Adoptaron la negación, la ironía, el absurdo y el azar como mandamientos de sus manifestaciones artísticas, así que produjeron performances extravagantes, hicieron campañas antibélicas, negaron el arte clásico y crearon una innovadora forma de mezclar lo visual y lo verbal.
Escenografía para Agitación en la Tierra, de Serguéi Tretiakov, Teatro Meyerhold. Moscú (1923-1924) Éstos son, a grandes rasgos, los principios básicos que compartieron los artistas de la vanguardia rusa con el movimiento internacional Dadá. Y esta conexión es la que explora el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía , de Madrid, en la exposición Dadá ruso 1914-1924 , que estará abierta al público hasta el 22 de octubre de 2018 .
Es cierto que la mayoría de los especialistas sitúan el origen del Dadá en distintas ciudades occidentales, bien en Zúrich, París, Berlín o Nueva York, pero ahora se trata de reivindicar el protagonismo que tuvo Rusia, la pre y la posrevolucionaria, en el radicalismo estético que supuso este movimiento transgresor. Para ello, se exhiben unas 500 obras , entre pinturas, collages y dibujos, fotografías, documentos y publicaciones, además de películas y audios que pertenecen a cerca de 90 artistas rusos y de otros países europeos. Entre ellos, El Lisitzki, Kazimir Malévich, Vladimir Mayakovski, Aleksandr Ródchenko, Olga Rózanova, Varvara Stepánova, Vladimir Tatlin, Natalia Goncharova, Francis Picabia, Man Ray o Tristan Tzara.
‘Charles Chaplin haciendo la voltereta’, 1922. Una obra de Varvara Stepánova Entre la guerra y la revolución Hay que recordar que el arte en general, y el arte ruso en particular, estuvo necesariamente impregnado de connotaciones políticas, ya que en este periodo se desarrollaron la Primera Guerra Mundial, las dos revoluciones rusas y el cambio de liderazgo de Lenin a Stalin.
La exposición del Museo Reina Sofía, que arranca en 1914, al comienzo de la Primera Guerra Mundial, propone un recorrido cronológico a lo largo de tres secciones.
En la primera , se pueden ver las primeras manifestaciones protodadá que reflejan, sobre todo, el impacto del conflicto bélico de Europa. La segunda va de 1917 a 1924, y engloba el triunfo de la revolución rusa y la muerte de Lenin, con el protagonismo lógico de la temática revolucionaria, ya que muchos artistas se involucraron en proyectos de propaganda y agitación en nombre de la Revolución para construir un mundo distinto. Y la última sección , “Dada Bridge”, se detiene en la conexión rusa con los principales centros dadaístas con obras de El Lisitzki en Berlín o Iliá Zdanévich en París.
Así que, si se sigue el orden propuesto por los responsables de la muestra, podemos comprobar en primer lugar cómo los artistas utilizaron la parodia como mecanismo principal de sus creaciones con el fin de escandalizar al público y menospreciar los valores artísticos y sociales tradicionales. Se ve cómo, entre 1914 y 1917, se organizaron las primeras muestras antiacadémicas relevantes, con cuadros hechos con ensamblajes y relieves confeccionados con objetos de desecho, además de piezas tan decisivas para el Dadá como Cuatro cuadrados (1915), de Malévich, o Dibujo con línea y compás (1915), de Ródchenko. Por supuesto, hay carteles y collages que denuncian el militarismo y la brutalidad bélica de la Primera Guerra Mundial.
‘Autorretrato con una sierra (Composición no objetiva!, 1914, de Iván Klium Héroes y víctimas La sección dedicada a la Revolución rusa comienza con la película El asalto al Palacio de Invierno (1920), de Nikolái Yevreinov, y la portada original del álbum conmemorativo del levantamiento, “Octubre 1917-1918. Los héroes y víctimas de la revolución”, con las primeras manifestaciones de la “agítpoesia” de Vladimir Mayakovski. Y se cierra con la muerte de Lenin y la obra “Insurrección de Kliment Redkó.
La finalización de la Primera Guerra Mundial reconcilió a la comunidad artística internacional y por fin se difuminó la frontera Oeste-Este, porque ya había conciencia de que el Dadá había cristalizado en un proyecto político común de izquierdas con manifestaciones artísticas nuevas. Entonces, junto a Iliá Ehrenburg y Viktor Shklovski, otros vanguardistas rusos se trasladaron o pasaron largas temporadas en Europa. Y Mayakovski desempeñó un papel fundamental en el ensamblaje del entorno ruso con el europeo, al marcharse a Berlín en 1922 con motivo de la Primera Exposición de Arte Ruso en esta ciudad alemana. En aquella muestra se ganó gran popularidad con la exposición de los carteles que hizo de 1919 a 1921 para la Agencia Telegráfica Rusa (Rosta), y posteriormente con sus lecturas poéticas de sus “Para la voz”, diseñado por El Lisitzki, y “150.000.000”.
Los organizadores de la exposición del Reina Sofía consideran que estos ejemplos de la integración de los artistas rusos en los círculos dadá, así como su correspondencia con Tristan Tzara, Paul Éluard y Francis Picabia, respaldan definitivamente la legitimidad del Dadá ruso.