Martinica es la cuna de la emperatriz Josefina Bonaparte, fuente de inspiración de Gauguin y el lugar donde el poeta Aimé Césaire reivindicó la cultura africana. Este pedazo de Francia trasplantado en el corazón del Caribe es el destino perfecto para unas vacaciones que aúnen naturaleza, historia, gastronomía y playas de postal. Te damos solo diez razones por las que merece la pena visitar esta preciosa isla.
Fotografías: Félix Lorenzo.
Anses d’Arlet. Actualizado 05/2023
1. Martinica, la isla de las flores Así es como la bautizó en 1502 Cristóbal Colón. Y es que aquí la flora exuberante del Caribe es muy notoria. Además de los cocoteros inclinados sobre la arena de la playa, el interior de la isla presenta una naturaleza desbordante, con una selva tropical que cubre gran parte de la isla. De hecho, de los 34 municipios que tiene Martinica, 32 pertenecen al Parque Natural Regional, el primero creado en una isla tropical. Las diversas especies de flores y plantas tropicales se pueden admirar especialmente en el jardín de Balata, el Jardín Botánico de Carbet, el campo Émeraude o la plantación Beauvallon.
2. Baños dignos de una emperatriz Como ritual de belleza diario, Josefina Bonaparte acudía todos los días a bañarse a los Fonds Blancs (Fondos Blancos) llamados así por la poca profundidad de sus aguas y conocidos hoy como «la bañera de Josefina». Situados a escasos minutos de Le François, la futura emperatriz llegaba a bordo de una barquita, se desnudaba y se relajaba en las transparentes y templadas aguas caribeñas. Por un módico precio alguno de los pescadores de la zona accederá a llevarte hasta allí, incluso puede que te invite a un trago de ti punch , a base de ron, lima y sirope de azúcar, que seguro que lleva a bordo.
Si quieres ir un paso más allá, te encantará saber que existe la posibilidad de hacer de Robinson durante unas horas en alguno de estos islotes habitados por la fauna martiniquesa. Solo tienes que acordar la hora de recogida con el pescador.
No te olvides de llevar protección solar, comida y abundante bebida. En el caso de que quieras aprovechar para hacer ejercicio, puedes hacer un recorrido en kayak (la opción más económica). Otra posibilidad es alquilar un Ti Canot , una embarcación que se puede conducir sin licencia y que te permite ir a tu aire (¡bendito GPS!). Si prefieres algo menos arriesgado, decántate por una excursión de medio día en lancha con guía.
Monte Pelée con la cima cubierta por las nubes. 3. Naturaleza explosiva en Martinica Completamente cubierto de espesa vegetación tropical, el monte Pelée , el punto más alto de la isla (13.97 m), oculta uno de los volcanes más mortíferos. A los isleños les gusta contar la historia de cuando en 1902 entró en erupción con tal fuerza que destruyó por completo Saint Pierre, la que entonces era la capital de Martinica, acabando con la vida de 30.000 personas, casi la totalidad de los habitantes de la época. A pesar de seguir en activo, la estrecha vigilancia de geólogos y sismólogos permite acercase a él con seguridad. Existen varios senderos que ascienden hasta el volcán, con diferentes niveles de dificultad, pero todos ellos tienen en común que están jalonados por una naturaleza exuberante y –en días despejados– nos regalan unas panorámicas impresionantes.
Dado que el clima es muy cambiante, es recomendable llevar en la mochila un impermeable y un jersey, además de agua, protección solar y un buen calzado. Las excursiones pueden ser de un día o de medio y lo mejor es ir con guía y en grupos pequeños. Elige un día despejado para disfrutar al máximo de las vistas.
Jardín botánico e iglesia de Balata. 4. Una ruta zigzagueante para emociones fuertes La llamada Route de la Trace discurre en dirección norte desde Fort-de-France, y el camino zigzaguea entre valles y la selva tropical. Dicen las malas lenguas que la razón de que no vaya en línea recta se debe a que los jesuitas, que fueron quienes trazaron la ruta en el siglo XVII, tenían cierta debilidad por el ron. Sea como fuere, recorrer este camino nos regala imágenes insólitas, como la catedral Balata (una réplica en miniatura del Sacre Coeur de París, rodeada de vegetación y en la mayoría de los días semicubierta de nubes bajas), el jardín botánico Balata (que alberga más de 3.000 especies de plantas tropicales alrededor de la finca criolla original y en la que las orquídeas y los colibríes son solo algunos de los protagonistas) o las preciosas cascadas de Didier y del Saut du Gendarme , donde disfrutar de un agradable baño.
Barricas de la Habitation Clément. 5. Visitar una antigua plantación de caña de azúcar Son conocidas como habitations, y hoy en día siguen en uso como destilerías de ron (de ahí que sea una de las bebidas más consumidas en Martinica). Existen varias de ellas en la isla, pero si solo hay tiempo para visitar una, merece la pena que sea la Habitation Clément . Situada en Le Français, la visita incluye un recorrido por la mansión criolla del siglo XVIII, el centro de arte, la antigua destilería de ron –hoy reconvertida en centro de interpretación del ron– y los magníficos jardines que rodean la finca.
Fort-de-France. 6. Fort-de-France, la capital de Martinica Hay que dedicarle al menos medio día para palpar el ambiente de la isla. Date una vuelta por el centro histórico, lleno de color, admira la catedral de St. Loius , entra en la biblioteca Schoelcher , de estilo ecléctico (construida íntegramente en París y trasladada después a piezas hasta Fort-de-France), camina por el paseo marítimo, acércate hasta el mercado cubierto de las especias para tomarte un zumo natural o una pieza de fruta fresca (como mango, coco o carambola). Descansa y disfruta del jolgorio en la plaza de la Savana junto con los demás martiniqueses y visita el fuerte Saint Louis desde donde obtendrás una magnífica foto de la bahía y la ciudad.
Saint Pierre, en la isla de Martinica. 7. Saint Pierre, ciudad histórico-artística Desbancada como capital por Fort-de-France tras la erupción del monte Pelée a principios del siglo XX, la ciudad es como un museo al aire libre, ya que conserva los testimonios de este trágico acontecimiento. En algunos barrios todavía se encuentran restos de edificios en ruinas, como la iglesia del Fuerte, la casa colonial de salud, el antiguo teatro o la prisión Cyparis, famosa por haber albergado a uno de los pocos supervivientes de la catástrofe. La plaza Bertin, en el barrio de Le Mouillage, se extiende a lo largo de la playa, con su preciosa casa de la Bolsa , reconstruida como la original y el mercado cubierto, muy animado. La catedral de Nuestra Señora de la Asunción (declarada monumento histórico) también fue reconstruida tras ser destruida por el volcán.
Playa Grande Anse des Salines. 8. Disfruta de las auténticas playas caribeñas Grande Anse des Salines Martinica tiene muchas playas, pero si solo hubiera que elegir una, esta sería Grande Anse des Salines . Se trata de la más grande y también la más famosa de la isla, porque es el paradigma de la playa caribeña de catálogo. Debe su nombre al Étang des Salines (estanque de las Salinas), el enorme embalse de agua salada situado detrás de la playa. Aquí el mar apenas se agita, la arena es blanca y fina como la harina y aunque en el resto de la isla acechen nubarrones, en Grand Anse siempre luce el sol. Entre las palmeras que la bordean cuelgan hamacas de vivos colores que cada uno puede colocar donde le plazca y los rústicos chiringuitos ofrecen una limitada pero deliciosa selección de platos: pescado fresco asado, arroz y ensalada. El postre se puede tomar en los puestos ambulantes de fruta, cortada o exprimida al momento, al gusto del consumidor. Reserva al menos un día para disfrutarla.
Ansé Couleuvre Las playas del norte se caracterizan por su arena negra. Imprescindible es Anse Couleuvre . Aunque es cierto que cuesta llegar a ella, si vas por la tarde conseguirás el lugar perfecto para ver una preciosa puesta de sol. Si además tienes suerte, es posible que avistes alguna de las tortugas marinas que suelen acercarse a la costa. No te olvides del equipo de snorkel ¡lo aprovecharás!
Playa de arena negra Ante Ceron. Ansé Cerón Otra playa solitaria y oculta que merece la pena es Anse Cerón . Aquí los cocoteros han creado un telón de fondo natural muy exótico que, sin embargo, entraña un peligro del que avisan unos carteles escritos a mano y fijados a los troncos de los árboles: “¡Cuidado, caída de cocos!”. Estás avisada. Desde aquí se aprecia perfectamente Ilet la Perle , una gran roca redondeada situada mar adentro que goza de la merecida fama de ser una buena zona para bucear, especialmente para aquellos a los que les guste explorar entre restos de barcos bajo el mar, ya que gran parte de la flota martiniquesa se hundió aquí durante la erupción del Mont Pelée.
Puesto de frutas en Grand Anse Salines. 9. Gastronomía criolla de Martinica Además del famoso ti punch , la gastronomía martiniquesa posee algunos platos típicos de las Antillas, como los accras , unos deliciosos entrantes parecidos a los buñuelos de bacalao, que pueden ser de pescado, de gambas o de verduras. El colombo , una especie de curry antillano, más suave que su versión india, se utiliza para preparar pollo, verduras, marisco o pescado. El fricassée de chatrou , plato a base de pulpo con salsa, es también una especialidad de las Antillas muy apreciada en Martinica. El féroce de aguacate es de consistencia y aspecto parecido al guacamole mexicano, pero más picante y con base de bacalao y harina de mandioca. Una salsa que no falta nunca en la mesa de los martiniqueses para acompañar el pescado a la plancha, el marisco o la carne a la barbacoa es la chien , que tiene un punto picante y realza los sabores de los platos.
De postre, el coco en todas sus versiones (fresco, en sorbete, zumo, helado, flan) y otras frutas que abundan en la isla, como las piñas y las bananas.
Esculturas en el Memorial a la Esclavitud. 10. Memorial a la Esclavitud En la costa sur, en Anse Cafard, al borde de la carretera, y con vistas al famoso peñón de Le Diamant, se alza un memorial en homenaje a los esclavos. Es uno de los testimonios de la negritud, un concepto ideado, entre otros, por el poeta, escritor y alcalde de Forte de France durante 47 años, Aimé Césaire, que surgió en los años 30 como reacción a la opresión del sistema colonial francés y que buscaba fomentar la cultura africana. Esta idea sigue muy presente en las vidas de los martiniqueses, el 80% de los cuales son descendientes de esclavos.
En el día a día reivindican sus raíces haciendo sonar su música en las calles de Fort-de-France, pintando sus fachadas coloniales de colores vivos o cocinando platos criollos.
Guía de viaje a Martinica | Etheria Magazine ¿Cómo llegar a Martinica?
Air France dispone de vuelos directos desde España vía París (Orly).
Dónde dormir en Martinica
Plein Soleil . Anidado en el corazón de un jardín tropical, dominando la bahía de François es un remanso de paz ideal para desconectar.
Cap Est Lagoon & Spa (Quartier La Prairie). Pertenece al grupo Relais & Châteaux y es donde se aloja la reina de Dinamarca cuando visita la isla.
Ilet Oscar. El islote Oscar es una isla privada que queda enfrente de Le François, con playa y embarcadero propio. Dispone de una casa del siglo XIX con cuatro habitaciones con baño y servicio de mayordomo y cocinero las 24 horas del día. Un lujo para ‘robinsones’ acomodados.
No te pierdas
Musée de la Pagerie Trois-Ilets es una cita obligada para los interesados en la figura de Josefina. Encontrarás retratos familiares y curiosidades como una carta de amor escrita por Napoleón en 1796.
El pequeño Musée Gauguin en Anse-Turin, muestra los cuadros pintados por el artista durante su estancia en la isla.
Otros consejos de viaje en Martinica
Si puedes, alquila un coche, porque tendrás más autonomía (el transporte público va al ritmo caribeño). Recuerda que aunque las distancias parezcan cortas, suele haber tráfico en las horas punta, así que tenlo en cuenta. El idioma oficial es el francés, pero la mayoría de los martiniqueses hablan criollo entre ellos. Al formar parte de Francia, la moneda es el Euro. Más información: Turimo de Martinica y Oficina de Turismo de Francia .
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