La luz de la costa onubense, entre la desembocadura de los ríos Guadalquivir y Odiel, nos promete caminos de arena y agua inexplorados, que invitan a soñar con los ojos abiertos. Te invitamos a recorrer Doñana y las playas más hermosas y salvajes de Huelva. Barcos en Punta Umbría, al abrigo de las marismas del río Odiel. Justo en ese instante en el que ves al gran río del sur, el Guadalquivir , hacerse a la mar en su gran estuario, a caballo entre Cádiz y Huelva, la luz atlántica te contagia de entusiasmo para seguir por la orilla de una costa plena de luz. En la provincia de Huelva comienza, con un litoral intacto, un larguísimo mar de arena y perlas de sal que simboliza la gran riqueza natural y que protege hacia el interior el Parque Nacional de Doñana . Desde Matalascañas , en el pueblo de Almonte, el interminable cordón de playas de Huelva y el sol serán compañeros de viaje por la costa onubense. Hasta llegar a Palos de la Frontera, donde las marismas del río Odiel , mecidas por las mareas, perfilan un paisaje cambiante entre islas de horizonte azul y mar.
Dunas del Parque Nacional Doñana. En busca de la Atlántida En pleno golfo de Cádiz hemos elegido el pedazo más solitario y extenso de la Costa de la Luz para no perder de vista el océano. Más que un destino es un estado mental, lo comprobarás cuando su belleza salvaje se convierta en refugio de tu espíritu itinerante.
La primera caricia de arena de las playas de Huelva no podría tener mejor comienzo que en los 35 kilómetros de la playa de Doñana, que se extienden desde la desembocadura del Guadalquivir a merced de viento y soledad. La playa de más cómodo acceso es la de Matalascañas , una localidad rodeada por el Parque Nacional de Doñana , y la zona urbana litoral preferida por los sevillanos.
Situada junto a las marismas del Guadalquivir, el que fuera un mar de cañas evolucionó a su denominación actual, Matalascañas. Aquí es donde primero sentimos el ritmo acompasado que llevan las olas cuando tocan la arena. Cuentan que algunos arqueólogos buscaron entre sus arenas y zonas marismeñas los restos de la misteriosa Atlántida . La isla de una civilización mítica de cuya ubicación poco más se sabe que su situación más allá de las columnas de Hércules.
Pinares y dunas fósiles en playa Torre de la Higuera. La localidad de Matalascañas se conoce también como Torre de la Higuera. El motivo es que era una de las defensas militares del litoral que Felipe II mandó construir ante las incursiones de piratas berberiscos. Verás sus cimientos, como un gigantesco capitel caído, a 50 metros de la orilla en la playa de la Torre de la Higuera . Junto a otras 4 torres almenaras, erigidas hasta Mazagón, defendieron la costa que recorremos hace 500 años. Hoy sus vestigios añaden encanto playero y ensoñaciones ante las que apostarse al sol.
Playa de Castilla (Huelva). El olor del salitre y la brisa son la bienvenida a los 5,5 kilómetros de la tranquila playa de Matalascañas . Dorada y de fina arena da paso a unas aguas cristalinas en las que resulta imposible no sumergirse. Frente al horizonte marino se levanta un mar de dunas cubiertas de vegetación; la misma que hace tan exclusiva la biodiversidad de Doñana, y la señal inequívoca de estar pisando el paraíso.
El rey Alfonso X denominó a esta costa, que abiertamente mira al océano Atlántico, la playa de Castilla , al ser el acceso al océano Atlántico más asequible para la corona castellana. Conecta con el municipio de Mazagón a través de 20 kilómetros de arena sin urbanizar . Es el baluarte de la esencia de un litoral virgen y la invitación perfecta para perderse por las playas de Huelva.
Acantilados de dunas fósiles del Asperillo. Por amor a la arena Sentirás un abrazo de arena cuando busques el acceso en la carretera A-494 al acantilado del Asperillo, un abrupto litoral aislado de dunas fosilizadas. Conduce a su encuentro una pasarela de madera en el paraje conocido como la Cuesta Maneli . Entre pinos, enebros y sabinas frecuentados por la tortuga mora y el lince ibérico, invita a caminar a lo largo de kilómetro y medio. En ese punto nos situamos sobre el acantilado de arena que cubre una gran extensión litoral y lo convierte en un paraje único en la península.
Hicieron falta mucho viento, agua de lluvia y nada menos que 15.000 años para divisar este acantilado de arena blanquecina de un centenar de metros. Espera al atardecer para disfrutarlo a placer. Los matices ocres y anaranjados surgen cuando el sol desciende en el horizonte sobre las arenas fosilizadas, mezcladas con arcilla.
Ruinas de la Torre del Loro. Gran evasión en las playas de Huelva No hay pérdida para alcanzar la playa del Arenosillo , otro de los arenales vírgenes de esta costa. Llegamos si ampliamos nuestra andadura desde el Asperillo en dirección al occidente. En la ruta nos encontraremos la llamativa perspectiva de la playa de la Torre del Loro , gracias a otra de las estratégicas torres defensivas que jalonaron la costa atlántica hasta conectar con la gaditana Tarifa. La singularidad de sus ruinas la convierten en uno de los parajes con más encanto de la ruta litoral. Y en un monumento de las mareas que conquista miradas.
Sabremos que pisamos la playa del Arenosillo porque entre sus pinares se encuentra el Centro de Experimentación de El Arenosillo del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial. No solo desarrollan vehículos aeroespaciales no tripulados sino que lanzan, desde 1966, cohetes de sondeo meteorológico a gran altitud. Aunque puedes bordear sus instalaciones para acceder a la playa debes mantenerte alejada. Por eso es más recomendable hacerlo desde las playas colindantes para evitar las restricciones de paso.
Atardecer en playa del Arenosillo. El paseo tiene una gran recompensa, disfrutar de una playa casi en exclusiva, por lo que es también una de las favoritas para el nudismo. Práctica de baño que puedes hacer también en la playa del Rompeculos , así denominada por el canal de agua que se trazó entre sus dunas el siglo pasado.
‘Living’ la vida Pinares tupidos dan paso a los cantiles arenosos y al parador de turismo que hacen de la playa del Parador una de las más apetecibles del municipio de Moguer. Aún estaremos en término de la marinera localidad vinculada a los viajes de Cristóbal Colón cuando avistemos los médanos o bancos de arena que hacen tan familiar a la playa de la Estrella . Con su belleza indomable gracias a sus dunas en movimiento.
Se prolonga con las dunas de la playa de la Fontanilla desde la que ya se distingue Mazagón . Localidad de historia vinculada a la pesca y a los veraneos de vecinos onubenses procedentes de Moguer y Palos de la Frontera. Urbana y con las arenas más doradas de la zona, es una cita ineludible para el paseo durante la bajamar. En este momento descubre su muy extensa franja litoral.
Desembocadura del río Tinto en las marismas del Odiel. Donde el río me lleve: marismas del Odiel y río Tinto Siguiendo la carretera N-442, al dejar detrás Mazagón, un universo de agua y vegetación empieza a desvelarse a medida que nos adentramos en el laberinto de marisma s que origina el río Odiel. Están situadas junto al río Tinto, al confluir en sus desembocaduras. Las mareas y la combinación de agua dulce y salada tienen una gran relevancia en el paisaje cambiante de las Marismas del Odiel . Aquí las aves, como las vistosas espátulas , son sus más privilegiados visitantes. Sobre todo en invierno, ya que aquí encuentran un cálido refugio y un lugar de descanso en sus viajes de migración.
Explotación salinera en las marismas del Odiel. No podemos terminar esta escapada sin ir río arriba para admirar el cauce fluvial más fotogénico y extraordinario de la geografía ibérica. Sus aguas rojizas identifican al río Tinto como una postal de otro planeta situado a apenas unos kilómetros de la orilla atlántica.
La abundancia de minerales en el lecho de su cauce y su oxidación producen este efecto providencial. A su hechizo merece la pena asomarse para ver una de los lugares por el que más civilizaciones han pasado, desde hace 5.000 años, para explotar su riqueza mineral. Incluso la NASA ha estudiado sus peculiares bacterias, capaces de vivir en un medio tan singular, para analizar organismos que pueden vivir en condiciones similares en Marte.
Así es el sorprendente color del agua del río Tinto. Guía de viaje | Etheria Magazine Para entender el laberinto de islas, estuarios y marismas que crean los ríos Odiel y Tinto, no dejes de visitar el Centro de Visitantes Anastasio Senra donde todos los ecosistemas del paraje natural quedan reflejados, mientras que en sus itinerarios señalizados podemos poner en práctica nuestra experiencia ornitológica, ampliar conocimientos botánicos o conocer una explotación salinera.
No dejes de vivir la historia contemporánea del río onubense por excelencia, el Tinto, recorriendo en tren su paisaje minero al visitar el Parque Minero Riotinto .
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