El nombre de Marsella ya evoca luz, Mediterráneo, sabores africanos y vida marinera. Esta ciudad francesa es una opción perfecta y cercana para realizar ese viaje con amigas en el que lleváis tanto tiempo pensando. Os contamos cómo organizar un fin de semana en Marsella para no perder ni un minuto.
La Catedral de Santa María de la Guardia protege su bello y milenario puerto. © Manena Munar La literatura presenta a esta ciudad francesa como un lugar donde puede pasar de todo, y es que un viaje con amigas a Marsella seguro será memorable. Y el crisol de culturas que conviven en ella la convierten en uno de los destinos más seductores del mundo. Para Maqroll el Gaviero, el personaje simpar de Álvaro Mutis en ‘Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero’, Marsella era un puerto recurrente en su navegación donde se encontraba con su amigo del alma, Abdul Bashur, y con la amante que ambos compartían, la polaca Ilona Grabowska.
En la novela ‘La Cocinera de Himmler’ de Franz Olivier Giesbert, la acción se desarrolla en un restaurante de Marsella donde, a través de la cocinera Rose, una mujer singular, el lector se adentra en la apasionante y peligrosa vida marsellesa durante la Segunda Guerra Mundial.
La ‘Trilogía Marsellesa’ de Jean- Claude Izzo está protagonizada por el policía Fabio Montale que se mueve en una Marsella llena de más desventuras que venturas, fascinante de todos modos. Dumas, Simone de Beauvoir y Lamartine, entre otras polifacéticas personalidades, cayeron rendidos antes los encantos de la controvertida urbe.
L’Ombrière de Norman Foster, el mundo al revés en pleno Puerto Viejo. © M. Munar Primer día en Marsella Puerto Viejo, el alma de Marsella En un viaje con amigas a Marsella es primordial un paseo matutino por su puerto. Siempre es agradable ver a los pescadores volver con su botín, que más tarde hará las delicias del plato marsellés por excelencia, la bullabesa . En el recorrido peatonal hacia el puerto viejo, hoy también deportivo, se camina entre palacetes cuyos bajos los ocupan restaurantes y tiendas . Mimos inmóviles y esculturales decoran el Bulevar del Litoral , mientras que puestecillos de jabón de Marsella, artesanía y pintura se amparan bajo el techo cristalino de la magna obra de Norman Foster & Partners, el Pabellón del Espejo L’Ombrière, dando al viejo muelle un toque vanguardista.
El marco que rodea al embarcadero es incomparable. Está custodiado por los fuertes de San Nicolás y San Juan, y lo protege desde lo alto de la colina la Basílica de Nuestra Señora de la Guardia , a la que se accede por callejuelas sinuosas, pintadas en colores cálidos y llenas de comercios. Sin salir del área del puerto merece la pena visitar la abadía de San Víctor y el palacio del Faro.
Mimos asombrosos pueblan el Bulevar del Litoral. © M. Munar A la rica bullabesa Llega la hora de comer y las ofertas no escasean. Sin salir del puerto está Le Miramar , el restaurante de la bullabesa por excelencia. Más que aconsejable es también Cours Honoré d´Estienne d´Orves , donde disfrutar de pescado y marisco recién capturados.
Otra magnífica opción sería ir hasta la zona moderna del distrito de los negocios, donde famosos arquitectos han dado el do de pecho con edificios de la categoría de la famosa Torre CMA-CGM , de Zaha Hadid, los Muelles Arenc de Jean Nouvel, y picar algo en el mercado gastronómico del imperio comercial Las Terrases du Port , mirando el mar.
Cours Honoré d´Estienne d’Orves está repleto de restaurantes donde tomar una estupenda bullabesa. © M. Munar De marcha por Le Panier Por la tarde-noche, durante la hora bruja, es el momento perfecto para explorar el barrio de la movida marsellesa , Le Panier , donde hubo una época en la que vivió Napoleón con su madre y su hermana. El curriculum de Le Panier son sus panaderías, que aún siguen allí regalando ese aroma a pan recién horneado que no tiene parangón. También afama al barrio un chocolate de primera que se degusta con mayúsculas en la Chocolatière du Panier.
Chocolat du Panier y Bar 13 Coins. © M. Munar Lleno de reivindicativos grafitis que aportan un cierto aire canallesco y atractivo, Le Panier se jacta de ser el barrio más antiguo de Francia, a pesar de que para la juventud hasta hace poco no ha alcanzado un grado superlativo de seducción gracias a la serie “Plus Belle la Vie”, adorada por los jóvenes marselleses y rodada en Le Panier. Bares como el legendario 13 Coins han sido motivo de inspiración para el barrio de la serie, Le Mistral , donde se desarrolla parte de la trama.
La Charité , joya arquitectónica del siglo XVIII de Le Panier, hoy alberga restaurantes y el Museo de Arqueología Mediterránea . Placitas con encanto como la provenzal De Moulins , así llamada por los tres molinos que aún alberga; Lenche , con bellas panorámicas al puerto viejo, o Place de Lorette , elegida para sus exposiciones por la minimalista galería de arte Videochroniques.
Colores mediterráneos en las fachadas, y vida a borbotones llenan las calles marsellesas. © M. Munar También son numerosos los cafés y restaurantes de Le Panier donde tomarse un cassis, o un buen vin rosé, tan típico de la región, para luego elegir el menú en un bistro francés o en alguno de los restaurantes multirraciales, acordes con la mezcla de gentes que habita el vecindario.
En Manolo, por ejemplo, se pueden tomar tapas, mientras que en Place de Lorette se preparan especialidades morunas acompañadas de té con hierbabuena, mientras que Au Cour du Panier ofrece gastronomía típica provenzal, y en el célebre Le Siam se sirve una estupenda gastronomía tailandesa.
Ver el viejo puerto de noche es altamente recomendable. Y para ello, un palco preferente son las 51 habitaciones del hotel La Résidence , cada una con su propio balcón mirando al puerto y a la basílica de Santa María, con una decoración años 50 de lo más sugerente.
Una de las agradables plazas de Marsella. © M. Munar Segundo día en Marsella Un paseo por la ilustre Avenida Canèbiere Al día siguiente de este viaje con amigas a Marsella hay que sacar un par de horas para deleitarse contemplando las joyas arquitectónicas de la Avenida Canèbiere, construida en 1666 bajo el reinado de Luis XIV a semejanza de los Campos Elíseos parisinos, y donde más tarde se pasearía la alta sociedad burguesa.
Entre las joyas de esta calle sobresalen La Ópera , y el antiguo Hotel Lourve et Paix, sustituido por la tienda C&A, cuya espectacular fachada la enmarcan cuatro cariátides que representan los cuatro continentes. También está el monumento en honor a los soldados marselleses caídos en la guerra de 1870, y que es el lugar de encuentro para los desfiles del 14 de julio y del Carnaval. Muy llamativa resulta la iglesia neogótica de Les Réformés , de 70 metros de altura, con vidrieras de Edouard Didron y un altar de lapislázuli, mármol, bronce y ónice que corta la respiración.
Es aconsejable, además, hacer un alto en el camino de Canèbiere para echarle un vistazo al pintoresco mercado de los Capuchinos en el barrio de Noailles, lleno tiendas de artesanía africana, teterías, restaurantes pequeños donde se sirve cuscús y con bares muy modernos que rodean Cours Julien.
La Catedral bizantina de Santa María la Mayor se refleja en el MuCEM. ©M. Munar La nueva Marsella de MuCEM El broche final de la excursión marsellesa bien podría ser el complejo arquitectónico levantado en 2013 con motivo de la capitalidad de Marsella como ciudad de la cultura. MuCEM (Museo de las Civilizaciones Mediterránea y Europea), obra de Rudy Ricciotti, es el primer gran museo nacional consagrado al Mediterráneo, cuya estructura cristalina que refleja de manera onírica la bizantina Catedral de Santa María la Mayor , está unida por un largo puente con el fuerte de San Juan (del siglo XVII). Complemento intachable del complejo a orillas del mar es el El Centro de Arte Contemporáneo (FRAC ) proyectado por Kengo Kuma.
Ver el atardecer desde el MuCEM es una experiencia inolvidable. © M. Munar Visitas guiadas en Marsella • Free tour a Marsella . Gratis.
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