Los tópicos no le sientan bien a Lleida. Esta provincia se debate entre un corazón pirenaico y una llanura fértil regada por ríos. Estas corrientes fluviales bajan de las cumbres y, una vez mansas, crean un auténtico vergel agrícola. Estás ante un mosaico formado por estelas humanas, naturales, históricas y culturales. Sólo tienes que dejarte llevar y hacer un viaje a Lleida para sentir cómo te enamora este territorio.
Flores de los melocotoneros del Bajo Segre. La riqueza natural y cultural de la provincia de Lleida es incuestionable. En esta tierra, que parte de las cumbres pirenaicas y desciende por fértiles valles, son incontables los rincones que merecen una parada para admirar su belleza. En este artículo hemos seleccionado sólo diez de esos lugares para que te pongan los dientes largos y te animes a visitar Lleida y descubrir muchos más.
1. Entra al infierno por el lago del Diablo Los pastores de Tavascán, en el valle de Cardós, una parada imprescindible en un viaje a Lleida, guardan especial precaución con dos lagos. Uno de ellos, el Mascarida , es de grandes dimensiones y de un color negro que estremece. A su lado se sitúa otro más pequeño, cuyas aguas turquesas engañan porque ¡es el del Diablo ! Así que hay que tener cuidado porque ambos son considerados puertas de entrada al infierno. En estos ibones o lagos de montaña, que gozan de una espectacular belleza de alta montaña, es habitual que el macho cabrío corteje a las hembras sin pudor.
Pueblo de Tavascán, en Lleida. 2. Huele el oro de Les Garrigues Una flor humilde y diminuta, el azafrán, ha tenido la culpa de que la comarca de Les Garrigues expanda su aroma por el mundo. Aunque se cultivaba hace ya 500 años en las tierras llanas y meridionales que miran a la ribera del Ebro de esta comarca, no ha sido hasta hace una década cuando se ha recuperado su plantación. Lo ha hecho con un esmerado criterio ecológico y en terrenos semiáridos que se benefician del clima mediterráneo. Sus extraordinarias propiedades naturales han aupado este azafrán entre los mejores del mundo . Los campos se tiñen del malva de las flores del azafrán a comienzos de invierno. Con el primer rayo de sol muestran sus pistilos de color rojizo, forjando una imagen que nunca olvidarás.
El azafrán es el oro de estas montañas. 3. Baila al ritmo del acordeón en la Sierra del Cadí No es necesario nada especial para disfrutar de un viaje a los Pirineos, pero si nos acompaña la música de un acordeón transcurrirá con un ritmo mayor. En Arsèguel , un pueblo que parece salido de un cuento, cada mes de julio se reúnen acordeonistas de la zona para tocar este instrumento tan popular en los municipios de montaña y que nunca falta en las fiestas. Cuando el acordeón vuelve a resonar en las plazuelas de este pueblo, asentado en las faldas de la sierra del Cadí , sus melodías viajan por la cordillera del Pirineo.
Museo del Acordeón. 4. Hazte un selfie en rosa en el Bajo Segre Allá por marzo, cuando todavía nos abraza el invierno y soñamos con la primavera, los campos de melocotoneros y albaricoques de alrededor de Aitona florecen y crean un espectáculo digno de una gran orquesta sinfónica. Son de los primeros árboles en florecer y lo hacen tiñendo de rosa el paisaje del Bajo Segre. En este lugar hay que estar dispuestos a hacer hanami a la catalana o, lo que es lo mismo, contemplar la belleza de las flores de los frutales. No te despistes, apenas dura tres semanas en las que tienes las puertas abiertas al campo para practicar ‘fruiturismo’. Una parada imprescindible en tu viaje a Lleida.
Florecen los melocotoneros en el Bajo Segre. 5. Vuela en globo por la Sierra del Montsec Una vez que el globo aerostático se levante izando la cesta hasta el cielo querrás congelar el tiempo. A tus pies quedará la sierra del Montsec, encrespada como una gran ola de roca calcárea entre Lleida y Huesca. La contornean dos desfiladeros de impresión: el famoso Mont-Rebei , atravesado por el río Noguera Ribagorzana y, al este, el de Terradets tallado por el Noguera Pallaresa. Estos cañones son también vías de paso ya que no hay carreteras que atraviesen la sierra. Desde el cielo, sin embargo, tendrás la sierra para ti solo, con perspectivas únicas del valle de Ager y de pueblos con encanto como La Baronia de Sant Oisme .
Sobrevolando el globo la Sierra del Montsec. 6. Admira el románico más secreto en Estamariu Si piensas en el arte románico de Lleida seguro que te viene a la cabeza el valle del Boí, un extraordinario Patrimonio Mundial que hay que visitar, al menos, una vez en la vida. En esta ocasión nuestra sugerencia es que conozcas los frescos de la iglesia de Sant Vicenç , en Estamariu, uno de los puntos estratégicos más importantes del Alt Urgell en la baja Edad Media. El estilo arquitectónico lombardo de la iglesia y la vegetación que la envolvió hasta 1993 protegieron unos maravillosos frescos que muestran a un Cristo y a mártires y apóstoles con la Virgen. Esta obra de arte pintada en su ábside no permaneció ajena al paso del tiempo pero sí a los agresores.
Frescos de la iglesia de Sant Vicenç, en Estamariu. 7. Viaja al pasado rupestre en la cueva de El Cogul El humilde curso fluvial del río Set, que apenas discurre unos meses al año al pie de la sierra de la Llena, guarda una de las mejores huellas de los primeros pobladores paleolíticos en la cueva de El Cogul . Al abrigo de una inmensa roca, este lugar de culto atestigua el interés por el valle durante 5.000 años, los mismos que dejaron registrados en sus pinturas rupestres de la Roca de los Moros. Animales, ritos de fertilidad y mujeres con aspecto africano son los principales motivos pictóricos, de los 42 visibles, ante los que quedarás embelesada.
Tumbas del Saladar, en el Valle del Set (El Cogul, Lleida). 8. Camina con los buenos hombres y mujeres por el valle de Gósol Los cátaros se refugiaban en la vertiente meridional de las montañas pirenaicas al huir de su persecución en Francia. Como tierra de paso encontraron en la naturaleza un camino para transmitir sus creencias de ascetismo y promover una vuelta a la pureza original con la que hacer frente a los excesos eclesiásticos de la época. Los últimos ‘buenos hombres’ y mujeres se ganaron la confianza de los vecinos de pueblos como Gósol , donde aún se puede ver la Torre del Castillo , un magnífico mirador hacia el valle y la legendaria montaña Pedraforca . Si tienes la posiblidad, no dejes de caminar un tramo del Camí dels Bons Homes a su paso por el valle.
Villa de Gósol desde la Torre del Castillo. 9. Acércate al techo de Lleida desde el valle de Ferrera Al pisar el valle de Ferrera entras en un territorio que, además de presumir de existir antes de que Cataluña lo hiciera, destaca por la calidad del silencio. En el Alto Pirineo no faltan bellos pueblos de piedra, arte románico y, también, pasión por el fuego, como demuestran las Fallas del Pirineo, reconocidas como Patrimonio Inmaterial por la Unesco. Sobre todo ello asoma imponente la Pica d’Estats que, con sus 3.143 metros, es la cima catalana más elevada. Si te apasiona la montaña es una ascensión clásica y accesible desde este valle.
Valle de Ferrera (Lleida). 10. Enrédate con emprendedoras de Ossera, el primer pueblo eco de los Pirineos El pueblo de Ossera, colgado de una ladera frente a las cumbres de la Vall de la Vansa y Tuixent, es una auténtica sorpresa. Este pequeño paraíso, situado en plena montaña, conserva la arquitectura tradicional y una iglesia medieval. Pero quienes han hecho realmente famosa esta villa ha sido sus artesanos. Llegados en los años 80, trajeron vida a este núcleo de montaña a punto de ser abandonado. Una vez aquí, lo mejor es dejarse llevar por los sentidos acompañados de sus mujeres artesanas . Así, oleremos las esencias medievales en Cal Nogué , una herboristería que atesora plantas y especias, descubriremos sabores orientales y andalusíes entre las mermeladas de Cal Casal o nos entrarán ganas de convertirnos en pastoras por un día al catar los sabrosos quesos de cabra de la quesería Serrat Gros .
Las mermeladas de Cal Casal son una irresistible tentación (Ossera). 📌 También te puede interesar:
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