Mar bravo, verdes pastos, pueblos acogedores, historia, elegancia y gastronomía exquisita… El País Vasco Francés ofrece todo esto y alguna que otra sorpresa más. San Juan de Luz, Biarritz, Espeleta, San Juan a Pie de Puerto y Sare es el itinerario que os proponemos en esta escapada.
Puerto de San Juan de Luz. © O.T. Saint Jean de Luz/ Tedy Bear Actualizado en junio de 2024.
El País Vasco francés es una de esas regiones que lo tienen todo para una escapada redonda. Cercano a la península, sobre todo si se viaja desde las regiones españolas limítrofes, con una gastronomía de diez y unos pueblos en los que te plantearás hasta quedarte a vivir. Y es un viaje perfecto para realizar en cualquier época del año.
San Juan de Luz Apenas a nueve kilómetros de la frontera española, San Juan de Luz es el lugar idóneo donde comenzar este recorrido en círculo por el País Vasco Francés que empieza en el mar Cantábrico y termina en esta población. Lo primero que se podría decir sobre este rincón costero es que es un auténtico regalo para la vista. Por sus caserones típicos vascos entarimados con vivos colores, que se alargan en un dique para alcanzar cómodamente esa playa en forma de media luna, familiarmente llamada Grande Plage. Lo es por su puerto que en tiempos fue el más importante de Francia, allá cuando San Juan de Luz era famosa por la caza de ballenas y pesca del bacalao, y también por sus aguerridos corsarios del siglo XVII.
Colorida arquitectura de San Juan de Luz. © O.T. Saint Jean de Luz/ Tedy Bear Rué Gambetta está llena de seductoras tiendas como La Artigue 1910 , donde la familia Lartigue lleva cuatro generaciones tejiendo tela vasca con pasión y buen hacer; la de espadrillas, Espadrilles ; confiterías donde probar el típico pastel vasco con crema pastelera de vainilla o los famosos macarons de Maison Adam que enamoraron el paladar de María Teresa de Austria y se sirvieron en su boda con el Rey Sol.
La plaza de Luis XIV, el Rey Sol, suele estar de lo más animada, especialmente los domingos cuando, a toque de acordeón, se escuchan canciones de la zona que brotan de gargantas graves y sentidas, mientras se saborea un buen vino acompañado por una irresistible cazuela de mejillones al vapor.
Playa de San Juan de Luz. © O.T. Saint Jean de Luz/ Tedy Bear Mercado de Halles Para aprender sobre el variado elenco de los productos vascos, desde los quesos de cabra hasta las ostras, hay que dedicar un buen rato al mercado de Halles y así abrir boca antes de ir a disfrutar de las ostras acompañadas por una copa fresquita de vino blanco frente al mar en el chiringuito de Guingette Erromardie . Otra opción sería cruzar el río Nivelle para comer en la vecina localidad de Ciboure el plato típico de la zona, la sopa de pescado Ttoro con verduras y mariscos que la dueña de Chez Margot guisa como nadie.
© Grand Hôtel Thalasso & Spa. Historias de San Juan de Luz Historia no le falta a San Juan de Luz, jactándose de subyugar con sus encantos a Luis XIV que eligió la villa marinera para casarse en 1660 con su prometida española, María Teresa de Austria. Lo hizo en la iglesia de San Juan Bautista, donde se instaló el órgano para la real ocasión. Mientras llegaba la fecha de la gran boda que, por otra parte, supondría una tregua tras los muchos años de trifulcas entre los países vecinos, el monarca francés se hospedó en la casa Lohobiaguenea , apelada desde entonces Maison Louis XIV que hoy se puede visitar. Por otra parte, la futura reina se acomodó en Joanoenia, o Casa de la Infanta, un edificio construido a imagen y semejanza de los palacios venecianos y que ahora también es visitable.
Y hablando de grandes mansiones no se puede olvidar el palaciego Grand Hôtel Thalasso & Spa , que es de estilo Art Deco, de 1909, y ofrece tratamientos de talasoterapia. En el apartado de hoteles boutique destaca el hotel Caravelle , con una tradición hotelera de tres generaciones. Ocupa una acogedora casa de Ciboure frente a la playa de San Juan de Luz, al lado del puerto pesquero.
Tras este paseo dejaremos esta antigua aldea de pescadores, cuya leyenda ballenera le viene de las enseñanzas vikingas de antaño, allá por los siglos VIII y IX.
Palacetes de arquitectura vasca pueblan el bello paraje de Sare. © M.Munar Sare. Un pueblito aquí y otro allá A pocos kilómetros de San Juan de Luz, el paisaje cambia radicalmente y el verdor toma protagonismo. Carreteras sinuosas, bosques, pastos y unos pueblos encantadores. Uno de ellos, que parece exigir parada y fonda, es Sare . Se sitúa dentro de la región de Aquitania, en el departamento de los Pirineos Atlánticos, y está incluido entre los más bellos de Francia. Al pueblo, agrupado alrededor de la iglesia de San Martín, le ampara la montaña de La Rhune, de una altura de 905 metros.
Sare se intuye en un primer y delicioso vistazo. La panorámica alcanza la plaza, con su frontón correspondiente; el regio cementerio de la iglesia repleto de estelas (la luz de los muertos) vascas ‘hilarriak’ cuya forma simboliza la tierra y la luna; casonas solariegas de los siglos XV y XVI; y hasta el lavadero municipal.
El Hotel Arraya en Sare es un lugar acogedor y hospitalario donde se come de maravilla. © M. Munar Fiesta de la Asunción En agosto, por la fiesta de la Asunción, Sare programa conciertos, espectáculos y, por supuesto, partidos de pelota vasca. En abril la pequeña localidad montañesa se jacta de acoger un festival de escritores vascos . Pasar una noche en Sare es asegurar una velada serena y, aún más, si el lugar escogido para pasarla es el hotel Arraya , situado en el centro de la aldea, y decorado con gusto. El mejor aderezo para esa noche es cenar en su restaurante Arraya, que ofrece una selecta variedad de vinos para acompañar los mejores productos del País Vasco cocinados con sabiduría.
Eso sí, al día siguiente hay que madrugar porque el amanecer no tiene precio. Apenas se escuchan algunas personas que acuden al puestecillo mañanero y compran el pastel vasco para el desayuno. Las campanas de la iglesia de San Martín tañen las horas, y algún que otro vecino asoma a la ventana pues, aunque está bastante nublado, “parece que va a abrir…”, se escucha decir a una voz matutina… Es el momento ideal de subir al tren cremallera Train Larrun, datado en 1924, para que, cuando por fin abra, poder divisar una espléndida panorámica del valle.
Casas de los siglos XV, XVI ocupan la Rue d’Espagna que se alza hasta la Ciudadela. © M. Munar San Juan a Pie de Puerto. Por las laderas de Roncesvalles Es un privilegio tomar de nuevo la carretera bordeada por un magnífico escenario, sin apenas coches, hasta llegar al siguiente destino montañero San Juan a Pie de Puerto . Punto estratégico entre España y Francia, también es paso del Camino de Santiago justo antes de cruzar Los Pirineos a pie del puerto de Roncesvalles, como su nombre indica.
Al pueblo montañés de San Juan a Pie de Puerto le atraviesa el río Nive. © M. Munar El río Nive, atravesado por el Pont Neuf , cruza con garbo el centro del pueblo, cuya calle principal, matizada por casas antiguas con vivos postigos rojos, sube por la Rue d´Espagne, hasta la Ciudadela, fortificación rodeada por murallas y puertas como la de Saint- Jacques, Patrimonio de la Unesco. Una de las paradas ineludibles al comenzar a subir la empinada calle sería la iglesia de Notre Dame du Bout du Pont, de bellísimos órgano y vidrieras, una de las iglesias góticas de más prestancia de Francia. La construcción de este templo se atribuye a Sancho el Fuerte, rey de Navarra, que la construyó en señal de agradecimiento por su sonada victoria de las Navas de Tolosa en 1212.
Si es lunes, el mercado local se llenará de productos frescos y atractivos.
Espeleta. © M. Munar Espeleta. El pueblo de los pimientos Espeleta y el pimiento rojo están íntimamente unidos. Hasta tal punto que quien no sepa nada sobre el enclave vasco, con solo llegar a sus calles y ver las fachadas blancas y los postigos rojos o verdes tapizados por ristras pimientos rojos, se dará cuenta de cual es el producto mimado del pueblo. También lo son el queso de cabra y los macarons , pero el pimiento prima sobre todos ellos. Desde el año 2000, el pimiento de Espeleta cuenta con su denominación de origen y en 2002 se declaró DOP (denominación de origen protegida).
Las ristras de pimientos rojos reventones tapizan las casas de Espeleta. © M. Munar Este pimiento incluso tiene su propia fiesta, que se celebra la primera semana de octubre para honrar a la colorida y sabrosa hortaliza, variedad Gorria de la especie Capsicum annuum . Como es fácil de imaginar, en Espeleta se encuentra el afamado pimiento en todas las posibles formas y condimentos: pimienta, vinagre, aceite, mantequilla, sal, gelatina, y hasta helado. No hay que dejar de probar y comprar la salsa piperada, con el pimiento como base y mucha cebolla. De hecho, pocos platos vasco franceses, no llevan algún aderezo que contenga algo de pimiento de Espeleta para avivar el guiso. Por último, si quieres comer productos estacionales cocinados con maestría, acude al restaurante Choko Ona , situado en una pintoresca casa del pueblo.
El faro de Biarritz, en Pointe Saint-Martin, está catalogado como monumento histórico. © M.Munar Biarritz. Surf, juego, historia, y mucho más… Y cerramos el círculo de esta escapada volviendo al mar, a las olas de surf y a la historia del real sitio de Biarritz. Este destino empezó a sonar allá por el siglo XIX, cuando la niña Eugenia de Montijo veraneaba allí con su madre, la condesa de Montijo. Sus recuerdos eran tan entrañables que cuando se desposó con el emperador Napoleón III, que estaba loco por ella y le daba gusto en todo, insistió en construir un palacio que fuera su residencia –y sirviera para acoger a la corte–, en el lugar con las mejores vistas de Biarritz.
La Grande Plage de Biarritz, Capital Europea del Surf. © M. Munar Lo que en principio fue Villa Eugenia, se convirtió en un lugar al que acudían personalidades como la reina Isabel II de España, el príncipe Walewski, hijo de Napoleón I y de su amante polaca María Walewska, entre muchas otras celebridades. Más tarde se convirtió en el Hôtel du Palais , desde donde se observa la Grande Plage, una popular ensenada para los surferos que llegan atraídos por el apelativo de Capital Europea del Surf.
Panorámica de la Grande Plage de Biarritz con el Casino Barriere y el Hôtel du Palais. © M.Munar De compras por Biarritz De paseo por la ciudad salen al encuentro palacetes, casonas solariegas e iglesias de diferentes credos, como la capilla Imperial que mandó levantar Eugenia de Montijo y que contiene una mezcla armónica de románico-bizantino, e hispano-morisco de resultado espectacular. El Mercado Les Halles , de 1885, es una bella muestra de la arquitectura vasca y de su gastronomía. Además está rodeado de sitios encantadores donde probar el foie como Comptoir de Foie Gras o picar pescadito frito en el famoso español de toda la vida, el Bar Jean .
A la hora de las compras hay que pasarse por las Galerías Lafayette , de auténtico estilo Art Deco, y la maravillosa tienda de ropa para el hogar Helena .
Eugenia de Montijo mandó levantar la Capilla Imperial de Biarritz. © M.Munar Al atardecer se impone caminar tranquilamente por el Paseo Marítimo hasta alcanzar el faro de la colina Pointe Saint Martin, donde disfrutar de un espectacular ocaso y luego bajar a cenar al antiguo Puerto de Pescadores donde el pescado fresco y el marisco están asegurados en muchos de sus restaurantes. Una buena referencia es Chez Albert . El fin de la jornada no puede ser otro que ir a probar suerte, a lo James Bond, a su mítico Casino Barriere , a pie de la Grande Plage.
La ruleta gira, rojo, negro. ¡Ese número de la suerte… que nunca falla!
Excursiones y visitas guiadas
Tour privado para un grupo en Biarritz . (140 €)
Tour privado para un grupo en San Juan de Luz. (140 €)
Tour San Sebastián y Biarritz . (10 horas, 85 € sin almuerzo)
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