Puede que Moscú haya tenido siempre dos ‘almas’: la capitalista y la comunista; y puede también que siempre tuviera dos tipos de visitantes: los espías y los turistas. Pero ahora que (desde hace ya casi 30 años) todos somos turistas en Rusia, es el momento de visitarla a placer… y preguntar todo lo que se nos ocurra. Te contamos todo lo que puedes hacer en Moscú en un fin de semana o en 3 días completos.
Viajar a Moscú siempre es un buen plan. © P.Grifol
Todos sabemos algo sobre Moscú, es decir: que es la capital de Rusia; y aunque seguimos llamando Rusia a la nación, el nombre oficial es –desde 1991– Federación Rusa. Más allá del caos informativo que tengamos archivado en nuestro disco duro sobre los aspectos sociales, culturales, estéticos, políticos, e incluso lúdicos sobre Moscú, si nunca hemos visto (de abajo a arriba) sus peculiares rascacielos gótico-estalinistas, ni (de arriba abajo) el tamaño de su famosa Plaza Roja, no podremos hablar con propiedad del país. Ni habremos tenido la experiencia emocional que se experimenta ante su enormidad arquitectónica que, dicho sea de paso, nada tiene que ver con anodinas colmenas de viviendas para el pueblo sacadas de un imaginario frío y gris (que también las hay).
Calle Tverskaya. © P. Grifol
Los hay mastodónticos que reverenciaban al poder de la época comunista y que ahora lucen en sus bajos lujosos escaparates de marcas globalizadas, incluyendo ‘lindezas’ autóctonas como abrigos de chinchilla teñida, son para verlos andando desde la acera y sin prisas. Así que lo mejor es andar. Deambular… y perderse por la ciudad de 15 millones de habitantes (millón arriba o abajo); aunque eso sí: siempre con un plano del metro en la mochila.
Restaurante Chaihona y Café Pushkin. © P. Grifol
Restaurantes donde comer bien
A partir de los años treinta del siglo pasado, se ensancharon avenidas y se levantaron enormes moles de pisos para la clase obrera. La calle Tverskaya es una de las arterias moscovitas en las que podemos ver esas construcciones con grandes portones tuneados con columnas jónicas, dóricas, corintias… En la zona hay restaurantes buenos y baratos como Chaihona N1 (20-25 €), y famosos y caros como el Café Pushkin (60-80 €) y la tienda de exquisiteces (caviar, vodka Premium) Yeliseyevsky.
Calle Dmitrovka. © P.Grifol
La calle paralela, Dmitrovka, es más tranquila y también está llena de bares con terraza y tiendas bonitas. Es una de las calles turísticas que desemboca en la plaza Roja y que de noche luce iluminada con un techo de luces flotantes. Merece la pena el paseo nocturno.
Qué ver en la Plaza Roja
A medida que nos vamos acercando al barrio más antiguo, Kitaï Górd, las tropas de turistas chinos –¡y no solo chinos!– van invadiendo los alrededores de la Plaza Roja.
Cañón Zar y campana Zarina. © P. Grifol
Enumerar todo lo que ofrece la famosa plaza puede resultar agobiante, pero podemos elegir varias opciones: el Kremlin, donde hay que hacerse la foto junto a dos objetos monstruosos y súper turísticos: el cañón Zar (que jamás ha sido disparado) y la campana Zarina (que nunca sonó); el mausoleo de Lenin –aquí ni selfis ni fotos con nada ¡y pocas bromas!–; y la pintoresca catedral de San Basilio, la de las coloridas cúpulas acebolladas, que ha sido convertida en el icono turístico de la ciudad. Se erigió en loor al “santo loco” Basilio, aunque el verdadero loco fuera Iván el Terrible que, después de encargar la obra, se cargó a los arquitectos (dice la leyenda).
Catedral de San Basilio. © P. Grifol
También está el GUM, la mayor galería comercial de Rusia, que fue construida antes de la revolución bolchevique para solaz de acaudalados moscovitas, y que hoy comparten los dos especímenes del capitalismo, es decir, ricos y pobres. O también podemos visitar el templo de McDonalds (muy concurrido), sentarnos en la terraza del hotel Four Seasons o hacernos fotos con los lugareños disfrazados de Lenin o Stalin… que también es divertido.
Lugareños vestidos de Stalin y Lenin. © P.Grifol
No muy lejos de la Plaza Roja, la calle Arbat es la otra importante arteria peatonal para pasear. En ella tienen cabida pintores, hombres estatua, restaurantes internacionales o tiendas fashion de firmas del mundo. Como contraste también quedan algunas casonas del siglo XIX con patios interiores y alguna callejuela misteriosa. Seguir paseando.
Rascacielos de Presnensky. © P. Grifol
Los rascacielos de Moscú
El nuevo skyline de Moscú está en la zona Presnensky, el distrito financiero –metro Vystavochnaya–. Consiste en un abarrotado conjunto de rascacielos vanguardistas donde prima la espectacularidad del diseño. Comenzó a desarrollarse en 1992 y se ha convertido en uno de los lugares destacados para los amantes de la arquitectura. Un kilómetro cuadrado para los amantes de la arquitectura más vanguardista que merece la pena ver de cerca.
Tres de los rascacielos más altos del continente europeo se encuentran en este Manhattan moscovita.
La Universidad Estatal de Moscú es una de las ‘Siete hermanas de Stalin’. © P.Grifol
Aunque no hay que olvidar que los verdaderos rascacielos moscovitas son “Las siete hermanas de Stalin”. Su historia es como sigue: cuando la ciudad cumplió 800 años, Stalin ordenó construir ocho rascacielos, de los que se edificaron siete, que se conservan como si fueran tesoros (que lo son). Su arquitectura es una caprichosa mezcla de gótico y barroco. Están desperdigados por la ciudad. Y son: el hotel Leningrado; el hotel Ucrania, que tiene un espectacular bar en la planta más alta; el Edificio Administrativo de la Puerta Roja; el ministerio de Asuntos Exteriores; el edificio Kotelnicheskaya; el llamado ‘La Casa’ de la plaza Kudrinskaya; y la Universidad Estatal de Moscú, que es una verdadera ciudad dentro de la ciudad, situado en la Colina de los Gorriones, lugar de concentración, al caer la tarde, de moteros y frikis, y que tiene un mirador a la ciudad de foto.
Catedral de Kazan y calle Nikolskaya. © P.Grifol
Museos e iglesias que debes visitar en Moscú
Tenemos que reconocer que en ‘asuntos religiosos’, creyentes y no creyentes ¡mienten mucho! Pero el hecho es que desde el año 2000 se han construido en Moscú más de 50 iglesias ortodoxas. De todas, de la que merece conocer su cuento es de la Catedral de Cristo Salvador, en la actualidad el templo ortodoxo más alto del mundo (¡Olé!). Su historia es un pequeño resumen de la historia rusa de finales del siglo XIX y siglo XX: construida en 1883, y volada por orden de Stalin en 1931, el solar estuvo ocupado por una piscina pública. En 1994 empezaron las obras de reconstrucción por capricho del alcalde de Moscú –a la sazón Yuri Luzhkov–. El proyecto levantó una feroz polémica, y en 1995 un decreto presidencial ordenó que no se gastara un solo rublo de dinero público. En teoría, a partir de entonces, los fondos para la continuación de las obras deberían proceder de donaciones particulares, de la iglesia rusa, de aportaciones extranjeras o de la mafia (esto último probablemente no lo contemplaba el decreto)… En el 2000 se supo que 200 millones de dólares salieron de las arcas públicas. Sin palabras.
Catedral del Cristo Salvador. © P.Grifol
Hoy en día las obras continúan, ya que todavía podemos ver a obreros trabajando de noche colocando mármol en el suelo. Para los que quieran saber más detalles: cuando vayan, que alcen la vista y contemplen los grupos escultóricos que están pegados en la fachada, que sepan que son de plástico, es decir, de pasta de poliéster pigmentado. Una chapuza. Hubiera sido mejor dejar la piscina.
En cuanto a los museos, Moscú tiene 80. A saber: Museo Pushkin de Bellas Artes, Armería Estatal, Galería Tretiakov, Museo Tolstói, Casa de Tchaikovsky… de Chéjov, de Pushkin, de Mayakovsky, etc. Y el recomendable Museo del Espacio, una exclusividad rusa. En fin, elige según tus preferencias y según el tiempo de que dispongas.
Ah!… Y no te olvides de ver el teatro Bolshoi… ¡y súbete al metro! Moscú es la única ciudad del mundo que tiene el suburbano como aliciente turístico.
Para conocer a fondo la capital rusa haría falta toda una vida, pero para saber de su grandeza basta con un fin de semana largo y echar un vistazo a conciencia.
Metro de Moscú. © P.Grifol
CONSEJOS ETHERIA
• A Moscú vuelan sin escala casi todas las compañías europeas, incluyendo varias low cost. Las tarifas oscilan entre 350 y 500 euros.
• Es importante tener un buen plano de la ciudad y uno del metro.
• El ruso (el idioma) no es fácil, así que está bien proveernos de una aplicación en el móvil con traducción simultánea.
• La agencia de viajes Politours ofrece, además de los paquetes viaje con hotel + traslados, la opción de contratar un guía que nos explique (en español) cómo moverse en la ciudad.