Seguimos, en general, con reticencias a la hora de viajar solas a Cuba o a cualquier otro destino, pero esa «soledad» es perfecta para descubrir La Habana. Esta vieja dama, que ya ha cumplido cinco siglos de vida, es la cómplice perfecta para una escapada en clave cultural. Sigue leyendo para saber por qué es buena idea viajar sola a La Habana.
Busto de bronce en honor al Premio Nobel Ernest Hemingway, en El Floridita. © Manena Munar Desde que fuera fundada, oficialmente el 16 de noviembre de 1519, la Villa de San Cristóbal de La Habana por Diego Velázquez de Cuéllar, a la sombra de una ceiba (árbol milagroso según los esclavos), la tradición de reunirse cada 16 de noviembre a las doce de la noche para dar vueltas alrededor de este árbol y pedirle un deseo es una de las más antiguas y esperadas en la capital cubana. Si has decidido viajar sola a La Habana, ahí puede empezar tu experiencia en la isla. Pide un deseo y disponte a conocer sus hitos turísticos más importantes y la calidez de su gente.
Qué hacer en La Habana 1. Conoce a sus gentes Al viajar sola a La Habana podrás concentrarte en algunos factores que cuando vas con amigos pueden pasar desapercibidos. Uno de ellos es la genética de la población: taína siboney, blanca, negra, criolla, mestiza, mulata y asiática. A sus genuinos habitantes, los taínos, le siguieron los colonizadores españoles y los franceses e ingleses que desembarcaban en su deseadas costas, a veces con la bandera oficial de sus países, otras en barcos de corsarios y piratas. Entre los unos y los otros llegaron los esclavos negros extirpados de su África natal, a los que, una vez abolida la esclavitud, se unieron los chinos solicitados para trabajar en los campos de algodón.
Por las calles de La Habana se encuentran personajes entrañables de diferentes credos, profesiones y edades. © Manena Munar 2. Recorre la Habana Vieja En La Habana la protagonista es la calle. Ya sea en la Habana Vieja, el Malecón, el Morro, el barrio del Vedado o el cementerio de Cristóbal Colón. Durante el paseo por las cinco plazas de la Habana Vieja se observa la meticulosa labor de Eusebio Leal, el historiador de La Habana que lleva años restaurando su ciudad a la que tilda como “un estado de ánimo”. La arquitectura de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX que delimitan las casas, palacetes e iglesias de las plazas de Armas, de la Catedral, de San Francisco de Asís y de la Plaza Vieja fluctúa entre el estilo barroco, colonial, mudéjar, art noveau , art decó y ecléctico.
El paseo del Prado Recién remozados la mayoría de los edificios en tonos pastel, ocres o de su color natural, sus piedras muestran la belleza única de La Habana que aumenta al desembocar en el paseo del Prado, escenario social de la ciudad a finales del siglo XVIII en donde, a pesar del abandono de muchos edificios, aún se perfila su grandeza.
En el paseo del Prado se venden coloridas pinturas, ropa, pasan los niños patinando, se escucha el son cubano de un grupo a lo “Buena Vista Social Club” cantando como sólo ellos saben hacerlo, mientras todo el que pasa por allí les sigue el ritmo bailando, como sólo ellos saben bailar. Y para que no sea a palo seco, ‘Maniiiii’, canta la vendedora de cucuruchos de cacahuetes o de plátano frito. En medio del bulevar, unas ‘chavalitas’ vestidas de faralaes bailan sevillanas, muy cerca del Centro Andaluz de La Habana.
La plaza de la Catedral, una de las cinco de La Habana Vieja. © Manena Munar Un café en el hotel Inglaterra Finalizando el Paseo de Prado hay que tomarse un café en el legendario Hotel Inglaterra , vecino de la Pastelería Francesa de toda la vida y colindante con el ecléctico Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso , que ocupa el lugar donde antiguamente se levantaba el Teatro Tacón (1838). En la siguiente manzana se yergue el neoclásico Capitolio construido en 1929 a imagen y semejanza del Capitolio de Whasington D.C. para albergar la Cámara del Congreso de la República de Cuba. Tras una exhaustiva restauración iniciada en 2010 ha reabierto algunas de sus salas como la del Himno y la Constitución o la de los Símbolos Patrios.
Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso. 3. Observa el Caballero de París Siguiendo con la caminata, aparece El Caballero de París , una obra del escultor José Villa Soberón que está situada a la entrada del convento San Francisco de Asís. En este lugar se encuentran los restos del español José María López Lledín, alías Caballero de París cuando, allá por los años cincuenta, no tenía otro afán que errar por las calles de su querida Habana charlando con todo aquel que quisiera escucharle. Tan elocuente y grácil era su conversación que el entrañable personaje ha sido fuente de inspiración para escritores, cineastas y hasta para su médico, el doctor Luis Calzadilla Fierro, que escribió el libro Yo soy el Caballero de París sobre sus andanzas.
Calle de la Habana Vieja. © Alexander Kunze 4. No rehuyas una buena conversación Hay que reconocer que al cubano le gusta hablar. Las pláticas que se escuchan por la calle no tienen desperdicio. Están llenas de gracejo y filosofía y también de cultura, pues el cubano es culto. Cualquier ocasión es buena para dialogar, ya sea al encontrarse con un amigo -todos se conocen- o haciendo nuevos amigos. También en la cola para los huevos, que acaban de llegar según vocifera un paisano a bordo del coco–taxi, que cobra mucho más de lo que debía aunque, según asegura el conductor, el taxímetro no miente…
La vendedora del mercadillo, entrada en años, charla con sorna sobre lo divino y lo humano, sin obviar lo político, y recuerda a sus antepasados venidos de un pueblo minero de Asturias.
Al tiempo que señala uno de los muchos carteles que adornan La Habana sobre el bloqueo americano que, según ella, tiene la culpa de todo. Y sigue filosofando mientras envuelve un ‘transformer cubano’, que no es otra cosa que una lata de refresco convertida en cámara de fotos, de la que incluso sale un pajarito al apretar el tirador de la lata convertido en disparador.
Un par de mujeres vestidas de blanco de arriba abajo cruzan la calle de vuelta a casa en el barrio de Guanabacoa , donde vive la santería, en su camino al parque de Almendares, lugar sagrado para los que profesan el sincretismo católico con la religión afrocubana yoruba de los santeros.
«Almendrón» en La Habana, frente al Floridita. © David Braud 📌 Un clásico de la calle habanera es la reunión de hombres arreglando un almendrón con piezas de aquí de allá, mimándolo con la misma pasión que harían con sus gallos de pelea, a la par que opinan sobre la conveniencia de recomponer su viejo Cadillac con el motor de un Fiat desahuciado, la bomba del Mercedes, el tubo de escape del Volkswagen o el embellecedor del BMW.
5. Toma un daiquiri en La Floridita Hora de tomarse un daiquiri en La Floridita , inmortalizado por Ernest Hemingway, a quien el bar dedico el busto en bronce que desde la esquina sonríe a todos aquellos que acuden aquí para brindar a su salud. En esa misma barra el Premio Nobel de Literatura alzó la copa con Spencer Tracy, Ava Gardner, Errol Flynn y otras muchas celebridades que probablemente se alojarían en el mítico Hotel Nacional de Cuba .
El Floridita, donde la gente entra a brindar con el mojito que tanto le gustaba a Hemingway. © Manena Munar Más que un hotel, el Nacional es la historia de Cuba condensada en sus salones y jardines, dominando el malecón desde la loma de Taganana. Este año, el inmenso rótulo de 500 años se sitúa en sus jardines entre dos de los cañones de la antigua batería española del siglo XVIII. En su Salón de la Fama se pueden ver fotos y recuerdos de Hollywood, la mafia estadounidense, astronautas, famosos del mundo entero, aristocracia y gobierno que pasearon por sus estancias y disfrutaron de su coctelería y gastronomía al son de Compay Segundo y Buena Vista Social Club, en el Bar 1930, hoy dedicado a su memoria, donde siguen tocando sus sucesores.
Hotel Nacional de Cuba. © Manena Munar 6. Escucha los cañonazos a las 9 de la noche Es obligatorio entrar en la fortaleza más grande de América, la de San Carlos de la Cabaña , construida durante el reinado de Carlos III. Desde allí se alcanza a ver el faro del Morro y una espléndida panorámica de La Habana. Y a las nueve de la noche, ‘la hora de los mameyes ’, se disparará el cañonazo desde la fortaleza, como se viene haciendo desde tiempos inmemoriales, de cuando los ingleses tomaron La Habana. Sus soldados, vestidos de rojo y negro (colores de la fruta mamey), fueron llamados por los cubanos ‘mameyes’. Al anochecer, debido a la colorida vestimenta se hacían visibles en la oscuridad. De ahí que al sonar el cañonazo cada noche deviniera en el gráfico apelativo.
Desde el cañón de la fortaleza La Cabaña en la «hora de los mameyes” se lanza un cañonazo. © Manena Munar Momento, por otro lado, de serpentear entre las sorprendentes callejuelas habaneras hasta dar con el palacete venido a menos donde se encuentra el Paladar La Guarida , plató de la película ‘Fresa y Chocolate’. O, ¿por qué no?, seguir los tópicos típicos y cenar en La Bodeguita del Medio , un lugar donde degustar lo más sabroso de la cocina criolla y entretenerse leyendo los mensajes, poemas, comentarios, y rimas que cuelgan de sus paredes.
7. Recorre el Malecón Durante una carrera mañanera de siete kilómetros por el Malecón, desde La Habana Vieja hasta el selecto barrio de El Vedado, se disfruta de la vida que discurre en la Avenida del Golfo -su nombre genuino- de sus seis carriles, de las obras de arte que dejan las bienales y del ancho muro donde se sienta la gente a pasar la tarde, a pescar, a esperar el ocaso, patinar, charlar y bailar. Desde allí se avista del Morro y asoma la sutil estatua de La Giraldilla (Doña Isabel de Bobadilla), coronando el castillo de la Real Fuerza, todavía a la espera del regreso de su marido, Don Hernando de Soto, que descubrió el río Mississippi de donde nunca volvió.
El Malecón al atardecer. © Raúl Cacho Se pasa por la antigua embajada estadounidense , rodeada por mástiles, fantasmas de antiguas banderas ondeantes, recuerdo de otras eras, hasta llegar al hotel Riviera , otro de los reductos del hampa. Después, se desemboca en El Vedado entre un palacete y otro, algunos remozados, otros muchos a la espera. Un gimnasio improvisado en el garaje de una antigua mansión da un resultado excelente a sus musculosos gimnastas. Paladares (restaurantes) a la última en los bajos de los palacetes con cervezas Bucanero o Cristal, fresquitas, perfectas para coger fuerzas antes de seguir hasta la plaza de la Revolución José Martí , símbolo de La Habana y lugar de manifestaciones como la del 1 de Mayo.
7. Recuerda la película ‘Fresa y Chocolate’ En ruta de nuevo, enfilando hacia el cementerio de Cristóbal Colón, otro alto en el camino sería el Centro Cultural Cinematográfico Fresa y Chocolate, nombrado en honor a la deliciosa película dirigida por Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabio. Situado entre las calles 12 y 13 y lindando con la calle 23, esta zona dedicada al cine se encuentra antes de llegar al cementerio.
8. Pasea entre tumbas El camposanto de La Habana está considerado uno de los más bellos de América. Entre las espectaculares bóvedas y esculturas de algunos mausoleos, como aquel levantado para acoger a los Bomberos de la Habana o el Pabellón de Asturias, se recogen las tumbas de políticos, artistas, truhanes, benditos y hasta de gente normal.
Barrio Chino de La Habana. © Louis Renaudineau 9. Sorpréndete con el lujo de la Quinta Avenida No hay que dejar La Habana sin dar una vuelta por la Quinta Avenida (avenida de las Américas) en Miramar, municipio de La Playa. Sus amplias avenidas y lujosas mansiones le merecieron el apelativo de Champs-Élysées en América.
Allí está la fuente de las Américas, la isla del Coco (antiguo Coney Island Park, uno de los primeros parques temáticos de Cuba), la marina de Hemingway y el hotel El Viejo y el Mar, llamado como la novela de Ernest Hemingway inspirada en La Habana. En la Quinta Avenida se suceden la mayoría de las sedes diplomáticas, lo que le ha llevado a nombrase también como avenida de las Embajadas.
10. Pasea por el Jardín Botánico Nacional Tampoco se puede obviar el espectacular Jardín Botánico Nacional , a 25 kilómetros al sur de la capital cubana, donde en sus más de cien hectáreas se recoge una muestra de todos los paisajes de la isla; una superficie de 200 especies de palmeras y un invernadero con la flora tropical de todos los continentes.
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Dónde dormir en La Habana
Iberostar Grand Packard en la Habana . De situación inmejorable, con vistas al Paseo del Prado, al Fuerte de la Cabaña y al Morro. Este hotel cinco estrellas con todas las comodidades goza de una excelente cocina cubana.
Hotel Meliá Cohiba . En el distrito de El Vedado, a orillas del Malecón, entre La Habana Vieja y la Nueva, cuenta entre sus instalaciones con la “Casa del Habano” donde comprar los célebres puros cubanos.
La Casa de Mima , en plena habana Vieja, es un lugar entrañable donde sentirse como en casa, charlando con la familia, compartiendo su sabrosa cocina y conociendo los secretos de La Habana más auténtica de la mano de su dueña, Laura, una mujer joven, simpática y culta. Dirección: 604 San Lázaro. Tel. +53 5 2367546
Dónde comer en La Habana
Paladar La Guarida . Un emblema en La Habana, situado en un antiguo palacete de principios del siglo XX. Allí los directores de cine Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío filmaron la película Fresa y Chocolate, ya un clásico del mejor cine cubano.
La Bodeguita del Medio , lugar de encuentro de intelectuales como Julio Cortázar, Mario Benedetti y, por supuesto, Ernest Hemingway, a quien le esperaba su mojito nada más entrar. Excelente comida criolla y cócteles para todos los gustos.
Visitas recomendadas en La Habana
Museo del Ron para, entre barriles y aromas a ron, probar cubatas, cubalibres o mojitos mientras se observa el proceso del ron.
Gran Hotel Manzana para comprar las cremas faciales de Alicia Alonso.
Museo de Bellas Artes de La Habana con exposiciones permanentes de Arte Cubano y Arte Universal.
Barrio Chino de La Habana, enclavado en su centro, es uno de los más antiguos y grandes de América Latina.
No te pierdas… Cuba con amigas Viajar con amigas a Cuba siempre es buena idea .