Si los cielos de Madrid gozan de merecida fama, la luz de aquel atardecer primaveral era un espectáculo. Quizás se preparaba para recibir como merece a la exploradora británica Christina Dodwell.
Christina Dodwell, la gran exploradora de los siglos XX-XXI. Aquella fue una jornada curiosa, no cabe duda; la huelga general, la manifestación, e incluso los hinchas del Hannover que vestidos de verde se preparaban para llenar el añejo Calderón. Sin embargo, hay muchas formas de vivir una misma tarde y la que sigue seguramente fue una de las más placenteras.
La Sociedad Geográfica Española había celebrado el día anterior la XIV edición de la entrega de premios SGE. Entre otros galardones, el Premio Internacional le fue concedido a la exploradora británica Christina Dodwell por sus viajes alrededor del mundo durante más de veinte años, a caballo, en camello, en canoa….
Viajes sobre los que ha escrito nueve libros, rodado series para la BBC y obtenido homenajes y reconocimiento, la Medalla Mungo Park en 1989, entre otros.
Las calles de Madrid invitan al paseo y a la charla. De paseo por Madrid Christina solamente tenía unas horas libres antes de emprender el regreso a su granja en Oxfordshire donde vive habitualmente. Fuimos a recogerla al madrileño Hotel Villarreal, Sania Jelic –por entonces directora de la Oficina de Turismo de Croacia– y yo, entonces y ahora fotoperiodista.
En plena Plaza de las Cortes aquel día las banderas sindicalistas ondeaban al viento y el convoy policial se multiplicaba como muñecas Matriuskas pero cuando bajó Christina Dodwell por la escalera del hotel, el tiempo se detuvo y el “jolgorio” callejero pasó a un mundo paralelo del que nosotros nos quedábamos fuera. Alta y fuerte, muy delgada, con el rastro de su vida grabado en la piel, lo primero que magnetiza de la exploradora británica son sus ojos claros e inteligentes. Luego, su voz. Un inglés perfecto modulado con elegancia, de una elocuencia serena que no intenta convencer ni impresionar.
Simplemente narra, y su narración es exquisita e insólita. Estábamos sentadas en un café de la Plaza Mayor con una mujer que ha viajado sola durante años a lomos de un caballo por China, Siberia, África… sin más equipaje que el que cabe en sus alforjas ni más armas que su instinto.
Entrevista espontánea A la pregunta de si no se había perdido nunca, responde: «no me podía perder ya que no iba a ningún sitio» , y a la de si no había sentido miedo, Christina contesta con una sonrisa, entre dulce e irónica, que tenía mas miedo cuando regresaba a Man’s Land (la tierra del hombre) que en plena jungla africana, estepa siberiana, o desierto. Respira la sencillez de los grandes y sus comentarios son rápidos y agudos.
El tiempo se hace corto, harían falta días para oírla hablar sobre esa marca que tiene en el brazo, testimonio de su iniciación como cazadora en las tribus de Papua Nueva Guinea, o de cómo se alimentaba de lo que iba encontrando por el camino, y de cuando llegaba la noche y ataba su hamaca a los árboles durmiendo bajo un cielo raso con más estrellas que ninguno. Experiencias que ha relatado como conferenciante en el Instituto Smithsonian de Washington D.C. en la Real Sociedad Geográfica de Londres, en la Real Sociedad Geográfica Escocesa de Edimburgo, en el Club de Exploradores de Nueva York y en los más de cuarenta documentales radiofónicos para la BBC.
La fundación Dodwell Trust favorecer la sanidad, escolarización y familia en Madagascar. Integrarse en la naturaleza Tras meses de soledad, su unión con la naturaleza era completa hasta perder la identidad y la memoria si no fuera por el cuaderno donde anotaba regularmente los datos del viaje ¡la libertad absoluta y con ella la pérdida del miedo! dice Christina mientras hace comentarios halagüeños sobre el Madrid de los Austrias y la luz de la ciudad en el crepúsculo que esa noche es dorada y rojiza.
Le parece bellísima la Plaza Mayor y le gustan las calles angostas de las cavas y sus bares donde, con una caña en la mano, nos cuenta como mucho en la vida, o en la suya al menos, se debe a la eventualidad. “Mis viajes por ejemplo tuvieron su iniciación y su por qué cuando, en un trayecto organizado a algún lugar de África con una amiga , dos muchachos que nos encontramos por el camino acabaron robándonos el jeep, el dinero… todo lo que llevábamos. Teníamos que sobrevivir y lo hicimos, al lomo de unos caballos salvajes que tuvieron la gentileza de salir a nuestro encuentro. Me gustó la experiencia, aprendí cosas de mí que nunca hubiera sospechado, como el valor y el amor por el silencio y la naturaleza. Y así comenzó un trayecto que dura años y que aún no ha finalizado”.
La fundación Dodwell Trust En 1995 Christina Dodwell creó una fundación benéfica Dodwell Trust dedicada a favorecer la sanidad, escolarización y familia en Madagascar , país donde pasa la mitad del año, la otra mitad la dedica a su granja cerca de Bristol en lo alto de una colina y dice disfrutar del cobijo de una casa con techos y paredes, aunque confiesa, en voz baja y haciendo un guiño, que cuando regresa a Madagascar y duerme en las chozas de caña o bajo el cielo estrellado vuelve a sentir su lugar en el mundo.
Esta historia ocurrió hace ya algunos años, no por eso deja de ser actual.
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