El Camino de Egeria es una iniciativa muy reciente del Ministerio de Turismo jordano, en colaboración con la Embajada de España y el Instituto Cervantes en Jordania –y que este país va a presentar como novedad en la feria de turismo FITUR 2023, a mediados de enero–. Se trata de convertir en producto turístico el recorrido que por aquellas tierras hizo, a finales del siglo IV, una dama romana, Egeria (también llamada Etheria en algunos estudios): la primera viajera, a la par que escritora, de origen hispano de que tengamos noticia.
Ninfeo romano de Amán, en el Camino de Egeria. © Carlos Pascual Prólogo: perfil de Egeria Una suerte de preludio a la puesta en marcha del proyecto ‘El Camino de Egeria’ tuvo lugar, a mediados del pasado diciembre, en un salón de Amán repleto de turoperadores, agencias y guías turísticos locales. Quien esto escribe tuvo ocasión de trazar ante tal auditorio una semblanza verosímil de Egeria : una matrona pudiente y culta (¡no una monja!), posiblemente noble o perteneciente a una familia aristocrática, ni joven ni mayor, intrépida, valiente, curiosa, movida tanto por la piedad religiosa como por el puro deseo de conocer.
Dama y obispo del siglo IV, en Festival Tarraco Viva. Maison Carrée, en Nimes, Via Domitia. Obelisco romano de Constantinopla. Heliópolis, camino a Jerusalén. © Carlos Pascual Esta mujer partió “del extremo Occidente” (probablemente la provincia Gallaetia de la Hispania romana ), atravesó la Vía Domitia que surcaba el sur de Francia, y llegó a Constantinopla , sede oriental del Imperio. Y por las vías militares y comerciales de Asia Menor alcanzó el litoral de Tierra Santa, y luego Jerusalén. Allí permaneció tres años (381-384), no quieta sino emprendiendo fatigosos desplazamientos, a Galilea , al Sinaí y a algunos lugares bíblicos que se encuentran hoy en la actual Jordania, como el monte Nebo y las fuentes de Moisés; o Betania, el lugar del bautismo de Cristo junto al río Jordán.
Distintas imágenes de Galilea: monte de las Bienaventuranzas, Cesarea y mosaico de la sinagoga de Magdala. En el centro: dama romana, de la necrópolis de El Fayum. © Carlos Pascual El Camino de Egeria, nueva ruta turística Amán, punto de partida Por razones lógicas y logísticas, Amán es el punto de partida de este particular Camino de Egeria . La capital jordana sorprende al viajero. En su centro abigarrado y algo caótico, como de belén tradicional o pessebre, se alzan imponentes vestigios romanos: como el Gran Teatro , con capacidad para 6.000 espectadores, o el más reducido Odeón (teatro de poche , o de cámara), justo al lado. A pocos pasos de ambos, las ruinas de un Ninfeo o templo dedicado a las divinidades del agua se codean con el bullicio del popular mercado de Al Balad. Y en lo alto de una de las siete colinas que sostienen la ciudad, la inmensa Ciudadela , con el Templo de Hércules, una mezquita omeya (restaurada por un equipo español), un pequeño museo, muchas ruinas dispersas y las más dilatadas vistas a los cuatro puntos cardinales.
Templo de Hércules y Odeón romano, en Amán. © Carlos Pascual La Vía Trajana De Amán a Jerusalén partía la Vía Trajana o Camino Real que seguían las legiones, los mercaderes y los funcionarios y recaudadores del aparato imperial. Rodeado de colinas perforadas por cuevas de antiguos ermitaños (o moradores muy anteriores, neolíticos incluso), está el yacimiento arqueológico de Esbus , en la colina o tell Hisbán. Se pueden ver allí bastantes cosas, pero queda mucho por excavar y, sobre todo, por ordenar y poner en valor. Las piedras y las épocas se superponen y confunden. Cimientos romanos cabalgan sobre estratos moabitas, y los restos bizantinos se funden con los islámicos en un puzle descomunal.
Yacimiento arqueológico de Esbus, en el Camino de Egeria. © Carlos Pascual Desvío a Madaba y Maqueronte Madaba es un punto crucial para los actuales peregrinos o viajeros curiosos. De sus varias iglesias, dos son imprescindibles: la de San Jorge y la de San Juan. En la primera, de rito ortodoxo, se puede ver en el suelo mosaicos del siglo VI, en uno de los cuales se muestra un mapa de Tierra Santa con la imagen estilizada de Jerusalén. Es tal vez la primera imagen de la ciudad. En la iglesia de San Juan , católica, se puede visitar un pequeño museo y unos túneles y pasadizos subterráneos que ocultan vestigios como un pozo moabita, además de estancias musealizadas. Madaba es una población abierta y bulliciosa, con tiendas de artesanía y restaurantes muy gratos. Cerca queda Maqueronte , la montaña-fortaleza de Herodes donde estuvo preso y fue decapitado Juan el Bautista.
Detalles de las iglesias de San Jorge y San Juan, en Madaba. © Carlos Pascual El Monte Nebo y las Fuentes de Moisés También llamado “la montaña de Dios”, el Monte Nebo es sin duda el epicentro de esta ruta peregrina. Cuidado (muy bien) por los franciscanos, sobre todo a raíz de la visita de Juan Pablo II, éste es el lugar donde Moisés pudo contemplar, casi al alcance de la mano, la Tierra Prometida que él no pisaría, pues allí murió por designio divino, y allí fue sepultado “por los ángeles”. Si la calima lo permite, desde la cima se alcanza a ver el Valle del Jordán, e incluso las orillas del Mar Muerto. La antigua iglesia bizantina ha sido recompuesta con materiales modernos, ortopedias metálicas y pasarelas aéreas que permiten admirar unos mosaicos extraordinariamente conservados.
Al lado, un pequeño pero imprescindible museo. Desde un mirador se ciernen las llamadas Fuentes de Moisés (manantiales que hizo brotar de la roca, repitió el milagro en varios lugares, según la Biblia). Están en la vaguada, a tiro de piedra, y las autoridades jordanas proyectan levantar allí un centro religioso y logístico que potencie la ruta.
Iglesia del Monte Nebo. © Carlos Pascual Betania, el Jordán y las aguas del bautismo La Vía Trajana –el miliario VI que se encontró cerca de las Fuentes de Moisés se puede ver en el museo del Monte Nebo– será la ruta senderista que conduce hasta el valle del Jordán. Allí, en Betania, el príncipe Ghazi, primo del actual rey jordano y asesor áulico, proyecta convertir las extensas riberas del Jordán en una “ciudad de las religiones” , concediendo terrenos a las confesiones que lo soliciten para que construyan su propio templo. Ya existen más de media docena. El territorio está vallado y custodiado, y el recorrido hasta el río hay que hacerlo en trenecillos o cochecitos eléctricos guiados.
Se puede ver el lugar “exacto” del bautismo de Cristo , que viene a ser el ábside de una estructura techada que hace las veces de templo. Más cerca de la orilla, la iglesia ortodoxa de San Juan, de cúpula dorada, luce en su interior pinturas alusivas al lugar –y vende frasquitos con agua del Jordán para bautizar o bendecir–.
El Camino de Egeria discurre junto al lugar donde dicen que fue bautizado Jesucristo. © Carlos Pascual El río se estrecha entre cañaverales y arbustos, y es frontera: la orilla opuesta, a escasos quince metros, es ya territorio israelí. Con soldados apostados en las gradas e instalaciones. Desde ambas orillas, los peregrinos se introducen en el río, poco profundo, a veces en grupo y con túnicas blancas, entonando cánticos y oraciones, mientras un sacerdote renueva el rito bautismal. El Camino de Egeria se deberá prolongar, a partir de aquí, por tierras de Israel, hasta llegar a Jerusalén .
Iglesia del Santo Sepulcro, continuación del Camino de Egeria. © Carlos Pascual De Jerusalén partió Egeria de regreso a casa, por las mismas vías “oficiales” por las que había venido. Al llegar a Constantinopla, escribió a sus nobles amigas (“dominae et sorores ”) la última misiva que nos ha llegado. En ella proyectaba, “si las fuerzas se lo permitían”, visitar aún otros lugares santos, como el martyrium (basílica) de San Juan en Éfeso . No sabemos si llevó a cabo su propósito. Ni siquiera sabemos si llegó a regresar a su patria.
Inauguración del Camino de Egeria, Carlos Pascual, embajador Miguel de Lucas y guía Oscar Kosebye (de Izq. a Dcha.). Autor:
Carlos Pascual es autor de varios libros, entre ellos la Guía sobrenatural de España (Al-Borak, 1976) o Viaje de Egeria (La línea del horizonte, 2017), con la traducción de las cartas de Egeria, transcritas en el siglo XI dentro del llamado Codex Aretinus 405 que se guarda en la Biblioteca Comunale de Arezzo (Italia). Colabora habitualmente en el diario El País, también en algunas revistas de viajes y otros medios.