Diez pueblos enlazan la ruta de Caminos de Pasión que, entre Sevilla, Córdoba y Jaén,
recorre el interior de Andalucía. Hemos admirado su impresionante cultura y el esplendor
de su Semana Santa, pero también hemos de reconocer que en Etheria Magazine esa
admiración es compartida con las mujeres que hemos conocido en este viaje. Sigue leyendo
y juzga por ti misma…
Carmona.
Caminos de Pasión de mano de sus mujeres
1. En dulces manos femeninas, Carmona
Al sentarte a la mesa en alguno de los restaurantes de comida regional de Carmona,
te llamará la atención el postre típico, la torta inglesa. Y te preguntas, ¡qué
pinta un inglés en la sevillana Carmona! Esta localidad está enclavada en un
altozano de la campiña, al pie de la Sierra Sur, y rodeada de una fértil vega en el paso
hacia el valle de Guadalquivir. La torta dulce típica de Carmona era el postre preferido
de Jorge Bonsor, un arqueólogo de nacionalidad británica que realizó excavaciones en
esta ciudad bajo la que se amontonan vestigios desde la Prehistoria. “Vengo a por la
torta del inglés” afirmaba la persona enviada a buscarla al convento de Santa Clara y, a
base de repetirlo, el saber popular añadió el gentilicio al postre.
Las catorce monjas de clausura que habitan en el convento siguen elaborándola con la
misma dulzura que en el siglo XIX, así como un sinfín de alegres bocados que te hacen
tocar el cielo, al igual que ocurre con las santas mártires que decoran los muros de su
impresionante iglesia de artesonado mudéjar. No dejes de catar su exquisito aceite de
oliva, exportado desde tiempos romanos, o asomarte a la panorámica de 360 grados desde
la Torre del Oro de su alcázar.
Una bella estampa de Utrera.
2. Pepa y Rosa, las campaneras de Utrera
Gracias a ser un cruce de caminos, la ciudad de Utrera hizo que los vinos de su
campiña llegasen a las mesas inglesas antes que ningún otro vino andaluz. El hecho de
acoger el primer trazado de ferrocarril les benefició grandemente para su
comercialización. Aunque es cuna del flamenco, y tanto las esculturas de calle como sus
renombrados festivales (como el Potaje Gitano, el más antiguo de España) lo avalan,
nosotras nos dejamos llevar por otro sonido, el de las campanas. Su repique ha sido
el lenguaje más popular de la localidad y hoy se mantiene vivo gracias a la asociación
de campaneros de Utrera.
Campanas de Utrera.
Ya no se oye el toque de queda, aquel que indicaba el cierre de la muralla, ni suena
raudo el tañido que llamaba a los vecinos para sofocar un incendio. Aun así, entre los
56 socios, sigue vivo el lenguaje que contaba al viento eventos sociales y litúrgicos.
Desde la asociación trabajan por alcanzar la distinción de Patrimonio Cultural
Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. Cuatro mujeres, entre 12 y 30 años contribuyen
también a la tradición de 500 años del tañido de los bronces. Honran a las últimas
campaneras, Pepa y Rosa, que vivieron hasta 1975 en el pequeño cuarto al pie de
campanas legendarias como ‘Alegría’, la más joven y pizpireta en sus sonidos, junto a
una de las más antiguas de España, fundida en 1493, que aún voltea y se balancea en la
torre de la iglesia de Santiago el Mayor.
Convento de la Encarnación, en Osuna.
3. Monjas apasionadas del turismo, Osuna
Entrar en Osuna es gozar de la imagen de una de las vías más bonitas de Europa, la
famosa calle de San Pedro. Está jalonada por las típicas rejas artesanas de hierro
adelantadas situadas en las fachadas de palacios como el del Marqués de la Gomera,
en el que puedes sentirte marquesa por un día, ya que funciona como alojamiento. Pero
Osuna también suena a Universidad, pues posee la decimotercera fundada en España y
una de las que dio más brillo al Siglo de Oro español gracias a sus estudios de
teología.
Monjas de Osuna en su obrador.
Después de deambular por la belleza renacentista del sevillano núcleo urbano, declarado
conjunto histórico artístico, y por la extraordinaria colección de arte religioso de la
iglesia Colegial, situada junto a la universidad, nos dirigimos al convento de la
Encarnación donde tres valientes religiosas de clausura de la orden de la Merced
lograron, en 1964, autorización para mostrar el monasterio como una atracción turística.
Las monjas pioneras del turismo de arte sacro, dispuesto en varias salas alrededor
del claustro, lograron hacer de la visita turística una manera de subsistencia más que
espiritual.
Iglesia de San Juan y escultura de la 'Amazona herida', en Écija.
4. Ecija, una amazona
Alcanzar la Heliópolis española, la ciudad de Ecija, es pisar el lugar donde se
veneró al sol. Lo confirma su bandera, presidida por el astro, y su más arcana
denominación Civitas Solis. Aún no hemos abandonado tierras sevillanas pero, sin
embargo, estamos más cerca del mar. El río Genil lo hace posible con sus 30 kilómetros
navegables que facilitaron que el aceite ecijano fuera el producto andaluz que alcanzara
las fronteras más remotas del imperio romano.
La prosperidad que vivió la ciudad abasteciendo a Roma, como una de las cuatro
provincias romanas de la Bética, marcó su urbanismo monumental y el esplendor de sus
villas. Representado por la magnífica escultura de la ‘Amazona herida’, rescatada de
un estanque en el subsuelo de la plaza de España sobre el que extendió un imponente
cementerio de época musulmana. La amazona en mármol, con sus líneas griegas clásicas
originariamente policromadas, exhibe lo que más nos ha cautivado de esta excepcional
ciudad barroca rica en artesanía: la fortaleza mítica de las amazonas que montaban a
caballo al tiempo que disparaban con maestría su arco.
María Granados es la única mujer en Lucena que trabaja el barro local.
5. Lucena, alfarera tenías que ser
Hasta la perla de Sefarad, Lucena, tenías que llegar si eras hebreo y querías cursar
estudios, pues durante siglos fue una de las más destacadas poblaciones judías de
Al-Andalus. Disfruta de sus septiembres culturales sefardíes donde se solapan música
y teatralizaciones, recorre su necrópolis judía, la mayor de la península y descubre los
símbolos hebraicos que se esconden en su trazado urbano como los ‘siete brazos del
Moral’ que da nombre a su castillo.
La cerámica ocupa muchos monumentos de Lucena.
Después sigue la imponencia barroca de las calles de la cordobesa localidad hasta
descubrir el barro, humilde material que llevó a Lucena a ser una ciudad volcada en la
exportación ya en tiempos musulmanes. Hasta veintidós alfares se afanaban en crear las
vasijas con las que vino y aceite viajaban por el mundo. Este material está hoy en manos
de mujer, las de María Granados. No solo recae en ella la responsabilidad de ocho
generaciones familiares con las manos en el torno, sino la tradición artesana de Lucena,
pues es la única alfarera que trabaja el barro local.
Villa romana de Fuente Álamo, en los alrededores de Puente Genil.
6. Puente Genil, la alegría de las mujeres
Recorriendo la Bética, antes de llegar a Puente Genil, nos demoramos en sus
alrededores, para llegar a la laguna del Tiscar, uno de los mejores humedales
cordobeses, frecuentado por muchas aves en un magnífico contraste entre viñedos y olivos
de la campiña. Podemos echarnos al río Genil y recorrerlo en piragua o bien buscar otra
laguna como la Seca o de los Arenales si el año es lluvioso, porque se convierte en
refugio aves, mientras que los años secos es arada por los agricultores.
En sus inmediaciones te sorprenderá la villa romana de Fuente Alamo con sus
excepcionales mosaicos. Al contemplarlos sentirás un viaje en 3D al colarte en las
dependencias de una vivienda de campo de época romana que antes fuera balneario.
Utilizada ininterrumpidamente durante 1.000 años, sentirás el placer de la vida y seguro
que te quedas buen rato atrapada admirando el mosaico de las Tres Gracias. Son Aglae,
Eufrosine y Talía, seres mitológicos desnudos que representan la belleza, el hechizo y
la alegría.
Es obligado degustar un Montilla-Moriles al pasar por Puente Genil.
Placeres de la vida que podemos continuar disfrutando en Puente Genil al catar su famoso
membrillo. Típico fruto de otoño que, en manos de mujeres, las membrilleras, se
convierte en delicioso dulce que ya admirara don Quijote. Un último instante hay que
reservar para visitar una bodega centenaria y paladear los diversos matices del sol
y la tierra atrapados en una sola variedad de uva protagonista de la denominación
Montilla-Moriles.
Romería de la Virgen de la Sierra en el monte Picacho.
7. Cabra, la vizcondesa querida
En el corazón de la sierra Subbética, rodeada de agua y del monte Picacho conocido como
el balcón de Andalucía, en cuya cumbre se guarda la popular Virgen de la Sierra que
los vecinos transportan en romería dos veces al año, se encuentra la cordobesa
Cabra. Ha hecho que su roca caliza, conocida como el mármol rojo de Cabra,
protagonice con sus fósiles y facilidad de pulido edificios de interés mundial como el
palacio real segoviano de San Ildefonso, el monasterio de Guadalupe, el museo Británico
de Londres o las cortes federales de Nueva York, entre otros muchos.
Entorno natural de Cabra.
Asciende hasta las murallas y asómate desde el castillo árabe y, si llegas en mayo,
mira como deslumbra el barrio del Cerro, con sus calles encaladas y sus balcones
estallando con el colorido de las flores.
Además del escritor Juan Varela, el orgullo de los oriundos se desboca hablando de
Carmencita Giménez Flores, aquella sirvienta que acabó siendo vizcondesa de Termens
e inspiró varias obras del escritor. Su romance de veinte años con el infante Antonio de
Orleans hizo que se la conociera como La Infantona. De su brazo recorrió las principales
ciudades europeas, fue la primera mujer española que con su fortuna invirtió en la bolsa
londinense y, al regresar a su pueblo, no dudó en ayudar a los más desfavorecidos
construyendo viviendas y fundando un colegio para niños pobres, además de arreglar la
ermita para alegría de sus vecinos. Yace en el cementerio local en un extraordinario
mausoleo diseñado por Mariano Benlliure.
Priego de Córdoba.
8. Priego de Córdoba, la Aurora y sus campanilleros
Una fuerte espiritualidad popular impulsó el arte barroco de la Contrarreforma y el
pueblo Priego de Córdoba es testigo de ello con una escuela y artistas propios que
se mantuvo casi trescientos años. La riqueza derivada del cultivo de las moreras y la
cría de gusanos de seda, con la comercialización de la seda en tejidos como el
terciopelo y el tafetán, hicieron posible que el arte barroco se apoderara de los
templos urbanos. A cada cual más espléndido por sus decoraciones religiosas e
imaginería, como el imponente Sagrario de la Asunción. Es tan bello que no necesita
color para dejarte boquiabierta ante sus tallas en yeso desnudo de artificios. Al
exterior, la plaza de Santa Ana es un buen punto de partida para callejear entre el
tipismo de las vías floridas del barrio de la Villa que envuelven al templo. Las
macetas cuelgan con esmero siempre salpicadas de flores que como afirmaba Gloria Fuertes
“me parecen de mentira tantas flores de verdad”.
Las flores llenan las calles de Priego de Córdoba.
Recorre la antigua medina y desembocarás en el balcón del Adarve donde, con las
huertas a tus pies, verás un atardecer inolvidable desde uno de los más bellos
miradores de la Subbética. Hasta el Adarve desciende el río que hace las maravillas de
agua de la fuente del Rey. Con 139 caños hacen que deleitarse ante el agua, rodeada de
esculturas mitológicas, sea un placer plenamente urbano. Habrás de esperar a la
medianoche del sábado para encontrarte con “los auroros”, campanilleros de la Virgen
de la Asunción que, vestidos de forma similar a los tunos y con cánticos, recaudan
durante la noche e inspiran el dicho popular “pides más que los hermanos de la Aurora”.
Baena.
9. Baena, la cruz de las buenas mujeres
El ‘crismón de Baena’ es una de las primeras cruces cristianas halladas en la
península. Su traza medieval y la leyenda de estar asociada a los cátaros, conocidos
como los ‘buenos hombres y buenas mujeres’ que fueron perseguidos por promulgar alejarse
de la riqueza y vivir en entrega a los demás, la hizo desaparecer misteriosamente. Con
sus letras alfa y omega en los brazos laterales simboliza el principio y fin de todas
las cosas, porque todo está en Dios. Un agricultor de Izcar la halló apenas a ocho
kilómetros de la ciudad de Baena en una tumba de un religioso hispanorromano. El
crismón en su círculo aúna las creencias del medievo europeo con las influencias
espirituales de Oriente como el culto a Mitra de los persas y el judaísmo.
Leona de Baena.
No son hallazgos arqueológicos lo que falta en Baena, basta con dirigirse a la Casa de
la Tercia –donde se recogían los diezmos- convertida en museo Histórico y
Arqueológico, para hallarse ante una nutrida muestra del poblamiento del lugar desde
tiempos prehistóricos. Abundan las piezas de procedencia ibera y romana como la ‘leona
de Baena’, el testimonio más sobresaliente de la ciudad ibera-romana establecida en el
cerro del Minguillar. Tallada en piedra caliza, sentada pero mostrando su dentadura, se
supone fiera protectora de una tumba.
Antes de partir, saborea la tradición olivarera del municipio catando su aceite virgen
de oliva. Con denominación de origen de Baena se elabora exclusivamente con la variedad
picudo, la que mejor se adapta desde tiempos prerromanos al territorio.
Viajes a Andalucía, rutas con encanto, viajes con amigas
10. Alcalá la Real, Mariloli fue la primera de Andalucía
Podría decirse que llegamos a un territorio de frontera solo con divisar la imponente
fortaleza de la Mota erigida para vigilar la frontera andalusí y bajo la que se
apiña la ciudad de Alcalá la Real. Con vistas privilegiadas a este panorama urbano,
Adora Villegas y su socio Pedro Gutiérrez se lanzaron a fabricar cerveza artesanal a mil
metros de altitud. Creando su marca, Tierra de Frontera, fueron los primeros artesanos
cerveceros de Andalucía. Se estrenaron con la ‘Mariloli’, de sabor ligero, una Golden
Ale que hace las delicias maridada con las hortalizas recién cogidas de la huerta.
Visita su fábrica, celebra tu boda, duerme en su alojamiento rural o personaliza la
etiqueta a tu gusto, pero no dejes de probar sus otras variedades –Tierra de Frontera,
Piconera, Malalmuerzo y Horizonte– cada una para distinto paladar pero siempre un trago
refrescante con vistas a la fortaleza desde la que se inició la conquista de Granada.