Isabel Zendal, que da nombre al Hospital de Emergencias de Valdebebas (Madrid), fue la primera enfermera internacional de la historia. Esta mujer gallega, cuyo 250 aniversario se celebró en 2021, llevó la vacuna de la viruela a Filipinas y a distintos lugares de América, salvando de esta manera millones de vidas. ‘Vacunación brazo a brazo’, de Constant Desbordes. (Imagen de portada de ‘Isabel Zendal Gómez en los Archivos de Galicia’. © Scala Archives-Firenze Isabel Zendal es una las mujeres con más relevancia de la Humanidad que, por cuestiones del azar y del olvido, ha pasado prácticamente desapercibida para la sociedad española, a pesar de haber recibido numerosos premios y nominaciones en diversos países que honraban su inestimable labor. Sin embargo, un buen día, el destino se reveló contra su casi anonimato y se cruzó en su camino el periodista Antonio López Mariño . Este profesional investigaba en La Coruña, en 1999, datos para un reportaje de la televisión gallega sobre los premios de natalidad en tiempos franquistas. Aquí dio con la partida de nacimiento de un tal Benito, hijo de Isabel Zendal, inscrita en los libros como “nacida pobre de solemnidad” .
La investigación de Antonio López Mariño Algo le chocó de aquella partida, de aquella mujer, así que decidió indagar más a fondo. Y se encontró con una historia fascinante que se puede leer en algunos de sus libros, como La madre de todas las vacunas; y en Isabel Zendal Gómez en los archivos de Galicia , donde incluye documentación muy interesante (se puede descargar gratuitamente en PDF ).
López Mariño averiguó que aquella dama tildada de «pobre de solemnidad» había cruzado el océano acompañando a la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna. Lo hizo en una misión humanitaria que llevaba la vacuna de la viruela a las colonias españolas de América y Filipinas durante el reinado de Carlos IV. Este proyecto filantrópico se conoce familiarmente como Expedición Balmis , que era el apellido de Francisco Javier Balmis, el promotor de la operación. En su honor se nombró el hospital de campaña levantado en Ifema (Madrid) este 2020 para acoger a enfermos de la COVID-19.
Vacunación infantil. © Real Academia de Medicina de España Una cadena de acontecimientos fortuitos Las bazas del destino no acabaron en el descubrimiento de Antonio López Mariño. El azar siguió poniendo las cosas en su sitio cuando en Madrid el escritor Javier Moro fue a promocionar su última novela al Real Jardín Botánico de Madrid de la capital.
Allí, en ese magnífico escenario, Blanca Landázuri, Jefa de Prensa del Botánico, charlando un poco de todo le habló a Javier Moro sobre la magnífica biblioteca que posee el Real jardín Botánico de Madrid, la cual contiene información privilegiada sobre expediciones científicas. Mencionando, entre ellas, la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna que cruzó los mares para llevar la vacuna de la viruela ultramar. También se citó cómo el éxito de la arriesgada misión se debía en gran medida al imprescindible apoyo de quien la misma OMS (Organización Mundial de la Salud) en 1950 consideró como la primera enfermera internacional de la historia, Isabel Zendal .
Libros sobre la figura de Isabel Zendal. ‘A Flor de Piel’, Javier Moro Terminada la presentación, al notable escritor no se le olvidó la historia sobre la Expedición Balmis; y mucho menos el papel de vital importancia que Isabel Zendal, la supuesta enfermera gallega, jugó en la aventura. Javier Moro comenzó a tirar del hilo de una madeja que estaba en poder de Antonio López Mariño, quien tras conocer la inquietud del escritor, le informó, aconsejó y animó a que escribiera la bella novela que lleva por título ‘A Flor de Piel ’ sobre la vida de esta increíble mujer.
¿Por qué se llama ‘vacuna’ a la vacuna? Para empezar a entender los capítulos que forman una de las hazañas más notables de la sanidad hay que remontarse al Reino Unido a finales del siglo XVIII. En este momento el médico inglés Edward Jenner –que también ejercía de investigador y hacía más que pinitos como poeta– le daba vueltas a como curar la maldita viruela. Esta enfermedad estaba devastando Europa, y observó con curiosidad como los granjeros se libraban de la terrible enfermedad.
Visitó las granjas, estudió el medio y analizó a los animales. Llegó así a la conclusión de que las vacas sufrían una viruela mucho más benigna que la humana y, por lo tanto, los granjeros que las ordeñaban, que estaban en contacto con ellas, eran contagiados por esta viruela vacuna tan levemente que apenas lo notaban. Extirpó la infección del animal inoculándola en humanos y el resultado fue asombroso, ya que éstos no contraían la mortal viruela humana. Edward Jenner, llamado “el padre de la inmunología”, había creado la primera “vacuna”, nombre derivado de su origen que ahora se utiliza para cualquier medicamento que erradique una enfermedad.
Jenner vacuna a James Phipps, un niño de 8 años en 1796. © Wikimedia/ CC Isabel Zendal, de una aldea gallega a enfermera internacional Qué lejos estaba de saber aquella niña nacida en la aldea coruñesa de Santa Mariña de Parada, Ordes, un 26 de febrero de 1771 y bautizada como Isabel, con una infancia llena de trabajo y privaciones propias de una familia humilde de labradores, que el descubrimiento del doctor Jenner al otro lado del mar, frente a sus costa gallega, le iría a cambiar la vida. Cuando la viruela sesgó la vida de su madre, Isabel creció haciéndose cargo de sus hermanos. Ademas tuvo un hijo, Benito, al que crió como madre soltera. Una vez crecidos sus hermanos, apeló como rectora y enfermera de la inclusa de La Coruña. Aquí entró a trabajar en condiciones miserables en 1800, llevándose a su hijo Benito con ella.
Corbeta María Pita, de la expedición de Balmis. © BNE En la corte de Carlos IV Coetáneamente en Madrid, el médico militar y cirujano de la corte de Carlos IV, Francisco Javier Balmis , enterado del soberbio descubrimiento de su colega, el doctor Edward Jenner, vio en la vacuna una forma de erradicar la viruela en las colonias donde estaba haciendo estragos. Balmis pensó que si esa enfermedad, como muchas otras, la habían llevado los españoles en sus barcos a América y Filipinas, su deber era acabar con ella.
Dio una y mil vueltas al proyecto de la expedición. Y se encontró con muchos oponentes, entre ellos, el primer secretario de estado, Manuel Godoy. Él y otros políticos veían un gasto innecesario en algo cuyo propósito no estaba nada claro; y en unos momentos que a la Corte no le sobraban escudos. La iglesia se llevaba las manos a la cabeza viendo como una atrocidad esa mezcla de fluidos animales con humanos que suponía la vacuna.
Sin embargo, el mismo monarca, azotado por la viruela que había terminado con varios de sus familiares, apoyó a Balmis desde el primer momento y se comprometió a financiar la expedición. Balmis eligió como compañero de ciencia y aventura al también médico militar José Salvany y Lleopart . Este cirujano, antes de terminar su vida, tendría en su haber más de 18.000 kilómetros por tierras americanas aplicando las vacunas y salvando millares de vidas. Por esto mereció el título de «uno de los más grandes mártires de la medicina mundial».
Homenaje a la expedición Balmis y a los niños que fueron en ella. © Wikimedia (CC) ¿Cómo viajaría la vacuna de la viruela? El siguiente y serio impedimento para llevar la milagrosa vacuna allende los mares era mantenerla hábil –aún no existía la cadena de frío–. Balmis dedujo que la única manera sería crear una cadena humana, vacunando paulatinamente durante el trayecto a una veintena o treintena de personas; los necesarios para que el último estuviera recién inyectado al llegar a puerto y se le pudiera pasar a un nativo. No le convencía hacerlo en cuerpos adultos que podían haber estado ya en contacto con la enfermedad, contaminados, poco sanos. Tenían que ser niños huérfanos. ¿Qué padre dejaría a sus hijos embarcarse en una aventura de tal índole? La solución estaba en un orfanato.
Isabel fue la columna vertebral de la expedición Y aquí es donde Isabel entra en uno de los capítulos más interesantes de la expedición. El mismo Balmis la visita en el orfanato de La Coruña y solicita una ayuda que consistía en entregarle veinte niños para que viajaran al otro mundo llevando en su cuerpo la vacuna que supuestamente curaría centenares, millares de seres humanos. Difícil decisión la de desprenderse de esos niños, que consideraba suyos, enviarles a un viaje donde el riesgo, la enfermedad y hasta la muerte les podría sorprender con toda facilidad.
Le dio vueltas, lo pensó, contestándole a Balmis que la única forma en la que permitiría ir a los niños del orfanato sería si ella misma les acompañaba con su hijo Benito.
Isabel Zendal en el cine y la literatura. Balmis lo consultó con José Salvany y con la tripulación. El llevar una mujer en el barco en aquel entonces equivalía a mala suerte, a problemas asegurados. Sin embargo, no había otra opción, o iba Isabel o la expedición tendría que cancelarse.
El 30 de noviembre de 1803 Isabel Zendal acompañada de 22 niños huérfanos con edades entre 3 y 7 años y de su hijo embarca en La Coruña en la corbeta María Pita . Aquí fue recibida por 26 tripulantes que serían sus compañeros durante los muchos meses de la expedición por las colonias españolas. Según el propio Balmis el que todos los niños llegaran con vida a puerto fue gracias al constante cuidado y amor que les prolijo la rectora del orfanato. Estaba pendiente de las visitas de los médicos a los pequeños y fue la columna vertebral de la expedición. En cada puerto se dejaban niños y se cogían otros, llegando a ser 200 los expósitos que llevaron a América y Asia la vacuna de la viruela en sus brazos.
’22 Ángeles’, Isabel Zendal también en el cine La historia de Isabel Zendal la llevó a la pantalla Miguel Bardem en ’22 Ángeles’ , basándose en la novela ‘Ángeles Custodios’ , escrita por Almudena Arteaga . La película fue protagonizada por la actriz gallega María Castro, como Isabel Zendal, Octavi Pujades recrea al doctor Salvany y Pedro Casablanc es el Doctor Balmis. Ambos científicos, según la película y según documentos que lo verifican, estaban enamorados de esta galleguiña que nunca volvió a su Galicia natal al igual que hizo gran parte de la expedición. Isabel se quedó en las Américas, concretamente en Puebla de los Ángeles, México, donde terminó su fructífera vida.
Y si quieres seguir leyendo sobre esta hazaña, la escritora dominicana Julia Álvarez , residente en Estados Unidos, también escribió otro libro más, Para salvar el mundo .
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