Si tienes pensado viajar sola al Salar de Uyuni, el desierto de sal más grande del mundo, es necesario que tengas en cuenta algunos consejos para que todo salga a pedir de boca. El primero de ellos, elegir bien la empresa que te guíe en el salar. Si viajas sola, te interesa especialmente seguir estas recomendaciones. Por Elisabeth G. Iborra (periodista y escritora experta en viajar sola)
Salar de Uyuni. © Alan Hurt Jr. La singularidad del Salar de Uyuni convierte este rincón de Bolivia en uno de los viajes imprescindibles en la agenda de cualquier viajera que disfrute de la aventura. Como el paisaje merece mucho la pena, recomiendo encarecidamente contratar una agencia profesional que ofrezca un tour organizado y serio de tres días, que tenga muy buenas referencias, que te ofrezca bajo contrato todo tipo de garantías de seguridad en sus medios de transporte, calidad de sus guías y comodidad en sus alojamientos. Es una base fundamental –si no quieres llegar a Chile besando su suelo y los pies de los empleados de aduanas–. ¡Sé bien por qué lo digo!
Día 1. Ruta por el Salar de Uyuni El pueblo que da entrada al majestuoso Salar de Uyuni parece una ligera evolución de los de las películas del Oeste, sólo que con indígenas en vez de vaqueros. Desde allí parten los 4×4 hacia el cementerio del tren que se quedó allá varado para siempre como reliquia oxidada de tiempos más prósperos. La historia es que allí había minas muy ricas que proporcionaban gran cantidad de estaño y otros minerales exportables a otros países. En esos mismos tiempos, Chile le usurpó a Bolivia la región del Pacífico con el apoyo de los ingleses, que estaban interesados en el abono que se acumulaba a lo largo de toda la costa formado por los excrementos de los animales. Supongo que los ingleses pensaban crear muchos jardines para mandar tal cargamento a Chile.
Después, para compensar (ríete de su generosidad), enviaron para allá el ferrocarril y construyeron las vías para mejorar el transporte en Bolivia y, por tanto, la exportación entre países. Evidentemente, el interés que tenían los británicos eran los minerales extraídos por los bolivianos en condiciones de absoluta explotación y derrumbe.
Cementerio del tren en el Salar de Uyuni. La siguiente parada es el pueblo de Colchani , con sus casitas construidas con ladrillos de sal, donde muestran el Museo de La Llama y la Sal y, en la fábrica de sal , el proceso de producción de la misma, es decir, cómo ese condimento pasa de ser un bloque a llenar las bolsas que compramos en el supermercado.
La leyenda del Salar de Uyuni Lo más «romántico» de la creación del lago salado es la leyenda mitológica que explica su nacimiento. Resulta que el volcán Tunupa era una mujer con dos enamorados, otros dos volcanes. Uno le hizo un hijo y el otro lo secuestró, y la dama, muerta de pena y con la leche supurándole por los pezones inútilmente, generó tal charco que se formó el lago salado. Tal fenómeno sucedió hace cientos de miles de años, si bien la ciencia explica que, en realidad, eso era el océano y, por evaporación, poco a poco el mar se fue secando hasta quedar sólo la sal sedimentada en el fondo. De hecho, aún se ven las marcas del nivel del mar en algunas de las muchas montañas que ahora se ven e incluso se pueden escalar. Existe gran número de islas que los oriundos interpretan, por sus figuras, como peces que estaban yendo hacia el océano y se quedaron allá varados cuando se secó. Los incas, que no dudaron en cruzar caminando semejante extensión de desierto salado –en el que ahora sufren los viajeros por quedarse varados sin gasolina y sin víveres–, plantaron cactus en la isla del pescado para orientarse desde lejos y acampar allí en su ruta hacia Chile, donde realizaban un intercambio comercial y cultural con las tribus conquistadas para su imperio.
Cactus en el Salar de Uyuni. © Diego Aguilar/ Unsplash La gruta de las Galaxias El siguiente punto es la gruta de las Galaxias, descubierta en 2003 por dos indígenas, toda una curiosidad porque son estalactitas y estalagmitas de algas y de sal , con formas muy sorprendentes. Al lado está el cementerio de los Chullas , pequeños agujeros en el suelo que conforman cuevas donde el guía apunta que vivían los paisanos hace siglos, porque eran diminutos. Si bien, yo más bien creo que se trata de tumbas donde enterraban a sus muertos, no en vano hay algunas calaveras y huesos en el fondo de los nichos.
De todos modos, lo más interesante son las momias del museo de Aguaquiza , dos familias completas con sus huesos, sus ropajes y todas las posesiones con las que fueron encontradas en la cueva, como vasijas y armas blancas. Se hallaron inclusive muestras de Quinoa Real, el cereal que se cultiva en la zona limítrofe con el Salar, datadas entre 1310 y 1460 d.C. También son alucinantes los cactus petrificados, como columnas sin techo. Unos cactus cuya madera sirve, asimismo, para hacer lámparas, vigas, muebles y hasta joyeros.
Un paseo en el desierto de sal más grande del mundo. © Jeison Higuita/ Unsplash Hoteles de sal en el Salar de Uyuni Lo primero que se aprecia cuando entras en un hotel de sal es que los ladrillos están hechos con este elemento, que recortan directamente de la capa compacta de dos metros de sal que cubre los 100 metros de agua que queda debajo. La consistencia que permite que no se hunda a nuestro paso con el 4×4 son las piedras de cristal de sal que separan una capa de la otra, pero también se sumergen buzos para contarlas por piezas y venderlas. En la zona hay varios hoteles, entre ellos: Luna Salada y Palacio de la Sal (en Colchani, a orillas del salar). Ambos ofrecen todas las comodidades, servicios de restauración y spa.
© Hotel Palacio de la Sal. Día 2. Ejército de soldados de piedra El segundo día regala lugares impresionantes: una sucesión de maravillas del desierto que no dejarán de sorprenderte al viajar sola al Salar de Uyuni. Empezando por el ejército de soldados de piedra . Formaciones de corales petrificados que, imagino que por la erosión del viento, están inclinados como si estuvieran marchando hacia la guerra.
El todoterreno va pasando por varios volcanes activos o inactivos multicolores en la cima por efecto de los minerales que cada uno contiene. Siguen conteniéndolos porque los habitantes de la región creen que para extraer el oro, por ejemplo del Luxar, tenían que sacrificar a doncellas vírgenes y –dado que ya no es fácil encontrarlas por la zona– si lo explotan sin ofrendarle nada a cambio, puede devolverles enfermedades y otras desgracias. Por ende, tampoco permiten que ninguna empresa les extirpe las tripas a sus volcanes. Otra cosa es lo que haga Chile con la mitad de algunos volcanes que les tocan, pues el recorrido transcurre todo el tiempo bordeando la frontera boliviana con la chilena.
Paisaje irreal del Salar de Uyuni. © Sifan Liu/ Unsplash Ruta de las lagunas de colores Rodeado de volcanes está el salar de Chiguana y, una vez atravesado el valle de las Rocas, comienza la Ruta de las lagunas de colores . Qué barbaridad: desde la laguna de los flamencos hasta la laguna Colorada, es imposible cerrar la boca por la admiración que despiertan estos fenómenos naturales. Los flamencos emigran en esta época desde Chile, los Andes y Argentina en busca de su alimento, que se encuentra en cantidades ingentes en estas lagunas. Por la noche, “los pobres” tienen que dormir con una pata internada en el hielo que se forma sobre el lago, esperando a que deshiele para poder moverse de nuevo. Si los espantan a mitad de noche, pueden romperse la extremidad, al no poderla sacar.
Flamenco del Salar de Uyuni. © Indranil Roy/ Unsplash Es curioso su ritual de apareamiento y la marcha nupcial de estas parejas monógamas, pues, cuando se juntan, el resto de los parientes va detrás en fila emitiendo graznidos como si estuvieran saliendo de la iglesia. Y una vez se aparean, sólo ponen un huevo al año, lo mantienen protegido en un nido en medio del lago para dejarlos fuera del alcance de los depredadores. Hay hasta zorros, aparte de armadillos y conejos, chinchillas, llamas, etc., así que más vale alejarles el alimento.
La laguna Colorada, otra parada al viajar sola al Salar de Uyuni Al ascender hasta el punto más alto, a 4.800 metros de altitud, llega la mayor sorpresa de entre todas las lagunas, la mejor de todas, sin comparación posible: la laguna Colorada , 57 km2 de superficie a 4.278 m, con los bordes blancos salados y el centro rojizo como la piedra caliza. Los flamencos, las llamas y las águilas le dan el toque de este mundo, porque sin ellos, pensarías que estás en Marte. Eso sin olvidar el árbol de piedra y todas las demás formaciones volcánicas que adoptaron formas caprichosas e imponentes bajo las cuales te sientes diminuta.
Laguna Colorada (Bolivia). © Hugo Kruip Día 3. El cuadro de Dalí y los géiseres El tercer día se madruga sobremanera para poder llegar a tiempo a los géiseres, que, a partir de cierta hora, ya serían imposibles de ver. Los que no se van a ir son los meteoritos que forman el paisaje conocido como el cuadro de Dalí , porque ciertamente es surrealista y espectacular. El rojo de las montañas, según la comitiva se aproxima a Chile, se va intensificando, contrastado sólo por los colores de las lagunas, que aún hay una blanca y una verde, cambiante según sople el viento (y según el calentamiento global, que la va disecando año tras año). Eso sí, el momento estelar del día son las aguas termales , donde pasas del frío intenso de la mañana a los 37ºC de la piscina natural, un verdadero placer, ideal para quitarse el polvo de encima y cambiar de temperatura corporal.
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