Nos vamos de ruta en coche por la península croata de Istria, uno de los lugares más atractivos y desconocidos del Mediterráneo. Además de aprender sobre su pasado romano y veneciano, nos perderemos por las calles de sus preciosas ciudades y degustaremos una de esas gastronomías que suman muchos puntos a un viaje. Cuando te lo contemos, no vas a poder resistirte a organizar aquí tu próxima escapada.
Atardecer en Rovinj. © Alfredo G. Reyes. Istria es la más grande de las penínsulas del Mar Adriático, un atractivo recoveco del Mediterráneo con forma de corazón, situado entre la Italia continental y los Balcanes. Repartido hoy entre tres países (Italia, Eslovenia y, fundamentalmente, Croacia), este territorio ha sido disputadísimo a lo largo de la historia. Por algo será.
Por fortuna, las convulsiones de la política y la guerra apenas le han restado belleza a esta península en la que la naturaleza, el urbanismo y la arquitectura siempre impactan y seducen a quien la visita por primera, segunda o, incluso, tercera vez. La Istria croata requiere de una escapada larga y pausada. Son tantos los atractivos del lugar y muchas más las experiencias que vivir, que dos o tres días aquí se antojan bastante escasos. Por otro lado, aunque existe una relativamente eficaz red de transporte público (autobuses), el vehículo propio o de alquiler es el mejor sistema para moverse por Istria . Un destino ideal para disfrutar con amigas o en pareja.
Rovinj, la visita imprescindible En la Istria croata, territorio que ocupa algo más de 2.800 kilómetros cuadrados, el mejor punto de partida es Rovinj (o Roviño). Algunos comparan este lugar con el francés Mont Saint-Michel. Y no les falta razón porque, como la famosa abadía normanda, el originario Rovinj era una pequeña isla junto a la costa que se unió al continente mediante un istmo artificial. Lo que ocurre es que aquel nuevo brazo de tierra de Rovinj acabó siendo colonizado con diversas construcciones hasta que isla, istmo y costa se transformaron en un todo desde el punto de vista urbanístico.
Hoy Rovinj muestra una de esas bellezas hipnóticas, sobre todo a la caída de la tarde durante esos días de calma en que todo el conjunto se refleja en el agua del mar, como si fuera un inmenso espejo dorado.
Alimentan el hechizo esas casas ribereñas y sus fachadas pintadas de vivos colores, cuya parte baja ocupan ahora restaurantes y comercios de souvenirs y delicatesen; las barquitas de madera ancladas en la bahía y, por supuesto, las viejas construcciones medievales de piedra vista que ascienden, como un laberinto, hacia la explanada de la iglesia de Santa Eufemia y su estilizado campanario de estilo veneciano. Con sus más de 60 metros de altura, esta torre es visible desde prácticamente cualquier punto de Rovinj.
Casas de Rovinj al atardecer. © Istria Tourist Board. A sus pies, decenas de terrazas intentan captar clientes de una forma poco invasiva. Quizás porque son conscientes de que quien llega aquí es alguien bastante diferente en costumbres a quien llena los resorts y grandes centros turísticos masivos de sol y playa de otras partes del Mediterráneo. El de Rovinj, como el del resto de la península de Istria, es un turismo tranquilo y, por lo general, con estilo. Esto se percibe a la perfección en el entorno del puerto deportivo de la localidad, junto al que atracan impresionantes embarcaciones llegadas de los más diversos lugares del planeta.
Gastronomía en Rovinj En la carta de las terrazas y restaurantes de Rovinj triunfan la pasta, la pizza, las hamburguesas y otras preparaciones habituales de eso que llaman cocina internacional básica, sí. Pero también hay lugar para la cocina regional y alguna que otra veleidad creativa. Por ejemplo, las originales presentaciones del restaurante Cap Aureo Signature , en el modernísimo Grand Park Hotel Rovinj by Maistra Collection . Allí, con unas impagables vistas al mar, al puerto y la ciudad vieja, el chef Jeffrey Vela ofrece a sus comensales una interesante experiencia de 20 pases, en la que los productos vegetales locales componen un relato culinario sorprendente y, sin duda, muy saludable.
La excelente trufa de Istria es un ingrediente muy presente en su gastronomía. © Istria Tourist Board. Un paseo por Pula Rovinj fue la capital de la provincia de Istria durante el dominio austrohúngaro (siglos XIX y principios del XX), pero tiene sentido que el actual centro administrativo y político de la región sea Pula, a unos 40 kilómetros (unos 45 minutos en coche). Y es así fundamentalmente por su historia y por su tamaño. Y eso a pesar de que esta ciudad perdió al noventa por ciento de sus habitantes, casi todos de origen italiano, al final de la II Guerra Mundial, cuando la mayor parte de la península de Istria quedó bajo la jurisdicción de la Yugoslavia del mariscal Tito.
Hoy, recuperada y multiplicada la población, Pula muestra con orgullo sus principales símbolos monumentales. Entre ellos el anfiteatro (Pula Arena, del siglo I d.C.), un de las más grandes construcciones del Imperio Romano; el Templo de Augusto (siglo I) y el Arco de los Sergios . Pero Pula es también uno de los puertos más activos de Istria, punto de partida hacia el Parque Nacional de las Islas Brijuni, o Brioni (www.np-brijuni.hr), y sus apabullantes ecosistemas terrestre y marino.
Anfiteatro de Pula. © Istria Tourist Board. Antes de embarcarse se impone un paseo tranquilo y sin rumbo por las calles de Pula, alguna de las cuales respeta en su trazado actual el de las antiguas vías romanas que estructuraron la localidad durante el periodo clásico. La principal hasta conserva su nombre: el Foro.
Poreč, un templo con mucha historia Desde Rovinj también se impone la visita a Poreč en esta ruta en coche por Istria , localidad de menor tamaño y a unos 35 kilómetros. Poreč es muy conocida porque alberga uno de los templos paleocristianos más antiguos de Europa. Se trata de la basílica dedicada a San Eufrasio , del siglo VI, con su recoleta estructura, muy modificada a lo largo de los siglos, que conserva numerosos rasgos originales. Por ejemplo, los maravillosos mosaicos bizantinos que hay en el ábside, realizados con gran maestría. O el atrio distribuidor del conjunto y su armónica arquería.
Basílica de San Eufrasio. © Alfredo G. Reyes. Poreč, como el resto de las ciudades principales de la Istria costera, es un buen lugar para recorrerlo sin prisa alguna. Se puede optar por el amplio paseo marítimo, que rodea la pequeña península en la que se asienta, o bien seguir el Decumanus o cualquiera de sus vías paralelas, cuyo nombre y trazado dejan bien clara la importancia de la presencia romana en la localidad. En estas calles y plazas surgen a cada paso pequeñas tiendas y negocios de artesanías. También el producto gastronómico estrella de la región: la trufa blanca (Tuber Magnatum ). El otoño es justo el momento para adquirirla: fresca, aromática y, sin duda, irresistible.
El interior de Istria Pero la península de Istria es mucho más que la costa adriática, por más que ésta suponga su principal polo de atracción. Hay también una parte interior que bien merece la visita y que es imprescindible incluir en una ruta en coche por Istria. Un buen ejemplo es el encantador pueblo de Bale , a unos 14 kilómetros de Rovinj.
Encerrada en el grueso perímetro de su muralla medieval y rodeada de campos de cultivo (olivos, vides, frutales) y huertos, en las últimas décadas se ha hecho un gran trabajo para devolver a esta encantadora localidad (conocida por muchos como “la ciudad de piedra”) parte de su pasado de esplendor. Éste se intuye a la perfección al admirar la factura con que se levantaron sus principales monumentos: la iglesia de la Visitación , con su gran torre apuntada y, sobre todo, el castillo de Soardo-Bembo (siglo XV), de claro estilo veneciano.
Calle típica de Bale. © Alfredo G. Reyes. Atraídos por la belleza del lugar, un buen puñado de artistas han desembarcado en el pueblo, compartiendo su creatividad en las más diversas formas, materiales y motivos y presentándola a la puerta de sus casas y talleres o en los rincones más inesperados de sus calles y plazuelas. No solo eso, Bale también es una referencia para amantes de la buena música: durante varios días a lo largo del verano tienen lugar, a las puertas mismas del castillo, los conciertos gratuitos que se organizan con motivo del Last Minute Open Jazz Festival .
El fiordo-canal de Lim También buscando el interior, en concreto unos 10 kilómetros desde la costa adriática (y a unos 8 al Norte de Rovinj), está el llamado fiordo (o canal) de Lim. En realidad, no se trata de un fiordo, dado que su origen no es glaciar. Pero en lo que sí hay analogías con este tipo de accidentes geográficos es que Lim es un curso de agua navegable. Las rutas en barquito regalan alguno de los paisajes más sobresalientes de la región. Un entorno que también se puede recorrer a pie o en bicicleta, aprovechando la red de senderos que discurre en paralelo al fiordo.
Canal de Lim. © Istria Tourist Board. Tal es su singularidad, que Lim está declarado Reserva Natural, fundamentalmente por sus fondos subacuáticos, donde habita una gran biodiversidad de peces y especies vegetales. También de mariscos (ostras, por ejemplo), algunos de los cuales se pueden degustar en los restaurantes de las localidades cercanas. Una buena referencia es Kontija (Konoba Pečenjara Kontija), en Kloštar y junto a la carretera, con sus enormes parrillas. En ellas se cocinan no solo los pescados y mariscos locales, también jugosas piezas enteras de cerdo al delicioso aroma de las brasas de madera. Sin duda, es una buena forma de terminar esta ruta en coche por la península de Istria y de llevarse, literalmente, el mejor sabor de boca.
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Turismo de Istria.
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