Ha pasado a la Historia como la “femme fatal” que provocó, con su exótica belleza, la caída del rey Luis I de Baviera. Pero Lola Montes, una mujer que se inventó su propia biografía, fue mucho más que una ambiciosa cortesana. Estamos ante una mujer impropia de su tiempo (Grange, Irlanda, 1821 – Nueva York, 1861) que se puso el mundo por montera y lo recorrió en busca de sus sueños.
Lola Montes y Luis I de Baviera. Cruzó el mundo de punta a punta en solitario, actuó en los más importantes teatros de Europa y Estados Unidos, se inventó la nacionalidad española para bailar flamenco en Londres, fumaba cuando casi era un delito para las mujeres, montaba a caballo con soltura, se codeó con la intelectualidad parisina y, en su colección de amantes, figuran nombres como los de Alexandre Dumas (padre) y Franz Listz. Pero si hubo algún pretendiente que perdió literalmente la cabeza por ella, por la singular y poco convencional Lola Montes, fue Luis I de Baviera, que por su causa se granjeó la impopularidad de su pueblo hasta que acabó dejando el trono.
Una vida de cine Marie Dolores Eliza Rosanna Gilbert, tal era su verdadera identidad, acabó sus días en Nueva York, sola y pobre, con sólo 39 años. Sin embargo, había transitado por palacios, se codeó con reyes, nobles e intelectuales, tuvo un tren de vida que para sí hubieran querido las grandes fortunas de entonces… pero murió de la peor manera posible. La ciudad de los rascacielos fue la última parada de un fascinante y misterioso periplo que ha seducido a cineastas, escritores, poetas y cantantes. Son muchos los que han resucitado, tras años de olvido, la historia de esta mujer que se hizo pasar por bailarina de flamenco y se inventó el nombre de Lola Montes para triunfar en los grandes escenarios del mundo, desde el Bolshoi de Moscú hasta la Ópera de Múnich, en un momento en que el exotismo de España estaba de moda.
Lola Montes logró triunfar en escenarios de todo el mundo. Siempre a contracorriente Actriz, cortesana, apasionada del Far West y del baile español , Lola Montes no era amiga de convenciones. Siempre a contracorriente, fue una mujer muy adelantada a su tiempo y tuvo una vida fascinante y misteriosa. Una intensa biografía en la que caben imposturas y engaños, abandonos y duelos, tres matrimonios fallidos, huidas, ilustres amantes y olvidos.
Aunque nuestra Lola nació en Irlanda, desde joven se hizo pasar por sevillana en el exilio. Había pasado parte de su infancia en Calcuta con su familia (su padre era oficial del Ejército británico), pero recibió su educación en Gran Bretaña, donde muy pronto asomó su rebeldía y su temperamental carácter.
Dicen que llegó a clavar unas flores en la peluca de un señor respetable durante una misa y que, en otra ocasión, la vieron correr desnuda por las calles de Escocia.
Coleccionista de amantes Sólo tenía 16 años cuando sus padres le tenían preparado un matrimonio de conveniencia con un militar casi anciano. Pero ella no lo consintió y se fugó con un apuesto teniente inglés que le pidió casarse con ella a los pies del Himalaya. El matrimonio, se veía venir, fue un fracaso, como lo fueron los otros dos que contrajo después a lo largo de su corta vida. Tampoco tuvo suerte con el gran número de amantes que fue acumulando de Cádiz a Sevilla, de Londres a Nueva York, de Múnich a París, de Panamá a la Australia más profunda. Y hasta en los pueblos mineros de Norteamérica, desde Sacramento hasta Nevada City y Grass Valley, donde provocó con su belleza torrencial el deseo de propios y extraños.
Lola Montes tuvo que reinventarse varias veces a lo largo de su vida. Lo hizo cuando el Teatro de Su Majestad de Londres, donde debutó como bailarina española de flamenco, descubrió que era una impostora. El engaño le había durado poco y no se lo perdonaron. Así que tomó rumbo a París, donde conoció a Honoré de Balzac y a Franz Liszt . Este último, con quien mantuvo una breve relación sentimental, le puso en contacto con otra mujer pasional, George Sand, que por entonces vivía un romance con el compositor Chopin.
Palacio de verano de Nymphenburg (Múnich). Un monarca depuesto La “falsa española” no daba puntada sin hilo y de eso se dio cuenta pronto el escritor Alexandre Dumas (padre), quien le acusó de ser la desgracia de los hombres que se acercaban a ella. Y eso llegó a los oídos de Lola Montes, quien, tras la muerte de uno de sus amantes en un duelo, puso pies en polvorosa dejando atrás la capital francesa. Comenzaba así un viaje por Europa plagado de aventuras, una de las cuales acabaría con un monarca depuesto. Pero vayamos por partes.
Todo empezó cuando a Lola Montes le rescinden el contrato en un teatro de Múnich y ella decide pedir justicia nada menos que al rey de Baviera. Cuando Luis I recibe a la “española”, dicen que le preguntó si su cuerpo era obra de la Naturaleza o del Arte, a lo que ella respondió cortando su vestido con unas tijeras y mostrando sus pechos desnudos. Así que aquel día Lola Montes salió de palacio con un contrato para el teatro más importante de la ciudad y siendo la amante del rey.
Mitos, leyendas y ríos de tinta A partir de aquí todo son mitos y leyendas, porque este fragmento vital de Lola Montes ha originado desde entonces ríos de tinta. Hay datos que están completamente documentados, como que Luis I de Baviera pidió a Joseph Stieler, retratista de Beethoven, que inmortalizara a su “amada” en un lienzo para la Galería de las Bellezas del Palacio de verano de Nymphenburg . También se sabe que Lola Montes se alojaba, por orden del rey, en el extraordinario hotel Bayerischer Hof y que fue nombrada Condesa de Landsfeld. Nadie duda tampoco de que vivió embriagada de opulencia y caprichos.
Retrato de Lola Montes (1847). Tantas prebendas del monarca hacia la mujer que le había quitado el sentido (“mi Lolita” la llamaba) acabaron por cavar su propia tumba. El pueblo se lo tomó como un verdadero escándalo y no le perdonó tanto derroche. Hasta que, en 1848, presionado y casi forzado por la opinión pública, Luis I acabó abdicando a favor de su hijo Maximiliano II de Baviera . Al parecer, Lola Montes tuvo que salir corriendo y se refugió en Suiza, hasta donde nunca llegó su digno pretendiente, un hombre culto e inteligente que estaba casado con Teresa de Sajonia y tenía nueve hijos.
“Lola de Baviera”, en Broadway Aquellos amores ilícitos iban a pesar en la actriz como una losa, pero una vez más logró recomponerse y decidió probar fortuna en Estados Unidos que, en torno a 1850, tenía una pátina de territorio salvaje. Y no le fue nada mal. En Broadway llegó a interpretarse a sí misma en la obra “Lola de Baviera”, donde se recreaba en tono de comedia su relación con Luis I. Y fue tal el éxito conseguido que se convirtió en la artista con más caché de Estados Unidos. Después vinieron obras menores como la célebre “Danza de la Araña”, con la que recorrió los pueblos mineros de Norteamérica durante la fiebre del oro, y se instaló en una cabaña modesta de Grass Valley, en California, donde aún se la recuerda con nostalgia.
Pero su faceta de actriz y bailarina no fue la única con la que Lola Montes se dio a conocer. También daba conferencias sobre ‘La justicia histórica sobre el intelecto de las mujeres ‘ y escribió lo que ya se considera el primer libro de consejos de belleza de la Historia, que fue, por cierto, un auténtico best-seller: ‘Las artes de la belleza’ o consejos de tocados de la condesa de Landsfeld ‘.
La tumba de Lola Montes se puede visitar en un cementerio de Brooklyn (Nueva York). Pobre, sola y en la calle Un mal día, Lola Montes sufrió un brote de esquizofrenia y se trasladó a Nueva York . Allí, en medio de sus amplias avenidas, iban a transcurrir los dos últimos años de su vida. Al parecer, fue una neumonía contraída en la calle la que acabó con ella. Su cuerpo yace en el cementerio de Green-Wood, en Brooklyn, y en su tumba se puede leer “Mrs. Eliza Gilbert. Muerta el 17 de junio de 1861”. Tenía 39 años y recuperaba, así, su verdadera identidad. Nadie reclamó su cuerpo.
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