonos de rojo, estas esculturas antropomorfas de rostros alargados protegían a personajes importantes de cultura chachapoyas, previamente momificados. Desde el acceso en este pueblo de tejedoras, requiere una caminata algo exigente de 40 minutos pero con satisfacción garantizada.
Cañón del Sonche. Cañón del Sonche La única indicación necesaria es consultar cuál es el bus local con destino a Huancas, pequeño pueblo de alfareros. El viaje de 30 minutos termina en acceso al Mirador del (río) Sonche, donde hay un modesto centro de interpretación. El resto será caminar por el borde del abismo y poner los sentidos en modo dron para disfrutar del cañadón. Tiene 11 kilómetros de largo con el lecho del río dibujado abajo, a más de tres mil metros. Hipnótico. Antes de irse, es recomendable pasar por el local de artesanías.
Mirador del Cañón del Sonche. Ciudadela de Kuélap Le llaman “el nuevo Machu Picchu” porque recién se la visita desde los años 90, pero en realidad es casi mil años más antigua que el complejo inca. Colgada a 3.000 msnm, esta ciudadela fortificada conserva los tres accesos y 507 casas circulares de piedra. Es notable el estado de conservación de los aleros y la decoración de los muros. Un espectáculo aparte, las orquídeas y bromelias que cuelgan de los árboles.
En 2022 sufrió un derrumbe y desde que reabrió tiene aforo controlado. Las entradas se sacan con antelación en el sitio oficial . Un teleférico de gestión privada ofrece un recorrido de alto valor paisajístico. Se puede ir por libre desde la ciudad de Tingo o bien, muy recomendable, en tour con guía y almuerzo incluido. Desde 40 euros. Lunes cerrado.
Ciudadela de Kuélap. Este ha sido uno de los tramos de nuestro viaje por el norte del país, esperamos haberos inspirado a conocer Perú con amigas.
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