Viajar al norte de India, a las puertas del desierto del Thar, es entrar en un universo de color brillante. Sobresale no solo por el tono de sus edificios, que van del rojo de la arenisca hasta el blanco de sus mármoles, sino por la amalgama colorida de los saris de las mujeres rajastaníes. Descubre las alegres pinceladas de estas diez paradas del Rajastán. No te prives del capricho de llevarte un recuerdo de India. 10 visitas imprescindibles en el Norte de la India 1. La vibrante Delhi Aterrizamos a orillas del río Yamuna, en la vibrante Delhi. Una de las ciudades más antiguas del mundo, fundada en un cruce de caminos caravaneros junto a la llanura del Ganges. Delhi no es la urbe más bonita del país, pero es una ciudad viva y de historia milenaria. Lo comprobarás en la Vieja Delhi al recorrer las estrechas callejas de Chadni Chowk, abarrotadas de gente, pintorescos bazares, palacios de estilo victoriano y símbolos poderosos como el Fuerte Rojo. Nombrado así por la piedra arenisca que usaban los mogoles, acoge un alegre mercado entre palacios y mezquitas.
En Nueva Delhi , una metrópoli de aire occidental, visita el Raj Ghat , el memorial de Mahatma Gandhi, una sencilla losa de mármol negro sobre la que fue incinerado y en la que arde una llama perpetua. Otra señal de honor eterno es la Puerta de India, el mejor monumento colonial, un gran arco cuyo césped se vuelve familiar al caer la tarde. Observa la simpatía que tu presencia suscita entre los enormes ojos oscuros locales.
Delhi es una parada fundamental en un viaje a India. 2. Culto al amor en Agra Nos entregamos al amor en el Taj Mahal , la pasión de Shah Jahan, un emperador mogol, por su esposa favorita, a la que quiso levantar un monumento funerario. Su bella simetría arquitectónica y los mármoles blancos incrustados de piedras semipreciosas lo convierten en un tesoro de influencias persas y arquitectura islámica e india. Rabindranath Tagore afirmó que era “una lágrima en la mejilla del tiempo”. Descálzate, como marca la norma, para recorrer su pulido mármol y admirar las filigranas vegetales donde trabajaron miles artesanos. Busca los mausoleos del emperador y su mujer. Allí, a orillas del río Yamuna, se reunieron después de que el emperador pasara diez años prisionero en el fuerte de Agra –arrestado por la ambición de sus hijos–, desde donde añoraba el eterno reencuentro con su amada.
El Taj Mahal es el monumento funerario que hizo el sultán Shah Jahan para su esposa favorita. 3. Jaipur, la ciudad de color chicle En la capital del Rajastán, Jaipur, más conocida como la ciudad rosa , atrapan la mirada las vistosas fachadas de este tono pastel. Su ornamentado estuco refleja la fastuosidad con la que vivieron los maharajás. ¿El motivo? En India, el rosa es símbolo de amabilidad y, ante una visita del príncipe de Gales, mostraron la hospitalidad urbana tiñendo fachadas. Este vistoso color se ha mantenido por norma urbanística y hasta los mercados son de tono chicle.
Quedarás maravillada ante el Palacio de los Vientos , porque su fachada es una miríada de ventanitas desde donde las mujeres se asomaban, sin ser vistas, al ritmo callejero. Deambulando por sus mercados y puestos artesanales nos atraen las marionetas, las joyas de plata y la seda. Sus colores parecen más alegres, tal vez sea el efecto de la hospitalidad rosa. A 10 kilómetros de Jaipur, el Fuerte Amber es el conjunto palaciego fortificado de roja arenisca y mármol blanco desde donde se gobernó el Rajastán durante 700 años hasta que el joven emperador Jai Singh II fundó Jaipur.
Maravilloso Palacio de los Vientos de Jaipur. 4. Ajmar, los colores del tiempo Al abrigo de la sequedad del desierto del Thar , gracias a las montañas Aravalli, surge Ajmer. Aquí la ciudad está dominada por el rojo de la arenisca de sus edificios. Se extiende al pie de la colina Taragah, sobre la que se hallan los restos del fuerte más antiguo de la India y desde el que se abarca un panorama de impresión alrededor de su lago Anasagar, construido por un marajá hace cerca de 900 años.
La ciudad en el camino hacia el norte tiene aires principescos y afamados centros universitarios de reminiscencias británicas como el denominado Mayo. En este notable edificio de mármol han estudiado muchos de los príncipes indios, una factoría de niños conocida como el ‘Eton College de la India’.
Para llegar al lugar de peregrinación islámica más importante del país debes buscar el domo blanco al pie de la montaña o bien seguir a los miles de peregrinos que caminan hacia Ajmer Sharif Dargah , la tumba del persa Moinuddin Chishti, hombre santo para musulmanes e hinduistas.
Ajmer Sharif Dargah, la tumba del persa Moinuddin Chishti, recibe miles de peregrinos a diario. 5. Pushkar, el lago azul de Brahma La espiritualidad que se respira en la ciudad conocida como la flor de loto azul te va a cautivar cuando pises alguno de los ghats –o escalinatas– de su lago. Pushkar se encuentra junto a uno de los cuatro lugares de peregrinaje para los hinduistas. Estos lugares los elige un cisne sagrado al dejar caer una flor azul de loto. Es la única ciudad india con un templo dedicado a Brahma , el Jagat Pita Shri o dios creador del universo. Déjate llevar por la tranquilidad y buen ambiente que han convertido a una de las ciudades más antiguas del continente en un destino ‘boho chic’. Asomarse al lago durante el amanecer, desde alguno de sus 52 ghats, contagia la espiritualidad de los peregrinos durante su baño para purificar pecados.
Lago azul de Brahma, en Puskhar. 6. Abhaneri, la ciudad del resplandor El pozo escalonado –o baori de Abhaneri– nos lleva a una pequeña localidad medieval conocida por el resplandor que provocó la desaparición de la diosa Harshat Mata. El tradicional aljibe indio que acumula el agua de lluvia es un cono invertido al que se accede por estrechas terrazas hasta los 20 metros. No solo abastece a las necesidades de los locales en invierno, cuando se viven los momentos más secos del año, sino que era un lugar de purificación antes de entrar a los templos. Es, a su vez, un buen lugar de relax, pues la temperatura en su interior es más fresca que en el exterior gracias a la humedad.
Una galería de arcos contornea el aljibe donde sobresalen varios templetes dedicados al simpático dios Ganesh . El elefante es patrono de artes y ciencias y una de las deidades más populares y queridas entre los hinduistas por ser símbolo de abundancia y allanador de obstáculos.
Pozo escalonado o baori de Abhaneri. 7. Fatehpur Sikri, el rojizo de los mogoles Esta joya olvidada, con su tono rojo y sus palacios, apenas estuvo habitada 15 años después de ser fundada por el emperador mogol Akbar el Grande. Así se lo ofreció al santón Salim Chishti, por darle tres hijos varones, y creó esta “ciudad de la victoria” en la que situó su imperio. La escasez de agua fue el motivo de su abandono, no su encanto. Aún cautiva su palacio real, con sus salas de audiencias, y su gran patio con estanque. En el enorme patio rojizo de la mezquita se halla la blanca tumba de mármol del hombre santo. Nos ha encantado el Panch Mahal , un palacete de aire budista destinado a la diversión de las mujeres donde escuchaba música y se veían danzas sobre el estanque. Sus cinco pisos abiertos hacen la función de una torre de viento donde circulaba la brisa como un aire acondicionado natural.
Panch Mahal, palacete de aire budista destinado a la diversión de las mujeres. 8. Khajuraho, el color de Eros Este era un punto de encuentro de civilizaciones indio-aria hasta que llegaron los mogoles y sus creencias islámicas. En Khajuraho se encuentra la mayor concentración de templos hinduistas y jainistas del país, y es el único lugar con motivos eróticos como principal ornamentación. Su lejanía del sagrado río Ganges evitó que fueran destruidos por los mogoles a su paso. La selva los envolvió ocultándolos, aunque apenas han sobrevivido al paso del tiempo una veintena de templos. Admirando sus esculturas se evoca la vida en la corte con bonitos conjuntos de bailarines y músicos, escenas cotidianas, de dioses y animales, pero, sobre todo, destacan escenas eróticas que, algunos dicen, alejaban la presencia de malos espíritus del lugar provocando un auténtico canto a la vida.
Admira la belleza de los templos de Khajuraho. 9. Cañón de Raneh, rosa, rojo y gris Desde el Himalaya, desciende el río Yamuna a su encuentro con el Ganges. Antes recibe afluentes como el río Ken, que ve multiplicado su caudal con los monzones, y crea uno de los paisajes más espectaculares del norte indio: las gargantas de Raneh . Su rosa y el color púrpura contrasta sobremanera con los tonos grisáceos del granito en un pasaje pétreo extraordinario de 30 metros de profundidad. Aguas abajo del cañón, la selva nos envuelve hasta la confluencia de los ríos Ken y Khudar donde se encuentra el santuario del amenazado cocodrilo del Ganges o gavial. Con sus 6 metros de longitud es inconfundible por su largo hocico y sus ojos saltones.
Gargantas de Raneh. 10. Varanasi, matices de luz y vida En Varanasi, el lugar más ancestral habitado, sentirás el efecto hipnótico del Ganges. Tendrás que recorrer sus aguas de color chocolate en barca, con las primeras luces, mientras asoma a su orilla el colorido de los saris y las túnicas azafranadas. Sus escalinatas valen para celebrar un ritual de purificación, para espiar pecados o para despedir los últimos restos de un familiar. Podrás contemplar momentos tan vibrantes como una cremación, el broche final a un ciclo de vida, o tan llamativos como el ritual de cada atardecer en honor de la personificación del río, la diosa madre o Maa Ganga. Respira, toma un tradicional té –o chai– y vuelve al mundanal trajín, que estás en la ciudad donde se fabrica la mejor seda.
Disfruta de la preciosa luz de Varanasi. También te puede interesar de la India Una maleta para… INDIA .
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