Paraguay merece estar en tu lista de viajes con amigas y puede que aún ni te lo hayas planteado. Bilingüe, colorido y lleno de contrastes, el país guaraní se abre paso entre los destinos más atractivos de Sudamérica. Su estabilidad, su hospitalidad y su riqueza cultural y natural lo convierten en un lugar seguro, amable y sorprendente para descubrir con tus incondicionales.
Asunción, en Paraguay. © Cris Aizpeolea De porte romano, con la torre, las galerías y el campanario de ladrillo visto, la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación destaca en medio de un barrio de casas bajas, en una de las siete colinas de la ciudad de Asunción, la ecléctica capital paraguaya. Vale la pena el esfuerzo de subir la loma para visitar este Monumento Histórico Nacional, que antes de entrar ya nos hace sacar el teléfono de la mochila para llevarnos una foto en las escalinatas.
De nave imponente, la única del país que conserva un órgano de tubos, en el interior guarda también un pequeño museo que evoca la visita del Papa Francisco en 2015. Fundada en la época colonial, esta iglesia es uno de los símbolos de la ciudad. Tuvo varios enclaves y, también, varios usos. En 1932, por ejemplo, funcionó como hospital de campaña en la Guerra del Chaco, uno de los conflictos que junto con la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870) diezmaron el país y forjaron el espíritu de su gente.
Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación. © Cris Aizpeolea Se estima que Paraguay perdió en el frente de batalla más de un ochenta por ciento de su población masculina adulta, además de miles de niños. De la resiliencia de las mujeres y las distintas olas migratorias, ha quedado un pueblo de amabilidad contagiosa y disposición plena para ayudar, algo que se agradece en cualquier viaje (y muy especialmente cuando falla la conexión o no aparece actualizada la información de ciertos servicios de transporte).
Sobre moverse en transporte público , ten en cuenta que viajar en autobús por la ciudad es fiable y económico pero, por seguridad, conviene evitar ese medio para llegar y salir de la estación de autobuses. La aplicación de Uber aquí funciona perfectamente.
Todas bienvenidas “¡Pire porã! , como nos gusta decir acá”, exclama con toda la simpatía del mundo Lía Müller cuando nos da la bienvenida en el Centro de Visitantes de la calle Palma, eje neurálgico de la ciudad vieja. En guaraní el saludo significa «actitud positiva», y va perfecto con esta licenciada en Turismo de 24 años, nieta de inmigrantes alemanes.
“En Paraguay somos muy empáticos porque después de dos guerras nos quedamos sin hombres y las mujeres paraguayas tuvieron que asumir una serie de tareas para reconstruir el país . Después, con las migraciones, creció el mestizaje. En la zona de Nueva Germania , cuando llegaron mis ancestros les dieron una vaca y un pedazo de tierra”, confirma Lili, repasando amorosamente historias propias y ajenas.
Guía turística Lía Müller. © Cris Aizpeolea En aquel enorme salón ofrece datos clave para viajeras, tanto de excursiones como de horarios, medios y posibilidades para moverse por libre. Y casi como un viaje sin salir del lugar, nos guía por los puestos de artesanías y objetos tradicionales de las distintas regiones del país, que se exhiben allí a muy buenos precios.
En relación a las compras es conveniente conocer algunos productos: el tradicional encaje de hilos de colores llamado ñandutí , los tejidos de algodón de máxima calidad de la región chaqueña, cestería en fibras vegetales de la selva, objetos de totora o carandaí, tallas de madera e instrumentos musicales del Norte, o las mil formas de la talabartería, presente en carteras, bolsos, calzado, termos y mates revestidos de cuero repujado. Célebre también es la alfarería de Areguá , una ciudad a unos 35 kilómetros de Asunción, que es un destino ideal para tomar un bus e ir a pasar el día.
Alfarería de Areguá. © Cris Aizpeolea Asunción, la madre de todas las ciudades Fundada en 1537, Asunción se conoce como “Madre de ciudades” porque de su puerto salieron expediciones que fundaron más de 70 poblados. Los edificios antiguos mejor conservados de esta ciudad son bienes protegidos por la Unesco y ostentan un emblema azul en la fachada.
Panteón Nacional de los Héroes. © Cris Aizpeolea Es muy recomendable el circuito autoguiado Recorré Asunción , que transcurre entre otros atractivos por el Panteón de los Héroes , la Casa de la Independencia, la Catedral, el Palacio de Gobierno y el Teatro Municipal Ignacio Pane, siempre con buena programación y un bar hermoso en la esquina para la tertulia posterior. La ciudad mantiene tradiciones singulares como los casamientos comunitarios. Como viajeras con suerte que somos, nos tocó ser testigos del momento en el que 51 parejas se dieron el “sí, quiero” ante la justicia Civil en la plaza principal.
Boda comunitaria en Asunción, Paraguay. © Cris Aizpeolea Museos únicos de Asunción Cada una de las sedes históricas ofrece un museo cuidado en su interior. Definitivamente, Asunción es una ciudad que puede jactarse de la atención que le presta a su pasado y a su cultura. En su centro destacan el Museo Etnográfico Dr. Andrés Barbero (museobarbero.org.py), fundado en 1929, que guarda un incalculable patrimonio cultural de los pueblos indígenas paraguayos, y el Museo de Economía , moderno, conceptual e interactivo, con cuatro salas que ilustran la historia económica del país y hasta invitan al visitante a tomar las riendas del presupuesto para decidir gastos e inversiones. Ambos son de entrada gratuita.
Museo de Economía. © Cris Aizpeolea De visita obligatoria es el Centro de Artes Visuales/ Museo del Barro (museodelbarro.org), curado por el célebre Ticio Escobar, donde el arte indígena y popular cobran la misma dimensión que las expresiones artísticas consideradas más eruditas. La colección de imaginería religiosa es sencillamente conmovedora, lo mismo que las salas del acervo urbano y rural, todas interconectadas en un recorrido bello y abrumador (6 euros, la entrada).
Centro de Artes Visuales/ Museo del Barro. © Cris Aizpeolea Este museo está ubicado a las afueras de la ciudad, en el barrio Isla de Francia , donde los viveros son un festival de orquídeas, y a pocos minutos a pie del Paseo La Galería , un moderno centro de compras que incluye un jardín climatizado de varios niveles. Toda la zona expresa la versión más rutilante de Asunción, en cuanto a inversiones inmobiliarias y comerciales.
Divertida excursión en lancha. © Cris Aizpeolea Como Paraguay en guaraní se traduce como “agua que viene del mar”, no hay que irse de la ciudad sin dar un paseo ribereño. Desde la Costanera salen lanchas a todas horas para dar una vuelta con el skyline de la ciudad recortado en el horizonte, por 5 euros. Con un poco más de tiempo y de presupuesto, las excursiones de media jornada o de día completo hacia los esteros de Puerto Olivares prometen avistamientos de fauna exótica y una experiencia más intensa con la naturaleza.
Misión Jesuítica Guaraní de la Santísima Trinidad del Paraná. © Cris Aizpeolea Encarnación, punto de partida para visitar las Misiones jesuíticas A casi 400 kilómetros (cinco horas por tierra) de Asunción y con buenos servicios turísticos, la ciudad de Encarnación es el destino vacacional por excelencia, con una rambla de doce kilómetros junto al río Paraná y el puente binacional. Desde la playa, que en verano se llena de bañistas, se divisa el perfil de la ciudad argentina de Posadas . Magnífica postal.
Famosa por sus carnavales de varios días y el pescado al plato siempre fresco, proclamada como la ciudad más bella, limpia y segura del país, Encarnación es también el punto de partida hacia las Misiones jesuíticas guaraníes.
Misión Jesuítica Guaraní Jesús de Tavarangüé. © Cris Aizpeolea A diferencia de otras joyas de Sudamérica, estos asentamientos se fundaron en medio de la selva de tierra colorada. Las ruinas de Jesús de Tavarangüé y la Santísima Trinidad del Paraguay , ambas del siglo XVII, son patrimonio de la Unesco y dueñas de un esplendor que justifica dedicarle un día a la travesía. Se ofrecen tours organizados, pero no hay ningún peligro en abordar el transporte regional e internarse en los pueblitos para prestarle oídos a los relatos de la gente que vive y trabaja en los alrededores. Y, de esta manera, el viaje se torna doblemente mágico.
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