El pasado de esta isla supera con creces los giros de trama de cualquier ficción. Con tan solo 85 metros de largo y 250 de ancho, San Simón ha recibido ataques de piratas, ha cobijado a caballeros templarios, a marineros enfermos que regresaban de América, fue campo de concentración, orfanato, y hoy debe su fama al Sinsal, un singular festival de música.
Escultura ‘O ofrecemento da auga’, de Sergio Portela, en un jardín de la isla de San Simón. © Kelu Robles Actualizado 12/2023
Entre bateas, barcos pesqueros y el imponente puente de Rande, en la ría de Vigo se intuye una pequeña y frondosa isla, o islas, porque San Simón no puede entenderse sin su vecina isla de San Antón, ambas conectadas por un poético puente de piedra. Sus elegantes y coquetos edificios color pastel nada sugieren los oscuros episodios que se han producido en su interior.
Los primeros seducidos Un vigilante espera la llegada del ferry con turistas procedentes del puerto de Vigo. Cuando la embarcación se acerca al muelle de San Simón, el trabajador se afana en abrir un candado que une sus enormes y ferruginosas puertas de acceso. El detalle recuerda que a esta isla protegida —es Bien de Interés Cultural— no se puede entrar ni salir por libre . La anécdota resume fortuitamente gran parte de su pasado.
Casi todas las personas que han vivido en San Simón permanecieron aisladas. Los motivos por los que lo hicieron marcaron la diferencia.
Toda la isla de San Simón está flanqueada por grandes muros de piedra. © Kelu Robles Los primeros habitantes que llegaron a San Simón para alejarse del resto del mundo fueron los monjes benedictinos en el siglo X. El lugar era perfecto, garantizaba el silencio necesario para la vida anacoreta y, al mismo tiempo, su cercanía al municipio de Redondela facilitaba otras cuestiones pragmáticas de la vida diaria. Los caballeros templarios también escogieron este lugar para su retiro y construyeron una pequeña ermita en la que posteriormente rezarían franciscanos y pascualinos.
Piratas y cuarentenas La paz se truncó con la llegada a cañonazos del corsario inglés Francis Drake en el siglo XVI. Corsario y no pirata, es decir, funcionario que trabajaba a sueldo y por encargo de la reina Isabel I de Inglaterra. Tras su derrota en la batalla de La Coruña en 1589, Drake desembarcó en la ría con sed de venganza y arrasó Vigo, Ons, las islas Cíes, y también San Simón .
San Simón y San Antón sirvieron como escenario del enfrentamiento entre las coaliciones anglo-holandesa e hispano-francesa de la Batalla de Rande. © Ludolf Backhuysen, Royal Museums Greenwich Los vigueses tampoco olvidan la Batalla de Rande en 1702, cuando los navíos de la Corona de Castilla, repletos de tesoros robados en Sudamérica, fueron abordados por los galeones ingleses. La leyenda, enmarcada en plena Guerra de Sucesión española, asegura que en el fondo de la ría todavía permanece aquel botín, pero la realidad sugiere que sí fue recuperado, aunque no registrado oficialmente debido a que la tripulación española tenía que corresponder a la Corona con un impuesto proporcional al oro requisado —y ya por aquel entonces a nadie le gustaba pagar impuestos—.
Julio Verne situó aquí el submarino Nautilus en busca de los supuestos tesoros de esta batalla en Veinte mil leguas de viaje submarino . Una escultura junto a la isla de San Simón conmemora esta obra literaria.
Los recorridos guiados por San Simón y San Antón incluyen traslados en ferry y una visita previa al Museo Meirande. Más información en piratasdenabia.com (desde 18 euros)
Cementerio del lazareto de San Simón. © Kelu Robles Confinamiento en San Simón El aislamiento natural de San Simón y San Antón fue una cuestión primordial durante el siglo XIX, cuando las islas se convirtieron en lazareto. La mayoría de sus edificaciones corresponden a esta etapa como leprosería , en la que los marineros procedentes de América debían hacer cuarentena antes de pisar la Península. Sus enfermerías y albergues se repartieron en dos zonas: los pacientes aparentemente sanos se alojaban en el llamado lazareto limpio, en San Simón, y los enfermos en el lazareto sucio, en San Antón.
El puente de piedra que une las islas de San Simón y San Antón contiene puertas independientes que servían como protocolo sanitario.
Vista de una de las puertas entre lazaretos de la isla de San Simón. © Kelu Robles Campo de concentración franquista El mismo lugar en el que se salvaron tantas personas se convirtió posteriormente en campo de concentración del franquismo , desde el año 1936 hasta 1943. Esta es la etapa más oscura del archipiélago, al que siguen acudiendo familiares de reos que no olvidan el hambre y la sed que sufrieron sus parientes. Este hecho no impidió que, años después, la familia Franco también eligiera las islas como destino vacacional, hasta que un accidente marítimo se llevó la vida de varios trabajadores de su guardia. A pesar de su cercanía a la playa de Cesantes, las fuertes corrientes marítimas complican la llegada a la costa.
Un pequeño cruceiro en el islote de O Cobreiro recuerda el hundimiento de la embarcación en la que viajaban los trabajadores del dictador. © Kelu Robles El cagarrón y el dragón Lo que parece un romántico balcón de piedra sobre el océano Atlántico, en realidad constituye la letrina más famosa y antigua de San Antón. El conocido como muelle del Cagarrón es un gran váter al aire libre con acceso directo al mar. Un inodoro medieval no apto para tímidos que, sin embargo, cuenta con una ubicación ideal para los selfis en pareja.
El muelle del Cagarrón, el más escatológico de San Antón. © Kelu Robles Dependiendo de a quién preguntes, obtendrás una versión diferente sobre la misteriosa puerta del Dragón , una profunda cavidad excavada en la tierra y sellada por barrotes. Algunas fuentes indican que pertenecía a la guarida de un malvado dragón llamado Coca que, según cuenta la leyenda, raptaba a las mozas del municipio de Redondela , hasta que un día los vecinos se armaron de valor y acabaron con su vida. Como prueba de su hazaña, los captores regresaron de la isla con la piel del animal, y desde entonces se recuerda aquel triunfo durante la Fiesta de la Coca , celebración pagana que coincide en el calendario con el Corpus Christi. Otras versiones afirman que esta misteriosa puerta servía como vía de escape para los monjes que huían de los piratas. La realidad es que el túnel fue excavado por los presos políticos para canalizar el tratamiento de residuos.
Vista de San Simón desde San Antón. © Kelu Robles Más pistas de la isla de San Simón San Simón tampoco abandona el misterio en el presente y cada verano celebra el Sinsal , un peculiar festival de música en el que el público desconoce el cartel hasta el último momento. La ubicación del evento y el poso histórico de las islas añaden razones extra para que queramos descubrir San Simón y San Antón durante este evento tan especial.
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