Cien palacios, Colón, playas de arena, vinos de Jerez y noches largas sintetizados en esta guía de El Puerto de Santa María. Si quieres saber qué ver y hacer en la ciudad del vaporcito has encontrado el lugar perfecto.
Interior del castillo de San Marcos, en El Puerto de Santa María. Actualizado en abril de 2024.
A la ciudad de El Puerto de Santa María se puede llegar de diversos modos (tren, coche, bus o, incluso avión, gracias al cercano aeropuerto de Jerez de la Frontera). Pero si hay una forma evocadora de hacerlo es en barco, surcando las aguas de la bahía de Cádiz, mientras la brisa del mar te acaricia la cara, las olas mecen el casco de la nave y los ojos se llenan de sol, mientras éste se oculta en el horizonte dibujando la tarde en todas las gamas de rojos y ocres. En esta guía de El Puerto de Santa María te daremos muchos datos prácticos pero también tiene cabida el romanticismo, estás avisada…
Plaza de España, en El Puerto de Santa María. Adiós al vaporcito, hola a la modernidad La primera vez que visité el Puerto de Santa María (apenas tenía cinco años), fue a bordo del ya legendario vaporcito y, pese a que los recuerdos de infancia suelen edulcorar la realidad, lo cierto es que aquella pequeña travesía ha alimentado también el espíritu y los versos de numerosos poetas locales y foráneos.
El vaporcito ya no existe por una mala maniobra que acabó hundiéndolo en el fondo del puerto de Cádiz. Hoy solo queda su maltrecha estructura, abandonada en un pantalán junto a la desembocadura del Guadalete. Pero, de alguna manera, perdura en la letra de una de las más célebres canciones del Carnaval gaditano, escrita por Paco Alba: “viene a esta tierra un barquito /más típico no lo hay / más blanco ni más bonito/ en toíto el muelle de Cai”.
El vaporcito , el barco Adriano III, hizo las delicias de foráneos y locales durante décadas comunicando Cádiz capital con El Puerto de Santa María. Ese mismo servicio lo prestan ahora los catamaranes del Consorcio de Transportes de la Bahía de Cádiz, más prosaicos pero, a cambio, mucho más cómodos, rápidos y seguros.
Muelle de Puerto Sherry, en El Puerto de Santa María. © Jorge Roa La terminal marítima de El Puerto está en pleno centro de la localidad, a dos pasos de la Ribera del Marisco , plagada de bares y restaurantes en los que probar los frutos del mar que cada día traen hasta aquí los pescadores locales y que suelen capturar en las aguas de la bahía.
Del pescaíto frito al chef del mar El más conocido de esos locales es, sin duda, Romerijo (romerijo.com), ahora con varias delegaciones en la ciudad. En verano las mesas de su terraza suelen estar a rebosar de turistas que alucinan con los cucuruchos de pescaíto frito y/o mariscos varios. Están bien, pero a algunos el precio se les antoja excesivo.
Pescaíto frito de Romerijo. Más confortables para comer y con igual o mejor calidad son los pescados que sirven en locales tan populares como La Dorada , el bar Gonzalo (Micaela Aramburu de Mora, 26), El Chirri (Arión, 5) o el bar Er Beti . Y quien busque propuestas más elaboradas tiene la opción de comer en La Micaela (Micaela Aramburu de Mora, 26) o en La Bodeguilla del Bar Jamón , en plena calle Misericordia, que es la más gastronómica del centro de El Puerto.
Choco sobre cama de patatas de La Micaela. Las propuestas del portuense Ángel León No se puede obviar el callejón de Puerto Escondido , donde Ángel León, el más conocido de los portuenses actuales (con permiso de Joaquín, el jugador de fútbol), comenzó su despegue gastronómico en su iniciático A Poniente. Hoy aquel primigenio local lo ocupa La Taberna del Chef del Mar , en la que el genial cocinero, descubridor incansable de productos y sabores marinos, ofrece su creatividad en raciones y tapas a precios relativamente asequibles.
© A Levante by Ángel León. Aunque, claro, cómo no recomendar el actual A Poniente . No hará falta remarcar que no es un restaurante para todos los bolsillos (menú degustación 195 euros + maridaje de 100 o 195 euros), pero a quien se lo pueda permitir doy fe de que va a vivir una de las más increíbles experiencias gastronómicas de su vida. Y no solo gastronómicas. Aquí también se viene a disfrutar de la singularidad de un espacio valiosísimo: el restaurante se encuentra en medio de la antigua salina de San José. Un lugar reconquistado en parte por la naturaleza y que alberga una gran biodiversidad subacuática y ornitológica.
Ruta en bicicleta por el parque de los Toruños. Entre las salinas, las playas y el cielo Lo cierto es que todo el entorno de El Puerto de Santa María , como el resto de la Bahía de Cádiz, es un lugar de especial valor para la nidificación y el paso de aves residentes y migratorias. En las marismas y antiguas salinas que rodean la localidad es relativamente fácil avistar ejemplares de flamencos, garzas reales, garcetas comunes, cormoranes y, por supuesto, varias especies de gaviotas, entre otras muchas aves. Un buen lugar para hacerlo es recorriendo a pie o en bicicleta el Parque de los Toruños , muy próximo a la ensenada de Valdelagrana.
Paseo marítimo en la playa de Valdelagrana. © Jorge Roa Playa de Valdelagrana La playa de Valdelagrana es, quizás, la más conocida de las playas portuenses. Un lugar que, por incomprensibles motivos, alguien con mucho poder (y muy poca conciencia ecológica) decidió urbanizar hacia lo alto a finales del siglo pasado, concentrando a partir del frontal marítimo una cantidad ingente de bloques de apartamentos de dudoso gusto. Pero, siendo justos, la playa como tal es bellísima y enorme (algo más de 2 kilómetros que se suman sin interrupción a los 4,3 kilómetros de la playa de Levante, ésta ya sin urbanizar). Además, está sobre una plataforma costera de baja profundidad (lo que la hace ideal para ir con niños y personas con movilidad reducida) y está surtida por todo tipo de servicios, tiendas, bares y restaurantes.
Atardecer en la playa La Muralla. Playas menos urbanas de El Puerto de Santa María Algo menos “urbanas” son las playas de La Puntilla (la más cercana al centro histórico de El Puerto), la del Buzo y Las Redes (éstas ya muy próximas a la cercana Rota y al límite de la célebre base naval de la OTAN) y también La Muralla . De todas ellas, la última es, sin duda, mi favorita. Por varios motivos: está protegida por los restos de un antiguo lienzo pétreo que formaba parte del sistema defensivo costero del país, lo que permite el baño incluso durante los días en que los vientos predominantes en la zona (levante y poniente) azotan de lo lindo. Además, al ser más cala que playa, el sol calienta el agua del mar, lo que prolonga la temporada de baño hasta bien entrado el otoño.
Vistas desde el río Guadalete. El lujo está en las vistas a la bahía A la playa de La Muralla la flanquea una de las urbanizaciones de chalés y residencias de Vistahermosa . Esta zona está muy valorada entre las familias más acaudaladas de El Puerto de Santa María, del vecino Jerez de la Frontera y de la no tan lejana Sevilla. Y se entiende perfectamente por la tranquilidad y la belleza del entorno. A ello contribuyen en buena medida las espectaculares panorámicas sobre la ciudad de Cádiz y su bahía.
Puerto Sherry Una vista que, en cualquier caso, también se puede disfrutar desde Puerto Sherry . Este atracadero de yates, veleros y otras pequeñas embarcaciones quizás no sea ese “competidor” de Puerto Banús que muchos soñaban. Pero sí es un lugar tranquilo y muy agradable donde aprender a navegar, tomar el aperitivo contemplando la puesta de sol sobre el mar y cenar. Por ejemplo, en lugares tan convincentes como Crabby’s Coastfood . Con un concepto muy estadounidense, en este moderno restaurante merece la pena probar su poor boy de gambones , su bocata de calamares y el de costillas, todos ellos servidos en los increíbles y crujientes molletes artesanos que elaboran en el Molino de Abajo de la serrana y gaditana localidad de El Bosque.
Puerto Sherry, una de las zonas más glamurosas de El Puerto de Santa María. Largas noches portuenses En temporada veraniega la noche puede continuar en algunas de las discotecas al aire libre situadas junto a Puerto Sherry y que suelen cambiar de nombre tanto como de propietarios. Si no, la opción es acercarse a las inmediaciones del centro comercial de Vistahermosa y visitar la original azotea de Ático 4 (Magnolias, 35). Uno de los locales de El Puerto mejor surtidos en destilados y cócteles.
En el centro de la localidad también hay lugares recomendables para la diversión. La ya citada Calle Misericordia alberga a Kapote , uno de los clásicos de la noche portuense, que tiene otra delegación en Jerez. Muy cerca está la sala Mucho Teatro (Misericordia, 12), donde se puede tomar una copa, bailar o, incluso, ver un espectáculo musical; y también el bar de copas Royal (Plaza de las Galeras Reales), siempre muy animado.
Yacimiento arqueológico de Doña Blanca, con el puente de La Pepa al fondo. Riquezas patrimoniales y en la copa Pero, además de la diversión nocturna, para valorarlo en su justa medida convendría echarle un vistazo a la historia y el extenso patrimonio de El Puerto. Porque si algo es este lugar es eso: un puerto. Ya lo fue para los fenicios, cuando establecieron junto a lo que hoy es el Poblado de Doña Blanca , uno de los principales enlaces peninsulares con Gadir (la actual Cádiz). Lo fue también en el siglo XV: de aquí partió rumbo a Palos de la Frontera y luego hacia el primer viaje colombino la nave Santa María , tripulada por su propietario y portuense Juan de la Cosa que, además, fue el primer cartógrafo en incluir en un mapamundi el continente americano.
La historia de los Cien Palacios En siglos posteriores el puerto siguió teniendo una gran relevancia en la conexión entre El nuevo y el Viejo Mundo, al convertirse en sede de la Capitanía General de la Mar Océana y establecerse aquí numerosos comerciantes de ultramar (conocidos como cargadores de Indias). Ellos fueron los que construyeron los 100 palacios (en realidad fueron más) que le dan sobrenombre a esta ciudad y a una de sus confiterías más bonitas (Confitería Cien Palacios), auténticas y deliciosas, en la que elaboran unas tejas de almendra y piñones (con variedades para diversas intolerancias alimenticias) que resultan imposibles de olvidar.
© Fundación Rafael Alberti. Muchos de aquellos palacios han desaparecido; otros están en un triste desuso o ruindad; algunos se han acabado dividiendo en apartamentos; muy pocos siguen siendo residencia de los herederos de los ya lejanos cargadores de Indias y contadas construcciones se han convertido en sede de organismos oficiales e instituciones culturales.
Es el caso de la Fundación Rafael Alberti , el gran poeta portuense, que acoge en su casa natal el legado artístico cedido tanto por él como por su mujer, María Teresa León, con la intención de preservar su memoria y su obra.
Castillo de San Marcos, en El Puerto de Santa María. © Jorge Roa El castillo de Colón y los vinos de solera Aunque con el tiempo se convirtió en uno de esos palacios, no puede ser considerado como tal el castillo de San Marcos (www.castillodesanmarcos.com). Se levantó en el siglo XIII por orden del rey Alfonso X El Sabio como iglesia fortificada, aprovechando los muros de una antigua mezquita. Según pasaron los años se fue transformando en castillo y ampliando sus dependencias hasta que en el siglo XV acogió a su más importante morador, el almirante Cristóbal Colón, que andaba a la espera de fondos para su viaje hacia el oeste en busca de lo que él esperaba que fueran las costas de Asia.
Hoy el castillo pertenece al Grupo Caballero (www.caballero.es), que elabora bebidas espirituosas y vinos del Marco de Jerez (los solicitados Lustau pertenecen a este grupo). Durante las visitas se incluye un paseo por la bodega que ocupa hoy parte de las antiguas dependencias medievales, así como una degustación de sus productos.
Visitar la bodega Mora, un plan imprescindible en El Puerto de Santa María. Bodega de Mora Pero si hay una bodega cuyo nombre se asocia de forma indisoluble a El Puerto de Santa María esa es la de Mora , perteneciente al grupo Osborne. Es un lugar imprescindible para comprender y amar esta ciudad. Las altas naves de la bodega histórica (sus orígenes se remontan a finales del siglo XVIII) parecen templos de la enología. Y el logotipo de la marca, el célebre toro de Osborne, es omnipresente a cada paso que se da por sus largos pasillos flanqueados de botas (barricas) en las que el vino adquiere la solera (el particular sistema de mezcla de cosechas y envejecimiento que caracteriza a los jereces).
Tan importante es el toro de Osborne que hasta le han dedicado aquí un museo (Toro Gallery ) con versiones del emblema de la casa realizadas por artistas como Salvador Dalí, Annie Lebovitz, Richard Avedon, Helmut Newton o Keith Haring.
Toro Gallery, en El Puerto de Santa María. Degustar los vinos de Osborne, incluso “jugando” a mezclar variedades en su sala de catas, es una de las mejores maneras de despedirse de El Puerto de Santa María hasta una próxima visita. Lo cierto es que aún quedaría mucho por descubrir y disfrutar de esta ciudad. Quizás en otro viaje.
Fotos cedidas por Turismo de El Puerto de Santa María, Turismo de Cádiz y Jorge Roa .
En Cádiz también te puede interesar:
Jerez, el arte del buen vivir .
16 planes imprescindibles en Conil con amigas .
10 actividades para enamorarte de Vejer de la Frontera .