A través de la arquitectura, la ciudad noruega de Røros nos habla de su pasado y de su presente. Te proponemos que nos acompañes a pasear por sus calles, a detenerte frente a las viviendas, a entrar en algún museo y, también, a probar la cocina local y bajar a alguno de sus pozos mineros. ¿Estás preparada? Texto y fotos: Menchu Redondo
En Røros la vida transcurre tranquila. Røros es una pequeña ciudad noruega de casas de madera que surgió en el siglo XVII en torno a una explotación minera de cobre cuyas minas cerraron definitivamente en 1977. Fue entonces cuando tuvo que reinventarse para sacar lo mejor de sí misma hasta convertirse en una preciosa y encantadora población turística. Pero no debemos olvidar que también es un testimonio de la dura historia de unos mineros que sufrieron el frío, el hambre y todo tipo de adversidades para arrancar a la tierra su riqueza mineral.
Descubrimiento casual de cobre En 1644, en un bosque del condado de Trøndelag cercano al Círculo Polar Ártico, apareció una enorme veta de cobre en la granja de Hans Olsen Åsen . Un hecho que, como tantos otros descubrimientos, fue producto de la casualidad. El granjero, en una jornada de caza en el bosque, hirió a un reno que al patear hizo saltar chispas del suelo. Esta circunstancia le hizo sospechar que allí había algo mas que piedras.
Tras el dichoso hallazgo, se creó la organización Røros Kobberverk para gestionar la extracción del cobre. Dos años más tarde el rey Christian IV les otorgó la Carta Magna por la que se les concedían los derechos exclusivos de la explotación de las minas, de los bosques y de los recursos hídricos en un radio de 40 kilómetros. Es entonces cuando la compañía minera construyó una fundición en torno a la cual comenzó a crearse la ciudad de Røros.
Iglesia de Bergstandens Ziir. Dos orillas, dos mundos Røros se extiende, repartida entre las orillas del río Hyttelva, sobre una montaña de escombros de cobre. Sus casas, enteramente construidas con madera, son un ejemplo de arquitectura popular noruega . La mayoría de las fachadas están recubiertas de planchas de madera y algunas conservan los muros de leños apilados unos sobre otros al más puro estilo vikingo. Los tejados suelen estar cubiertos de turba sobre los que crece vegetación que sirve como aislante.
En uno de sus márgenes se encuentra el centro histórico conocido como Bergstaden , donde vivía la gente adinerada y los ingenieros que trabajaban en las minas. Allí se abren las tres principales arterias: Kjerkgata , Bergmannsgata y Lorentz Lossiusgata . Son calles anchas, elegantes, bordeadas de bellos edificios de dos plantas pintados de vivos colores donde actualmente puedes encontrar restaurantes, hoteles, tiendas y la iglesia Bergstandens Ziir . Este templo, que data de 1784, fue construido con las donaciones de los mineros.
Calle Kjerkgata. En la otra orilla la imagen es muy distinta: de una montaña de escombros de cobre parte la calle Sleggyeien jalonada por casitas humildes coronadas por tejados invadidos por la maleza. Antaño servían de alojamiento a los trabajadores eventuales de las minas y gente de paso por la ciudad.
Casas de los mineros de la calle Sleggveien. Conoce la historia de las minas Lo más aconsejable para conocer la historia de Røros y su relación con la minería es visitar el museo Smelthytta , que está ubicado en el antiguo inmueble de la fundición de cobre. Este imponente edificio fue construido por la compañía minera a orillas del río Hyttelva para suministrar energía a las minas y fundiciones mediante molinos hasta la llegada de la electricidad. Fue arrasado por el fuego en dos ocasiones: la primera durante el conflicto de Gyldenløve en la guerra contra los suecos en 1678 y, casi trescientos años después, volvería a ser devorada por las llamas. Cuando la explotación minera finalizó, el edificio fue reconstruido siguiendo el modelo original para convertirse en el actual museo de la ciudad.
Es gestionado por la Fundación Rørosmuseet a la que también pertenecen el museo de la Mina de Olaf , los parques naturales de Forollhogna y Femundmarka. Dicha entidad tiene como objetivo la conservación del patrimonio histórico de la ciudad y de la minería, así como la preservación de la cultura del pueblo sami (los antiguos moradores de esta región).
Museo Smelthytta. Títulos bien merecidos Por su riqueza arquitectónica única en el mundo y su histórica relación con la minería, la ciudad de Røros tuvo su entrada triunfal, y bien merecida, en la lista patrimonial de la Unesco en el año 1980. En 2010 esa protección se amplió a un perímetro de varios kilómetros donde están incluidas granjas y las minas de cobre. Aunque ahí no terminan sus títulos, ya que desde hace algunos años ostenta el galardón de “Destino Sostenible” que otorga la Organización Mundial del Turismo solo a los más respetuosos con el medio ambiente y la protección de su cultura y tradiciones.
Es muy aconsejable bajar a la mina Olavsgruda. Bajada a la mina Aunque Røros sea una ciudad preciosa y muy cool no hay que olvidar que sus orígenes partieron de la minería. Tienes la oportunidad de bajar a una mina para conocer donde comenzó todo. Se encuentran en el área de Storwartz a las afueras de Røros. La más antigua es la de Nyberrget, que data del año 1600, pero la que ha sido habilitada para las visitas y convertida en museo de la Minería es la mina Olavsgruda. En ella vas a poder recorrer casi un kilómetro de túneles a 50 metros bajo tierra con un guía de excepción: un minero que te contará previamente todo lo que necesitas saber sobre las minas de Røros (precio: 16 euros).
Sabores tradicionales Por derecho propio la región de Røros se ha ganado el apelativo de ‘Capital de la comida local’ gracias a sus productos tradicionales elaborados en granjas con los mejores ingredientes. Desde hace poco, los granjeros de la región se unieron para crear la cooperativa Rorosmat , que se dedica a la venta, distribución y marketing de sus productos donde la calidad esta garantizada. Por el momento, y dada su pequeña producción, solo están destinados a un mercado minorista regional y a restaurantes de Noruega. Por este motivo, debes aprovechar tu estancia en Røros para disfrutar de estos productos.
Granja Scottgarden. Como en casa de tu abuela Además de la oferta gastronómica, muchas granjas se han convertido en hoteles rurales que ofrecen actividades variadas para sus huéspedes. A pocos kilómetros de la frontera sueca tienes la granja hotel Vauldalen Fjellhotell (Mellomriksveien, 912), que data de 1780 y que por aquel entonces era parada y fonda de los viajeros que iban a Suecia. La antigua casa de la familia de Jorid Skott Svendsen es hoy un acogedor hotel rural donde no faltan los recuerdos y las fotos de sus antepasados que hace que te sientas como en la casa de tus abuelos en el pueblo.
Adaptados a las necesidades de los viajeros, y dependiendo de la temporada, organizan excursiones para ver las auroras boreales, ir a pescar truchas, hacer recorridos en motos de nieve o en trineo tirados por percherones noruegos, una raza de caballos autóctona del país tan duros y bellos como el clima y el paisaje que los rodea.
Granja de renos Torsvoll. Da de comer a los renos La granja Brekkeebygd de Signy y Helge Thorsvoll, a poco más de 18 kilómetros de Røros, está dedicada a la cría de renos. Cuando comenzaron en el año 2000 solo contaban con siete cabezas traídas desde el norte sin saber si sería posible su adaptación a esta región. El resultado habla por sí solo y hoy cuentan con cientos de renos que proporcionan una excelente carne y embutidos, además de diversión, ya que puedes hacer un safari entre estos animales y darles de comer tú mismo. Como esta actividad te habrá abierto el apetito acércate hasta la granja Kalsa Gårdsbakeri , en Glamos. Un lugar lleno de encanto donde puedes degustar el pjalt una especie de crepé dulce acompañado por una selección de quesos excelentes elaborados por ellos mismos.
Granja Kalsa Gardsbakeri. Más de Noruega en Etheria Magazine Prepara tu viaje a Noruega: libros y películas para ante de viajar .
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