La Jacetania tiene valles, desde Jaca hasta el Pirineo francés, que te hacen ir boquiabierta a cada paso. Este puede ser un buen destino para viajar sola, ya que con las actividades que te proponemos y la rica gastronomía del lugar no echarás de menos a nadie. Te contamos qué ver en los valles de la Jacetania para que no te pierdas nada.
Monasterio de Siresa. Actualizado en octubre de 2024
El Pirineo aragonés tiene valles imponentes e infinitas localizaciones que ofrecen visitas teatralizadas y actividades –como el parapente o las tirolinas– para disfrutar, con buen tiempo, de sus paisajes de bosques, lagos y montañas. En invierno la imagen cambia, ya que se cubren de nieve y son el paraíso de los aficionados a los deportes de montaña. Entre todos los valles, nos hemos quedado con la parte noroccidental de la Jacetania, que empieza en Jaca y termina, prácticamente, en la frontera del Pirineo francés con Navarra. Nos vamos de ruta, ¿te apuntas?
Jaca, capital del buen comer La capital del valle del río Aragón es Jaca donde, por supuesto, hay de todo y más, desde hoteles con solera hasta boutiques, restaurantes y bares de tapas para pasarte una semana sin repetir. El Bachimala , hermano del famoso Marboré, prepara pinchos y hamburguesas muy ricos. Si tu presupuesto es reducido, apunta el albergue Hostel Jaca , que tiene habitaciones reformadas a precios asequibles.
Joyas arquitectónicas de Jaca Ahora bien, en la ciudad, destacan dos joyas arquitectónicas: la primera, el monumento histórico de la fortaleza de la Ciudadela, una referencia a nivel mundial, desde 1652, entre las construcciones de defensa, que se ha conservado increíblemente bien. Ahora se ha convertido en centro cultural y cuenta con diversas exposiciones, además del Museo de Miniaturas Militares . También realizan visitas teatralizadas y bodas. Pero no hace falta que te cases, deja, deja. Te bastaría con tener la suerte de que se celebre una de las cenas temáticas de Entre Copas , algo que te permitiría disfrutar de un delicioso catering con vinos aragoneses en su baluarte, su matamala y en la guarida del soldado, dentro de las dependencias oficiales.
Y la segunda joya, la catedral de San Pedro , del siglo XI, una verdadera maravilla tanto por su fachada románica con su bella torreta, –que se puede admirar desde la plaza ambientada con sus barecillos y confiterías exquisitas–, como por su interior de la época barroca. No te pierdas su museo diocesano, con un claustro, capiteles y hallazgos de pintura medieval de muchas iglesias de la diócesis jacetana.
Ermitas en la Jacetania Jaca te atrapa con su energía, pero hay que coger carretera y manta (por si refresca), ya sea en bici, en coche o caminando. Si eres senderista profesional abundan los caminos en el valle y no son nada peligrosos.
Ermita de Orante Anota en tu agenda, el nombre de Orante , donde hay una ermita a la que peregrinan miles de personas (y no solo durante sus romerías) a vivir la experiencia mística de sentarse a solas entre sus paredes prehistóricas ante San Benito que, bajo mi punto de vista, es el señor Antonio reencarnado 1.000 veces. Antonio es el encargado de contarte la historia, la ubicación y las energías e insonorizaciones extrañas que han comprobado todo tipo de expertos científicos en ese pequeño espacio plantado en medio de otras cuatro ermitas a las que él, ajado y vivido, apunta en el horizonte.
Ermita de San Adrián de Sasabe. Ermitas de San Adrián de Sasabe y de la Virgen de Iguacel Otras ermitas que no te puedes perder son las de San Adrián de Sasabe , para llegar a la cual has de pasar por los pueblos de Aratores y Borau, dejando al oeste los boscosos valles occidentales. Pese al entorno natural, se queda chiquitita al lado de la de la Virgen de Iguacel , un diamante del románico declarado Bien de Interés Cultural. Los frescos de esta ermita han sido excelentemente recuperados por la asociación Sancho Ramírez. Iguacel fue mandada construir por el Señor Galindo y financiada por el Conde Sancho, quien fue tutor del rey Sancho Ramírez. De ahí que estén ligadas a su reino tanto la ermita como Castiello de Jaca y las seis poblaciones de la zona, ahora abandonadas (Larrosa, Bergosa, Acín, Villanovilla, Cenarbe).
Aviso para no caminantes : si no estás entrenada para el Camino de Santiago que, por cierto, pasa también por este valle y tiene hasta su propio festival cultural, sube en coche.
Las Güixas (no brujas) de Villanúa En Villanúa has de ver la preciosísima cueva de las Güixas , que mucha gente interpreta como bruixas , pero no son sinónimos, aunque sí es cierto que las mujeres independientes y sabias que ayudaban como curanderas en esta comarca, en el siglo XV, celebraban en la chimenea de la cueva sus rituales de baños de luna. Conoce la historia de estas señoras que fueron condenadas a la hoguera, o a la horca, en juicio popular por sus propios vecinos en las visitas teatralizadas de la Semana de las Güixas , a finales de agosto. Aunque tampoco estaría mal hacer las visitas en Halloween, que preparan una edición especial más terrorífica. Al salir, camina hasta el coqueto casco viejo del pueblo.
Interior de la Cueva de las Güixas. Canfranc, la historia de una estación El centro histórico de Canfranc también es chiquitito pero con encanto. Visita la iglesia, la zona del río y, también, el patio del bar El Mentidero , ideal para picar algo a la fresca. Sus platos son cocinados por los chicos que llevan las visitas teatralizadas de la Estación Internacional de Canfranc. Situada a escasos kilómetros, por esta estación fluía todo el tráfico de mercancías y de personas hasta que las guerras estúpidas que han asolado nuestro continente la dejaron en el abandono. La buena noticia es que su admirable edificio sigue en pie, y está siendo reconvertido en hotel.
Estación de Canfranc. Candanchú y Astún, tocando Francia Continuando por la carretera principal, llegas a Candanchú , especialmente atractivo para esquiar o hacer snowboard en invierno, o para comerte una parrillada argentina con unas vistas tremendas en el bar Los Excursionistas. Pero como no todo va a ser comer, sube a Astún , donde puedes ascender y descender en el telesilla a 2.000 metros. Esto te permitirá ver los siete ibones de origen glaciar (lagos) de esta zona limítrofe con Francia, tanto que vas a tocar el valle d’Ossau, si eres capaz de caminar hasta él. Cuando digo caminar, digo escalar y descender (que no se sabe qué es peor para los gemelos), y hay demasiados ibones bonitos como para recorrerlos en un solo día. Prueba a hacerlos con calma, si no eres muy fan del senderismo, y ve con tus bastoncitos, botas de trekking y el picnic preparado para ir descansando.
En cambio, si eres de las urbanitas gastrónomas con ganas de respirar simplemente, puedes ‘prequemar’ haciendo la ruta media hasta el Lac Gentau , de forma que verás el Pic de Casterau y el Pic du Midi d’Ussau. Y, ya sin culpabilidad alguna, como buena sibarita, antes de subir al telesilla de vuelta, tómate un cava en el bar chill out de al lado con esas vistas súper relajantes.
San Juan de la Peña Si bajando de nuevo a Jaca no te engancha uno de los festivales culturales jacetanos, como el Folclórico , que llena la ciudad de bailes y músicas del mundo, continúa hacia el monasterio de San Juan de la Peña, enclaustrado (nunca mejor dicho) en las propias peñas de este Monumento Natural desde 1889. Sus 264 hectáreas de masas forestales culminan en el pueblo encantador de Santa Cruz de la Serós , cuya iglesia románica es de las mejor conservadas que vas a contemplar. Desde su hostal-restaurante escribo este reportaje con las vistas del pueblo a la luz de la luna cenando un ‘ragout de jabalí’ con un Edra (bodega-edra.com) de Ayerbe, una sincera bodega de Huesca que merece la pena acercarte a conocer.
Monasterio de San Juan de la Peña. Valles de Hecho, de Ansó y de Zuriza Valle de Hecho Pero lo bonito no acaba ahí. Proseguimos hacia el valle de Hecho , cuyo pueblo homónimo es monísimo y hay que patear antes de seguir hacia el monasterio de Siresa , muy bien conservado, armándote de valor para recorrer la angosta pista de piedrecitas que se adentra en la Selva de Oza. Merece la pena toda la tensión que sufras por esos precipicios hasta llegar a los imponentes valles occidentales de nuevo, desde Guarrinza hasta Aguas Tuertas, y, si vas con energía, pasión, agua y víveres, patear para contemplar la zona megalítica y el ibon de Estanés.
Imagen del bonito pueblo de Hecho. Valle de Ansó La belleza alcanza hasta el valle de Ansó , cuya carretera serpenteante te dejará boquiabierta aún antes de vislumbrar el pueblo del mismo nombre, que es uno de los declarados Pueblos más bonitos de España . Te quedarás, doy fe. Y para dormir, en la plaza del Ayuntamiento, está el hostal Aisa, una casa centenaria que va por la quinta generación. Y, aparte de pasear entre calles o por el cauce del río, has de visitar su torreta, con exposiciones de los vecinos, su iglesia y sus casas indianas. Disfruta de su gastronomía y de vinos diferentes en bares como el Maiberal y el Berari, una gozada que denota la influencia vasca.
Ansó, declarado uno de los ‘Pueblos más bonitos de España’. Valle de Zuriza El valle de Zuriza, hacia el norte, o los barrancos de la Foz de Fago y Foz de Biniés, hacia el sur, son alucinantes. Este último, con el castillo que corona el pueblo de Biniés, ya te aboca a Berdún, (en la carretera hacia Huesca o Pamplona), el punto de salida de esta Jacetania a la que, sin duda alguna, querrás regresar.
Foz de Binies. Todas las fotografías publicadas en este artículo son © Archivo DGA y Comarca de la Jacetania.
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