Esta historia, que tuvo lugar en Rovaer, una isla de los Fiordos noruegos, podría comenzar así: «Érase una vez un pescador de ojos azul marino…»
Isla de Rovaer (Noruega). Ingrid tiene el pelo blanco y los ojos azules y risueños. Es la ‘matriarca’ de la isla de Rovaer, situada al noroeste de la ciudad de Haugesund en el condado de Rogaland, y la madre de las propietarias de Kultur -Hotell . Para contar su historia hay que remontarse a los años cuarenta cuando a la isla de Rovaer, perdida en el Mar del Norte, sólo iba el ferry una vez a la semana, cuando Rovaer vivía de la pesca del bacalao y del arenque, y cuando una joven maestra de 18 años, Ingrid, recaló por allí para hacer sus prácticas en la isla. La incipiente maestra se adaptó enseguida a la vida de los pescadores, le gustaba enseñar a sus niños y contemplar ese mar bravo y gris –“el mar de verdad», dice Ingrid–, que a tantos hombres de Rovaer arrastró a sus aguas.
Ingrid es la matriarca de la isla de Rovaer (Noruega) El naufragio de Rovaer Sus ojos aún se humedecen al contar el episodio que hizo a Rovaer tristemente famosa. Allá por 1899, tiempos en los que había que navegar hasta Haugesund para traer al médico (siempre que las aguas no estuvieran heladas o bravas), la esposa de un pescador murió, dejando a un marido joven al cargo de siete niños. El viudo y sus compañeros se adentraron en el mar en barco para llevar a la joven fallecida hasta Haugesund, donde se celebraría el funeral, pero nunca llegarían a su destino. La tempestad pudo con ellos y se tragó a la mayoría de los hombres de Rovaer.
Ingrid termina el relato del naufragio… A pesar del tiempo, y de haberlo contado en numerosas ocasiones, sigue emocionándose. Hace un inciso para explicar como hoy la isla acoge a unas cien personas, amantes de la tranquilidad, de la naturaleza, de tener tiempo para ver crecer a sus hijos formándose en esa escuela que, levantada entre todos, aún guarda los documentos y los dibujos infantiles de la gran tragedia, y reanuda la narración de su propia vida en el plató de la que fue su casa, no sin antes pasar por la iglesia que, como en todas las sedes marineras de Noruega, la protagoniza un barco de madera colgando del techo.
La luz de los fiordos noruegos crea escenarios mágicos Los caprichos del destino Rovaer era un lugar fuera del mundo y lógicamente Ingrid echaba de menos la ciudad más cercana a la isla, Haugesund , en las cercanías del fiordo de Lysefjord. Allí había nacido, crecido y se encontraban su familia, amigos y las diversiones propias de una ciudad (cine, teatro y bailes), en otras palabras. Una vez finalizado su año de prácticas, llegó la hora de volver a Haugesund. No sin pena, Ingrid dejó Rovaer y regresó a su ciudad natal y a su vida social. Fiestas, celebraciones, novios potenciales que nunca terminaban por cuajar, pues entre uno y otro se interponían los «ojos azul marino» de un pescador de arenque, que había conocido en Roaver, y que no lograba olvidar.
Un buen día decidió abandonar esa vida ajetreada de Haugesund, a sus amigos y su familia, coger una vez más el ferry, que aún navegaba a la isla una vez a la semana, y se embarcó en la aventura que supondría toda su vida.
Decidió compartir sus días con el marinero de los ojos azul marino, y vivió por siempre jamás en Rovaer con sus dos hijas, que ahora regentan un hotel a la orilla del mar.
KulturHotell es el alojamiento regentado por Helga y Liv, las hijas de Ingrid, en la isla de Rovaer (Noruega). Kultur-Hotell El hotel tiene unas habitaciones claras y acogedoras desde donde se puede observar el inquietante paisaje del Mar del Norte y escuchar el trino de los pájaros en los días sin noche del verano noruego.
Helga y Liv , las hijas de Ingrid, cuentan como tras crecer en Rovaer soñaban con salir al mundo, cosa que hicieron, viajaron y aprendieron. Pero llegó el momento en que añoraron su isla y decidieron volver. Recordando su infancia quisieron la misma para sus hijos y, al regresar, levantaron el hotel-restaurante, hoy famoso por su idílica situación al borde del fiordo y por su gastronomía . De hecho, llegan embarcaciones desde Haugesund para disfrutar del marisco, la sopa de pescado y los postres de Helga y Liv. Las isla de Rovaer, apenas a 25 minutos en ferry de la ciudad costera de Haugesund, también ofrece muchas actividades culturales.
Las habitaciones están prácticamente integradas en el fiordo Los tiempos han cambiado, sigue sin haber coches, pero el ferry navega a Rovaer varias veces al día y en él llegan el médico cuando hace falta, el sacerdote, algún que otro comerciante y los viajeros que tienen la suerte de caer por allí.
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