Gabriele Münter se enamoró de la villa de Murnau en el siglo XIX, pero ¿qué vio esta pintora expresionista alemana en dicho pueblo bávaro para considerarlo su “lugar favorito en el mundo”? Te contamos los secretos de ambos, de la pintora y de la población. Los colores imaginarios de los paisajes de Gabriele Münter. © Manena Munar Para que os empecéis a ubicar, el pueblo de Murnau se encuentra en Baviera , una bella región de Alemania inmersa en los Alpes y donde se esconden pueblos de ensueño. Casas con entramado de madera y frescos en sus fachadas, campos verdes en verano, blancos en invierno, y un abanico de tradiciones que sus habitantes guardan con celo. Su esplendor natural tenía que atraer inevitablemente a artistas ávidos de plasmar su belleza en el lienzo, como fue el caso del pintor Franz Marc, que encontró inspiración en la Alta Baviera a la que llamaba La Tierra Azul por vislumbrar dicho tono en el paisaje. Y también fue el caso de Gabriele Münter , la protagonista de nuestra historia, una gran artista y una gran mujer, que cayó rendida ante los encantos de Murnau .
¿Quién fue Gabriele Münter? Gabriele Münter nació en 1866 en Berlín, de padre alemán y madre americana, en una familia con recursos. Desde niña ya vivía con el lápiz en la mano y ansias de libertad en el corazón. Se quedó huérfana relativamente joven y, gracias a su herencia, decidió viajar en compañía de su hermana a América, donde pasó dos años a la búsqueda de familiares. Vivir entre América y Europa le dio el privilegio de absorber lo mejor de cada continente, ya que las mujeres en aquel entonces tenían un panorama muy restringido.
Estudió técnicas de grabado en madera, escultura y pintura. Llegado el momento, volvió a Múnich y al no poder matricularse en escuelas oficiales de Bellas Artes, destinadas exclusivamente a hombres, eligió la escuela de arte Phalanx. El fundador y profesor de la misma era Wassily Kandinsky , quien le enseñó a pintar con espátula. Al principio no le resultaba fácil “Cuando empiezo a pintar, es como saltar de repente a aguas profundas, y nunca sé de antemano si podré nadar”.
“Kandinsky me descubrió la técnica de la natación. Quiero decir que me ha enseñado cómo pintar rápido y con la suficiente seguridad en mí misma para poder reflejar los momentos espontáneos de la vida”. Pintaba paisajes, retratos, un nuevo tipo de impresionismo, el post impresionismo, caracterizado por el marcado de la espátula y pincel y qué más tarde llevó a incluirle en el desarrollo del Expresionismo alemán .
A cada paso por Murnau se encuentra un testimonio de la presencia de Gabriele Münter en el pueblo bávaro. © M. Munar De alumna a amante de Kandinsky La relación con el pintor ruso Kandinsky fue tomando otros derroteros y a pesar de estar casado, fueron pareja durante doce años. Época en la que viajaron a diversos países de Europa y África; les era más fácil mantener su relación lejos del mundanal ruido. Durante sus viajes conocieron a Matisse y Rosseau y a la vuelta a Múnich ayudaron a establecer La Asociación de Nuevos Artistas (Neue Kunstlervereinigung Munchen) que cobró una tremenda importancia haciendo sucesivas presentaciones de los artistas más renombrados en su estilo.
Kandinsky, una vez en Murnau, se llegó a quejar de que el jardín le llevaba tanto tiempo que no podía pintar.
Panorámica de Murnau. © Thomas Rychly Murnau entra en su vida La vida seguía su curso hasta que un buen día Gabriele conoce el pueblo bávaro de Murnau y allí encuentra su lugar en el mundo. Murnau era un lugar vivo y bonito con una situación privilegiada: a un lado los Alpes, al otro el lago Staffelsee. No lo duda ni un momento, y en 1909 compra la casa en la que se instala con Kandinsky. En la Casa Amarilla , llamada así por su color, o la Casa Rusa, por la procedencia de Kandinsky, vive los momentos más felices de su vida. Cuidan el jardín, pintan y se rodean de artistas a los que invitan a su hogar bávaro.
Por allí pasaron el pintor ruso expresionista Alexej von Jawlensky y su pareja, también pintora, Marianne von Werefkin, y ambos formaron parte del grupo pictórico fundado por Kandinsky y Münter ‘Der Blaue Reiter’ (El Jinete Azul ), apelativo que deciden por la tendencia de los componentes a utilizar el azul. El propósito común era transmitir la esencia espiritual a través del arte.
La Casa Münter de Murnau, donde vivieron Gabriele Münter y Kandinsky, hoy día es un museo. © Konrad Wallner Gabriele, en concreto, quería plasmar el alma de lo que veían sus ojos en sus lienzos. En Murnau, donde pasó la mayor parte de su vida, pinta paisajes con vivos e insólitos colores; azul, rosa, verde y amarillo, paisajes imaginativos, lo contrario de la tendencia del modernismo alemán.
Retrataba mujeres leyendo, fumando, haciendo deporte. Acciones hasta entonces reservadas para los hombres
También le interesó aprender a pintar al revés del cristal, una técnica muy típica de Baviera. Obras con mucho color que hablan de la vida cotidiana de la gente de las montañas. El Murnau de 1860 era un pueblo lleno de restaurantes, cafés. Lleno de vida.
Plaza de Murnau, con las montañas al fondo. © Simon Bauer. Amores rotos Cuando había conseguido una estabilidad emocional y artística, la Primera Guerra Mundial la rompe en dos. La pareja de artistas tuvo que trasladarse de Murnau a Suiza. Pasado un tiempo, Kandinsky decide viajar a su Rusia natal con la promesa de volver y casarse con ella. Y, efectivamente, se casó pero fue con la jovencísima Nina Andreevskaya. Nunca volvió a ver a Gabriele. La pintora alemana cayó en una depresión que la alejó del arte durante diez años.
En 1920 vuelve a pintar y regresa a Murnau acompañada de su esposo, el crítico de arte Johannes Eichner . Dato curioso, dada la explosión de la guerra, Gabriele había escondido ochenta obras de Kandinsky y de otros miembros de la Der Blaue Reiter. Se las quedó en un afán de venganza por el abandono de Kandinsky, a lo que el pintor no puso reparos, pues la consideraba en todo su derecho. Sin embargo en 1958, ya octogenaria, donó todas las obras a Städtische Galerie im Lenbachhaus, en Múnich.
En 1994 se creó el premio Gabriele Münter para pintoras mayores de cuarenta años.
El castillo de Murnau o Schlossmuseum alberga una selección de obras de Der Blaue Reiter. © Tourist Information de Murnau La trascendencia de la obra de Gabriele Münter La Casa Amarilla de Gabriele Münter hoy acoge un museo dedicado a su obra y a la de Kandinsky, mientras que el antiguo castillo de Murnau Schlossmuseum recoge una interesante selección de obras de Der Blaue Reiter. Y fue con su marido, Johannes Eichner, con quien creó una fundación que empezó a ser operativa en 1966, cuatro años después de la muerte de la artista, dedicada al profundo entendimiento de sus obras, información sobre la procedencia de cada una de ellas, historia y literatura.
El movimiento vanguardista Blaue Reiter terminó sus días al comienzo de la Primera Guerra Mundial.
Al salir del Schlossmuseum con la vida y los colores de la obra de Münter en el corazón, se descubre Murnau iluminado por su pincel. Se entiende el porqué de su pasión al ver las cumbres nevadas de los Alpes asomando al principio del pueblo y las aguas del Staffelsee al final, o viceversa…
(Izq) Gabriele Münter descansa en el cementerio de Murnau junto a su esposo Johannes Eichner. (Dcha.) Dos escenas de Murnau. Qué hacer en Murnau Lo primero que hay que hacer es dar un agradable paseo entre las fachadas con frescos del pueblo de Murnau , cada una con un motivo alegórico. La charcutería está pintada en azul claro, la ferretería en verde y la cerveza protagoniza las mesas del pueblo. Hay que mencionar que, en tiempos de Gabriele Münter, la sociedad era bastante puritana y Murnau no trató bien a esta gran mujer. A sus ojos, vivía con un hombre casado, se dedicaba a pintar y hacía con su vida lo que le venía en gana. Una década antes de morir, recibió el Premio de Cultura otorgado por la ciudad de Múnich. Gabriele murió en su querido Murnau en 1862 , a los ochenta y cinco años. Si visitas el MOMA de Nueva York podrás ver numerosas obras suyas colgadas en sus salas.
El idílico Murnau veía a Gabriele Münter con cierto escepticismo; no era una mujer al uso. El pueblo se abstuvo de prestarle la debida ayuda en tiempos difíciles.
Atardecer en el lago de Staffelsee. © Turismo Murnau Las mansiones del lago y un guapo rey loco Tras contemplar el Ayuntamiento , subimos a bordo de un barco para, en silencio, disfrutar de la espléndida naturaleza y de las mansiones bávaras que se salpican a la orilla del Staffelsee . Al saltar del barco se impone saludar a la estatua de Ludwig II, el guapo rey loco, y dar un bucólico paseo por el prado. De vuelta, rendimos visita a la exposición sobre el arte alpino del artista bávaro Thomas Neuman .
De vuelta a Múnich, atravesando las sinuosas carreteras por las que se asoman los Alpes, el lago y el verdor, no se puede por más que reflexionar sobre esa mujer tan especial que luchó contra viento y marea para terminar compartiendo su forma de mirar la vida, sus colores, sus emociones y su dolor en el lienzo.
Bellas casonas bordean las orillas del Staffelsee. © M.Munar Guía de viajes | Gabriele Münter en Murnau 📍Cómo llegar a Murnau Entre otras líneas aéreas, Iberia cuenta con vuelos directos a Múnich. Desde la estación central de Múnich se puede tomar el tren y en una hora se llega a Murnau. Alquilar un coche en el aeropuerto te ofrece la libertad de recorrer la Tierra Azul sin estar pendientes de los horarios del transporte público.
📍Dónde dormir en Murnau El hotel Angerbräu se encuentra en una antigua casona en el centro del pueblo. Es un alojamiento agradable y cómodo en Murnau donde quedarse a dormir para recorrer la población en un fin de semana.
📍Dónde comer en Murnau La calle Untermarkt , la principal del pueblo, está poblada de bares y restaurantes donde degustar un buen menú alemán. El restaurante del hotel Angerbräu es altamente aconsejable y, además, tiene menús vegetarianos.
📍Más información en Turismo de Murnau o en Turismo de Alemania .
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