El Namib es el desierto vivo más viejo del mundo y, probablemente, el más hermoso. Abarca gran parte de Namibia y es un territorio donde la vida y la muerte se replantean cada día. En Etheria Magazine nos ponemos en modo exploradora para sentir el vértigo de los enormes espacios y el placer del silencio. Aventúrate a dejar 10 huellas de tus pies en el desierto. Vista aérea del desierto de Namibia. 1. En arena te convertirás Vasto, extraño y solitario, el oeste de Namibia es un puro desierto . A lo largo de 1.570 kilómetros paralelos a la costa atlántica se extiende un panorama eterno de arena rojiza desde el sur, limitando con Sudáfrica, hasta alcanzar la frontera con Angola . Un cielo rabiosamente azul, en el que raramente asoman nubes, contrasta con enormes dunas de tonos rosáceos –por su riqueza en mineral de hierro– que se tiñen de un intenso rojizo al culminar el día y que, con sus formas y colores, caracterizan al desierto del Namib , demostrándote que has llegado al desierto más bello del mundo.
Namib Naukluft Park lodge. 2. Dormir en la arena Unas ganas inmensas de explorar el desierto te entrarán cuando veas las arenas rojizas de Namib-Naukluft , la zona protegida del desierto. Está limitada al sur por la reserva de extracción de diamantes y al norte por las montañas Naukluft. Entre ellos, un universo de olas de arena anaranjadas, ordenadas por el viento en dunas salpicadas de oscuras rocas. Haz noche en alguno de sus alojamientos y regocíjate ante el vértigo del cielo africano. A medida que anochece distinguirás como se va tachonando de estrellas al tiempo que te sentirás la reina del desierto. Todavía vivían los últimos dinosaurios cuando el viento ya modelaba una de las regiones más áridas del planeta. El resultado es uno de los parajes más admirados del mundo, donde sentirás que Africa invade tus sentidos.
Flamencos en Walvis Bay. 3. Entre flamencos y pelícanos En uno de los lugares más secos del planeta, los asentamientos humanos se han arrimado allí donde las escasas lluvias estivales dan lugar a fuentes. Así, al pie de la costa, en los antiguos asentamientos indígenas , hallaremos los únicos enclaves urbanos del desierto: Swakopmund y Walvis Bay, surgidos como puertos comerciales coloniales de alemanes y británicos.
La huella arquitectónica alemana marca el urbanismo de Swakopmund , puerto abrigado por Punta Pelícano , hoy un paraíso para estas aves y una notable colonia de lobos marinos del Cabo . Mientras, Walvis Bay –33 kilómetros al sur– se extiende como una de las ciudades más secas del mundo alrededor de una bahía natural a donde acudían las ballenas a alimentarse y fondeaban los barcos ingleses camino de Ciudad del Cabo . En vehículo todo terreno sigue unos 45 kilómetros al sur de la ciudad para identificar uno de los parajes más bellos del Namib : el Sandwich Harbour . Una laguna litoral, que fue bahía de refugio para balleneros y pescadores, envuelta de dunas y arrecifes. Es el hogar de más de 200.000 aves entre las que destacan flamencos, pelícanos y cormoranes.
Solitaire Village. 4. Atravesar la soledad Vas mirando por la ventanilla y pensando en descubrir algún indicio en el paisaje de que llegas a Sesriem, el cañón de moda en el desierto. En este desfiladero, de un kilómetro de longitud, creado por el río Tsauchab, hay tramos por los que solo puede pasar una persona. Al primer lugar al que llegas es, literalmente, a Soledad. Los viejos coches abandonados a la entrada te sorprenden anunciando que llegas a Solitaire . Parece un oasis, aunque solo es un pequeño asentamiento urbano con gasolinera, tienda con pasteles recién horneados y una pequeña capilla. Está situado en el cruce de dos de las más importantes carreteras que atraviesan el desierto y aún quedan 83 kilómetros para alcanzar el cañón.
Duna 45. 5. Cita sobre la duna 45 En el Namib, las horas más preciadas son las previas al amanecer, cuando el cielo anuncia un nuevo día pintándose de rosa. Comenzarás tu jornada de noche para atravesar las puertas del parque nacional a tiempo de recorrer el valle Tsauchab y que esas bonitas luces te pillen sobre la duna 45 . Se trata de una duna mítica que, con la oscuridad de la noche, muestra un perfil de montaña. Pero su curva sinuosa no deja duda, es una duna sobre la que esperar el primer rayo de sol del amanecer . Asciende, no sin dificultad, por su perfilada arista de arenas (con 5 millones de años de antigüedad) y sorprende el rayar del día encaramada a sus 80 metros de altura . Sentirás que has vivido una experiencia mágica, la de un mar de curvas rosadas y dunas de finísima arena que se extienden hacia el sur del desierto.
Oryx en el desierto de Namibia. 6. Entre las estrellas Notarás que el mundo se detiene cuándo, 20 kilómetros más adelante , alcances Sossusvlei , una llanura arcillosa cubierta con una reseca costra salina rodeada de elevadas dunas rojizas . Parece imposible que esta planicie sea labor de un río, el Tsauchab , ya que la mayor parte del año está seco. El verde austero de algunos arbustos entre las dunas y el movimiento furtivo de un zorro orejudo o un chacal te pueden desvelar una huella de vida en medio de un panorama de ficción. Con suerte verás la aparición sigilosa de algún órice del Cabo , un bellísimo antílope africano capaz de vivir en el desierto por su extrema adaptación a obtener el agua que necesita solo de frutos y raíces o, después de ascender a lo alto de las dunas, ponerse cara al viento y respirar su humedad.
Acacias muertas en el desierto Namib. 7. Cuando el mundo se para El último tramo de Sossusvlei has de caminarlo a pie para acceder a la zona más recóndita del valle o Deadvlei . Puedes abarcarla con una mirada si asciendes a cualquiera de las enormes dunas del lugar. Las conocidas como Big Daddy y, frente a ella, Big Mamma son consideradas entre las mayores del desierto. Por cualquiera de los caminos que elijas divisarás una llanura de suelo blanquecino , por la sal que acumula, al más puro estilo desértico. Sobre su blanco radiante se levantan los troncos secos de viejas acacias que resaltan su cautivadora belleza entre las dunas rojizas. Son las huellas de un oasis que dejó de serlo cuando el río desvió su curso y con ello cesó el aporte de agua, la esencia de la vida.
Pinturas rupestres. 8. Road trip al pasado Cuanto más avanzamos hacia el norte , el Namib despliega toda su dureza. No hay sombra, ni agua, apenas vegetación acercándonos a la frontera con Angola. El panorama más inaccesible del Namib se muestra ante nuestros ojos y ante los miles de espectadores de la película Mad Max pues fue rodada aquí. Hacia el interior, en las proximidades del poblado minero de Uis , se distingue la mayor cumbre del país, el monte Königstein . Es un lugar sagrado para la tribu San o bosquimanos ya que sus abrigos rocosos esconden pinturas rupestres de animales como el órice, escenas de caza y la impresionante Dama de Blanco , un chamán pintado hace 2.000 años.
Elefantes de Namibia. 9. En la playa de los elefantes Los valles alrededor de Sesfontein acogen unos habitantes muy especiales, los elefantes . No es que sea una especie diferente de la de sabana, sino que su comportamiento es único, ya que en años muy secos los elefantes son capaces de llegar hasta la misma orilla del mar para refrescarse. El extremo más septentrional del Namib solo es accesible mediante safaris aéreos . Mientras, las dunas desde la misma orilla, como un oleaje anaranjado, siguen avanzando tierra adentro, remarcando que el desierto cautiva con la tenacidad de los granos de arena. Esta es para cualquier mujer viajera una de las experiencias inolvidables de su vida.
Costa de los Esqueletos. 10. Un baño de agua de eternidad La auténtica magia del desierto de Namibia es la niebla que se levanta desde el litoral y se adentra hasta 140 kilómetros sobre las arenas y dunas. La provoca la fría corriente de Benguela que asciende por el litoral atlántico bañando estas costas. Esa niebla es la que lleva la humedad tierra adentro. Gracias a ello, tanto plantas como animales han logrado hacer del desierto su hábitat y convertirlo en uno de los desiertos que albergan mayor diversidad del mundo. Algunas especies son tan raras como la welwitschia , una planta que con sus largas raíces crece sobre el terreno pedregoso y puede vivir hasta 2.000 años. ¿Habrán encontrado el elixir de la vida entre la arena del desierto?
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