Cuando pensamos en un viaje exótico puede que lo primero que nos venga a la mente sea una playa tropical, de esas que tienen palmeras acariciadas por las olas; o el nombre de una isla que esté muy lejos de casa. Pero para ‘exótico’ nada como viajar a Uganda para mirar a un gorila cara a cara y preguntarte: ¿Qué hace un mono como yo… mirando a esa persona?
Gorila en Bwindi. © P. Grifol
Viajar hasta las montañas de Uganda para ver a los gorilas en su hábitat natural –de cerca ¡sin cristal y sin rejas!– podría ser una de las experiencias viajeras más apasionantes de tu vida, un relato que podrás transmitir a tus nietos con la emoción de haber sentido algo único.
Buscando a los gorilas
A las tres de la madrugada ya estaba despierto, aunque la salida hacia la selva estaba fijada para las seis. Estaba inquieto, como cuando estás ansioso porque intuyes que al amanecer va a suceder algo especial. Creo que en las pocas horas de sueño que precedieron al súbito estado de vigilia soñé con la última película de King Kong. Con la secuencia en la que los nativos se disponen a entregar a la chica al gran gorila, con toda aquella parafernalia de preparativos: la gran empalizada levantada para cercar a la bestia, la excitación colectiva en el momento del clímax y los exagerados sonidos de la selva… con los gritos de la chica incluidos y la música ambiental de la peli.
Bosque Impenetrable de Bwindi. © P. Grifol
Por aquello de la visibilidad, el safari se inicia después de amanecer (en África no se puede deambular por la selva de noche). Son las seis de la mañana y empieza la aventura desde la localidad de Kisoro, casi en la frontera con el Congo. El viaje empieza dando botes en un todoterreno por una agrietada pista de tierra batida y piedras que insiste en abrirse camino, cuesta arriba, entre la exultante vegetación que cubre una ladera montañosa a un lado y un precipicio al otro lado. Dos horas botando. Amenazaba lluvia porque, dice el conductor, que casi siempre amenaza lluvia a esas tempranas horas durante la estación húmeda; pero a la vez, el tímido sol del amanecer iba despejando la niebla que navegaba entre las oscuras y lejanas montañas y las siluetas de las copas de los árboles ya empezaban a perfilar sus mil tonos de verde. Por fin, el cielo se tornó rosáceo y la niebla se deslizaba en segmentos horizontales, como en la película Gorilas en la Niebla. Después de no sé cuántas curvas llegamos al puesto de los guardabosques de Nkuringo.
Gorilas en la Niebla (Izq.) y Dian Fossey real (Dcha.) © Robert I.M. Campbell/ National Geographic
Antes de adentrarnos en la selva, el guía imparte unas cuantas reglas que merece la pena destacar y que posteriormente comprobamos que no se cumplió ninguna: «Mantenerse por lo menos a siete metros de distancia de los gorilas. Si el gorila enseña sus colmillos y hace ademán de acercarse, agacharse ente él y no huir corriendo, ya que esto aumentaría el riesgo de ataque. No mirarle nunca a los ojos. Esperar la señal del guía para hacer las fotos (sin flash)».
El deseado encuentro
El trekking dura varias horas –pocas o muchas–, en función de donde se encuentren ese día cada uno de los grupos, pero al final los rangers te aseguran que los verás. Los gorilas no llevan móvil, pero los guardabosques sí y se comunican entre ellos cuando ven pasar a las familias de simios que se mueven por el territorio. Lo que significa que los turistas nos movemos en función de cómo se mueven los grupos de las diferentes familias.
Caminar no era fácil. Todo en la selva pincha y los pies se hunden en un suelo nada fiable. Un ejército –o varios– de moscas se iba despertando a nuestro paso en nuestro lento y torpe avance, acompañándonos con su zumbido alrededor de las orejas. El calor y la humedad también iban haciendo mella en mi (nuestro) poco (o nada) habituado cuerpo de explorador. Pero, ¡la ilusión del viajero no desfallece en busca de la aventura!
Encuentro con un gorila en Bwindi. © P. Grifol
Nuestro grupo, a juzgar por el comentario del guía, tuvo suerte porque, después de aproximadamente tres horas de fatigoso camino cortando la enmarañada vegetación de aquella selva llena de sorpresas, nos topamos con un señor gorila comiendo hojas apaciblemente entre la maleza. No daba crédito al fortuito encuentro.
Tenía frente a mí a la bestia… a menos de cinco metros. Cara a cara. Espectacular. Vi sus ojos de color miel, una mirada que trasmitía sensaciones humanas. No me moví. Afortunadamente, él tampoco. Tampoco sentí miedo. Un extraño pensamiento ocupó mi mente y tuve la tentación de decirle algo, pero en ese momento me acordé de un inteligente proverbio africano que dice así: ‘No imites las vocalizaciones de los monos, puede que no sepas lo que estás diciendo’.
«No imites las vocalizaciones de los monos, puede que no sepas lo que estás diciendo» (Proverbio africano)
Hice algunas fotos, pocas, porque la sensación de estar viviendo el momento era lo emocionante. Me quedé quieto y callado frente a él, observándole, mientras aquel señor grande y peludo se entretenía en ir arrancando hojas de los árboles, que iba comiéndose. De repente, sin despedirse, desapareció entre ‘lo impenetrable’… ¡Y volvimos a respirar! Con el mismo nerviosismo que al principio y turbado por un extraño sentimiento de satisfacción de haber cumplido no sé qué deseo… regresé (regresamos) al campamento base dispuesto a escribir este relato.
Recuerdo que cuando el gorila desapareció, me quedé con ganas de decirle: “Que seas feliz… Adiós”.
Parque de los Volcanes (Uganda). © P. Grifol
Apunte para viajeras responsables: gorilas en peligro
Los gorilas de montaña se mueven por el Bosque de Bwindi –bwindi significa impenetrable en el idioma de los nativos del lugar–, situado a más de dos mil metros de altitud y ubicado entre las fronteras de Uganda, Ruanda y Congo. La mayoría están concentrados en el llamado Parque de los Volcanes, donde la famosa primatóloga Dian Fossey inició en la década de 1970 el seguimiento de varias familias para estudiar sus costumbres en un proceso que le ocupó 15 años de su vida, contribuyendo a su conocimiento y conservación. Su vida, que como es sabido fue segada violentamente por un grupo de furtivos, se dio a conocer en la película Gorilas en la Niebla, de 1988.
Los gorilas viven en grupos de hasta treinta individuos compuestos por machos jóvenes y hembras con sus crías bajo la autoridad de un gorila viejo –elegido por su superioridad física–, y al que llamamos ‘espalda plateada’. Son sedentarios y su alimentación es totalmente vegetariana. Aunque el seguimiento se hace por familias, no se sabe cuántos hay exactamente. Pero el hecho es que su número ha disminuido a un ritmo alarmante por diversas causas, ya que pesar de su apariencia y su innegable fuerza física, estos grandes primates son muy propensos a contagiar enfermedades. En la década de los noventa el virus Ébola diezmó a un tercio de su población.
En 2007 pasaron a ser considerados una especie en peligro crítico, pero el turismo sostenible, motivado por las visitas guiadas, constituye el mejor medio para conseguir fondos para financiar la conservación de estos grandes simios.
La aventura comienza al llegar a Kampala, la capital de Uganda. © P. Grifol
CONSEJOS ETHERIA
*Estos datos son anteriores a la pandemia, se deben confirmar en el momento previo al viaje ya que varían frecuentemente.
Cómo llegar
Brussels Airlines, compañía estrella en vuelos a África, tiene tres vuelos semanales a Entebbe, el aeropuerto internacional de Uganda, situado a 40 km de Kampala, su capital, y punto de partida del viaje. Aunque lo habitual es contratar un recorrido en 4×4 para viajar por el este del país y visitar otros lugares interesantes como las cataratas Murchison o las Fuentes del Nilo, se puede ir directamente a Kisoro en un vuelo de Eagle Air, campamento base donde empieza el ‘gorila trek’ hacia el Bosque Impenetrable de Bwindi.
Qué documentos necesitas
Además del pasaporte, que debe tener más de 6 meses de validez, necesitas un visado para entrar a Uganda, que se obtiene al llegar al aeropuerto.
El permiso para el ‘gorila trek’ conviene gestionarlo con, al menos, tres meses de antelación y debe fijarse el día de la visita. Lo mejor es gestionarlo con un touroperador local como Great Lakes Safaris o una agencia de viajes en España para asegurarse la plaza. La tarifa es de unos 600 dólares USA o su equivalencia en euros.
Para informarte respecto a las normas a seguir para el encuentro con los gorilas conviene consultar las website de UWA Uganda Wildlife Authority; Gorilla Fundation y Gorilas de Montaña.
Kisoro (Izq.) y Bwindi (Dcha.) © P. Grifol
Qué vacunas ponerte
Se recomienda la vacuna contra la fiebre amarilla y es necesaria la profilaxis contra la malaria.
Cuándo ir
Uganda se puede visitar en cualquier época ya que tiene un clima tropical agradable durante todo el año. Las lluvias tienen su pico más alto en los meses de octubre-noviembre y en abril-mayo.
Dónde dormir
El Gorila Forest Camp Bwindi en medio del bosque es el lodge de lujo de la zona, con excepcionales vistas. Las otras opciones están en el pueblo de Kisoro: Travelers Rest Hotel, Virunga Hotel y Kisoro Heritage Guesthouse.