Bogotá se está convirtiendo en mucho más que una ciudad de paso, por eso, desde Etheria Magazine echamos un pulso a aquellas voces que la llaman fea. Porque a Bogotá no solo hay que mirarla, hay que experimentarla con todos los sentidos: desde sus vertiginosos cerros, hasta el micromundo de sus rumbeaderos y sus museos de renombre internacional. Tenemos las pruebas para demostrar que merece, por sí sola, que crucemos ‘el Charco’.
El barrio fundacional de La Candelaria acoge el grafiti más famoso de la ciudad. © Procolombia Desde que los indígenas muiscas se instalaron en su sabana, Bogotá ha pasado por casi todo: la conquista del español Gonzalo Jiménez de Quesada (1538), la devastación de la ciudad tras el Bogotazo de 1948 y las bondades del Tratado de Paz en 2016. Actualmente, mientras sus 500 kilómetros de ciclovías suponen un ejemplo de sostenibilidad para el mundo, Bogotá todavía no dispone de una red de metro para sus nueve millones de habitantes.
La convivencia entre zonas verdes y trancones (como llaman a los atascos) dibuja esa realidad tan contradictoria en la que vive inmersa la ciudad.
Los mercadillos son una constante en La Candelaria. © KR Empezar por La Candelaria Iniciar esta aventura desde el punto más antiguo de la ciudad nos llevará hasta los adoquines del Chorro de Quevedo , donde saltimbanquis y artistas callejeros recuerdan que en esa plaza se elevó un circo tiempo atrás. El ambiente juvenil del lugar alcanza la Calle del Embudo , un callejón repleto de coloridas tabernas que suenan a reggaetón y anuncian tragos de chicha en oferta. Esta bebida procedente de los Andes se elabora a base de maíz fermentado y es muy consumida entre los universitarios que frecuentan La Candelaria, un barrio que ha pasado de ser uno de los lugares más peligrosos de la ciudad a convertirse en el más visitado por los turistas.
La fría arquitectura bogotana de hormigón se ha transformado en una galería de arte urbano colmada de coloridos murales.
Bogotá City Tours organiza rutas gratuitas para dar a conocer la historia de los grafitis creados por colectivo APC en La Candelaria. © KR Bogotá ordena algunas de sus avenidas (o carreras) en números ordinales y sus calles en cardinales, al igual que Manhattan.
Buscavidas callejeros Más vale recorrer la Carrera Séptima saciados de hambre y de sed o caerás rendida ante los puestos de venta de coco, agua aromática , zumos, lulada, café, chocolatinas y ante las famosas obleas ‘Mick Jagger’ (bautizadas así desde que, supuestamente, el cantante se enamorara de ellas). A todo esto hay que añadir la presencia de bailarines de cumbia, jugadores de ajedrez, loteros, floreros y artesanos que tejen wayuus —el tradicional bolso colombiano— con hilos de mil colores. Mientras una maraña de música y megafonías toman las calles del centro, los templos religiosos acogen a cientos de feligreses cada día.
No faltan picaresca e imaginación en los puestos ambulantes de la Carrera Séptima. © KR La diversión callejera no impide que Colombia sea un país de fervorosas tradiciones católicas . En el meollo de la Carrera Séptima encontrarás tres bellas iglesias: la de la Orden Tercera, la de la Veracruz y la iglesia de San Francisco (1557), la más más antigua de Bogotá.
La venta ambulante de esmeraldas es otro de los signos de identidad de Colombia, ya que es uno de los mayores exportadores del mundo de esta piedra preciosa. Colombian Emerald Tours organiza excursiones que muestran al viajero todo lo que se debe saber sobre su producción y compra. En la Avenida Jiménez de Quesada encontrarás locales especializados. Mejor prescindir de la compra callejera para evitar engaños.
Las principales vías de la ciudad se cierran al tráfico cada domingo y festivos desde las 7 hasta las 14 horas para fomentar el uso de bicicletas y ciclovías.
La diversión de la Carrera Séptima confluye con los balcones en los que se voceó ‘¡Independencia!’ un 20 de julio de 1810. El grito que dio comienzo a la emancipación colombiana de la metrópoli española se emitió desde la Casa del Florero . Parece lógico que allí se encuentre hoy el Museo de la Independencia. A su lado, tres puertas de acceso a la Catedral Primada recuerdan en la Plaza Bolívar la cruda estratificación social de la era colonial: por una accedían los españoles, por otra los criollos nacionales y por la última los esclavos de África.
Fachada de la Catedral Primada en la Plaza Simón Bolívar. © KR Al sur de esta enorme plaza en la que no faltan palomas, vendedores y turistas se yergue el Palacio Nariño , alias ‘El Muerto de Piedra’. El apodo que recibe la residencia del Presidente de Colombia hace referencia al costoso proceso de rehabilitación que ha sufrido a lo largo de los años. Dicen, incluso, que se construyó al revés.
Con altura El teleférico del Cerro de Monserrate supera más de 620 metros de altura hasta uno de los balcones más impresionantes de la capital. Ascender a pie hasta la cima te integrará del todo en la vida bogotana. El recorrido supone un paseo de más de una hora en la que hay que superar mil quinientos peldaños . La subida alterna la presencia de puestos de comida y bebida con la de feligreses que avanzan de rodillas para pedir al Señor Caído de Monserrate que obre algún milagro. En lo alto, más de 1.500 placas agradecen al Señor Caído el cumplimiento de esas peticiones.
La pequeña escultura de la Virgen de Monserrat (que da nombre al cerro) representa el busto más antiguo del país. De rostro negro, la imagen se guarda en una de las capillas de la basílica , considerada uno de los templos religiosos más importantes de Colombia. Más allá del significado místico del lugar, la panorámica que ofrece este mirador a 3.170 metros de altura se asoma a la impresionante llanura sobre la que se expande Bogotá, formada por veinte pequeñas localidades.
Para quien llegue arriba algo afectado por el sorochi (el mal de altura), un café o un chocolate bien caliente en uno de los puestos del cerro paliará todos sus males.
Panorámica de la sabana bogotana. © KR La estructura del restaurante Casa Santa Clara fue arrastrada por burros hasta el Cerro de Monserrate desde el pueblo de Usaquén en el año 1924. Este histórico lugar hoy ofrece la oportunidad de disfrutar de una velada ante una de las vistas más privilegiadas de la ciudad. Desde allí arriba, observarás de cerca el aledaño Cerro de Guadalupe , que culmina con una impresionante figura de la Virgen de la Inmaculada Concepción que se puede contemplar desde cualquier punto de la ciudad.
La vegetación rodea al Cerro de Guadalupe y camufla el restaurante Santa Clara. © KR Museos que valen oro Los domingos de ciclovía convierten la ciudad en una apacible urbe que explota los aspectos más lúdicos y hedonistas de la vida, pero también los más culturales (la mayoría de sus museos son gratis ese día). El Museo del Oro es el más importante del mundo en esta materia y alberga más de 55 mil piezas precolombinas que envuelven al visitante en el poder hipnótico de los rituales chamanes; los mismos que dieron origen al mito de El Dorado .
La Balsa de la Ofrenda se expone en el Museo del Oro de Bogotá. © Creative Commons La Balsa de la Ofrenda , la pieza más fascinante del museo, representa muy bien esta leyenda en la que los chamanes ancianos se quitaban la vida sumergiéndose en la Laguna de Guatavita —en la cordillera oriental de Colombia— vestidos con joyas de oro para traspasar el poder al siguiente jerarca. El ritual se llevaría a cabo a lo largo de 600 años, por lo que hoy en día la laguna debería estar repleta de piezas de oro. Cuando el conquistador español Gonzalo Jiménez de Quesada descubrió este suceso (al que llamó ‘La leyenda de El Dorado’), decidió desaguar la laguna para hacerse con los tesoros de su fondo, sin embargo, nunca logró esta hazaña.
El Museo de Arte Miguel Urrutia protege La Lechuga © KR (izq) Colección de Arte. Banco de la República (dcha.). Realizada por el español Antonio Galaz en el año 1700, la custodia de arte barroco conocida como La Lechuga se considera la joya religiosa más importante de Sudamérica y actualmente se encuentra en el Museo de Arte Miguel Urrutia -MAMU- de Bogotá. Sus números marean: contiene 1.485 esmeraldas, un zafiro, 13 rubíes, 28 diamantes, 62 perlas barrocas y 168 amatistas.
El propio Fernando Botero donó las obras que se exponen en el Museo Botero y, aunque el escultor y pintor de los gordos más famosos del mundo es oriundo de Medellín, este lugar constituye una de las visitas culturales más importantes de la capital. El Museo Santa Clara y el Museo Nacional completan esta ruta que demuestra que Bogotá es una ciudad despierta culturalmente.
De cervezas y gastronomía internacional En el norte de la ciudad se concentran los locales de moda, aunque los bogotanos no tienen problema en crear nuevos barrios en función de sus necesidades. La Zona G , G de gastronomía, alberga las cocinas de los chefs de fama internacional (véase el El Chato , de Álvaro Clavijo). La Zona T agrupa el mayor centro de operaciones rumbeaderas , cerveceras y gastronómicas de Bogotá. ¿Por qué elegir cuando se puede tener todo? Bailar sobre las mesas de Andrés Carne de Res mientras otros disfrutan de un buen chuletón plasma bastante bien esta cuestión.
(Izq.) El local Andrés Carne de Res de Bogotá ocupa cinco pisos. Buñuelos de yuca y queso del restaurante Ocio. (Dcha.) © KR Plan nocturno: Pasear por los alrededores coloniales de la Plaza de Usaquén, probar los pescados de 80 sillas y finalizar la velada con un cóctel en la rústica buhardilla de Pedro Mandinga .
No es de extrañar que en Bogotá se encuentre más fácilmente un ceviche (recomendamos los de Central Cevichería ) que una bandeja paisa o un sancocho colombiano (los de La Bonga del Sinú son deliciosos), la gastronomía bogotana rinde homenaje al resto de cocinas del mundo. La música en directo de Madre , en La Candelaria, acompaña creaciones culinarias que fusionan recetas locales con aires italianos. Los jugos de asaí, zapote y arazá de Ocio ofrecen la tranquilidad necesaria y refrescante para establecer una parada y fonda cerca de la plaza de toros . En el Parque del Virrey quien reina es la cocina ecológica de Canasto Picnic Restaurant .
Para considerarte una experta en la escena gastro bogotana, déjate caer por el barrio de Chapinero y por las cervecerías de la calle 93.
En la cultura colombiana se regalan flores con asiduidad. Mercado de Paloquemao. © KR Mejor que mirar, experimentar Una ruta gastronómica guiada en el Mercado de Paloquemao introduce de forma divertida al viajero en el mundo —casi infinito— de las frutas y verduras colombianas. En este gigantesco mercado también encontrarás la respuesta a por qué Colombia es uno de los mayores exportadores de flores del mundo.
Las passifloras como el lulo añaden acidez a los jugos bogotanos. © Procolombia Una divertida cata de café en Café San Alberto desafiará la finura de tu paladar y comprenderás por qué en Colombia no han conocido el café de calidad hasta hace muy poco. Tanto quisieron los colombianos exportar el mejor café del mundo, que ellos se quedaron con el de peor calidad durante años. Esta realidad ya forma parte del pasado y hoy encontrarás café excelente en todo el país.
📌 Si eres amante del café y de la naturaleza, te encantará nuestra ruta por el Eje Cafetero .
Momento de la cata de café molecular del Café San Alberto. © Procolombia En el reto de exprimir al máximo Bogotá, Marimbea integra a los viajeros en una de las cuestiones sociales más importantes de Colombia: la música. Este centro cultural permite aprender ritmos indígenas del Pacífico formando parte de una banda musical y tocando sus instrumentos tradicionales.
De ‘rumbeaderos’ por la 85 Conviene olvidarse de la cultura del vino (es caro y de importación) y pensar la noche bogotana en clave cervecera. El guaro (aguardiente de caña de azúcar) añade grados de alcohol a los tragos en los rumbeaderos . Para entender el nivel de importancia con el que los colombianos se toman el baile y la música , basta con saber cómo se organizan estos locales de moda en la ciudad: por un lado se encuentran los especializados en vallenato, por otro los que sólo pinchan temas de salsa, reggaetón o música del Atlántico, y por otro, los crossover , las salas que alternan todos los géneros y que satisfacen a todo el mundo. Uno de los crossover más conocidos de Bogotá, Gaira (dirigido por la familia de Carlos Vives) homenajea la cultura caribeña a través de sus platos. En muchos rumbeaderos también se puede cenar.
La música en directo marca la diferencia en la noche colombiana.
En grupo, en pareja o sola: a los rumbeaderos se va a bailar y a disfrutar. © 440 Music Hall La banda que ameniza las noches del crossover 440 Music Hall no escatima en músicos, coristas ni imitadores de Juan Gabriel que irrumpen la velada para hacer cantar a los presentes sus populares rancheras. Los templos del rumbeo más importantes de la ciudad se encuentran en el entorno de la calle 85, allí encontrarás Hotel V Bar . Armando Records se ubica en la 84. Y después de todo esto, ¿quién se atreve a aburrirse en Bogotá?
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Toca el cielo con las manos en el lago Titicaca y la Isla del Sol .
Ruta de 3 días por el Salar de Uyuni (y advertencias a tener en cuenta) .