Tiene 240 kilómetros y sigue la huella del “Cura Gaucho”, el primer santo de Argentina, a través de tres ciudades cordobesas. Cinco mujeres hablan en este viaje sin igual por la historia, el patrimonio jesuita y los paisajes serranos. Hermanado culturalmente con el Camino de Santiago de Compostela, el Camino de Brochero es una experiencia recomendable y enriquecedora.
El Camino de Brochero está hermanado con el Camino de Santiago. © Cris Aizpeolea De sotana, poncho y sombrero, a lomo de una mula y con un cigarro en la boca, la imagen más difundida de José Gabriel del Rosario Brochero (1840-1914), considerado el primer santo argentino, no es la de un sacerdote común, pero lo pinta de cuerpo entero. El Cura Gaucho cambió para siempre el inhóspito valle de Traslasierra, donde llegó como párroco a los 29 años y se quedó hasta su muerte. Para él, la evangelización iba junto con la promoción humana y por eso fundó escuelas, abrió caminos, construyó capillas, acueductos y llevó el correo y el telégrafo. Podía dar misa al pie de una cascada o cabalgar kilómetros para consolar a un enfermo. Hombre culto e ilustrado que vivía como un paisano, hablaba con los criollos de igual a igual y era el primero en arremangarse para trabajar.
“Pastor con olor a oveja”, como dijo el Papa Francisco cuando lo canonizó en 2016, su figura hilvana El Camino de Brochero, un magnético itinerario de turismo religioso que aspira a convertirse en marca nacional e internacional.
En 2023, la Xunta de Galicia y la Córdoba argentina firmaron un convenio de hermandad cultural para compartir experiencias y potenciarse mutuamente. Por cierto, este «hermanito menor» de 240 kilómetros que recién empieza a caminar tiene mucho que aprender de Santiago de Compostela, pero no le faltan atractivos, historias, patrimonio y belleza, y hasta cuenta con un Pasaporte del Peregrino para sellar el paso por los circuitos.
Foto obligada junto al indicador del Camino de Santiago. © Cris Aizpeolea Peregrina en acción, en Córdoba (Argentina) Frente a la plaza San Martín, de 1577, al lado de la Catedral, el Centro de Interpretación Tecnológico es el punto ideal para retirar el pasaporte y estampar el primer sellito. Foto obligada: el mojón del Camino de Santiago en el ingreso, símbolo de unión entre las dos rutas pese a los 10.011 kilómetros de distancia.
En el antiguo Salón de los Obispos, que conserva fantásticos óleos de gran porte, cuatro pantallas interactivas repasan la vida de Brochero. La sala inmersiva ofrece una proyección muy ilustrativa también sobre su obra y su persona. De estar habilitada la escalera al campanario, a subirla sin dudar. La ciudad exhibe su enjambre de cúpulas, tejas musleras y balcones clásicos.
La Catedral, iniciada en 1587 y concluida en 1729, fiel representante de la arquitectura colonial, se recorre alzando la vista para apreciar los vitrales de la colosal bóveda, los altares dorados a la hoja o los frescos pintados por Emilio Caraffa. Brochero pasó por allí como capellán de coro cuando Córdoba sucumbía ante una epidemia de cólera que diezmó a su población y él tenía que salir a llevar asistencia a los enfermos y los presos.
Catedral de Córdoba (Argentina). © Cris Aizpeolea De ronda por la Manzana Jesuita con Kuki Peralta Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2000, la Manzana Jesuítica está a dos cuadras de la plaza. El conjunto comprende la Iglesia de la Compañía, la Capilla Doméstica con la Residencia de los padres, el Rectorado de la Universidad y el Convictorio donde vivían los estudiantes, actual Colegio Monserrat. Todo merece la pena, ya que el patrimonio jesuita se mantiene intacto y guarda miles de historias de Brochero.
«En este salón de grados Brochero recibió su título de Maestro de Filosofía. En las aulas de esta universidad, la más antigua de Argentina, trabó amistad con personalidades que llegaron a cargos importantísimos como Miguel Juárez Celman, que fue presidente de la Nación, o Ramón Cárcano, dos veces gobernador cordobés. Ante ellos gestionaría después personalmente o con cartas las obras y mejoras que necesitaba Traslasierra», revela Kuki Peralta , directora de Productos Turísticos de la ciudad de Córdoba.
Experimentada guía y diplomada en turismo religioso, Kuki dirigió el equipo que diseñó el circuito brocheriano de la ciudad Capital con una parada imperdible en el Instituto de las Hermanas Esclavas, en barrio General Paz, a 25 cuadras del Centro que bien pueden hacerse caminando.
Elsa Guzmán, de la congregación de las Hermanas Esclavas. © Cris Aizpeolea Elsa Guzmán, recuerdos de primera mano La congregación de las Hermanas Esclavas , con escuela, capilla, claustro y convento, fue fundada en 1872 por la beata Catalina de María Rodríguez, gran amiga del cura y posterior “socia” de Brochero para emprender la evangelización en las sierras.
Actualmente la escuela es mixta y tiene una canchita de fútbol en el patio. Pocos saben que ahí fue donde el Cura Gaucho enseñó a andar a caballo a las hermanas. Con un grupo de ellas cruzó las Altas Cumbres, de dos mil metros de altura, para fundar del otro lado –en Traslasierra– la Casa de Ejercicios Espirituales y el Colegio de Niñas.
La hermana Elsa Guzmán , de 89 años, es oriunda de la zona y entró en la congregación a los 17. “Yo soy la mayor de doce hermanos y todas las mujeres fuimos internas al Colegio de Niñas. La familia de mi madre era pudiente y fue bienhechora de la obra del Cura. Todos lo querían mucho en la región, porque era un hacedor”, resume.
“Yo conocí a la hermana del lazarillo que lo cuidaba cuando quedó ciego y enfermo de lepra. Era también una monjita de las Esclavas que se llamaba Margarita Palacio”, dice con el recuerdo intacto.
Presidenta de la Asociación Amigos del Camino de Santiago en Argentina. © Cris A. Rosana Montano: «el paisaje tiene una riqueza sin igual» Rosana Montano es la presidenta de la Asociación Amigos del Camino de Santiago en Argentina, título al que llega tras haberlo recorrido en 18 ocasiones en sus distintas variantes junto a su esposo Fernando Lorences. La institución tiene 400 socios y fue creada con el fin de asesorar a peregrinos (llevan entregadas 5.000 credenciales) y mantener viva la experiencia de los que ya tienen su Compostela.
“Estamos estrenando el Camino de Brochero y es espectacular, trabajado a mucha conciencia, con hitos históricos y culturales de gran interés. El paisaje tiene una riqueza sin igual”, se maravilla Rosana, en plena Pampa de Achala, mientras compartimos a pie la ruta peregrina hasta la antigua Villa de Tránsito (hoy Villa Cura Brochero), el pueblo del Santo.
En los 28 kilómetros, el itinerario tiene ocho estaciones pensadas para la oración, el descanso y la contemplación, identificadas con un tótem de cemento coronado con la imagen ecuestre del Cura. El desierto de piedras se junta con el cielo en una panorámica en 360, surcada por pircas, senderos, cascadas y vertientes. “Después de esta experiencia, pensamos ser también nosotros embajadores del Camino de Brochero para recomendarlo. Lo tenemos acá en Argentina, resulta mucho más accesible y está muy bien interpretado”, asegura. Para una segunda etapa, estima fundamental poder contar en todo el trayecto de 240 kilómetros con albergues y lugares de acogida para los peregrinos. Es también la idea oficial. Hoy, se requiere vehículo para poder unir las tres ciudades.
Cronológicamente, la primera etapa del Camino de Brochero se ubica a 90 kilómetros de la Capital, en Villa Santa Rosa, su ciudad natal, donde se puede visitar la Casa Museo, la iglesia que conserva la pila bautismal tallada en piedra de sapo y un memorial que lo recuerda de niño en el paraje Carreta Quemada.
Peregrino en el Camino de Brochero. © Cris Aizpeolea «Brochero le dio valor a la mujer» señala Mariela Villareal Caminando, en bicicleta o en auto, cruzar las Altas Cumbres tiene premio. El esfuerzo paga doble en una de las rutas más vistosas de la geografía de Córdoba. Destino típico de sol y río, ahora también propone un vasto patrimonio histórico y cultural para romper con la estacionalidad. El Gobierno puso en valor toda la obra del Santo y abrió un moderno parque temático de dos hectáreas.
«Nuestro objetivo como gestión es poder internacionalizar la marca Brochero”, dice Mariela Villarreal , subsecretaria de la Municipalidad local. Y lo vienen logrando: las ocho mil plazas de alojamiento ya no se ocupan sólo en vacaciones. “Brochero fue un visionario –afirma–. Lo que yo más rescato fue el valor que le dio a la mujer. En un tiempo y en una zona donde nadie lo hacía , él pensó en la educación de las mujeres y fundó una escuela para niñas que todavía existe».
Importante aviso a la comunidad: no hay que irse de Traslasierra sin probar los “pastelitos ”, postre criollo argentino de masa hojaldrada y crocante, con baño de almíbar y corazón de dulce de membrillo. Los mejores se cocinan en el valle.
Deliciosos pastelitos de Traslasierra. © Cris Aizpeolea Marta Botti investiga el Turismo Religioso El fenómeno del Turismo Religioso no es nuevo en Argentina. La conquista española, las comunidades aborígenes y las sucesivas corrientes migratorias confluyeron en una simbiosis cultural y un activo calendario de festividades, patronales, ceremonias y rituales que congregan gente y brindan oportunidades de desarrollo.
En su libro ‘Diagnóstico y perfil del Turismo Religioso en Argentina’, la licenciada Marta Botti aborda la investigación de la Universidad Blas Pascal que devino en la creación del Observatorio de Turismo Religioso Nacional (OTREN). El informe –ríquísimo en sus implicaciones– destacó 1.134 eventos de turismo religioso en Argentina que convocan a peregrinos y devotos en actitud de oración, pero también atraen turistas interesados en la cultura y las manifestaciones de fe, o simplemente viajeros y curiosos.
Escultura del padre Brochero. © Cris Aizpeolea Botti, que tuvo experiencia como funcionaria y además es empresaria de turismo, considera que Brochero es un producto que resume como pocos el triángulo virtuoso del desarrollo que implica el turismo religioso. Lo componen la academia que investiga el fenómeno en profundidad, el Estado que entiende lo que la academia investiga y apuesta por eso, y las empresas y los gobiernos locales que comercializan y ofrecen la propuesta.
«Brochero es un producto rico, natural, sustentable y con gran fuerza identitaria –concluye–. Para ir a verlo hay que sortear montañas, hacer camino, cruzar arroyos y también es muy fuerte la impronta en la ciudad de Córdoba, que es tan histórica, cultural y religiosa. Es un producto completo”.
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