El archipiélago de Galápagos, también conocido como las Islas Encantadas, no es un territorio cualquiera ni un viaje apto para todos los públicos. Eso sí, si eres amante de los paisajes poco humanizados, la fauna, la flora y la vida natural es el destino de tus sueños. Te contamos todo lo que no te debes perder.

Iguana marina en las Islas Galápagos. ©PG
La primera vez que pisas alguna de sus islas –13 grandes, 17 pequeñas y 47 islotes– te das cuenta de que pertenecen a un universo desconocido hasta el momento, un mundo de convivencia donde la máxima del reino animal es vive y deja vivir. La coexistencia de seres humanos y animales es tal que pasear por su hábitat –aunque de una forma controlada por las autoridades– se convierte en una actividad pausada y excitante.
Las Galápagos, a 1.000 km de la costa
Viajar hasta la isla o islas elegidas en Galápagos es un camino largo, sí, aunque con una gran recompensa. Imaginemos que tu primer destino es la isla de Santa Cruz, la más poblada. Para llegar a ella, si partes de Madrid, por ejemplo, te interesa volar hasta la ciudad de Guayaquil (también puedes optar por Quito). Son doce horas de vuelo donde, además de disfrutar de varias películas de estreno, te quedará tiempo para leer una buena guía (Lonely Planet tiene una muy completa o puedes comprar ‘Galápagos, una historia natural’, de Michael H. Jackson, en Amazon).
En Guayaquil puedes aprovechar la escala para hacer un descanso y quedarte una o dos noches. Es tiempo suficiente para pasear por sus calles y sentarte a ver el mar desde el Malecón. También puedes visitar algún mercado (como el de Flores o el de Artesanía) donde realizar las primeras o últimas compras (regatea, pero sólo hasta límites razonables) porque en Galápagos no hay mucho shopping. Como en cualquier ciudad, es aconsejable que seas prudente y no transites por zonas solitarias o muestres objetos de valor. Si necesitas un taxi, que te lo pidan desde el hotel.

Canal Itabaca entre la isla de Baltra y la de Santa Cruz. ©PG
El siguiente vuelo te dejará en sólo 50 minutos en la isla de Baltra (existe otro aeropuerto en la isla de San Cristóbal), desde donde cruzarás el Canal de Itabaca en un transbordador. Y voilà, has llegado al sur de la isla de Santa Cruz. Lo más conveniente es que escojas tu alojamiento en Puerto Ayora, la mayor población de la isla, donde además de pequeños hoteles, se concentran restaurantes y tiendas. También es el lugar más propicio para contratar excursiones marítimas.

Galápagos es un destino habitual en las lunas de miel. ©PG
A unos quince minutos andando desde el centro de Puerto Ayora se ubica la Estación Científica Charles Darwin, que realiza una importante labor de investigación y conservación de especies. En ella se pueden contemplar criaderos de tortugas de diferentes orígenes –hace unos años falleció el Solitario George, el último ejemplar de la subespecie Chelonoidis abingdoni, propia de la isla Pinta– e iguanas, salas didácticas, etc. Dentro del recinto, en la playa de la Estación, incluso es posible darse un chapuzón con vistas a Puerto de Ayora.
Un paseo por el pueblo al atardecer cuando las calles comienzan a ser transitadas, las luces a encenderse y los pelícanos revolotean sobre los barcos de pesca te prepararán para interactuar de lleno con este universo.
Isla de Santa Cruz
Si solo pudiésemos escoger una isla para visitar en Galápagos, probablemente elegiríamos Santa Cruz porque ofrece un contraste de paisajes inaudito. Si el entorno desolado es la máxima del conjunto insular, en este lugar sorprende encontrar, como por arte de magia, rincones que recuerdan a Suiza. Son bosques húmedos donde los líquenes cuelgan y los musgos exhiben una amplia gama de verdes. Desde Los Gemelos –dos enormes hoyos cratéricos donde es sencillo observar, aparte de los estratos, aves como el pinzón carpintero o el pájaro brujo– parte un sendero que atraviesa un bosque de Scalesia. Merece la pena recorrerlo y sentir su bruma fresca. Los denominados tubos de lava, túneles kilométricos forjados por el paso de la lava incandescente, es otro de los fenómenos geológicos dignos de admiración.

Los Gemelos (Izq.) y Tortuga terrestre (Dcha.) ©PG
La visita más solicitada por los turistas suele ser la que conduce a contemplar las longevas Geochelone elephantopus, tortugas gigantes que pueden llegar a vivir más de cien años. Aunque hay muchas por toda la isla, lo más conveniente es dirigirse a algún rancho particular donde residen en libertad (se paga solo unos pocos dólares). Es importante no molestarlas, no tocarlas y no darles de comer. Si eres ruidoso o te mueves mucho se ocultan en el caparazón y no contemplarás su piel rugosa ni su mirada penetrante.

Pelícano en Tortuga Bay, la mejor playa de Galápagos. ©PG
Iguanas en Tortuga Bay
Si la vegetación es sorprendente no lo es menos el contraste del azul del mar y el blanco de la arena coralina en Tortuga Bay, la mejor playa del archipiélago. La ensenada se divide en tres franjas: una con un fuerte oleaje y corrientes; otra más tranquila; y una tercera, suave y mansa, donde los bañistas se sumergen felices. Las iguanas marinas también disfrutan de la paz de este lugar, campan a sus anchas por la arena, sobre las rocas, los manglares o entre la vegetación. Cuidado no piséis ninguna. Aunque parezca que escupen a vuestro paso, no es que os odien sino que es un modo de expulsar la sal acumulada de las fosas nasales.

Iguana terrestre en la isla de Plaza Sur. ©PG
Una excursión a las Islas Plaza
Tras esta primera toma de contacto en Santa Cruz, dejamos la tierra atrás y nos hacemos a la mar para explorar otros rincones sorprendentes. Lo más aconsejable es optar por una excursión de un día a las Islas Plaza: una visita a Plaza Sur (la mayor de las dos), comida en alta mar y buceo o snorkel. En las trece hectáreas de la isla se exhiben sin complejos leones marinos, iguanas terrestres y marinas, y gaviotas tijereta, entre otros privilegiados seres. Prepara la cámara de fotos para captarlos sin prisa porque no salen huyendo y las buenas instantáneas están aseguradas.
Si sobre la tierra la fauna es increíble, bajo el mar corta la respiración –de forma literal– ya que la oportunidad de bucear con tiburones –inofensivos, eso sí– es una experiencia única e irrepetible. Las rayas, leones marinos y demás fauna acuática completan la vivencia.

Tiburón de arrecife de punta blanca en Islas Galápagos. ©PG
Isla Isabela, belleza solitaria
La siguiente isla que pisamos es Isabela –la mayor en tamaño y la más volcánica del conjunto–. El trayecto se realiza en lancha en unas dos horas (o algo más en función del estado del mar). Reserva el traslado a primera hora, para aprovechar bien el día, y con antelación porque no hay mucha oferta. Aunque muchos viajeros lo toman como una excursión de una jornada desde Santa Cruz, es recomendable pernoctar una o dos noches en Puerto Villamil. Esta coqueta población, asentada junto a una laguna de flamencos, cuenta con los servicios necesarios para comer, tomar una cerveza y comprar algún recuerdo.

Playa del Amor, en isla Isabela. ©PG
En dos días tampoco tendrás mucho tiempo para explorar toda la isla pero puedes comenzar alquilando una bicicleta de montaña para visitar, a unos kilómetros, el altísimo Muro de las Lágrimas levantado por los presos que la habitaron. Por el camino van surgiendo otros puntos de interés como la bonita playa del Amor.

Islote de Tintoreras en Islas Galápagos. ©PG
Islote Tintoreras, pisando lavando crujiente
Una excursión marítima especialmente recomendable es al islote Tintoreras que, como un crujiente pastel de chocolate, sorprende con su paisaje de lava plagado de criaturas dignas de otras galaxias. Nos gustaron especialmente la poza de los tiburones, una playita de arena donde juegan despreocupadamente los leones marinos y las zonas de las crías de iguana (¿sabías que crecen en comunidad?).

Puedes nadar con tortugas marinas y lobos o leones de mar pero trata de no molestarlos. ©PG
Cuando el sol se eleva hasta lo más alto la mejor opción es sumergirse en el mar para volver a disfrutar de la compañía de lobos marinos, peces de colores, estrellas de mar y, lo mejor de todo, tortugas marinas. La imagen tranquila y lánguida de las tortugas permanece en la retina mucho tiempo. No olvidéis llevar una cámara acuática para inmortalizar ese momento y poder recrearos a la vuelta con la secuencia.
Aún queda mucho por recorrer en Galápagos pero eso será en la siguiente escapada.
Y ahora todos los datos prácticos:
Cómo llegar, moverse, alojarse… en las Islas Galápagos.