Mientras miramos atónitos la gran fumarola de un volcán que todavía no tiene nombre, La Palma esconde un continente en miniatura repleto de sorpresas. Selvas, pueblos hippies, parques naturales, volcanes históricos, pozas turquesas… La isla de los benahoaritas es mucho más que su volcán activo y en Etheria Magazine tenemos las pruebas. El Gran Telescopio Canarias en La Palma contiene el mayor telescopio óptico del mundo. © Kelu Robles El turismo supone el modo de vida de más de la mitad de esta isla, por eso, te damos 10 motivos para viajar a La Palma cuando sus habitantes más lo necesitan. A continuación encontrarás suficientes y variadas razones para que dejes de pensar durante un momento en fumarolas, coladas y fajanas… Garantizado.
1. Adentrarse en la jungla con un regalo final En sus 45 kilómetros de largo y 23 de ancho, esta isla con forma de corazón esconde tantos micromundos alejados del magma como nos propongamos descubrir. La lluvia horizontal del Bosque de los Tilos mece en lauráceas exultantes uno de los rincones más bellos de la isla, creado gracias al viento alisio, que transforma el aire en agua y los bosques en selvas tan maravillosas como ésta.
El Bosque de Los Tilos fue la primera Reserva de la Biosfera en la isla. © K.R. Si tuviéramos que buscar un socorrista gastronómico en medio de la jungla de los Tilos, Juana sería nuestra Pamela Anderson de las papas con mojo y queso. Las suyas en Casa Demetrio ya tienen nombre, ‘papas agradecidas’. Es el plato más demandado en su restaurante ubicado en una cabaña en medio de la selva, donde también guisa cabrito y sirve vino de Barlovento, un municipio al norte de la isla.
Juanita posa junto a sus ‘papas agradecidas’ en Casa Demetrio. © K.R. 2. Alucinar con el mejor cielo del mundo Los palmeros fueron tan conscientes de que vivían bajo un firmamento de excepción, que en 1988 protegieron el espectáculo por ley . La isla muestra una luz peculiar durante la noche, cada farola está estratégicamente ubicada. ¿El objetivo? Evitar cualquier tipo de contaminación lumínica. Nada sobra cuando se trata de mimar el mayor balcón al universo que poseen.
En menos de 50 km, puedes ascender desde el nivel del mar hasta el Roque de los Muchachos, a más de 2.400 m de altura. © K.R. Existen miradores astronómicos con información específica repartidos por toda la isla, sin embargo, los aficionados al astroturismo recibirán el mayor stendhalazo cuando asciendan a la cima de La Palma. Allí se encuentra el Observatorio del Roque de los Muchachos , uno de los más importantes del mundo.
3. Conocer a los hippies de Garafía Quizá descartes visitar el litoral noroeste de La Palma en una primera visita a la isla. Y sería comprensible, para llegar a Garafía es necesario atravesar varios puertos de montaña por los que difícilmente acceden las guaguas . Eso sí, te prometemos que merecerá la pena: ser el municipio más desconectado de la isla ha creado una realidad paralela formada por cabreros que elaboran su propio queso, pequeñas bodegas de albillo y familias que viven ligadas a la naturaleza. ¿Hippies? Ellos jamás se autodefinirían con un término tan encorsetado. Eugenia recuerda cómo hace años dejó su Argentina natal para emprender una vida nómada que abandonó para vivir en Las Tricias , uno de los caseríos de Garafía. El municipio es tan conocido por su gastronomía como por el modo de vida alternativo de sus habitantes.
Eugenia trabaja en Garafía como partera, mantiene su propio huerto y vive en una cueva (izq.). Una de las famosas tijeras de las carreteras de Garafía (dcha.) © K.R. Desde Las Tricias, una ruta de senderismo de tres horas de duración ilustra el modo de vida del pueblo aborigen benahoarita gracias a los petroglifos que hoy se conservan en las cuevas de Buracas. Por el camino, encontrarás el Jardín de los Dragos, un tipo de árbol rechoncho, endémico de Canarias y el más representativo del archipiélago.
4. Fotografiar los colores de Santa Cruz de La Palma Que las floridas casitas del casco histórico de la capital de La Palma no te engañen. El ambiente relajado de la Calle Real –oficialmente Calles O’Daly y Anselmo Pérez de Brito– y las coloridas viviendas de la Avenida Marítima esconden un trampantojo de lo que en realidad representaron en el siglo XVI. Sus fachadas y callejones ejercieron como muralla defensiva contra los ataques de piratas y sus balcones de madera se consideraban entonces elementos de dudosa moral. Felipe II los prohibió en 1585 «por restar luz a las calles y privacidad a las familias», recuerda Julio Marante, el presidente de la Asociación de Guías de Turismo de La Palma. Hoy en día, la ciudad es un maravilloso escenario colonial repleto de pequeños parques, terrazas y callejuelas empedradas.
La isla es una joya para senderistas. Si no te habías dado cuenta, lo comprobarás cuando embarques en el avión hacia La Palma. Verás a muchos de sus pasajeros con indumentaria de alta montaña.
Balcones históricos de la Avenida Marítima de Santa Cruz de La Palma. © K.R. 5. Completar la ruta de sus volcanes históricos La Ruta de los Volcanes es uno de los caminos fetiche para conocer el pasado y presente eruptivo de la isla. Discurre a lo largo de 24 kilómetros, aunque existe una versión más corta que comienza en el Centro de Visitantes del volcán San Antonio. De su cráter de 1677 hoy brota un pequeño bosque de pinos canarios. Desde allí se vislumbra el cono del volcán Teneguía , que este año cumple 50 años de su erupción. A diferencia de las coladas actuales, el Teneguía no produjo daños materiales importantes.
Panorámica del Teneguía desde el cráter de San Antonio. © K.R. 6. Saltar sobre sus charcos Ser una isla discreta ha traído más ventajas a La Palma de las que muchos se imaginan. En su litoral jamás sufrirás aglomeraciones ni tendrás que madrugar para ir a la playa. Además, da igual a qué punto cardinal de la isla te dirijas, en todos ellos encontrarás rincones idílicos que merecen la pena: Puerto de Naos en Los Llanos de Aridane, la Zamora y Echentive en Fuencaliente, Los Cancajos en Breña Baja, Bajamar en Breña Alta, Santa Cruz de La Palma y Nogales en Puntallana… Pero si algo diferencia a sus aguas saladas son sus pozas cristalinas , volcánicas e ideales para quienes aborrecen las molestias de la arena. Las pasarelas de La Fajana en Barlovento y del Charco Azul en San Andrés y Sauces resultan adrenalínicas para los amantes de los chapuzones.
Charco Azul en San Andrés y Sauces. © K.R. 7. Descubrir la auténtica gastronomía palmera Pensar que la cocina de la isla se limita a papas, queso asado, aguacate y plátanos es comerse sólo la punta del iceberg palmero. Sus chicharrones, guisos de cabrito, conejo a la parrilla y carnes a la brasa –la especialidad del Restaurante Chipi Chipi – conquistarán a los comensales más carnívoros. Pero quienes busquen ponerse las botas a base de mariscos y pescados canarios a precios más que asequibles, tienen una cita en las originales instalaciones de Casa Goyo . Sus pequeñas casetas prácticamente al aire libre son un clásico en la isla. De sus cocinas salen bandejas repletas de lapas, morena frita, camarones y todo tipo de productos frescos marinos. ¿Conoces el alfonsiño o la vieja? Son pescados canarios que no se suelen encontrar en la península.
Si eres de los que no conciben un viaje sin probar un contundente plato de cuchara, en el restaurante Pino de la Virgen , en Puntagorda, elaboran sabrosos guisos canarios: potaje de trigo, sopa de picadillo, garbanza… Existe otro superalimento al que puedes recurrir para energizarte, aunque su imagen descoloca a los paladares más escépticos. El gofio es una harina de millo tostada de forma artesanal con la que se hacen todo tipo de recetas saladas y dulces. ¡No te lo pierdas en su versión escaldado y con un poco de mojo verde!
Chicharrones rebozados con gofio (izq.) y gofio escaldado del Restaurante San Andrés (dcha.). © K.R. Un consejo: Sopesa seriamente la opción de facturar maleta en el aeropuerto. En el histórico Mercado de la Recova (Avenida de El Puente, 16, Santa Cruz de la Palma) encontrarás todo tipo de productos palmeros para llevarte a la península.
8. Tomarse un café multicolor Como decía Kavafis en su Viaje a Ítaca , “No apresures nunca el viaje”. Disfruta con ese espíritu una de las bebidas más emblemáticas de La Palma, porque tomarse un barraquito, más que beber un café, es toda una declaración de intenciones. Este cóctel multicolor, dulce y con una pizca de licor simboliza la personalidad pausada y hedonista de los palmeros. En el Café Don Manuel de la Casa Cabrera, en una antigua vivienda señorial de la Calle Real, sirven uno de los mejores barraquitos y cafés de España –así lo reconoció The Guardian en 2017–.
El barraquito incluye leche condensada, Licor 43, café expreso, crema de leche, canela y limón. Federico prepara uno en el Café Don Manuel de la Calle Real. © K.R. 9. Fumarse un puro y beber ron con esencia cubana Los palmeros que emigraron a América a finales del siglo XIX regresaron de Cuba con el mejor secreto sobre cómo cultivar tabaco y convertir la caña de azúcar en ron. Testigo de aquella cultura de ida y vuelta y después de cuatro generaciones, las destilerías de Ron Aldea mantienen hoy la misma técnica artesanal de antaño. Sus licores se producen en un trapiche junto al idílico acantilado del Rompecabos, en un alambique de 1893 que se muestra al público en su fábrica de San Andrés y Sauces. El agua de los manantiales de Marcos y Cordero hace único su sabor, del que puedes disfrutar en una de sus catas in situ.
Fumes o no, conocer las entrañas de un taller artesanal de puros es toda una experiencia sensorial: respirar el aroma de las hojas de tabaco mientras se secan y comprobar el delicado trabajo manual que conlleva cada puro nos retrotrae hasta esa Cuba que conoció la familia de Julio, una de las seis que se dedican actualmente a este sector en La Palma. Puros Artesanos Julio , en Breña Alta –muy cerca de la capital– es la primera tabaquería temática de la isla que abre sus puertas al público para mostrar las entrañas de su taller y la historia de sus míticos puros palmeros.
Julio, el patriarca de la saga de Puros Artesanos Julio en una imagen de los años 60 en un taller de Breña Alta (izq.) y hoy día en su propio taller en dicha localidad (dcha.). 10. Organizar un viaje a Los Indianos Un día al año, Santa Cruz de La Palma baila al son de La Habana, sus vecinos fuman puros, beben más ron del que acostumbran y entrenan un falso acento caribeño. ‘¿Cómo está, mi amol?’, repiten mientras lanzan al aire polvos de talco y billetes. Sin embargo, todo forma parte de una pantomima. Es la forma que tienen de reírse de un fenómeno social que vivió La Palma a finales del siglo XIX, cuando algunos de sus emigrantes retornados de Cuba presumían de una riqueza que no tenían. En Etheria Magazine, ya te contamos todos los detalles de Los Indianos, el carnaval de La Palma , sin duda, uno de los más entrañables de España. La pandemia ha truncado su celebración en 2020 y todavía es una incógnita si se celebrará en 2021. Por eso, te recomendamos que no te pierdas la actualidad turística de la isla.
Celebrar Los Indianos puede convertirse en uno de los eventos que recuerdes de por vida.
El disfraz de un personaje de la isla llamado ‘Negra Tomasa’ es otra de las indumentarias típicas de la fiesta de Los Indianos. © K.R. Cómo llegar a La Palma desde la Península Iberia Express mantiene vuelos diarios entre Madrid y La Palma y dispone de mecanismos de reubicación de pasajeros en caso de cierre del espacio aéreo si las condiciones del volcán lo requieren.
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