El dulzor de las uvas maduradas en armonía con la naturaleza en el valle de Ocón despierta nuestros sentidos y nos abre una puerta a este desconocido territorio que nos hace sentir en La Toscana italiana sin salir de La Rioja. Es tiempo de viajar por esta región con nombre de vino. Viñedos de la bodega Casa La Rad. Actualizado junio 2021 Los días largos en luz de finales de verano o comienzos de otoño nos invitan a viajar al campo en busca de esas tareas de recolección que dan los frutos de todo un año de cuidados agrícolas. La vendimia en la bodega de Casa La Rad , una propiedad histórica riojana con cepas cuyos orígenes se remontan a 1960, se perfila como un lugar perfecto por su inmensidad de colores y sabores.
Con la ventaja de situarnos a caballo entre los rigores climáticos del valle del Ebro y las influencias atlánticas, buscábamos esos terruños donde maduran la mayor parte de las variedades autóctonas tintas y blancas riojanas de la finca. Subimos a lo más alto, hasta la viña más antigua de las 100 hectáreas de viñedo plantado en la propiedad, donde se halla el pabellón de caza del siglo XVII del marqués de Legarda, antiguo propietario de la hacienda, del que toma nombre. Más allá de los olivares, campos de almendros y cereales en cultivo ecológico que recrecen la finca hasta las 800 hectáreas, divisamos un valle tranquilo de perfiles ondulados por colinas y pueblos prendidos de las laderas al más puro estilo de la Toscana.
La vendimia vista desde el aire en La Rioja. A vendimiar por un día Aparte de adentrarnos en los misterios de la crianza del vino, con los sentidos puestos en los matices de la producción limitada de los cinco vinos de la hacienda, agrupados bajo las denominaciones Solarce y Casa La Rad, podemos disfrutar al aire libre practicando de sus atractivas propuestas de enoturismo . Así es que nos vestimos con ropa cómoda para vendimiar por un día. Al igual que sus visitantes chinos, apasionados por vendimiar, nos disponemos a recoger los mejores racimos con las manos para después elaborar los primeros mostos en prensa tradicional. Una aventura entre viñedos que deja muy buen sabor de boca.
No menos atrayente es montar en alguna de sus bicis y recorrer los 40 kilómetros de senderos de la finca o degustar un pícnic a la sombra del árbol que elijamos.
Uva recién vendimiada en La Rioja. Bienvenida a las aves En algún momento de nuestra visita al viñedo entre encinas, madroños, coscojas y enebros veremos algún ciervo o la mirada curiosa de un corzo, nos sobrevolarán los buitres leonados o veremos al busardo ratonero de caza. Fauna cuya presencia simboliza la excelente complicidad que los cultivos mantienen con la naturaleza; aunque la estrella natural –por el gran ambiente que congregan– son las tres charcas, el lugar con más alas del viñedo. Ahora en otoño muchas aves en migración, como las anátidas, las utilizan como enclave para descansar, y otras como las grullas se alimentan durante unos días antes de seguir viaje hacia el sur. Hasta investigadores de la Universidad de Logroño estudian en sus aguas la posibilidad de reintroducir al pez fraile, que podrían convertirse en uno de sus enclaves más secretos para recuperar una maltrecha población riojana en peligro de extinción.
Vista aérea de campos agrícolas en Villar de Arnedo (La Rioja). Ausejo, la luz de un pueblo al atardecer Empieza a surgir el colorido sutil del final del día cuando dejamos atrás el viñedo más excepcional del valle de Ocón. Además de su extensión, lo que lo hace único es la complicidad de su equipo técnico con la tierra, de cuyas variedades de suelos están obteniendo unos vinos que dejan huella en el panorama internacional en lugares como Estados Unidos, Canadá, Japón y China. Sin olvidar la reciente declaración de “viñedo singular” de una de sus parcelas de 2 hectáreas. De esta sale un vino excelente de variedad garnacha que, gracias a características exclusivas de altitud, orientación, suelo y edad de las vides, la han hecho merecedora de tal reconocimiento.
Las luces de Ausejo , el pueblo más cercano, se encienden iluminando su conjunto urbano apiñado sobre un monte, culminado por el castillo, en el que los romanos ya hallaron lugar para vigilar el paso camino del Ebro.
Molino en el valle de Ocón. Pueblos riojanos rurales y genuinos Apenas nos detenemos pues no vemos el momento de avanzar hacia los secretos del valle de Ocón antes de que caiga la noche. Un paisaje de campos de cereal, viñedos, almendros, olivos y nogales que doran sus hojas con las temperaturas otoñales nos da la bienvenida mientras cae la tarde. En sus pueblos pequeños –La Villa, Santa Lucía, Los Molinos, Pipaona, Aldealobos, Las Ruedas – se mantiene el encanto de lo rural sobre el que sobresalen rotundos templos en el centro urbano. El tiempo pareciera haberse dormido si no fuese por el olor a leña quemada que sale de sus chimeneas.
Señal de itinerario ecuestre en el valle de Ocón. Es hora de buscar abrigo, y para ello nada mejor que recalar en alguno de sus alojamientos rurales. En El Redal hallarás la Casa de la Condesa , una propiedad del siglo XVI con gran portalada y acogedoras estancias de donde te costará salir salvo para disfrutar del sol entre los tilos de sus jardín de aires románticos.
En Las Ruedas de Ocón podrás dormir en la plaza del pueblo frente a la iglesia si te quedas en Casa Gassedat , una vivienda tradicional del siglo XIX con un aire popular al que contribuye su esmerada decoración con artesanía riojana.
Bodegas Casa La Rad. Un camino entre cipreses No solo los valores culturales y patrimoniales, que surgen al paso del valle de Ocón, confirman su ubicación en una Reserva de la Biosfera sino que conducen hasta pueblos como Aldealobos , donde aún se conserva la vieja almazara con las enormes prensas para extraer el aceite del fruto del olivar. Al pie de la sierra de Hez , que la separa de Cameros, sus encinas y robledales abren paso a atractivas sendas salpicadas de manantiales por donde adentrarnos con la llegada de un nuevo día.
Ahora es momento de buscar la Casa de la abuela Bego y descansar un rato antes de que la noche sea plena.
Molino del valle de Ocón. Ojalá llegue despejada porque será el momento perfecto de buscar el molino de viento del valle de Ocón , el paraje más famoso del valle. Afirman que hubo molinos en el siglo XIV por todo el valle para la molienda del trigo, pero solo un muro redondo en ruinas es el testigo de todos ellos. Su estudio sirvió para construir la réplica que se levanta a su lado y que vemos a 800 metros de altitud al final de un camino de cipreses.
Te fascinará el molino con su muro de piedra y sus gigantescas aspas, que son las únicas que verás en el norte peninsular. Cuando levantes la vista quedarás prendada también del vértigo del cielo estrellado, porque estás en pleno corazón de unas de las siete Reservas Starlight .
Vista aérea del pueblo abandonado de Oteruelo. Sabores reconstituyentes El silencio hace tiempo que se apoderó de pueblos como Oteruelo cuyo declive comenzó en los años 60. Ni siquiera la cercanía de Logroño, apenas a 30 kilómetros, lo salvó del abandono. Esta dejadez la contrarresta el resto de pueblos del valle que han mantenido vivo su atractivo rural.
El encanto se prodiga incluso en casa del boticario de Pipaona, hoy convertida en un animado alojamiento rural, La Botica de Pipaona , donde te recomendamos almorzar con huevos de corral o disfrutar de los sabores de la tierra, como las setas, que trae la fructífera temporada otoñal. Así practicamos la alimentación de kilómetro 0, tradición de las más arraigadas en el valle.
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