Turín, al norte de Italia, posee todos los ingredientes para una escapada en solitario inolvidable. Aquí podrás profundizar en la historia de los Saboya, contemplar las joyas artísticas de sus numerosos museos y perderte por sus soportales en busca de sus delicias gastronómicas. Sigue leyendo para tener todas las claves de cómo organizar un viaje a Turín sola y disfrutar al máximo.
Turín con la imponente Mole Antonelliana desde el monte de los Capuchinos. © Yolanda Cardo Existen numerosos motivos por los que nos gusta viajar. Descubrir otros lugares, a veces en plan aventurero, también para distanciarnos de lo rutinario y desconectar, para dejarnos seducir por otras culturas y tradiciones. Variedad de estímulos no faltan, pero hay un elemento aglutinador, y es que viajar despierta en nosotros la capacidad de ilusionarnos, de asombrarnos, nos devuelve la curiosidad. Y todo esto se percibe amplificado cuando se hace en solitario.
Es entonces cuando realmente puedes sucumbir, sin distracciones ni concesiones, a todo aquello que ofrece el destino. Solo así recuperas esa estimulante sensación de sorprenderte con esas pequeñas y extraordinarias cosas, esquivas a las prisas e intereses ajenos, como recorrer saboreando con los sentidos cada rincón de la ciudad; contemplar absorta cada paisaje o descubrirte imaginando posibles historias mientras visitas un museo o sucumbes al placer de la lectura en algún café encantador.
La galería San Federico. © Yolanda Cardo Viajar sola a Turín Turín es el destino ideal para experimentar todo eso. No solo porque posea esa capacidad de emocionar a cada paso sino, además, porque consigue que todo, hasta las cosas más sencillas, resulten fascinantes.
No en vano se conoce como el ‘París italiano’ por su evidente influencia francesa, y Le Corbusier decía de ella que era “la ciudad con la ubicación natural más bonita del mundo”. Y así es. Atravesada por el río Po en su curso hacia el Adriático y flanqueada por las altas cumbres de los Alpes y la frondosa Colina de Torino, la que fuera primera capital italiana tras la unificación conserva la serena majestuosidad que le otorgó la Casa Saboya y dieron forma arquitectos tan insignes como Filippo Juvara y Guarino Guarini.
Dieciocho kilómetros de magníficos soportales que cobijan a los transeúntes de la lluvia y el calor y albergan históricos cafés; espléndidas plazas y residencias reales o extraordinarios museos donde perder la noción del tiempo son algunos de sus muchos encantos.
El Caffé Torino conserva el neón a la entrada. © Yolanda Cardo Un paseo entre soportales, plazas y galerías fabulosas Recorrer el centro histórico es la mejor manera de tomar el pulso a cualquier ciudad. Turín no es una excepción. Además, podemos hacerlo al amparo de sus galerías porticadas mientras nuestros pasos se detienen frente a las vitrinas de exquisitas confiterías como la Stratta o Avignano y elegantes establecimientos. Llegaremos así, sin apenas darnos cuenta, hasta alguna de sus magníficas plazas. Por ejemplo, si tomamos la Vía Roma, una de las arterias más importantes, desde la estación ferroviaria de Porta Nuova descubriremos a lo largo del recorrido, primero la monumental Piazza San Carlo , con sus iglesias gemelas de San Carlo Borromeo y Santa Cristina y sus icónicos cafés como el San Carlo o el Torino; y después la no menos espectacular Piazza Castello con el Palacio y los Jardines Reales y el Palazzo Madama.
La espectacular Piazza de San Carlo con la iglesias gemelas. © Yolanda Cardo Turín regala muchas sorpresas cuando te rindes a lo inesperado. Y uno de esos regalos es encontrarte de repente elevando la mirada hacia las bóvedas de cristal de la Galería San Federico que aún conserva en su interior el cine Lux con su fachada art decó; o admirando la belleza de la Galería Subalpina , entre la Piazza Castello y la Piazza Carlo Alberto, diseñada por Pietro Carrera en 1873 como centro comercial para un público selecto con cafés y tiendas de lujo. Algunos establecimientos aún permanecen como el Caffé Baratti & Milano o la Librería Internacional Luxemburgo.
El Turín de los Saboya La ciudad fue durante siglos el corazón del Ducado de Saboya, motor y escenario de la unificación nacional italiana y la primera capital del país entre 1861 y 1864. Las residencias reales que la saga construyó durante su hegemonía son Patrimonio de la UNESCO desde 1997.
Algunas se ubican en pleno casco histórico como el Palazzo Reale y el Palazzo Madama , en Piazza Castello. Este último fue en origen una de las puertas de acceso a ciudad, fortaleza durante la Edad Media, residencia de los príncipes de Acaja y de las ‘madamas’ reales de Saboya y sede del primer senado de la Italia unificada. Una obra maestra del barroco italiano con fachada de Guarino Guarini sede del Museo Cívico de Arte Antiguo . Con un fondo de más de 70.000 piezas (pintura, escultura, documentos y artes decorativas), explora el patrimonio histórico y artístico de Turín y del Piamonte. Además, desde lo alto de su torre se contemplan unas fantásticas vistas de la ciudad. No serán las únicas que veamos.
Villa della Regina era la favorita de las damas de Saboya. © Yolanda Cardo También en la ciudad se encuentran el Castello Valentino , a orillas del Po, en el frondoso y extenso Parque Valentino por el que merece la pena pasear al atardecer; y Villa della Regina , un palacete de elegantes jardines y fuentes y magníficos aposentos reales. La villa fue construida para el cardenal Mauricio de Saboya, quien ordenó modelar la forma natural de la colina para alojar esta residencia. En el siglo XVII, se convirtió en la residencia favorita de duquesas, reinas y princesas de la corte de los Saboya. Posteriormente albergó una escuela para hijas de militares en agradecimiento a todos aquellos que habían combatido en la Guerra de la Independencia.
El pabellón de caza Stupinigi Ya en las afueras, a unos 15 kilómetros de Turín, hay que visitar el pabellón de caza Stupinigi , al que se puede llegar fácilmente con el tranvía 4 o el autobús 41 desde el centro de la ciudad. Del edificio, obra de Filippo Juvara, destacan numerosos elementos, empezando por la espectacular sala elíptica, el Salón de los Espejos. También la vasta colección de objetos y muebles de estilo piamontés o el magnífico jardín geométrico de parterres y avenidas. Stupinigi está considerado como el primer zoológico de Italia, llegando a tener numerosas especies exóticas llegadas de todo el mundo: canguros, monos, loros, avestruces, incluso un león y un elefante indio al que llamaron Fritz y que hoy recuerdan en forma de estatua.
Salón central del precioso pabellón de de caza Stupinigi. © Yolanda Cardo La ciudad de los museos Turín alberga más de 30 museos de todo tipo, pero hay dos que son visita inexcusable. El primero es el Museo Egipcio , el más antiguo del mundo dedicado a esta civilización y el segundo en importancia después del de El Cairo. Su origen se remonta a 1824 cuando Carlo Felice de Saboya compró una colección de 5.600 piezas al diplomático Bernardino Drovetti. Actualmente cuenta con un extraordinario fondo de más de 40.000 piezas entre estatuas, esfinges, momias humanas y de animales, objetos funerarios, joyas, sarcófagos, tablillas y papiros. Es espectacular la Galería de los Reyes recientemente renovada por el estudio de arquitectura OMA. Inspirada en un antiguo templo con paredes revestidas de aluminio, las salas sumergen al visitante en un espacio reflectante y envolvente entre esfinges de deidades como Sekhmet y faraones como Seti II y Ramsés II.
El otro imprescindible es el Museo Nacional de Cine en la imponente Mole Antonelliana, símbolo por excelencia de la capital piamontesa, un auténtico paraíso consagrado al séptimo arte. No en vano, Turín fue la sede de los primeros estudios cinematográficos de Italia antes de Cinecittà en Roma. Con 1.800.000 piezas entre películas, fotografías, carteles, documentos, linternas mágicas o grabaciones sonoras, y una escenografía absolutamente interactiva, el museo explora la historia del cine desde sus orígenes hasta nuestros días.
El Museo Nacional del Cine explora la historia del séptimo arte. © Yolanda Cardo Guarino Guarini y la Sábana Santa Si Gurini hubiera vivido en nuestra época sería lo que llamamos un arquitecto estrella. En la suya fue el arquitecto de cabecera de los Saboya para los que realizó numerosos trabajos. Entre ellos hay uno que puede pasar desapercibido a simple vista, pero basta con cruzar los muros de la iglesia de San Lorenzo , en la Piazza Castello, para apreciar su complejidad. Una joya del barroco de cúpula octogonal que esconde unas pinturas solamente visibles cuando las ilumina un rayo de luz. El interior del templo, construido en 1666, conserva una copia fotográfica de la reliquia más controvertida, la Sábana Santa. El sudario original se encuentra en la capilla de la Sábana Santa, proyectada también por Guarini, en el ábside de la catedral de San Juan Bautista de Turín.
Miradores con historia: monte de los Capuchinos y basílica de Superga Turín a vista de pájaro se revela magnífica y señorial. Ya la hemos visto desde la torre del Palazzo Madama. Pero hay otros dos enclaves para admirarla en toda su magnitud. El mejor para muchos es el monte de los Capuchinos , a la otra orilla del Po. Desde esta suave colina se aprecia una de las vistas más extraordinarias, con la omnipresente Mole, el elegante trazado urbanístico y como telón de fondo las majestuosas cumbres de los Alpes.
En una de ellas se encuentra la Sacra San Michele , el complejo monástico donde Umberto Eco inspiró El nombre de la rosa . La abadía es una de las siete etapas de la ruta consagrada a San Miguel que va desde Irlanda hasta Tierra Santa y también un “camino energético de luz” que respalda la creencia de Turín como ciudad de tradición esotérica.
Basílica de Superga en la colina de Turín. © Yolanda Cardo Filippo Juvara, autor del palacio Real de Madrid, proyectó la basílica de Superga aunque no llegó a ejecutarla. Erigida a instancia de Víctor Amadeo II de Saboya como agradecimiento a la virgen por la victoria sobre los franceses tras el asedio de Turín en 1706, su ubicación sobre la Colina de Turín la convierte en un privilegiado mirador sobre la ciudad. Este enclave fue, además, el escenario del trágico accidente de avión del Torino, en 1949, en el que fallecieron todos los miembros del equipo de fútbol. En el lugar del siniestro se alza un emotivo memorial como recuerdo a las víctimas.
Existen varias rutas de senderismo para ascender hasta la basílica erigida en un espacio natural protegido Reserva de la Biosfera, pero la manera más deliciosa es cogiendo el tren cremallera desde la estación Sassi.
Un imperdible fuera del circuito: el Lingotto y la legendaria Pista 500 Si los Saboya marcaron la historia de Turín durante siglos, los Agnelli hicieron lo mismo durante gran parte del siglo XX. Aunque el origen de la dinastía se remonta al siglo XVI, no fue hasta 1899 cuando Giovanni Agnelli fundó FIAT y su nieto Gianni Agnelli, conocido como l’Avvocato , la transformó en un poderoso imperio.
La mítica Pista 500 del Fiat Lingotto. © Yolanda Cardo Vinculados históricamente con Turín, aquí establecieron su factoría Fiat Lingotto en 1915. Una factoría, descrita por Le Corbusier como «una de las mejores imágenes de la industria”, donde se fabricaron hasta 80 modelos de la casa. Aunque, sin duda, lo más célebre es la pista oval de pruebas de la azotea, la legendaria Pista 500. El asfalto comparte espacio con la Pinacoteca Agnelli con cuadros de Picasso, Renoir, Modigliani, Manet, Matisse, Canaletto o el maestro Bernardo Bellotto, entre otros.
El Turín más delicioso. Cafés históricos y cocina piamontesa Acabamos con la ruta más deliciosa, la de los cafés históricos y los sabores de la cocina piamontesa. Porque Turín no solo es una ciudad de vigorosa personalidad cultural, también posee una arraigada tradición culinaria.
El Caffé San Carlo , situado en los soportales de la Piazza San Carlo, es uno de los cafés más antiguos. Fundado en 1822, este elegante establecimiento, decorado con estatuas, estucos y lámparas de araña, era uno de los favoritos de los próceres del Risorgimento. En su carta encontramos desde dulces irresistibles hasta platos deliciosos como el arroz Costardi’s, servido en una original lata de tomate warholiana, o Il Carlo, un delicioso sándwich de pan brioche con prosciutto y queso fontina.
Caffé San Carlo. © Yolanda cardo La fama del Baratti & Milano , una confitería fundada en 1858 por Ferdinando Baratti y Edoardo Milano, dos confiteros piamonteses, enseguida sedujo los paladares de los turineses, incluidos los Saboya que los nombraron proveedores de la casa. Baratti y Milano fueron los creadores del famoso Cremino, el chocolate de tres capas originario de la región del Piamonte y una de las dulces tentaciones que exhiben en sus fabulosas vitrinas de la Piazza Castello.
El ‘bicerin’, el café más típico de Turín El bicerin (‘vasito’ en piamontés) es una bebida típica de Turín elaborada a base de café, chocolate y nata. También es el nombre de uno de los cafés más emblemáticos, Al Bicerin , en la Piazza della Consolata. Fundado en 1763 por Giuseppe Dentis, entre sus clientes más ilustres estaban Alejandro Dumas, Nietzsche y Umberto Eco quien situó aquí algún fragmento de El cementerio de Praga .
La gastronomía piamontesa bebe de la cocina italiana pero también de la francesa. En esta región, de gran tradición vinícola y famosa por la calidad de su carne, se crearon los grissini , se inventó el vermú y el vitello tonnato (finas lonchas de ternera), que se sirve con una salsa de atún y es el antipasto favorito de la región.
Turín es famosa por sus exquisitas confiterías como la Avignano. © Yolanda Cardo Guía práctica de Turín- preguntas frecuentes Dónde comer Si queréis saber dónde comer en Turín en locales que hemos probado personalmente, os dejamos algunas de las mejores referencias para comerse la región a mordiscos:
Ristorante Guarini , un elegante establecimiento que homenajea la cocina piamontesa en el plato y al ilustre arquitecto en la decoración. Via Guarino Guarini, 1 B. 10123 Turín.Porto Urbano es un amplio y desenfadado local a orillas del Po donde tomar un aperitivo, una copa y disfrutar buenos platos. Murazzi del Po Gipo Farassino, 15. 10124 Turín.Pizzeria Berbere . Aunque al norte, estamos en Italia y la pizza es uno de los emblemas de su gastronomía. Las de estas pizzerías están buenísimas.A Gelateria Pepino , en pleno casco histórico, le debemos la creación del popular “pinguino”, el primer helado de palo al que nosotros llamamos polo. El clásico de nata recubierto de fino chocolate es uno de los más populares, pero hay para todos los gustos. Piazza Carignano 8. 10123 Turín.La Cervecería Cheers es el place to eat si visitas la basílica de Superga. Se encuentra a escasos metros, la comida es deliciosa y desde la terraza las vistas son impagables. Strada Comunale Basílica de Superga, 45. 10132 Turín. Dónde dormir El Best Western Plus-Hotel Genova , junto a la estación de ferrocarril de Turín y a escasos metros del centro histórico, es una excelente opción. Más información: Oficina de Turismo de Italia
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