De cómo una excursión programada en un viaje te puede arrastrar, por bienquedismo y porque todo te parece bonito, a un ritual mágico turístico que en casa mirarías de lejos: una sesión de purificación en un temazcal en la aldea maya de Dos Palmas, en la Riviera Maya (México).
Crónica humorística de Rafael de Rojas
Riviera Maya. Ilustración de Inés Arango. Llego tarde al temazcal porque me he entretenido por el poblado maya mirando a una iguana que no hacía nada y ya están todos casi en canicas. Con bikinis y bañadores de una superficie inversamente proporcional a la masa muscular, el multicolorido grupo de españoles que se ha acercado a la aldea de Dos Palmas en la Riviera Maya bebe un chupito de algo que parece batido de vainilla y que ojalá. Recitan una palabra en maya que pongamos que quiere decir “provechito, güei” y yo, mientras me desnudo, me pregunto si tal vez estarán tan liados con sus cosas como para no darse cuenta si me vuelvo con la iguana. Pero el chamán les tiene en el bote, hace un gesto y todos se dan la vuelta a la vez y apuntan hacia mí con los brazos extendidos como una boy band de zombis. Leches. Poso un poco silbando y mirando al tendido, a un pájaro caribeño de panza amarilla que vive por aquí; meto tripa como si el enorme bañador a media pierna, como de película muda, pudiera indicar que debajo de los michelines hay una urbanización de abdominales.
Joven concentrada durante una sesión en un temazcal. Ilustración de Inés Arango. Unas chinas amarillas Ya me han visto, y como en la peli esa de los niños albinos, no queda más remedio que unirse a ellos. Ahora, el chamán les ha puesto a extender el brazo en la postura en la que, digamos, se saludaban los romanos. Eso en casa no lo harían. Hay un par que sí que lo harían. Ahora nos reparten unas chinas amarillas. A mi lado, Alba la aprieta contra el pecho como si la fuera a pulverizar. Alba ha tenido sobradas ocasiones, en algo así como día y medio, para demostrar su hiperactividad. Como cuando se pasó el infernal vuelo Madrid-México estudiando Criminología o cuando nada más llegar se puso a dar saltitos pizpiretos por la recepción después de un millón de años de traslados, cuando todos los demás queríamos morir. O matar. Alba saldrá haciendo más cosas dentro de dos párrafos, pero en éste todavía me tiene distraído pensando en si será capaz de convertir esa piedra en un diamante, como Supergirl, y, para cuando tengo que tirar la mía al fuego, no me he enterado de si había que pedir un deseo o desear lo que no deseas, lo mismo que me pasa siempre en las hogueras de San Juan, y ahora probablemente acabe reencarnándome en la cucaracha que se iba a merendar la iguana que no hacía nada.
Por fin, entramos en el temazcal, que es un iglú de piedra con un banco corrido en el que caben 20 justos, pero que, como es mágico, si vinieran 30, entrarían también, pero más apretados. Está bien, porque nos sentamos y hay sombra. Sólo que enseguida meten rocas incandescentes al centro y los cien grados selváticos de fuera nos parecen Burgos en enero. La cosa va de recitados: “el aliento es aire” –hombre, depende–, “la sangre es agua” –para un vampiro, será– y mucho “¡En el temazcal!” , product placement a capón.
Experiencia en un temazcal. Ilustración de Inés Arango. MaloAAAAAAAA Como tampoco hay mucho más que hacer ahí adentro, la gente sigue los cánticos y yo coreo a destiempo por quitarle un poco de hierro al asunto. El grupo se cosca enseguida y empiezan los gritos aleatorios. Les quiero mucho. El chamán sugiere que si lo necesitamos gritemos para expulsar los maloAAAAAAAAAAAA-AAAAAAAAAAAAH. Alba ha dado un berrido horripilante antes de que termine la frase y el chamán dice que, hombre, así no, y alguien se arranca con algo así como que “Viva el Betis”. Pero, antes de que nos conviertan a todos en sapitos, Eva da unas palmadas, que es la señal para que te dejen salir, y todos la seguimos con un ángel flamenco dudoso, pero suficiente para satisfacer al chamán y a los aluxes y al dios Chaac y ya todos seguimos dando palmas y grititos bastante contentos hasta el final. Como Eva, estoy segurísimo de que voy a morir allí, hace 253 grados, tengo las narices taponadas y nada de aliento, o sea, de aire, y ya sólo busco la postura digna en la que los arqueólogos van a encontrar mi envoltura corpórea en lo que mi alma se va yendo al inframundo, o sea, al carajo.
Bañarse en un cenote, otra experiencia en Riviera Maya. Ilustración de Inés Arango. No ha sido el Sangri-Lá prometido con el que íbamos a experimentar la regresión al útero materno: ha sido, más bien, volver al cole, justo a cuando el profe se iba un momento y dejaba a la clase sola. Al salir, efectivamente, nos parece que ha refrescado y como hemos sudado los michelines ya queda claro que debajo no había ningún abdominal, sólo más michelines. Pero luego nos dejan bañarnos en un cenote fresquito que tiene peces y una tortuga cuqui y ya nos ponemos contentos. Porque estamos de vacaciones.
Y para vivir la experiencia…
La visita al temazcal y al cenote de la aldea maya de Dos Palmas (Quintana Roo, México) es una de las muchas excursiones culturales y de naturaleza que propone la mayorista Soltour (soltour.es) a los viajeros que se alojan en sus hoteles cinco estrellas y todo incluido de Tulum (Bahía Príncipe Grand Tulum, Bahía Príncipe Luxury Akumal y Bahía Príncipe Sian Ka’an). Desde esa playa caribeña de moda también se pueden contratar recorridos por Chichén Itzá, la reserva de Sian Ka’an o ciudades coloniales como Valladolid. Los paquetes veraniegos con vuelo y hotel en régimen todo incluido desde Madrid parten de 900 euros en habitación doble y 1.100 en villas con piscina privada.