Paros, Amorgos y Milos son tres islas griegas del grupo de las Cícladas que, a pesar de estar entre las menos conocidas, nos proponen un seductor abanico de experiencias. Si te estás planteando una escapada en solitario o con amigas, en clave slow, este es tu destino porque puede que a estas islas les falte fama pero les sobra encanto. Agia Triada, Lefkes. A bote pronto, se podría pensar que Paros, Amorgos y Milos no son más que tres trillizas varadas en algún rincón del Egeo. Nada más lejos de la realidad. Aunque todas dibujan un tentador escenario que incluye una buena dosis de sol, playa, naturaleza e historia, cada una de estas islas Cícladas es única. De hecho, los nexos que comparten juegan a su favor: una gastronomía saludable y de proximidad, y ni rastro de instagramers haciendo poses imposibles.
La ruta que te proponemos está planteada para unos seis u ocho días . Moldéala a tu gusto sin preocuparte por lo que dejes en el tintero. Es probable que el estilo de vida de estas islas, amable y relajante como pocos, acabe colándose en el cajón donde guardas los sitios a los que volver.
Atardecer en Paros. Paros, la blanca Paros Bienvenida a Paros , una isla tan blanca como el famoso mármol de sus canteras que dio forma a la Venus de Milo . A la patria de eminentes escultores, poetas y filósofos. A una tierra deseada por romanos, venecianos, turcos y piratas como Barbarroja.
Por delante te espera una única carretera que recorre su privilegiada ubicación en el corazón de las islas Cícladas, 168 km de costa y un interior de suaves colinas cuajado de pueblos en los que desearías quedarte a vivir.
Panagia Ekatontapiliani, también conocida como la “iglesia de las 100 puertas”. Desembarcarás en Parikia , capital y puerto principal de la isla, donde se alza uno de los templos más impresionantes de Grecia: Panagia Ekatontapiliani. Frescos, valiosos iconos, mosaicos, capillas… Si su factura te recuerda a la gran dama de Estambul , estás en lo cierto. Según dicen, el creador de esta maravilla bizantina fue discípulo de los maestros que construyeron Hagia Sophia.
Tras este baño de historia, dirígete al norte para conocer Naoussa , un pueblo costero que resume a la perfección la fisonomía de las islas Cícladas: un coqueto puerto, calles empedradas, pequeñas iglesias y cientos de buganvillas que contrarrestan la deslumbrante blancura de las casas. Es cierto que muchos de los antiguos almacenes de los pescadores han pasado a ser estilosos cafés y restaurantes , pero la que tuvo retuvo.
Naoussa, la niña bonita de Paros. Muy cerca de aquí se encuentra la playa de Kolympithres , un trocito de bahía en el que el mar y el viento han cincelado un sorprendente relieve de bloques de granito y piscinas naturales.
Desde esta playa parte uno de los senderos más espectaculares de la isla, el que se adentra en el Parque Ambiental y Cultural de Paros, y finaliza en el Cabo Korakas. Y si prefieres una tarde de dolce far niente, quédate a medio camino, en los arenales de Monastiri. Date un chapuzón, deshazte del reloj y regálate una siesta con vistas al mar, como hacen los isleños, para disfrutar de ese momento en que la vida desaparece del mapa.
Lefkes, cien por cien Paros. Ya habrá tiempo para ir tierra adentro, conducir entre viñedos y olivares, perderte por las callejuelas de pueblos como Lefkes , Kostos o Marpisa, recorrer el este para darte un baño de arcilla en la playa de Kalogeros, o incluso para conquistar el sur.
Lo único imprescindible en Paros es que veas, sentada en el muro de una iglesia anclada en medio del monte, cómo el sol se oculta entre las siluetas de Antiparos, Sifnos y Serifos.
La despedida, como mandan los cánones deber ser una cena a la luz de las velas en las terrazas del puerto.
Langada, una de las joyas de Amorgos. Amorgos , la más oriental de las islas Cícladas, no tiene aeropuerto, ni grandes hoteles ni un apabullante catálogo de arenales. Hasta llegar lleva su tiempo.
Lo que sí tiene es algo que la hace irresistible. Es auténtica, salvaje y tranquila, y así debes tomarla. Comparte un psimeni raki con los mayores del lugar y deja que te cuenten historias de invasiones y valiosos iconos. Ponte en la piel de Luc Besson y ve en busca de los mejores platós para rodar tu propio Le Grand Bleu. O en las botas de Theodore Bent, un explorador inglés que la recorrió a finales del siglo XIX y acabó prendado de ella.
Playa de Mouros, unos buenos escarpines y a disfrutar del Egeo. Eso mismo ocurrirá contigo cuando te lances a caminar por los senderos y descubras que su perfil, alargado y estrecho, cobija pueblos con calles sin nombre donde todo el mundo se conoce, altas montañas que se desploman en el mar, ermitas bizantinas y recónditas playas que podrás disfrutar en soledad.
Empezarás a sentir su magia en cuanto atraques en Katapola , alquiles un coche, y pongas rumbo a la bahía de Aegiali coleccionando paisajes desnudos y panorámicas que se pierden en el mar.
Callejeando por Katapola, el principal puerto de Amorgos. Allí te aguarda un trío de damas norteñas que rivalizan en belleza: Langada , Tholaria y Potamos. Tres pueblecitos escondidos en los valles donde no existe el turismo de masas ni se le espera. Bien saben el precio que tendrían que pagar por ello.
¿Una pausa? Prueba la variedad local de fava –una legumbre amarilla que se toma como puré– en alguna de sus tabernas o, ya de bajada, en la playa de arena de Aegiali.
De vuelta al centro de la isla, un puñado de desvencijados molinos anuncia la presencia de Chora , un pintoresco pueblo con estatus de capital que creció en torno a su castillo veneciano.
Chora, el alma de la isla. La postal no dista mucho de las anteriores: muros encalados, buganvillas, cúpulas de azul cobalto, y, cómo no, a sus pies, el intenso y transparente Egeo que baña la capilla de Agia Anna, una de las imágenes más reconocibles de Amorgos.
Agia Anna, un escenario de película. Como también lo es el monasterio de Hozoviotissa , una maravilla arquitectónica excavada en la roca de un acantilado. Para alcanzarlo, deberás salvar 300 escalones, poca cosa teniendo en cuenta que es el segundo más antiguo de Grecia y que podrás recorrer sus dependencias. Un laberinto de incienso y velas en el que dos monjes custodian un icono de la virgen llegado desde Palestina.
Monasterio de Hozoviotissa, fiel guardián de la fe y de las tradiciones. Y luego está el extremo sur, la zona pesquera y agrícola de Kato Meria, que finaliza en la bahía de Kalotaritissa , dejando a su paso pequeñas poblaciones, playas de aguas cristalinas como cala Paradisia o Mouros , y magníficos arrecifes en los que bucear.
¿Es Amorgos el secreto mejor guardado de las islas Cícladas? Seguramente, así que mejor no corras mucho la voz.
Milos, la isla definitiva Poseidón erró el tiro al pretender castigar a esta ninfa convirtiéndola en roca porque acabó creando Milos . Una isla diseñada para el disfrute, tan bella como la propia Venus de Milo, y tan apetecible que hasta su morfología en forma de cruasán invita a saborearla lentamente.
Mandrakia. Lo ideal sería llegar sin billete de vuelta para vivirla como se merece. Dejando fluir los días entre paisajes mediterráneos y de una aridez extrema, pueblos con encanto y playas que muchos consideran las mejores del país.
Fyriplaka, unas de las playas más populares de Milos. Para prendarte de su costa, salpicada de diminutas calas y cuevas a las que se llega a nado, se impone navegar. Más aún si el velero fondea frente a las gigantescas rocas de Kleftiko y llega hasta la vecina isla Polyagios, un parque natural bañado por el agua más azul que puedas imaginar. El sol, la brisa, un poco de snorkel, un picoteo en cubierta… No podrás decir que has estado en Milos si no te embarcas en la aventura de contemplarla desde el mar.
Milos desde el mar. Ya en tierra, podrás seguir disfrutando del magnetismo de sus más de 70 playas. Las hipnóticas dunas de Sarakiniko , el extenso arenal de Plathiena, la fotogénica Fyropotamos, las grutas de Papafragas, los colores de Fyriplaka …Y suma y sigue porque 125 kilómetros de litoral dan para mucho. Sobre todo, si combinas relax y deportes náuticos.
Aunque por verlas valdría la pena recorrer medio mundo, los atractivos de la más occidental de las Cícladas no acaban aquí. También encontrarás aldeas de pescadores que son un espectáculo para la vista como Mandrakia o Klima . Las reconocerás por sus tradicionales syrmatas , unas coloridas cuevas excavadas en la roca en las que guardan las barcas para protegerlas del viento.
Klima, una explosión de color. Combinar su visita con un paseo por la historia también debería ser obligatorio ya que Milos atesora un interesante patrimonio. Las catacumbas paleocristianas , el antiguo teatro y el asentamiento de la Edad de Bronce de Fylakopi son solo algunos ejemplos.
La acústica del teatro es tan perfecta como la panorámica que se divisa desde las gradas. Y si lo que buscas es animación, déjate caer por los tres núcleos más turísticos: Adamas , el coqueto puerto al que llegan los ferries, Pollonia , desde donde parten los barcos que van a Kimolos y Glaronissia, y Plaka , una de las capitales mejor conservadas de todo el archipiélago, que se desparrama ladera abajo desde su imponente castillo veneciano.
En esta última, tras callejear sin rumbo fijo y entrar en más de una tienda de artesanía, presenciarás otro atardecer épico. Una pista: delante de la iglesia de Panagia Korfiatissa se ve igual de bien que más arriba y no suele haber tanta gente.
Los atardeceres de Milos son un bálsamo para el alma. CONSEJOS ETHERIA Cómo llegar Aunque lo usual es embarcar en el puerto de El Pireo, comprueba qué otras opciones tienes desde Rafina. Está a 35 km de Atenas y puedes llegar en transporte público.
Cómo moverte entre las islas Cícladas Como hay muchas navieras que conectan las diferentes islas, lo mejor es que consultes las frecuencias en Greek Ferries.
Dónde dormir Algunas propuestas que hacen gala de la hospitalidad griega y el gusto por el detalle: Margarita Studios en Paros y Amorgion Hotel en Amorgos.
Moussaka, saganaki, dolmades… Delicias griegas y clases de cocina en el restaurante del hotel boutique Margarita Studios. También te puede interesar: Rodas, el primer paso para enamorarse de las Islas Griegas
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