Sigüenza se viste durante los últimos meses del año con mil tonos de ocre y se saborea con las delicias estacionales de la zona. En una escapada a esta ciudad de Guadalajara descubrirás un interesante patrimonio arquitectónico y una curiosa historia relacionada con la Movida madrileña. ¿Nos acompañas a descubrirla? Patio del © Parador de Sigüenza. En el kilómetro 104 de la A-2, si viajas de Madrid a Sigüenza, se deja la autopista para entrar de lleno en el siempre bello paisaje seguntino. A los parches rojos, amarillos y marrones, tipo colcha de patchwork, que alfombran su suelo, le acompañan en cada curva de la sinuosa carretera la sinfonía de tonos otoñales de los álamos, hayas, fresnos y sauces. Todos vestidos en diferentes ocres antes de perder la hoja y matizados por el verde de los perennes pinos y encinas. No puede haber mejor preludio para una escapada a Sigüenza .
En el camino, una de las vistas más cautivadoras del camino es la pedanía de La Cabrera , en el Parque Natural del Río Dulce. Por allí es frecuente ver a los amantes de las setas que acuden a los campos de Guadalajara a coger el demandado níscalo.
Pero la postal más sorprendente es cuando de repente, sin avisar, en un recodo del camino aparece el conjunto mudéjar, románico y gótico, de uno de los pueblos más bellos de España.
Hablamos de Sigüenza . De la bella panorámica sobresale el Castillo, situado en la alcazaba árabe que a su vez se plantó sobre un antiguo enclave romano. Su construcción, que data del siglo XII, albergó la flor y nata de la Iglesia católica, obispos y cardenales como el cardenal Pedro González de Mendoza a quien se debe mucho, casi todo, de la floreciente arquitectura del pueblo guadalajareño. Hoy el castillo acoge un Parador Nacional, cuyo restaurante es famoso por su gastronomía seguntina.
Terraza de una habitación del © Parador de Sigüenza. Un melancólico paseo por la Alameda En una escapada a Sigüenza se impone un tranquilo paseo por la Alameda . Punto de reunión tanto de la gente del pueblo como de los llamados ‘veraneantes’, que escogieron tiempo ha este bello reducto castellano para huir de la ciudad. Es un lugar perfecto para disfrutar de la naturaleza y la gastronomía.
Allí se encuentra todo el mundo, se charla y se cotillea. Mientras, se pican unos caracoles, las setas estacionales, cangrejos en salsa picante , los famosos perdigachos y demás tapitas seductoras que ofrecen los bares adyacentes a la Alameda. Dos de ellos son el restaurante Sánchez , donde se puede tapear pero también comer sentado y por todo lo alto, y el Bar Tormes , con una barra llena de pinchos y raciones.
Panorámica de Sigüenza. © Malaya at Panoramio El café hay que tomarlo en una terraza de la Alameda para aprovechar los últimos rayos del sol, evocando a algunos de aquellos que la pasearon como Pardo Bazán , Jovellanos o Garcilaso. Sin viajar tan atrás en el tiempo, también se vio de paseo por la Alameda a Félix Rodríguez de la Fuente. Este naturalista escogió la Hoz de Pelegrina , a pocos kilómetros de Sigüenza, para instalar uno de sus campamentos cuando rodaba la serie televisiva Fauna Ibérica , y que hoy le honra con un monumento en el Mirador de Pelegrina.
Sigüenza monumental Tañen unas campanas de iglesia cuyo sonido acogedor forma parte de la cotidianidad del pueblo. Eso indica que es buena hora para deambular por las bellas casas y palacetes de Sigüenza subiendo hasta la Plaza Mayor , obra del Cardenal Mendoza. Allí se puede pasar un buen rato admirando la espectacular arquitectura renacentista del Palacio Municipal , adornado con arcos conopiales y cortejado por palacetes blasonados de glamorosas puertas y galerías, entre ellos la Tesorería del Cabildo .
Una de las fachadas de la Catedral de Santa María. La Plaza Mayor alberga la fachada sur de la Catedral de Santa María y da inicio a la calle Mayor, que sube hasta el Castillo , hoy Parador Nacional. Es uno de los más bellos de España, un buen lugar donde perderse entre sus históricos muros. Desde las terrazas de la Plaza Mayor se observa un espléndido horizonte que contempla uno de los sitios preferidos de los lugareños, El Pinar , paraje de paseos mañaneros, románticos e infantiles.
La Catedral y el Doncel La Catedral de Santa María es una joya que abarca diferentes estilos: renacentista, plateresco, barroco, cisterciense… Su piedra rosada se dora con el sol haciendo del conjunto arquitectónico que le rodea un auténtico espectáculo.
Interior de la Catedral de Sigüenza. © Diego Delso/CC-BY-SA En su interior se encuentra la escultura funeraria de su famoso Doncel , aplaudida por José Ortega y Gasset que la consideró como la estatua funeraria más bella de España. Se sabe que el filósofo comentó que “casi todo lo grande que hay en España es anónimo”. Otro enamorado de la escultura fue Miguel de Unamuno. La figura de alabastro que yace leyendo un libro en serena actitud representa a Martín Vázquez de Arce (1461-1486) y es un elogio a la belleza lírica y a la melancolía. Parece ser que fue encargo de los padres del joven Martín que murió a temprana edad.
Escultura de El Doncel, en la Catedral de Sigüenza. Otro tesoro de la catedral, quizás no tan celebrado como el Doncel pero de inigualable belleza, es la Sacristía Mayor o de las Cabezas . Fue construida en 1561 por Alonso de Covarrubias. En aquel lugar, 300 cabezas, floretones y querubines observan impertérritos el asombro de sus visitantes que no dan crédito a tamaño despliegue. Sin abandonar el casco antiguo, se aconseja ver dos iglesias de imponente fachada románica: San Vicente y Santiago.
La Casa del Doncel No hay que dejar de visitar la Casa del Doncel, antigua morada de la familia, en la Plaza de San Vicente y rehabilitada como Museo por la Universidad de Alcalá de Henares. La casa solariega alberga en su planta baja a Nola , uno de los restaurantes más cotizados de Sigüenza que cuenta con un Sol Repsol. Su plato protagonista es el paté de corzo con crema de cebolleta, pero también ofrece una serie de delicias estacionales en un bello y cuidado marco.
Casa de El Doncel. © Antonio López Negredo/Ayuntamiento de Sigüenza ¡A comer! Entre harinosas y asados Al salir de la catedral se advierte un dulce aroma que emana de las reposterías cercanas. Es tiempo de ‘harinosas’, esas empanadillas dulces rellenas de uva negra con las que Sigüenza almibara el otoño. Llega la hora de la comida y opciones no faltan en el pueblo castellano.
Sin ir más lejos, en la misma calle Mayor, está su homónimo, el restaurante Calle Mayor , donde saborear verduras de la huerta, cabrito y cordero típicos. También otras especialidades como el revuelto de boletus, foie y huevos, besugo escabechado a la antigua usanza, y postres de miel, mora y menta.
Patata trufada del restaurante © El Doncel Un restaurante ineludible del legendario Paseo de la Alameda es El Doncel con una estrella Michelin y dos Soles Repsol, ubicado en una antigua fragua que más tarde fue fábrica de cacao. Dedicado a la hostelería desde hace ya cuatro generaciones, hoy es un referente seguntino donde es altamente aconsejable comer y hospedarse.
Asado en el restaurante del © Parador de Sigüenza. De Sigüenza a «la movida» Sigüenza la recorrió y vivió uno de los hombres más notables de la «movida madrileña», Marcos López Artiga , seguntino de nacimiento, creativo y vanguardista. Siendo muy joven habilitó un molino de agua como primera discoteca-bar de la provincia: El Molino . Este espacio, rompedor y magnético, reunió a la juventud al ritmo de esa música que Marcos elegía como nadie, trayendo los últimos LP’s de Londres, que combinaba con copas y chuletillas a la parrilla.
Allí cantó sus coplas Alberto Pérez y otros amantes de una forma de vida que pronto se convertiría en mítica.
Interior del bar Vía Láctea, en Madrid. © URJCMultimedia3 Dejando atrás Sigüenza y El Molino, Marcos trasladó su inquietud creativa al barrio madrileño de Malasaña, a la Vía Láctea . Este local emergió de una antigua carbonería en el 18 de la calle Velarde y, al poco de cogerla Marcos, se transformó en un templo de neones, galáctico y futurista. Montxo Algora dibujó el logotipo, mientras que Juan Carrero y Enrique Naya, los Costus. Otros artistas de la Movida madrileña y maestros del kitsch pintaron, a lo Pop, en un panel de madera una serie de estrellas como Brigitte Bardot, Sofía Loren, Marilyn Monroe, Liz Taylor o Ava Gadner. En julio de 1979 se abrió el sueño, convertido en realidad, del gran seguntino. Con el tiempo la Vía Láctea llegó a ser un clásico por el que ha pasado generación tras generación.
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