Panamá te brinda experiencias excitantes como practicar submarinismo en Bocas del Toro, uno de los arrecifes de coral más bellos del mundo; convivir con la tribu de los Kuna Yala, en el archipiélago de San Blas; y alojarte a coste cero gracias al couchsurfing. Como siempre, te damos, las claves para disfrutar viajando sola y sacar el máximo partido a tu viaje.

Playa en el archipiélago de San Blas. © Rocío Guillén
Supongamos que llegas a Panamá City en avión. Bien, vas a visitar ese aeropuerto varias veces si quieres ir a Bocas del Toro y a San Blas porque no están conectados entre sí, pese a situarse en la misma costa caribeña. Air Panama tiene varias frecuencias, aunque también puedes ir por vía terrestre, yo en concreto crucé a Bocas del Toro por la frontera con Costa Rica caminando y luego en barquito para llegar al archipiélago.

Casco histórico de Ciudad de Panamá.
Pero mi recomendación es que pases el jet lag en la ciudad de Panamá porque tiene su historia, está muy bien restaurada y merece la pena visitar su casco viejo. Está lleno de colorido y de cultura gracias a los bohemios que han montado boutiques, bares y galerías de pintura en sus edificios coloniales entorno al palacio de la Presidencia, la plaza Herrera, la plaza Bolívar (que en toda Latinoamérica tiene que haber una en homenaje a Simón Bolívar, gran protagonista de la emancipación de las antiguas colonias españolas) y la plaza de la Independencia, donde cada mayo celebran un festival de jazz y la autonomía de Panamá de Colombia. También tienes que ver la Catedral Metropolitana y, por descontado, el inmenso canal de Panamá, al menos desde las escalinatas de la plaza de Francia.
La experiencia del couchsurfing
Por supuesto, puedes ir de hostal, de hotel, de albergue juvenil… pero si quieres hacer una inmersión total entre la población autóctona, mi recomendación número uno, en todos los países del mundo, es la red social de la web o app de www.couchsurfing.com. Os cuento alguna anécdota, a modo de ejemplo, de cómo te cambia el viaje: cuando llegué a Panamá City en el bus Tumba Muerto de la flota de los Diablos Rojos, fui directa a casa de un panameño que había tenido a bien aceptar mi petición de alojamiento por una noche, pues al día siguiente mi intención era ver la capital y, a las 4 de la madrugada, coger el avión para San Blas. Pues bien, no sólo me dio todas las pistas para sacarle el mayor partido a mi jornada, sino que me presentó a otro viajero que también se estaba alojando en su casa esos días antes de partir para la selva colombiana, porque el tipo se estaba cruzando todo el continente americano a pie. Sí, a pie, kilómetro tras kilómetro. De esa gente extraordinaria que no conoces si no es por Couchsurfing (CS en adelante). Pero es que congeniamos tanto los tres que, cuando me desperté para ir al aeropuerto, me los encontré a los dos preparándome un desayuno delicioso.

Ciudad de Panamá.
Y así me fui, deseando volver a verlos, cosa que me sucedió más tarde en Ecuador, divino azar, justo antes del golpe de estado que nos confinó al norteamericano andarín y a mí en la misma habitación de hotel aeroportuario porque nuestros aviones habían sido cancelados. Ese tipo de casualidades te regala el CS.
El archipiélago de San Blas
Pero aún hay más, porque, increíblemente, aunque no os lo creáis, en la misma web, en el archipiélago de San Blas, encontré a un “host” que parecía ser el líder de la tribu de los Kuna Yala. El señor había estudiado en la Universidad de Panamá City, conocía CS y ofrecía alojamiento en su cabaña, con su familia, para mostrar al visitante de la manita todos los secretos de su tierra y sus 30.000 habitantes. Hay hoteles de distintas categorías en algunas de las 365 islas, pero quédate con el couchsurfing pese a tener que dormir en una hamaca a cielo abierto, ducharte a cubazos y hacer tus necesidades en las orillas de la isla
No hay mayor lujo que poder hablar con las mujeres más ancianas de la tribu, tener a sus 11 hijos alrededor o comer pulpo recién pescado por un amigo suyo y guisado con arroz y plátanos –maduros y verdes– fritos por su esposa.
O ponerte a departir con todos sus paisanos en la plaza del pueblo, asistir a una asamblea vecinal donde toman sus decisiones, algunas de ellas muy beligerantes contra el gobierno estatal, ya que se sienten abandonados a su suerte desde los tiempos de Nele Kantule, líder de la primera revolución kuna en 1925.

Playa de isla Diablo, en el archipiélago de San Blas.
El hecho de ir con el contacto de este hombre, tan respetado por los 3.000 habitantes de su isla Ustupu, impidió que un barquero abusara cobrándome más por el trayecto en lancha desde el aeropuerto, que está en Achutupu; y que no pudieran timarme con el precio de los tours a sus playas paradisíacas para pescar y hacer esnórquel. Y, a la hora de volver, también me permitió el lujazo de que una profesora me dejara pernoctar en su casa gratis para que, a la mañana siguiente, estuviera más cerquita del aeropuerto. Además, para cenar me preparó un dulemasi, comida típica kuna que consiste en plátano y pescado hervido en leche de coco, al que le añades limón, chili y sal al gusto. Lo peor de mi estancia en San Blas fue no encontrar tampones, solo tenían compresas enormes –llevaos la copa menstrual–.
Bocas del Toro, un acerrife de coral que explota de color
He dejado para el final Bocas del Toro porque me parece el broche de oro de este viaje a Panamá, debido no sólo a sus playas dignas de póster ampliado en tu casa sino, sobre todo, a la inconmensurable belleza de sus fondos marinos. Si te da miedo hacer submarinismo, en los tours organizados por las islas suelen llevar a hacer esnórquel a Punta Hospital y verás lo suficiente… aunque no todo a un palmo de tu nariz.

Bocas del Toro.
Puedes aprovechar que estás en una de las zonas de buceo más bonitas del mundo para probar con un bautismo, en el que te lleva el monitor de la mano para que no temas, porque vas a alucinar con la variedad de corales del arrecife y, muy especialmente, con colores que ni Pantone sabe que existen.
Los hilos dorados que trepan por sus múltiples formas son ya de locura, y si encima te topas con un caballito de mar, pues has amortizado la inmersión… y el miedo.
Coral Garden es precioso, pero en Sechen alucinas con sus corales, langostas, peces roca, ciempiés y culebras doradas. En el centro de buceo de La Buga son muy de fiar y es un gran lugar para relajarse después cenando.
En Isla Colón sí que elegí alojarme en el hotel La Coralina porque me apetecía disfrutar de una habitación fantástica y tranquila para mí sola frente al mar, degustar su gastronomía internacional, relajarme en su zona chill out, su spa y su playa, ir caminando hasta la de Flatrock… Pero como actualmente está cerrado, os recomiendo escoger uno del estilo Punta Caracol Acqua Lodge, que hay que descansar bien para sumergirse en las profundidades marinas, porque muchas veces es agotador. Y, también, para ir a las excursiones de las islas. Mi consejo es juntarte con un grupo pequeño, alquilar una barca privada y pedirle al capitán que os lleve a las que escojáis y no a las que imponen en las agencias, porque separan las islas más lindas en dos jornadas diferentes para que tengáis que comprar ambos tours.

Rana Roja de Panamá.
La opción privada que os invito a hacer empieza por ver la salida del sol por Bahía Delfines con los susodichos mamíferos saltando sobre sus límpidas aguas. Las islas de manglares donde retozan los perezosos son tan peculiares como las ranas rojas de la Isla de Red Frog, con su playa larga y paradisíaca, al igual que la alucinante isla Cayo Zapatilla, famosa desde hace años porque se grabó allí una edición de Supervivientes. ¡Haz el lagarto allí al sol como uno de ellos!