Pasar la luna de miel en Filipinas está de moda, pero ofrece aspectos tan variados que lo aconsejaríamos para todo tipo de circunstancias personales. Cada isla, de las miles que forman el archipiélago, aporta esa gota de belleza que le hace un país polifacético. El don de Boracay es su playa kilométrica de arena coralina, y el de Bohol, sus Colinas de Chocolate. Playa de Boracay. © Héctor Periquín Disfrutar de la luna de miel en Filipinas, o de un viaje romántico en este archipiélago puede ser una de las decisiones viajeras que recuerdes con más cariño durante toda la vida. Entre las decenas de combinaciones que podrías elegir, en este artículos nos hemos decidido por Boracay y Bohol, dos islas maravillosas.
Boracay está situada en la isla de Panay, que pertenece al archipiélago de las Bisayas Occidentales , y que forma uno de los tres grandes bloques de Filipinas. Luzón al norte, Bisayas en el centro y Mindanao al sur. Si se vuela hasta su aeropuerto de Caticlán, se observa desde el aire con claridad un rosario de islas coralinas que culminan en una triangular en la que destaca su playa principal, White Beach . Tiene 5 km de longitud, es más blanca que las demás y está bordeada por un bosque de esbeltos cocoteros ¡Estamos sobrevolando Boracay !
Boracay, comienza la luna de miel en Filipinas La avioneta aterriza y una banca (canoa local) nos recoge en Boracay. Las bancas son las reinas del mar de Filipinas. Al igual que en los jeepneys (guaguas con forma de jeep), el dueño de la banca se esmera en pintarla con colores vivos y diseños que guarden un signifiquen para él. La mayoría de las veces son motivos religiosos los que decoran las tricicletas, jeepneys y bancas en las islas. Su cadencioso navegar es perfecto para contemplar las aguas transparentes del Mar de Filipinas donde se ven los multicolores corales y peces. Es una experiencia inigualable salir al amanecer a pescar en una banca, aspirando el aire puro de la mañana y disfrutando de un amanecer que corta la respiración.
Al poco tiempo, otras llamativas bancas van llenando las aguas, hasta que se escucha el grito de júbilo de un pescador comunicándole a sus compañeros la captura del talakitok, un túnido muy apreciado en las aguas filipinas.
Al desembarcar en la playa, perfilada por cocoteros y cabañas de paja (bahay kubo ), lo primero que llama la atención al mediodía, cuando el sol está en su punto más alto, es sentir que allí la arena no quema. Blanca y suave como la harina, la arena coralina de Boracay es una caricia para el tacto, pues a cualquier hora del día se puede pisar. Desde la orilla se observan los veleros pintados de vivos colores que rompen los tonos pastel del cielo y del mar.
El exotismo del paisaje contrasta con las últimas novedades de deportes acuáticos como el esquí, la vela, el windsurf, el kitesurf y la inmersión.
El banquero (barquero en filipino) espera en la playa de White Beach de Boracay a posibles clientes. Noches mágicas de Boracay El ocaso sorprende cada tarde con diferentes tonos y formas. Y no podría haber mejor regalo para una luna de miel en Filipinas. Se encienden las antorchas en los chiringuitos de la playa, y el toko (salamandra cantarina) comienza a entonar un canto que, según su duración, augurará lluvia o sol para el día siguiente, e incluso el «me quiere o no me quiere» de las parejas. Las bancas surcan silenciosas el mar y encienden con sigilo el farol cuya luz atraerá al calamar en la oscuridad de las aguas. Es fantasmagórica la visión de las canoas, con forma de araña, cuando noche tras noche salen a pescar.
En el plan de día siguiente, tras ir al mercado en la tricicleta local o visitar la playa de Bulabog (la de los amantes del kitesurf), se debería incluir la navegación a la playa de Puka, una de las más bellas del mundo, según algunos medios americanos. Allí, el banquero preparará la comida, braseando el lapu lapu, pescado blanco y sabroso, cangrejos y gambas, acompañados por la cerveza filipina por excelencia, San Miguel.
Boracay es la más turística de las islas de Filipinas. Su hostelería para todos los gustos y bolsillos fluctúa entre hoteles de cinco estrellas y cabañas con lo esencial para los amantes de la aventura.
White Beach, la playa principal de Boracay, al atardecer. Tomar las uvas en Boracay Atrás quedó la tranquila Boracay donde solo vivía el grupo étnico de Los Negritos y donde los manilenses de raíces hispanas iban a tomar las uvas de Nochevieja y a recibir el Año Nuevo. Alcanzó tal fama y fueron tantos los turistas y cruceros que acudieron a ella que el presidente Rodrigo Duterte la cerró durante seis meses para limpiarla. Incluso mandó demoler aquellos locales que no cumplían con las leyes pertinentes. De los 600 hoteles que ocupaban la isla ha quedado sólo una tercera parte, se limita la entrada de turistas cada día y Boracay vuelve a ser el paraíso de siempre. Un ejemplo de turismo sostenible, cada vez más en boga, que se extenderá a otras islas del archipiélago filipino.
Playa de Puka. © Morley Hewitt Qué ver en Bohol Si en una sola isla se puede encontrar una muestra de los muchos encantos del archipiélago, esa es Bohol . Una buena opción, por tanto, para continuar la luna de miel en Filipinas.
Así como a otras islas las tildaron antaño de guerreras, Bohol siempre tuvo fama de ser un lugar tranquilo con gente pacífica y hospitalaria . De hecho, Miguel López de Legazpi, allá por el siglo XVI, selló un pacto de sangre con el sultán Sikatuna, cuyo recuerdo del hermanamiento en bronce es una de las visitas obligadas en la isla.
Baclayon fue la primera iglesia que se levantó en Bohol, en 1595, a la que siguieron muchas otras, que han convertido su ruta en un atractivo más de los muchos con los que cuenta Bohol. Tagbilaran es su capital y allí esperan los coloridos jeepneys , minibuses y tricicletas, con el que conocer sus singulares parajes.
Estatua al pacto de sangre entre Miguel López de Legazpi y el Datu (jefe local) Sikatuna en 1565. Las playas de Panglao De camino a la península boholana de Panglao, donde están las playas más bellas de la isla, se disfruta de la vida cotidiana de sus habitantes. Niños uniformados juegan al baloncesto en los colegios, deporte rey en Filipinas, y bajo las acacias o árboles repletos de mangos descansan los carabaos (o búfalos de agua) cubiertos de barro para evitar los mosquitos. Las grandes extensiones de arrozales color esmeralda contrastan con el verde tierno del bambú y de la vegetación selvática de sus montañas. Al lado de los arrozales y de las bahay kubo (palafitos de paja) asoman caras sonrientes y curiosas.
Playa de Panglao. © James Connolly En Panglao se suceden los resorts, de lujo y de menos lujo , que convierten el lugar en el más turístico de la isla. Y no es de extrañar, pues la belleza de sus playas se completa con unas aguas llenas de corales, todo tipo de peces y vegetación submarina. Una biodiversidad que enamoró a Jacques Costeau cuando rodó aquí alguno de sus documentales. En todos los resorts se ofrecen cursos de buceo y excursiones submarinas, incluso nocturnas, donde disfrutar de un paisaje y unos seres diferentes a los diurnos en el silencio de la noche.
Playa en Bohol. Las colinas de Chocolate Esos montes, con forma de flanes de chocolate, son un curioso capricho de la naturaleza. Según los científicos, su silueta se debe a formaciones submarinas que emergieron y, con el paso de los años, la erosión ha forjado estas colinas que parecen bombones de chocolate en la época seca. Los locales no están de acuerdo con lo que la ciencia dice y, para ellos, sus queridas colinas son las lágrimas que el pobre dios Agooa derramó por su amor no correspondido por una bella mortal. Sobre una de ellas se ha construido un mirador desde donde contemplar el más insólito de los escenarios. En época de monzones los montículos lucen de color verde y en verano con tonalidad oscura, pero en ambos momentos son dignos de verse.
«Durante el mes de mayo se celebran las fiestas de Bohol. Se cuenta que todos los que emigraron no se pierden las Fiestas de Mayo y que debido al peso de sus numerosos visitantes la isla ese mes se hunde un poco más».
Colinas de Chocolate (Bohol). Excursión por el río Loboc La excursión por el río Loboc es la guinda del viaje a Bohol . Verde y caudaloso, es un auténtico placer navegar por él. Las lanchonas esperan a los turistas en las orillas para regarlarles un bonito día, aderezado con agua de coco y comida local, y animado por las baladas tocadas y cantadas por el banquero, imitando a cantantes famosos con ese acierto que hace que los músicos filipinos sean los más buscados y cotizados del sudeste asiático.
Durante la navegación se ve la iglesia de Bohol que, al igual que las otras, asemeja un fuerte, ya que hacía las veces de fortaleza donde los habitantes del río se refugiaban en caso de ataques foráneos y también de las inclemencias del tiempo cuando llegaba el tifón o las fuertes lluvias. La iglesia sigue estando activa y a ella llegan los feligreses navegando por el Loboc en las mismas barcas que utilizan a diario para pescar o para cortar la nipa que bordea el río y que servirá para cubrir los tejados de sus bahay kubo .
El tarsero filipino, una sorpresa más en Bohol Aparte de sus colinas, su historia, sus playas y su río, Bohol cuenta con otra particularidad como es la del tarsero filipino , uno de los primates más pequeños del mundo, con un curioso aspecto entre mono y murciélago, y unos ojos saltones que le permiten ver en la oscuridad. Unos cien tarseros viven en libertad controlada en un parque de Bohol. Allí los guías llevan a sus visitantes y les permiten contemplar al animalito que espera deseoso de un buen grillo con el que pasar el día.
El Tasier, oriundo de Bohol, es el mono más pequeño del mundo. © Silver Ringvee Guía de viaje | Etheria Magazine Visado para Filipinas Hace falta visado si el viaje va a durar más de 21 días. Se puede sacar en el consulado de la Embajada Filipina en Madrid .
Cómo llegar Se puede volar a Cebú combinando Iberia y Cathay Pacific o con Emirates y desde allí coger un ferry para Bohol y otro de Bohol a Boracay (o una avioneta).
Dónde dormir y comer En Boracay el Hotel Shangri-la tiene vistas espectaculares y todas las comodidades de un hotel de cinco estrellas. Su diseño, en el que los bungalows recuerdan a cabañas en los árboles, se funde con la escenografía de la isla.
En Bohol el Bohol Beach Club está estratégicamente situado en la playa de Alona y a 3 kilómetros de la playa de Danao, ambas en Planglao. Cuenta con un excelente restaurante. Desde allí se organizan las excursiones al río Loboc y las Colinas de Chocolate.
Una amplia variedad de restaurantes internacionales pueblan la playa: francés, indio, español, chino…
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