Paraíso de vacas, ovejas y manadas de caballos, las altiplanicies de Urbasa y Andía albergan en sus soledades el hayedo de Urbasa. Este bosque nos ha atrapado con sus encantos al natural, escondido y salpicado por las dentaduras de roca de las sierras. Hemos recorrido el hayedo de Urbasa para descubrir sus rincones secretos, las mejores rutas y muchas curiosidades.
Colores otoñales del hayedo de Urbasa (Navarra). Pisamos una sierra que no conoce fronteras, pues en su vertiente navarra es Urbasa , mientras que en su prolongación alavesa se la conoce como Entzia . Un paisaje escondido entre mesetas onduladas y nieblas donde arraiga el hayedo de Urbasa, por el que nos vamos a dar nuestro primer paseo otoñal. Para hacerlo pisamos viejos fósiles marinos, los que enriquecieron las rocas de las estribaciones pirenaicas como las montañas vascas, mientras ascendemos a una altiplanicie. Urbasa es una enorme meseta alargada que se conecta con la sierra de Andía. Ambas, desde sus cresterías, se quiebran en imponentes acantilados de roca hacia el paisaje más húmedo alrededor de Alsasua, o se inclinan hacia el sur y los dorados campos de Tierra de Estella-Lizarraldea con sus huellas medievales surgidas al pie del Camino de Santiago.
Rincones mágicos de Urbasa. Ruta por Urbasa, el viejo reino de las hadas En las soledades serranas, sobre todo en la vertiente norte y poniente, crece el tupido hayedo de Urbasa donde el tiempo, al ritmo de infinitas estaciones, ha creado un bosque de ensueño . Sus rocas cubiertas de musgo son seres mitológicos nacidos del saber popular, como los gentiles gigantescos personajes que lanzaban enormes piedras a los humanos. No menos sorprendente es adivinar a Basajaun, el señor del bosque y primer habitante de las tierras vascas escondido tras los enormes troncos de las hayas viejas, con sus perfiles retorcidos entre rocas de formas extrañas labradas por la acción erosiva del agua. Hasta los líquenes mecidos por las gotas de lluvia y viento parecen recordar el misterio que esconde el bosque a medida que se transita por él y entre sus peculiares formaciones rocosas.
Rocas cubiertas de musgo en Urbasa. Desde Morterucho, en la carretera que enlaza Estella con Olazagutia, una ruta de 9 kilómetros entre Urbasa y Andía nos lleva junto a las hayas madre, las más longevas y espectaculares. Acércate y siente su sabiduría vegetal, están dispuestas a susurrar sus historias al ritmo con que pierden sus hojas teñidas de un dorado otoñal. También veremos viejas cabañas de carboneros , donde se alojaban los rudos hombres que hacían leña de las hayas para acabar convertidas en un apreciado carbón vegetal.
Nacedero del Urederra (Navarra). Nacedero del Urederra, el misterio del agua En estas sierras el agua no corre ni en arroyos ni en ríos, la roca caliza absorbe toda la que llueve y la hace circular por sus entrañas hasta aflorar ladera abajo, escapando por manantiales tan extraordinarios como el nacedero del Urederra. Al pie de un gran farallón calcáreo, que lo envuelve como un anfiteatro rocoso, en época de lluvia sale con una fuerza impresionante mientras que para el verano deja su discurrir más tranquilo. El agua acumulada en las entrañas de la sierra de Andía , además de desbordarse en Ubagua, sacia la sed de los habitantes de Pamplona cuando sale por el manantial de Arteta, desde donde el paseo aguas arriba nos lleva por uno de los desfiladeros más hermosos al pie de la sierra hasta la cascada de Artazul.
Sorprendente tonalidad azulada del Nacedero del Urederra. Pastores de altiplano Las llanuras que tapizan ambas sierras están enrasadas de pastos, los mismos que los primeros humanos utilizaron para perseguir herbívoros hace miles de años. No fue hasta el Neolítico cuando el hombre se asentó a los pies de las sierras con sus rebaños para vivir al ritmo ganadero de las estaciones. Es así como los rebaños de vaca pirenaica, oveja latxa y caballo de Urbasa se convirtieron en los dueños del lugar hasta nuestros días, gracias a un sistema de aprovechamiento comunal del monte del que sacan buen partido los pueblos colindantes. Las huellas pastoriles más ancestrales son los dólmenes y menhires salpicados por la geografía serrana en los puertos o pasos naturales de montaña. También en medio del raso como el menhir Mugakoharria , una tremenda roca vertical de 3 metros en medio de un canchal.
Rebaño de ovejas en Urbasa. El Balcón de Pilatos, mirando a ‘Las Limitaciones’ Entre buitres y milanos, caminando por el borde del cantil, llegamos al más espectacular observatorio de las sierras, el Balcón de Pilatos . Así se conoce a un privilegiado mirador que se alcanza desde Estella siguiendo la carretera NA-718 hacia Olazagutía. Al llegar a las praderías o raso, deja el vehículo a 150 metros del borde del acantilado para asomarte a vista de pájaro al valle de las Amézcoas y sobre el nacedero del Urederra. Estarás pisando el Monte Limitaciones , un lugar exclusivo de pastoreo de los vecinos de estos valles desde tiempos inmemoriales.
Balcón de Pilatos, en el Barranco de Urederra. Al ritmo del tren Descendiendo de Urbasa por su cara norte, tenemos en el horizonte la sierra de Aralar y a nuestros pies Alsasua , uno de los más arcaicos asentamientos alrededor del pastoreo en las sierras. Sin embargo, vio cambiar su historia con la llegada del ferrocarril. Su ubicación, esencial en el tránsito por Navarra y en la línea que enlaza con la localidad francesa de Hendaia, la convirtieron en núcleo industrial. Pero es en su carnaval donde guarda las huellas más ancestrales de su cultural popular. Con fuego y ruido desfilan los Momotxorros , unos curiosos personajes que semejan machos cabríos , que danzan recorriendo las calles de la villa juntos a otros pintorescos personajes como las Sorginak o brujas de la mitología vasca.
Los Momotxorros, personajes imprescindibles en el Carnaval de Alsasua. Y si vas en otoño… Descansa y disfruta del ambiente urbano de Alsasua descubriendo monumentos como la iglesia renacentista de la Asunción o la plaza de los Fueros. Pero no dejes de perseguir las rotundas torres de piedra de telégrafos de las que quedan dos en el casco urbano.
Antes de partir, busca un curioso bosque de robles autóctonos y americanos donde el otoño te envolverá de tonalidades rojizas. La senda nos lleva por un camino local atravesando el robledal de Urdiain a lo largo de 7,5 kilómetros entre viejos robles y nos aproxima a la ermita de San Pedro.
El otoño se apodera del entorno natural de Alsasua. La aventura alavesa Pisaremos la frontera con tierras alavesas si nos asomamos a la cueva de La Leze , una impresionante cavidad de 70 metros de alto por 20 de ancho que se abre por la acción de un río subterráneo, el Artzanegi, que emerge al pie del monte Altzania.
Cueva de la Leze, en el monte Altzania. Desde la localidad de Egino el paseo entre robles merece la pena porque deja disfrutar de cerca esta extraordinaria cavidad que asoma bajo el farallón rocoso. Un área recreativa en sus inmediaciones permite admirar su enorme oquedad y tal vez nos anime a practicar barranquismo , entre rapeles, para atravesar la montaña por su interior.
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