El macizo de Anaga, con sus impresionantes barrancos y bosques de laurisilva, os espera en el extremo nordeste de Tenerife. Entre sus montañas vivas, convertidas en Reserva de la Biosfera, se ocultan tantos encantos rurales que habría que visitarlo muchas veces para empezar a conocerlo. En este artículo os lo ponemos más fácil, ya que compartimos diez secretos que lograrán que os enamoréis aún más de esta isla.
Las brumas se quedan atrapadas entre bosques y montañas. Conocer nuevos lugares con otros ritmos es una tendencia viajera que gana cada día más adeptos y Tenerife es el destino perfecto para iniciarse. Entre las islas Canarias, Tenerife es latitud de vida porque, apoyada en su benigno clima y situación geográfica, ocupa un lugar de honor en todo lo relacionado con el turismo sostenible, ese que gracias a su compromiso e interés por el entorno que se visita deja una huella positiva entre sus habitantes. Basta con ir un poco más allá del sol y la playa para que aflore el genuino encanto de lo rural del Macizo de Anaga. Con forma de península escarpada contorneada por el océano, este montañoso broche tinerfeño se extiende al nordeste insular y está deseando compartir sus secretos.
En el Macizo de Anaga, tan llamativo es su aspecto natural protagonizado por los mejores bosques de laurisilva de la isla como los caseríos prendidos de barrancos entre cultivos que los tenaces agricultores han escalonado piedra sobre piedra en sus enriscadas laderas. Para descubrir su esencia rural os desvelamos 10 secretos que os harán conectar con el espíritu de su Reserva de la Biosfera. Vosotras elegís la época y nosotras os proponemos los mejores planes rurales:
Una laurisilva impresionante Nada más desviarse por las principales carreteras (TF-12, TF-13 y TF-123) que, desde las ciudades de Santa Cruz de Tenerife, San Cristóbal de La Laguna y Tegueste, recorren el Macizo de Anaga se siente que el ritmo cambia y no sólo por lo sinuoso del trazado viario. Resulta inevitable dejarse llevar por la magia de la espectacular naturaleza que asalta al borde de la carretera en forma de laurisilva y que se pliega como un túnel verde sobre la carretera. A su diversidad vegetal le acompaña una exclusiva fauna que hace que Anaga sea el lugar de Europa con mayor número de endemismos .
La naturaleza, en armonía con la rica cultura rural, constituye un tesoro de biodiversidad que ha llevado a que el territorio sea reconocido como Parque Rural . El punto culminante de este logro se alcanzó en 2015, cuando la Unesco declaró oficialmente el Macizo de Anaga como Reserva de la Biosfera . Una declaración que incluía una extensa área marina y que adquiere un compromiso de desarrollo sostenible a lo largo del tiempo en colaboración con sus habitantes.
Exuberante naturaleza de Anaga. © Islas Canarias Anaga Biofest Con la finalidad de promover viajes con ritmos pausados nació el Anaga Biofest . Este festival busca el descubrimiento de la riqueza natural y rural de Anaga organizando numerosas actividades en sus convocatorias repartidas en tres momentos del año. Fomenta el disfrute con los vecinos y sus quehaceres artesanales y despierta interés por recorrer las sendas tradicionales a través de itinerarios guiados por lo más singular de la naturaleza y la cultura rural de Anaga.
Entre ciudades y pueblos, el Anaga Biofest reparte sus diferentes sedes para ofrecer su programa aderezado de conciertos con música de raíz, talleres en familia y educación ambiental. Momentos que se nutren degustando alimentos locales de la mano de sus productores o practicando con tus propias manos en talleres con alimentos tradicionales. Hasta iniciarse en la arqueología es posible en Anaga, con experiencias donde los más pequeños disfrutarán como auténticos exploradores.
En Anaga no hay fronteras y el Biofest lo deja bien claro con su propuesta de naturaleza y ruralidad sin límites. Su tentadora invitación es la de sentirse parte de la biosfera, practicando un turismo regenerativo. En sus ediciones previas ha obtenido una notable respuesta de público a sus experiencias turísticas porque acerca a los participantes los valores de Anaga y, al mismo tiempo, aviva el apego de las habitantes de las montañas al comprobar el interés que su vida despierta entre los visitantes.
Ruta de senderismo por el Monte de Las Vueltas, de camino hacia Taganana, durante el © Anaga Biofest 2023. El encanto rural de Punta del Hidalgo y San Andrés La rica cultura local asoma allá donde se halle un caserío, con su arquitectura bien conservada, o aparezca un viejo lagar, un lavadero, una era para trillar el cereal o los primorosos muros agrícolas levantados apilando piedras. Este viaje os permitirá experimentar la ruralidad desde las cumbres hasta el litoral.
En la costa septentrional os sorprenderá la ubicación de Punta del Hidalgo , un pueblo asentado sobre un saliente creado por la lava del volcán Las Rosas, una de las últimas erupciones que se produjeron en Anaga. La localidad mantiene su tradicional quehacer pescador y agrícola junto a los atractivos costeros para el baño y su llamativo faro de moderna arquitectura que semeja columnas basálticas.
En la vertiente opuesta del macizo, también junto al océano, se extiende San Andrés, la población con más habitantes de Anaga y una de las más antiguas de la isla. Aun estando muy cerca de la capital de Tenerife, mantiene su espíritu pescador y su orgullo rural. Pero no son las únicas villas, otras se aferran también a los barrancos dejando los mejores terrenos, los más llanos, para la agricultura.
Bajada por El Homicián, por el sendero que transcurre desde el caserío de Bejía hacia La Punta del Hidalgo, con vistas al fondo de esta localidad costera. © Javier Tejera Azúcar y vino en Taganana En la vertiente septentrional del macizo, pueblos como Taganana recuerdan con su nombre el antiguo poblamiento guanche de estas montañas. No dejéis de recorrer su pintoresco trazado urbano extendido entre roques y recortado de casas de piedra encalada y viejos lagares donde se elaboraba el vino de las pequeñas bodegas familiares.
Es interesante saber que Taganana vivió un pasado de esplendor ligado a los cultivos de azúcar y vino, productos que se transportaban por mar desde su pequeño embarcadero, protegido de las embestidas oceánicas por el roque de las Bodegas . En vuestra visita, no dejéis de entrar en la iglesia de la Virgen de las Nieves, ya que reúne cinco siglos de patrimonio religioso, el más valioso de Anaga, o de recorrer el Monte de las Vueltas para conocer su bosque de laurisilva a través del camino de Las Vueltas. Es de los más bonitos de Anaga, con escalones tallados en la roca, y recorre el mismo sendero por el que los aborígenes transportaban los productos agrícolas hasta el litoral. Mientras que hacia las cumbres conectaba con el camino a San Cristóbal de la Laguna atravesando la zona alta de las montañas.
Parcelas plantadas con papa y viña malvasía en Los Auchones, con vistas al fondo del Roque de las Ánimas en Taganana. © Javier Tejera Los caminos antiguos de Afur y El Bailadero Sendas hay muchas para recorrer la orografía de Anaga, basta con seguir los senderos de pequeño recorrido (balizados en blanco y amarillo) para pisar por donde lo han hecho sus habitantes desde hace siglos, hasta que las carreteras se extendieron comunicando el Macizo de forma más cómoda y rápida.
Desde Taganana podéis caminar hasta localidades vecinas como Afur , un bonito pueblo de caserío disperso que conserva alguna casas-cueva y arcaicos pajares con tejado vegetal. También es recomendable el camino que llega hasta El Bailadero, otra población con impresionantes miradores, ya que está situada en la divisoria del valle de Taganana con el de San Andrés. Es el lugar donde incorporarse al camino de la Cumbre que, tradicionalmente, conducía desde la antigua capital isleña (San Cristóbal de La Laguna) hasta la Punta de Anaga, el lugar más remoto y aislado del Macizo, iluminado por el faro de Anaga , el más antiguo de Canarias.
Bajada desde La Cumbrecilla hacia el caserío de Afur por el sendero PR-TF 8. © Javier Tejera La Virgen de la botella de Almáciga La imagen de la Virgen de Begoña, custodiada en la iglesia del pueblo de Almáciga , situado junto al mar en la vertiente norte del macizo de Anaga, llegó por mar, como no podía ser de otro modo. Parece ser que peregrinos compostelanos procedentes de Bilbao, embarcados en 1945 rumbo a Santiago, lanzaron al mar una botella con varias estampas de su patrona y una promesa.
Las corrientes llevaron su mensaje hasta la costa de Almáciga y, una vez contactados los peregrinos, cumplieron su promesa enviando una réplica de la patrona hasta el pueblo acompañada de una nutrida procesión marítima. Desde entonces es una de las imágenes religiosas más queridas por los vecinos de Anaga.
Carmen Gallardo, vecina de Taganana, una de las antiguas gangocheras entrevistadas en el documental “Caminos con nombre de mujer”, producido por el Festival © Anaga Biofest. Gangocheras de Anaga Cuando recorras el Macizo verás agricultoras, ganaderas o artesanas siguiendo la tradición, pues las mujeres siempre han sido esenciales en la vida rural de Anaga. Antaño eran las gangocheras o encargadas de transportar la producción local hasta pueblos más importantes. Hoy las verás al mando de cultivos hortelanos, que venden cada sábado en los mercados locales, creadoras de artesanías o como guías que transmiten con orgullo la naturaleza y cultura de raíces guanches de Anaga.
Por los caminos ya no se ven gangocheras, ni aquellas santiguadoras o curanderas que, con productos naturales, aliviaban y sanaban males. Ni siquiera se sabe si las mujeres guanches se reunían en El Bailadero. Lugar donde las brujas, al amparo del bosque, celebraban aquelarres. No sabemos si danzaban alrededor del fuego o si conseguían invocar una buena cosecha, lo que si está claro es que, como entonces, por manos de mujeres pasa la vida cotidiana de Anaga y, en ellas, siguen vivos oficios rurales que, como el de aquellas laboriosas gangocheras, pioneras en el márquetin rural, abrieron sendas de vida por las montañas.
Victoriana Martín, vecina de El Batán, una de las antiguas gangocheras entrevistadas para “Caminos con nombre de mujer”. © Festival Anaga Biofest El bosque que atrapa nieblas En las rutas por el bosque de laurisilva, como la del sendero de El Pijaral , es habitual sentir que la niebla te envuelve. El acceso al sendero se hace desde La Ensillada, un lugar situado en la carretera TF-123, en las inmediaciones de El Bailadero. Se precisa un permiso previo , se reserva día en la web anterior. Aún sin estar propiamente lloviendo comprobarás que el agua gotea no solo de tu ropa y rostro sino de las ramas y troncos del bosque. La laurisilva se ha especializado en retener la gran humedad que transportan los vientos alisios convirtiéndola en lluvia horizontal. La flora, al captar por toda su superficie esas diminutas gotas, las hace resbalar hasta el suelo para nutrir las raíces.
En Anaga la presencia ocasional del agua (solo corre permanente en algunos barrancos) ha hecho que sus habitantes empleen su ingenio para retenerla. Bien con pequeñas presas para regar o, durante el siglo XIX, tallando kilómetros de galerías horizontales en las montañas para acceder a las aguas subterráneas y transportarlas hasta los cultivos a través de canales prendidos de las montañas. Uno de los itinerarios más espectaculares entre túneles y galerías se despliega en Los Catalanes al sur del Macizo, en la zona alta del Valle Grande, a cuya galería principal se accede desde el pueblo de Afur.
Ruta por el bosque de laurisilva en El Pijaral. © Javier Tejera Arqueología guanche Hasta en su denominación, el Macizo de Anaga muestra sus raíces guanches. No en vano esta tierra ha sido el hogar de uno de los nueve reinos o menceyatos de los aborígenes de la isla. En las inmediaciones de la localidad de Tegueste os espera una excitante experiencia arqueológica en familia en los yacimientos de las cuevas del barranco Agua de Dios . Este es uno de los mayores asentamientos guanches, gracias a la bondad del clima de esta zona cercana al mar.
En el bonito rincón de Los Morales , una rica zona agrícola asomada sobre el barranco, aún pueden verse las casas-cueva en que moraron los primeros habitantes del Macizo. Otros de los yacimientos, cuevas, restos de cabañas y cavidades funerarias de origen guanche al norte de Anaga se hallan alrededor de Taganana, Afur y Taborno. Mientras que al sur son los municipios de San Andrés e Igueste de San Andrés los que guardan los más valiosos testimonios de su presencia, como la momia de San Andrés que podéis contemplar en el museo de Naturaleza y Arqueología de Santa Cruz de Tenerife.
En el Mercado de Tegueste se comprueba la riqueza de Anaga. © Mar Ramírez Día de mercado y bodega El ingenio de los habitantes de Anaga para obtener lo mejor de las montañas en armonía con su entorno da lugar a una variada huerta , donde reinan las hortalizas como las patatas (papas) junto a frutas; a las que se suman el aguacate, la papaya y el mango llegados gracias a los oriundos que emigraron al otro lado del océano.
Con tanta agrodiversidad resulta muy apetecible probar los productos de Anaga. En establecimientos tradicionales, como restaurantes y tabernas, es posible catar el ñame (tubérculo similar a la batata) del potaje canario o las finísimas papas de estas tierras. Asimismo se pueden degustar elaboraciones de pequeñas empresas que retoman aprovechamientos como la obtención de miel o servicio de catering con productos de kilómetro cero. También podemos aprovisionarnos visitando el mercado del Agricultor de Tegueste de los sábados. Allí encontraréis quesos, frutas, hortalizas, verduras, vinos, miel, pan, etc. directamente de la mano de sus productores. Son un buen recuerdo para llevar de regreso a casa.
Bodega El Lomo. © Mar Ramírez Y tanto en el mercado como en las bodegas locales de Tegueste, los ricos vinos canarios demuestran la longeva historia del viñedo en Anaga. No os resistáis a catar la esencia de estas montañas volcánicas concentrada en una copa. Os podemos asegurar que este no será vuestro último viaje a Tenerife porque esta isla tiene algo que atrapa y que invita siempre a volver.
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