Campaneros saltimbanquis, olivares a mares, orfebres centenarios, saetas cuarteleras y desmayantes retablos barrocos se dan cita en Caminos de Pasión, en una desconocida Andalucía unida por un místico hilo conductor: su peculiar devoción por la Semana Santa.
Antonio realiza una ‘balanza’ sobre una campana de Utrera. © Kelu Robles Actualizado 3/2024
Diez pueblos de Sevilla, Córdoba y Jaén custodian a lo largo de 300 kilómetros el acervo de un pasado que va más allá del ‘más allá’ y de la Semana Santa. Este viaje por Caminos de Pasión desempolva la identidad del corazón de Andalucía y muestra una faceta del sur de España que todavía ignora el gran público.
1. Campaneros equilibristas en Utrera Comenzamos esta ruta de Caminos de Pasión por esta villa de casitas blancas y conventos situada entre la campiña sevillana y las marismas del Guadalquivir. Además del quejío flamenco de Bambino y del Potaje Gitano –que no es una elaboración de puchero, sino el festival flamenco más antiguo de España–, aquí resuena con frecuencia el estrepitoso tañido de sus antiguas campanas. Una combinación, campanas y pueblo, que no resultaría tan llamativa si no fuera porque quienes las repican lo hacen jugándose la vida.
Los campaneros utreranos que hoy saltan sobre los lomos de sus históricas campanas desafían la gravedad de más de mil kilos de peso en movimiento. Con el plus de respeto que da abalanzarse sobre unas piezas de bronce centenarias. Algunas, de la época de la Reconquista.
Mujeres como Rosa y Pepa, las últimas campaneras que vivieron en los años setenta en la espadaña de la iglesia de Santiago el Mayor, sustentaron el testigo de esta tradición encabezada tradicionalmente por mujeres.
1.1. Mujeres que dan las campanadas en Utrera Las campaneras ejercían un papel informativo crucial para la ciudad. Daban el toque de oración y decretaban el cierre de sus puertas cuando era necesario. Vivían en el propio campanario, donde hoy se cobijan la Nueva , la Alegría y otras campanas a las que no les falta historia, nombres, apellidos ni apodos.
Puedes presenciar el repique de campanas, pero también el pique que existe tradicionalmente entre los campaneros de la cuadrilla de Santiago el Mayor, conocidos como los Mochuelos , y los de Santa María de la Mesa, los llamados Quícalos . El repique manual se produce de manera oficial en ambas parroquias los días de vísperas a las seis de la tarde; y los festivos al mediodía.
Panorámica de Carmona desde la Torre del Oro del Alcázar. © Kelu Robles 2. Carmona, señorío romano y tortas arqueólogas Esta villa señorial elevada sobre los Alcores sevillanos del valle del Guadalquivir, no puede –ni quiere– desprenderse de su pasado romano, evocado incluso en su topónimo. Su antigua necrópolis convive con un horizonte medieval del que brotan pequeños campanarios e iglesias neoclásicas, góticas y barrocas, con la presencia de torres rojizas como La Giraldilla .
El damero urbano que traza la antigua Carmo romana conserva la configuración de su Cardo Máximo . Su empedrado conduce entre blancas casonas señoriales hacia la plaza de San Fernando , cuyo ambiente revive el espíritu de un foro romano. A la sombra de su arboleda, los carmonenses veteranos charlan sobre las vicisitudes del día a día.
Las Clarisas de Carmona rinden un dulce homenaje a Jorge Bonsor con su torta inglesa. Bonsor fue una especie de Indiana Jones inglés que recuperó en el siglo XIX joyas históricas de la ciudad como la Necrópolis o el Alcázar.
Dicen que al arqueólogo le gustaba tanto aquella elaboración de cabello de ángel, hojaldre, azúcar y canela, que las monjas la bautizaron como ‘la torta del inglés’.
Órgano del siglo XVIII en la barroca iglesia de los Descalzos, Écija. © Kelu Robles 3. Écija, la ciudad de las torres Once torres ponen a prueba las piernas de quienes intentan conquistar la cima de esta ciudad de Caminos de Pasión. Desde lo alto del palacio de los Marqueses de Peñaflor se puede contemplar la vida ecijana. Al igual que lo hacían los señoritos que se compraban un balcón en la plaza del Salón (oficialmente plaza de España) hace un par de siglos. Así se postureaba entonces: observando al vulgo desde un palacete y mirando de reojo las posesiones de otras familias adineradas.
Unas excavaciones en esta misma plaza descubrieron en el año 2002 la delicada silueta de una amazona romana del siglo II d.C. que mostraba una herida en el costado.
Solo hay cuatro amazonas de este tipo en el mundo; y la de Écija es la única que permanece en la misma localidad donde fue descubierta.
Entre todas las iglesias y palacios ecijanos, un discreto templo religioso garantiza un auténtico stendhalazo rococó en su interior. La fastuosa ornamentación de sus pinturas, murales con yeserías policromadas, esculturas, y la minuciosa carpintería de su órgano del siglo XVIII han convertido la iglesia de Los Descalzos en una de las mayores joyas artísticas y místicas de Écija. Necesitarás unos minutos para recuperarte del impacto visual que produce su interior.
Panteón de los duques en la Colegiata de Osuna. © Kelu Robles 4. Osuna, nobleza entre tapas No es que la sombra de los condes de Ureña sea alargada, es que nada puede entenderse en esta localidad de la campiña sevillana sin conocer el legado de Don Juan Téllez-Girón: la colegiata de la Asunción simboliza su herencia más importante, aunque no es la única. Desde sus coquetos patios platerescos y su pinacoteca hasta el panteón de los duques, al que se desciende por unos empinados escalones hacia el subsuelo. Los techos de las cámaras funerarias resultan sorprendentemente bajos. La temática de la muerte y la decoración profana recuerdan que hubo un tiempo antes del Concilio de Trento en el que esta iconografía tenebrosa era habitual.
Un agradable paseo desde la colegiata hacia la zona baja de Osuna conduce a la calle San Pedro y la calle Sevilla, que dejan entrever el poderío señorial de la localidad a través de sus casas solariegas , y con paradas tan curiosas como el Museo de Juego de Tronos (www.osuna.es). La serie de ficción rodó varias escenas en la plaza de toros del pueblo y en ella participaron muchos de sus vecinos.
De su Semana Santa destaca el estilo de muchas de sus corporaciones, que portan a hombros sus misterios y palios. Las tallas de autores como Juan de Mesa, Vicente de Tena o José de Mora son especialmente valiosas.
Consejo: La cultura del tapeo ursaonense tiene su máximo exponente en Casa Curro. Déjate llevar por las recomendaciones autóctonas de sus experimentados camareros.
Representación del pasaje bíblico de la liberación de Barrabás y condena de Jesús. © Álex Márquez 5. Puente Genil y sus procesiones ‘prohibidas’ Comprender la identidad religiosa de esta localidad cordobesa precisa manejar previamente el diccionario propio de su Semana Santa. Para empezar, la de aquí tiene otro nombre: Mananta .
Los pontanenses transmiten su perenne devoción manantera a través de 23 cofradías y 70 corporaciones bíblicas que se materializan en cuarteles repartidos por toda la ciudad. Las corporaciones son antiguas asociaciones cívico-religiosas independientes de la Iglesia, y sus cuarteles representan el lugar donde sus socios celebran todo tipo de eventos sociales. Su existencia está documentada desde el siglo XVII.
Los momentos de exaltación religiosa en las corporaciones han producido su propio género musical: la saeta cuartelera.
Desde el Sábado de Pasión hasta el Domingo de Resurrección, los cofrades de Puente Genil procesionan acompañados por creyentes que emulan a personajes bíblicos . Visten túnicas y cubren su rostro con caretas o rostrillos , como se llaman técnicamente. Representan a personajes del Antiguo y Nuevo Testamento. Las de Puente Genil son las únicas figuras de este tipo que han procesionado de forma ininterrumpida en España, resistiendo todo tipo de prohibiciones eclesiásticas .
Javier cincela una pieza del taller Paula Orfebres, en Lucena. © Kelu Robles 6. Lucena, orfebrería en una judería Esta antigua judería cordobesa conocida como la Perla de Sefarad se mece en un intenso aroma a olivar y preserva buena parte de su legado hebreo: desde la necrópolis excavada más grande de la Península Ibérica y el Castillo del Moral , de origen judío, hasta la ubicación de la iglesia de Santiago, erigida sobre la base de una antigua sinagoga del siglo XIII.
El destello de seiscientos espejos produce un efecto ascético realmente impactante sobre la virgen de la capilla del Sagrario, en la parroquia de San Mateo . Ello la ha convertido en uno de los rincones donde el rococó se ha llevado a su máxima expresión en Andalucía.
Si te gustan los antiguos oficios relacionados con la Semana Santa, en Lucena existen talleres de orfebrería como Paula Orfebres . Desde aquí llevan las artes de su tradición de generación en generación a procesiones de toda España y Latinoamérica. Las manos de sus orfebres cincelan, puntean y montan materiales preciosos y los convierten en tronos, faroles, coronas y en un sinfín de minuciosas creaciones a medida.
Recogida de aceitunas en el Cortijo Suerte Alta, Baena. © Kelu Robles 7. Baena aceitera y tamborilera Seguimos en Caminos de Pasión pero ahora nos dirigimos a un municipio cordobés que cuenta con la denominación de origen olivarera más antigua de España. Por eso, no es de extrañar que este preciado ingrediente esté tan presente en un viaje a Baena . Almazaras como la del Cortijo Suerte Alta muestran al público qué ocurre entre las bambalinas de sus antiguos olivos, sin ‘romantizar’ la parte más dura del trabajo en el campo.
Más allá del aceite de oliva, la ciudad de Baena conserva numerosos atractivos como el Parque Arqueológico de Torreparedones –una joya prehistórica, ibérica, romana– y un casco antiguo que incluye, cómo no, una fortaleza medieval y callejuelas con tintes árabes.
En sus coloridas procesiones aparecen personajes tan originales como los Judíos Coliblancos y Colinegros. Y el sonido de sus artesanales tambores es tan particular, que ha sido declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.
La estación del tren del Aceite en Cabra expone antiguas locomotoras. © Kelu Robles 8. Cabra, el corazón del sur En el centro geográfico de Andalucía y en pleno Parque Natural de las Sierras Subbéticas se eleva una ciudad custodiada por vigorosas sierras cuyo gentilicio invita al chascarrillo. Aunque no, el nombre de Cabra nada tiene que ver con el rumiante animal, sino con la evolución fonética de su nombre en latín, Igabrum.
Si esta ciudad cordobesa atrae por algo, es por el encanto blanco de su barrio de la Villa , de origen medieval, o por el valor de iglesias como la Asunción, con aires de mezquita en su interior y con una pila bautismal creada por Mariano Benlliure. Aunque la obra más conocida en Cabra del escultor se encuentra en el mausoleo de Termens , al que se accede como quien entra en casa ajena, tocando la puerta del convento que lo alberga, el Niño Jesús. La exquisitez del mausoleo es proporcional a la historia de Carmen Giménez , la mujer que descansa en su interior.
La vizcondesa de Termens fue todo un ejemplo de mujer empoderada, que invertía en la bolsa de Londres y se enfrentaba, sin pudor, al conde de Cabra.
8.1. Vía Verde del Aceite La Vía Verde del Aceite discurre por la antigua línea de ferrocarril del Tren del Aceite , que transportó hasta 1984 la producción olivarera de la zona. Hoy su trazado propone una experiencia reconfortante al aire libre a lo largo de sus 128 kilómetros de recorrido entre Jaén y Córdoba repletos de vegetación mediterránea y vertiginosos viaductos metálicos. La estación de Cabra conserva la esencia de aquellos tiempos.
Los devotos de la Semana Santa encontrarán en el museo de la Pasión una muestra del trabajo del escultor e imaginero sevillano Juan Manuel Miñarro sobre la Sabana Santa y la primera Semana Santa de la Historia.
‘Parecen de mentira tantas flores de verdad’, dijo Gloria Fuertes cuando visitó Priego de Córdoba. © Kelu Robles 9. Priego de Córdoba Su realidad blanca, floreada, árabe y, por tanto, laberíntica, conduce al viajero en un ensueño romántico de paseos en los que no hace falta determinar el destino. Pasear por esta localidad de Caminos de Pasión es un arte en sí. Sus calles han creado de forma natural balcones como el del Adarve , que se asoman hacia las sierras Subbéticas. Aunque en su contrapartida histórica tampoco faltan alicientes: Priego tiene su propio castillo árabe, unas Carnicerías Reales de estilo manierista, una impresionante fuente neoclásica con 139 caños –la Fuente del Rey– y un Sagrario en la iglesia de la Asunción donde se exhiben los excesos del barroco cordobés.
Cada Viernes Santo , los prieguenses alcanzan su mayor fervor durante la procesión de Jesús Nazareno , que bendice miles de hornazos, unos ‘huevos santos’ que llevan sus devotos.
Panorámica de Alcalá la Real desde la sede de la cervecería artesanal Tierra de Frontera. © Kelu Robles 10. Alcalá la Real, moros y cristianos Vivir en plena Ruta del Califato y en frontera con Córdoba y Granada marcó para siempre el devenir de este municipio jienense. Los musulmanes asentados en la zona elevaron la fortaleza de la Mota en el siglo XIII a mil metros de altitud para controlar todo el territorio, pero Alfonso XI se la arrebató en 1341. La historia, repleta de heroicidades estratégicas por ambos bandos, no resultaría tan emocionante si hoy no pudiésemos adentrarnos en los túneles de aquella Ciudad Oculta donde se sucedieron tantos asedios y envenenamientos, pero donde también se originaron leyendas y romances de película entre moros y cristianos. Por eso, entre otras cosas, resulta tan emocionante visitar el impresionante Conjunto Monumental de la fortaleza de la Mota.
Consejo: En las instalaciones de Tierra de frontera podrás tomarte una cerveza artesanal elaborada en Alcalá la Real y con vistas a la fortaleza de La Mota.
En Semana Santa , los pregoneros alcalaínos enlutados desarrollan un curioso papel: vocear composiciones para divulgar la doctrina católica que mezclan poesía y prosa, y con una entonación y musicalidad muy peculiares.
Consulta toda la información sobre esta ruta andaluza en la web oficial de Caminos de Pasión .
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