La ruta de César Manrique es un itinerario imprescindible en un viaje a Lanzarote. En este artículo te hablamos de este apasionante artista y del legado que dejó en, según sus propias palabras, “el lugar más bello de la Tierra”. ¿Estás preparada para comprobar que no exageraba?
César Manrique posa con una de sus obras. La figura de César Manrique está tan unida a Lanzarote que resultaría casi imposible disociarla de esta isla canaria que tanto amó. A pesar de que nos dejó en 1992, su legado continúa estando tan vivo como siempre y es una de las piedras angulares del turismo en Lanzarote.
Quién fue César Manrique A veces se siguen determinadas rutas turísticas sin conocer realmente el sentido o relevancia de las mismas. En la ruta de César Manrique en Lanzarote es aconsejable detenerse un instante para conocer al personaje que la ha motivado. César Manrique , hijo de Lanzarote, es toda una institución en la isla y fuera de ella. Nació en el seno de una familia de clase media –padre, representante comercial en el sector alimentario y abuelo, notario–, participó en la Guerra Civil española y, aunque empezó a estudiar Arquitectura Técnica en Tenerife, terminó haciendo Bellas Artes en Madrid.
Lienzo de César Manrique. Manrique en Nueva York El contacto con otras corrientes artísticas en el extranjero lo recibió gracias a su estancia en Nueva York. Allí se instaló en 1964 y obtuvo una beca patrocinada por Nelson Rockefeller, lo que le permitió dedicarse a la pintura con menos estrecheces. Llegó a exponer en prestigiosas galerías, pero se dio cuenta de que aquel no era un lugar para él. A su amigo Pepe Dámaso le escribía en una ocasión “…más que nunca siento verdadera nostalgia por lo verdadero de las cosas. Por la pureza de las gentes. Por la desnudez de mi paisaje y por mis amigos (…). Mi última conclusión es que el hombre en N.Y. es como una rata. El hombre no fue creado para esta artificialidad. Hay una imperiosa necesidad de volver a la tierra. Palparla, olerla. Esto es lo que siento”. Y esa nostalgia impulsó la vuelta a Lanzarote .
Móvil de César Manrique, un juguete del viento. Decidido a proporcionar belleza a Lanzarote A su regreso, en 1966, Manrique ya no era el mismo hombre que se marchó, llegó repleto de ideas con las que embellecer su amada tierra. El artista confesaba: “Cuando regresé de New York, vine con la intención de convertir mi isla natal en uno de los lugares más hermosos del planeta, dadas las infinitas posibilidades que Lanzarote ofrecía”.
Sólo hubo que sumar a su cariño por Lanzarote una gran dosis de maestría y conocimiento de pintura, escultura, arquitectura, paisajismo y ecología. Y ¡voilá!, comenzaron a nacer instalaciones y espacios naturales llenos de fantasía. Murió a los 73 años en un accidente automovilístico pero su obra continúa mostrando su magia al público.
Hechas las presentaciones, conozcámosle un poco mejor a través de su obra arquitectónica, pictórica y escultórica.
César Manrique en el Jardín de Cactus. Ruta de Manrique en Lanzarote En toda la obra de Manrique existe una relación directa entre los valores arquitectónicos y los espacios naturales. Es decir, se establece una relación respetuosa que contribuyó, en gran manera, a la declaración de Reserva de la Biosfera de la isla. El artista también recibió numerosos premios internacionales en relación al cuidado medioambiental.
© Fundación César Manrique. 1. Fundación César Manrique (1968). Un buen lugar para comenzar este itinerario puede ser la Fundación César Manrique, que se encuentra ubicada en la casa-estudio del artista, en Taro de Tahíche. Fue levantada sobre una colada de lava en 1968 y vivió allí durante 20 años. Su estética está inspirada en la arquitectura tradicional lanzaroteña. En la parte baja se utilizaron cinco burbujas volcánicas para excavar túneles y comunicar la vivienda. En el museo, además, se puede ver una muestra de su obra.
“El sentido más sabio es rodear de la mayor belleza, en el mejor sentido de la palabra, el entorno donde el hombre habita” (Manrique, 1973)
© Jameos del Agua. 2. Jameos del Agua (1968) En esta intervención, una de las más espectaculares, aprovechó que se había desplomado el techo de un tubo volcánico, que había quedado hueco tras pasar la lava, para construir varios espacios donde el basalto, el agua y las formas se combinan armónicamente. En las instalaciones hay un bar, un restaurante y un auditorio donde se realizan espectáculos.
Parque Nacional de Timanfaya. 3. Ruta de los volcanes y asador El Diablo (1970) Manrique trató de insuflar un poco de vida en el desolado paisaje lunar del Parque Nacional de Timanfaya. Este entorno le pareció perfecto para crear rutas y situar un restaurante, El Diablo, donde incluso se puede aprovechar el calor natural que surge de las entrañas de la Tierra (a casi 300ºC). Pero la experiencia no termina en el asador sino que continúa en la Ruta de los Volcanes , donde la naturaleza es la gran protagonista.
© Mirador del Río. 4. Mirador del Río (1973) A 400 metros de altura e integrado en el entorno, este mirador es apenas perceptible desde el exterior porque está recubierto de piedra volcánica. Es preciso entrar para admirar desde sus dos grandes ojos de cristal una panorámica bellísima con La Graciosa (la octava isla canaria) como protagonista. En esta obra arquitectónica contó con la colaboración del arquitecto Eduardo Cáceres y Jesús Soto , un destacado artista que también cuenta con intervenciones propias tan importantes como la Cueva Verde .
© Jardín de Cactus. 5. Jardín de Cactus (1990) Esta fue la última gran obra de Manrique. La poesía de este lugar radica en que Manrique supo transformar una vieja cantera –o rofera, como la llaman en Lanzarote– en un espacio de exhibición de cactus. Actualmente cuenta con más de 4.500 de 45 especies distintas. Fíjate en el molino, en él se molía millo en el siglo XIX; y es uno de los pocos que quedan en la isla. Cuenta con un bar donde tomar algo (tienen hamburguesa de cactus, claro) y una tienda de recuerdos.
© Casa-museo del Campesino. 6. Casa-museo del Campesino. Con esta bonita vivienda, el artista lanzaroteño quiso rendir un homenaje a los labriegos de la isla que tanto esfuerzo realizan para obtener frutos de una tierra difícil de cultivar. En la casa-museo se aprende sobre agricultura, artesanía, gastronomía y arquitectura de la tierra. No te pierdas el monumento a la Fecundidad .
Escultura a la Fecundidad en la Casa-museo del Campesino. La cantina y el restaurante son muy recomendables para probar la cocina local elaborada con ingredientes de la isla. Y para comprar algún recuerdo, acércate al mercado sostenible. Incluso tendrás la oportunidad de apuntarte a algún taller para aprender a hacer mojo, queso, cestos, alfarería, etc.
Taller de Manrique en la © Casa-museo de la Haría. 7. Casa-museo César Manrique (Haría) En una ubicación espectacular, en medio del palmeral del pueblo de Haría, se sitúa esta vivienda que el artista rehabilitó. Adquirió una antigua casa de labranza de una finca agrícola y la adaptó a las comodidades actuales. En este lugar vivió hasta 1992. Posteriormente, se abrió al público y ahora puedes conocer el espacio donde vivió y trabajó durante sus últimos años.
© Casa-Museo César Manrique en Haría. En otras islas también dejó su huella: en Tenerife, en la Costa Martiánez (Puerto de la Cruz); en La Gomera, en el mirador de El Palmarejo; y en El Hierro, en el mirador de La Peña.
Este itinerario te acerca a una persona amante de la naturaleza que logró convertir la isla en una gran obra de arte atractiva para el turismo y respetuosa con el entorno. Desde los años ochenta se encargó de luchar contra la especulación inmobiliaria que atenazaba el lugar y de levantar la voz frente a empresarios y entidades gubernamentales, lo que le valió no pocas enemistades. Este pionero de la sostenibilidad es hoy día una figura de la que hay mucho que aprender.
Fotos: Fundación César Manrique
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