¿Qué os parecería descubrir la magia de la Ruta del Vino Rías Baixas con vuestras amigas más incondicionales? En sólo tres o cuatro días desfilarán ante vuestros ojos antiguos pazos con bodegas, castillos rodeados de camelias, colinas tapizadas de viñedos y ciudades que rezuman historia. Y todo ello salpicado de experiencias donde la cocina gallega y el albariño ocupan un lugar de honor. Os contamos algunas propuestas concretas que son una auténtica tentación.
El emparrado de los viñedos es habitual en la Ruta del Vino Rías Baixas. © Pepa García En un mundo donde todo se vive de forma acelerada e incluso los audios se escuchan “x2”, hemos (re)descubierto en Galicia el placer de caminar sin prisa, de observar la belleza de las cosas pequeñas y de reflexionar sobre la relatividad del tiempo. Un tiempo que nos roba el día a día pero que se recupera en este tipo de escapadas que nos regalamos a nosotras mismas. La Ruta del Vino Rías Baixas constituye uno de esos paréntesis tan necesarios para recuperar el gusto por viajar y disfrutar de bellos paisajes verdes o azules, ciudades encantadoras, monumentos, buenos vinos y una cocina generosa.
Cada una de las siguientes propuestas podría ser un motivo justificado para viajar a esta ruta enogastronómica, pero todas juntas configuran un plan irrechazable para realizar con amigas durante cualquier puente o fin de semana largo.
Iglesia de San Benito, en la plaza de Fefiñáns de Cambados. © Pepa García Cambados, la Capital del Albariño Esta escapada por la Ruta del Vino Rías Baixas puede comenzar en Cambados, una ciudad animada donde pernoctar y desde donde realizar excursiones por todo este territorio vinícola. Un buen lugar donde alojarse es el Parador de Cambados , una mansión solariega –antiguo pazo de Bazán–, con un bonito patio interior, jardines e incluso piscina. Su ubicación, entre el paseo marítimo y la plaza de Fefiñáns, es ideal para recorrer el centro caminando.
Históricamente, Cambados se formó gracias a la fusión de tres núcleos: Fefiñáns, Cambados y Santo Tomé. En el primero destaca su inmensa plaza, uno de los mejores ejemplos de arquitectura civil del siglo XVI, que acoge el pazo que le da nombre –y que alberga una bodega–, un bonito puente-arco y la iglesia de San Benito. Alrededor de este bellísimo espacio, se despliega un dédalo de calles empedradas y rincones con bares y tiendecitas.
Barrio de Santo Tomé, en Cambados. © Pepa García Las ruinas más bellas de Cambados Pero para tener una imagen completa de Cambados, el paseo debe continuar hasta Santo Tomé, el barrio marinero, cuya Vila Vella conserva sus aires de antaño, con callejuelas, ropa tendida en los balcones y fachadas cubiertas de conchas que las aíslan de la humedad. Aquí se encuentra en una pequeña isla, unida por un puente, la torre de San Sadurniño , cuyos orígenes no están del todo claros pero que es un spot imprescindible para las fotografías. Ese aspecto ruinoso resulta casi tan atractivo como el de la vieja iglesia de Santa Mariña de Dozo , un conjunto gótico-renacentista sin techo que fue declarado Monumento Nacional. Su imagen junto a un cementerio, donde está enterrados la exmujer y el hijo de Valle Inclán, desprende romanticismo y melancolía al mismo tiempo.
Y, por supuesto, no hay que marcharse de Cambados sin haber caminado por su paseo marítimo sintiendo la brisa en la cara, sin haber visto un atardecer o sin haber degustado los manjares locales en restaurantes como Casa Rosita.
Curiosidad : Si habéis visto la serie ‘Clanes’, protagonizada por Clara Lago y Tamar Novas, seguro que reconoceréis diversas localizaciones de Cambados.
Tamara y Asal, de Quinta Couselo. © Pepa García Bodegas de O Rosal Bodega Quinta Couselo La primera excursión desde Cambados puede ser a la Bodega Quinta Couselo (quintacouselo.com), uno de esos lugares donde no sólo crecen las viñas o se elabora vino sino donde los relojes detienen su marcha. La calma recorre las hileras de viñedos emparrados que parecen querer trepar hasta el cielo, las flores asoman por los rincones como por casualidad y se han habilitado espacios donde abandonarse a la lectura o al placer de degustar suculentos pícnics maridados con vinos de la bodega. Todos son vinos especiales, ya sean albariños cien por cien, como Valdamor , o tengan esa combinación perfecta de albariño, caíño blanco y loureira, como Quinta de Couselo .
Tamara Rodríguez y Asal Etemed, como perfectas anfitrionas de esta bodega de la subzona de O Rosal , os contarán la historia de la Quinta Couselo, una de las más antiguas de Rías Baixas y que estuvo ligada al monasterio cisterciense de Santa María de Oia. En una atmósfera que recuerda a las casonas del sur francés, con sus puertas y ventanas de color verde provenzal, se desarrollan las visitas guiadas con cata y talleres donde el arte, la música o incluso el yoga se funden con el entorno. ¡Cómo no apuntarse a una sesión de wine-fullness o a una actividad de art and wine !
Bodega Terras Gaudas. © Pepa García Bodega Terras Gaudas También en la subzona de O Rosal, una de las cinco que integran la D.O. Rías Baixas, se sitúa la Bodega Terras Gaudas (terrasgauda.com), una propuesta más que interesante para conocer el ciclo completo del Albariño. La experiencia comienza a pie de campo, al que se llega en todo terreno y donde se puede observar cómo los viñedos se elevan sobre las empinadas lomas de un valle custodiado por montañas. Se dice que el secreto de sus vinos está en su particular microclima –que eleva los azúcares y baja la acidez– y en su suelo de esquistos metamórficos… pero, sin evidencia científica alguna, nosotras añadimos que el silencio, sólo roto por el murmullo del viento o el canto de los pájaros, también aporta ese algo más que hace únicos a sus vinos.
La experiencia continúa con la visita a las instalaciones de la bodega y termina con una cata comentada. Como también disponen de experiencias personalizadas, seguro que podéis organizarlo a medida de vuestro grupo de amigas.
Castillo de Sotomaior visto desde sus jardines. © Pepa García Castillo de Soutomaior Y después de los primeros vinos, nos espera el Castillo de Soutomaior (castelodesoutomaior.com), una magnífica construcción del siglo XII rodeada de jardines con unas cuatrocientas variedades de camelias, y que dispone de seis hectáreas de viñedos y bosques. Aunque merece la pena venir sólo para recorrer su jardín y admirar la belleza de las camelias (florecen entre enero y abril), los helechos arbóreos o los árboles singulares, también hay que visitar esta antigua fortaleza militar.
Los distintos propietarios del castillo fueron adaptándolo a sus gustos y necesidades, pero son los marqueses de la Vega, que lo usaron como residencia de verano en el siglo XVIII, los que introdujeron dos de sus elementos más bellos: la galería de Damas y el jardín monumental. En aquellos meses de estío, el castillo era lugar de encuentro de personalidades, de reuniones políticas y eventos culturales.
María Vinyals paseando con su madre por los jardines del castillo. © Sala M.Vinyals María Vinyals , La marquesa rojaComo los marqueses de la Vega no tuvieron descendencia, adoptaron a su sobrina María Vinyals y Ferrés tras el fallecimiento de su padre. La niña que, casualmente, había nacido allí el 14 de agosto de 1875, recibió una educación exquisita (hablaba cinco idiomas, pintaba, escribía…) y creció rodeada de la élite social, cultural y económica del momento.
Un matrimonio concertado con el marqués de Ayerbe arrinconó sus aspiraciones intelectuales, pero no así su deseo de investigar la historia del castillo. Lo hizo con tanta profundidad que llegó a publicar en 1904 el libro ‘El castillo del Marqués de Mos en Sotomayor. Apuntes históricos’. Un ejemplar de esta obra, que ya se encuentra libre de derechos y se puede consultar on line , se puede ver en una de las vitrinas de la sala María Vinyals del castillo, además de numerosas fotografías que narran su vida. Conocida como “La marquesa roja”, fue la pionera gallega del feminismo y del sufragismo gallego.
Curiosidad: La vendimia de los viñedos de este castillo, que pertenecen a la subzona Soutomaior, sale a subasta y aquella bodega que la gana produce el vino de este histórico lugar.
Interior de la bodega Mar de Frades. © Pepa García Bodega Mar de Frades El original etiquetado y el color azul de sus botellas hacen que los vinos de Mar de Frades (mardefrades.es) sean identificables allá donde los veas. La gerente y enóloga de la bodega, Paula Fandiño, tiene mucho que ver con el éxito de sus albariños y otros vinos “de guarda”, e incluso ha sido reconocida como una de las diez enólogas más influyentes de España (según la revista británica The Drink Business ).
La arquitectura de esta bodega, situada en pleno corazón de la subzona Val do Salnés , tampoco deja indiferente, ya que se eleva sobre una colina de granito, cuya roca desnuda se puede apreciar en el interior. Desde su posición privilegiada, casi se puede sentir la brisa salada de la ría de Arousa, que tiñe de azul el horizonte. Junto a la bodega se sitúa la finca Valiña , la niña mimada de la propiedad, que acoge bonitas viñas emparradas que se asemejan a un laberinto vegetal del que podrían salir hadas o elfos en cualquier momento. Ariadna Oubiña, la guía de enoturismo, nos propone para visitas con amigas dos tipos de experiencias: la primera, más sencilla, incluye recorrer los viñedos y las instalaciones de la bodega, y terminar realizando una cata con sus mejores referencias.
La segunda propuesta se complementa con degustaciones y talleres, como Innovación y Paisajes , que dura 80 minutos, con maridaje gastronómico, y el Curso de cocina: Sabores Mar de Frades , en el que la visita a la bodega se completa entre fogones.
Rocío Garrido, de La cocina de mi abuelo, en Quinta San Amaro. © Pepa García Taller de cocina en Quinta San Amaro En sólo ocho minutos pasamos de la colina de Mar de Frades a otro rincón del Val do Salnés menos visible, uno de esos lugares mágicos donde no existe nada más allá del presente. Formada por un conjunto de casas de piedra, la Quinta de San Amaro (quintadesanamaro.com) es el sueño de Nacho Crespo y Julio Ouvina que encontraron hace dos décadas en la aldea de Meaño la localización perfecta para crear su hotel boutique. Hoy día, con Nacho al frente de este paraíso rodeado de viñedos, se puede descansar en alguna de sus 14 habitaciones –o en las dos villas–, comer en su acogedor restaurante, relajarse en los jardines, en la piscina o en un hórreo con paredes de cristal.
Pero una experiencia a la que le sacaréis partido una vez de vuelta en casa será al taller de cocina “Cocinando en el Salnés” que imparte Rocío Garrido (cocinademiabuelo.com), en el que aprenderéis a cocinar platos gallegos que luego degustaréis allí mismo. Empanadas, vieiras al horno, almejas, arroces, tarta de Santiago… todas estas delicias dejarán de tener secretos para vosotras. Y no os preocupéis por vuestra habilidad entre fogones, con Rocío al mando todo saldrá exquisito (garantizado). La Quinta de San Amaro es, sin duda, otro lugar idóneo para mimarse y desconectar unos días con vuestras amigas, solas o en pareja.
Hórreo de la Quinta de San Amaro. © Pepa García Navegar entre bateas Seguimos con otra experiencia relacionada con la gastronomía: navegaremos por la ría de Arousa en una embarcación rumbo a las bateas, unas plataformas de madera donde se crían mejillones, ostras y vieiras. El recorrido parte de puertos como O Grove, Cambados o A Illa de Arousa, y durante la travesía se disfruta de vistas únicas de islas, playas y acantilados. A bordo, explican el funcionamiento: cómo se cuelgan las cuerdas bajo el agua para que los moluscos se alimenten de forma natural, la importancia económica de este cultivo y su impacto en la cultura marinera gallega.
Con un poco de suerte, podréis ver a los trabajadores izando cuerdas cargadas de mejillones pero si vuestro barco tiene parte del casco de cristal también podréis observarlos acunados por el movimiento de las olas. El viaje termina de la mejor manera posible, con una degustación a bordo de mejillones al vapor acompañados de vino albariño. No se puede pedir más.
Batea de mejillones vista desde un barco con ventanas submarinas. © Pepa García De pazo en pazo: de Rubianes a Señorans Los pazos o palacios gallegos conservan un aire romántico que invita a imaginarlos en aquellos años en los que las señoras llevaban enaguas y paseaban con sombrilla. Hoy día, suelen estar entre los lugares favoritos para celebrar bodas y festejar otros momentos bonitos de la vida, porque sus jardines son idóneos para cualquier sesión fotográfica. En esta Ruta del Vino Rías Baixas ya habréis imaginado que no faltan castillos, pero tampoco pazos como los de Rubianes o Señorans. Como son muy diferentes, aunque ambos albergan bodega, capilla y horreo, os sugerimos visitar los dos.
Un idílico rincón del Pazo de Rubianes. © Pepa García Pazo de Rubianes Del pazo de Rubianes (pazoderubianes.com) nos ha enamorado todo aquello que rodea el palacete, ya que su interior no es visitable. El origen de este oasis de la comarca del Salnés, cerca de Vilagarcía de Arousa, se remonta al siglo XV. El título de Señorío de Rubianes le fue concedido al linaje de los Caamaño por parte de Felipe II para reconocer su buen servicio a la Corona. Hoy día sigue siendo de la misma familia –ahora con el apellido Ozores–, la cual no sólo ha preservado su historia sino que ha cuidado de manera sobresaliente todo el entorno.
Es recomendable comprar la entrada al pazo con visita guiada por un experto en botánica, ya que su jardín, declarado de Excelencia Internacional en 2014, alberga 4.500 camelias, además de árboles singulares, 25 hectáreas de viñedos de albariño, una bodega, una capilla y otras construcciones. Las visitas suelen terminar con la degustación de su albariño, Pazo de Rubianes, pero también se puede personalizar la experiencia si se viaja en grupo con una comida en la finca, una cata en la bodega o incluso un concierto.
Sorprendente hórreo del Pazo de Señorans. © Pepa García Pazo de Señorans La filosofía de nuestra última propuesta, el Pazo de Señorans (pazodesenorans.com), también en la subzona de Val do Salnés, es diferente ya que abren las puertas de su bodega y de todas sus instalaciones para visitas y eventos. Esta casa solariega del siglo XVI, reconvertida en bodega, muestra un interiorismo cuidado y lleno de detalles donde incluso el rincón más insospechado se convierte en una fotografía perfecta para Instagram. Aunque los viñedos son anteriores al siglo XX, la bodega no fue fundada hasta finales de los años ochenta por Javier Mareque y Marisol Bueno, que fue una de las impulsoras de la D.O. Rías Baixas y que apostó por posicionar el albariño en el nivel que merecía.
En la actualidad produce excelentes vinos, como el consagrado Pazo Señorans, e incluso aguardientes de hierbas y de orujo. En la misma finca podréis visitar también las instalaciones de estos destilados, con sus alambiques de cobre, un viaje al pasado que no os debéis perder. Las experiencias aquí también son totalmente adaptables a los visitantes y no son pocas las parejas que dan el «sí, quiero» en su coqueta capilla antes de festejar el amor en sus bonitos salones.
Y así termina esta Ruta del Vino Rías Baixas con amigas, adaptada a una escapada de unos cuatro días pero que se podría prolongar más tiempo para seguir disfrutando de sus atractivas propuestas.
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