Capri dio refugio a Pablo Neruda en su exilio y éste la recompensó con uno de sus poemarios más famosos: ‘Los versos del capitán’. Os invitamos a viajar solas o con amigas a esta isla mediterránea recordando su apasionada (y clandestina) historia de amor con Matilde Urrutia.
Marina Pequeña de Capri. © Martyna Bober Actualizado en 2024
Pablo Neruda fue un gran poeta. Eso nadie lo duda y ahí está su Nobel de Literatura. Pero también fue un hombre que sufrió y padeció a causa del exilio y por un amor prohibido, el de Matilde Urrutia, a quien había conocido en México cuando ya había salido de su país natal, obligado por las malas formas (es un decir) del entonces presidente del país, el general Videla. Aquí os contamos su historia de amor en Capri.
Después de muchos vericuetos y muchas calamidades, el autor de Veinte poemas de amor y una canción desesperada dio con sus huesos en una isla bellísima, Capri. Y llegó allí gracias a que sus amigos, los intelectuales italianos, lucharon para que no fuera detenido y deportado, pues ésa era la intención del Gobierno de Roma, presionado por los grupos conservadores que no querían en su territorio a un hombre de ideas comunistas, por muy sabio que éste fuera.
Matilde Urrutia y Pablo Neruda en Capri. © Archivo Fundación Pablo Neruda Neruda en Capri con Matilde Urrutia Fue en 1952 cuando Pablo Neruda llegó a Capri en compañía de su amante, la cantante chilena Matilde Urrutia . Ambos se habían visto ya (incluso habían hecho viajes) a escondidas de la todavía esposa del poeta, la pintora argentina Delia del Carril. Y en este bello escenario insular, situado en pleno Mediterráneo junto al golfo de Nápoles, pasaron seis meses, un tiempo en el que fructificó una bonita historia de amor que quedó inmortalizada en Los versos del capitán , un libro que, no nos engañemos, no tiene nada que ver con barcos ni piratas ni aventuras.
Capri, la isla que sirvió de refugio a los emperadores romanos, tan sibaritas como los que hoy frecuentan este territorio, acogió con los brazos abiertos a Pablo Neruda. Aquí le ofrecieron una casa, le animaron a escribir y le prometieron editar cualquier texto que viera la luz en este pequeño territorio del mar Tirreno.
Versos encendidos de pasión Así que, cuando el poeta-capitán terminó sus versos tórridos y encendidos de pasión, se dispuso a publicarlos, pero lo hizo como “Anónimo” porque no quería ofender a su esposa legítima, la pintora argentina Delia del Carril.
Farallones de Capri. El poemario, dividido en siete partes, se publicó pronto, el 8 de julio de 1952, y se editaron sólo 44 ejemplares que salieron de la imprenta Arte Tipográfico de Nápoles, con papel marfil hecho a mano y con una cabeza de medusa en la portada. La edición fue responsabilidad de Paolo Ricci y aquellos poemas iban precedidos de una carta firmada por una supuesta Rosalía de la Cerda que, desde La Habana, mandaba divulgar los poemas que había escrito para ella un ex combatiente republicano de la Guerra Civil española. Evidentemente, aquella carta preliminar fue un invento más de Neruda para no molestar a su todavía esposa.
La pareja en Capri. © Archivo Fundación Neruda. Un poemario sin firma Pues bien, cada uno de aquellos 44 ejemplares fueron a parar a sus amigos que, en principio, iban a guardar el secreto del origen de aquellos poemas, una misión que se reveló imposible. Entre ellos, estaban el poeta y novelista Salvatore Quasimodo, quien igual que Neruda recibió el premio Nobel; el pintor y escritor Carlo Levi, el también pintor Renato Guttuso, el cineasta Luchino Visconti, el escritor ruso Ilya Ehrenburg, el poeta turco Nazim Hikmet, los dirigentes comunistas Palmiro Togliatti y Pietro Ingrao; o Giorgio Napolitano, que después acabaría siendo presidente de Italia. Y tuvieron que pasar 10 años hasta que Neruda reconoció finalmente la autoría de aquellos versos.
“La única verdad es que no quise, durante mucho tiempo, que esos poemas hirieran a Delia, de quien me separaba. Delia del Carril, pasajera suavísima, hilo de acero y miel que ató mis manos en los años sonoros, fue para mí durante 18 años una ejemplar compañera”, dejó escrito Pablo Neruda.
Jardines de Augusto, en Capri. © Gary Along Capri era tan bella como hoy ¿Y cómo era la isla de Capri que acogió a Pablo Neruda? Pues básicamente como ahora, porque incluso hace 70 años ya era uno de los primeros destinos de descanso de los privilegiados del mundo entero que llegaban aquí, atraídos por sus espectaculares acantilados y su historia milenaria. Hoy, en verano, sigue sacando pecho y los amantes de lo exclusivo se vuelven locos por encontrar un hueco en esta isla de apenas 17 kilómetros de perímetro y poco más de 7.000 habitantes.
Hoy, apenas tres poblaciones, Capri , Anacapri y Marina Grande , acogen a los cientos de turistas que cada año, especialmente en verano, llegan hasta su costa y que se quedan embelesados también con sus elegantes villas, sus enredadas callejas o los espectaculares acantilados que se alzan junto al mar, por no hablar de la espectacular Gruta Azul o las impresionantes ruinas de las milenarias villas romanas.
Freno a su expulsión Hay que recordar, para saber cómo llegó hasta aquí Neruda, que, cuando salió de Chile camino del exilio, buscó refugio primero en París, donde le recibieron con alborozo Picasso, Louis Aragon, Paul Éluard, Ilya Ehrenburg y otros grandes intelectuales de aquel tiempo. Pero los grupos sociales más conservadores y rancios no querían al autor de Confieso que he vivido por considerarle “agente del comunismo soviético” y consiguieron quitarlo de en medio.
Algo parecido sucedió en Italia, a donde le llevaron después sus pasos, aunque aquí tuvo la suerte de que sus “fans”, intelectuales y ciudadanos de a pie, llegaron en masa para paralizar la orden de expulsión que pesaba sobre el poeta. Y fue tan clamorosa la acogida dispensada a Neruda que el ministro del Interior se vio obligado a suspender aquel mandato.
Paisaje de Capri. En una casa blanca Hubo suerte, sí, pero Neruda no se sentía muy seguro y quería buscar un sitio discreto, alejado de los centros de poder y, por eso, aceptó el ofrecimiento del historiador italiano Edwin Cerio, a quien no conocía personalmente, que le brindó su casa en su Capri natal.
“Venga, lo espero en Capri. Tengo un chalet listo para acogerlo. Allí estará tranquilo, podrá terminar su libro y descansar”, decía el telegrama en el que le ofrecía su hosptalidad.
Se trataba de una bonita vivienda de color blanco, con una gran terraza con vistas a un bosque y a un espléndido mar, el Mediterráneo, que fue testigo de su amor por Matilde Urrutia, un amor sólo empañado por la pena del exilio. Con el paso del tiempo, un buen día el poeta decidió regalar a la mujer que le había devuelto las ganas de vivir un anillo con una inscripción: “Capri, 3 de mayo, 1952, Su Capitán”. Y a continuación le entregó el manuscrito de “Los versos del capitán” que, dicen, Matilde conservó en una caja de madera con trozos de nácar. Un poemario que es fruto de una historia de infidelidad, de pasión, de amistad y de complicidad. Con Capri como telón de fondo.
Marina Grande, en Capri. Sigue los pasos de Neruda en Capri 1. Camino a los singulares “farallones ” de Capri se advierte una placa que reproduce un texto de Neruda dedicado a la isla: “Capri, reina de roca, en tu vestido de color amaranto y azucena viví desarrollando la dicha y el dolor, la viña llena de radiantes racimos que conquisté en la tierra”.
2. Otra placa, esta vez de cerámica, fue colocada con motivo del centenario del nacimiento de Neruda, en 2004, en la casa en la que fue acogido, y que recuerda que aquí escribió Los versos del capitán y Las uvas y el viento .
3. La casa de Edwin Cerio, el acaudalado escritor que le dio cobijo a cambio de no meterse en política, se halla en la calle Tragara de Capri. Es una hermosa casa de color blanco que mira al Mediterráneo y a un tupido bosque.
4. Pablo Neruda paseó su amor por toda la isla , desde las pequeñas plazas bordeadas de cafés abiertos hasta los rincones más recónditos de la isla. Así que toda la isla de Capri tiene algo de aroma “nerudiano».
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