La provincia de Córdoba alberga muchos secretos que estamos dispuestos a descubrir. Si a ti también te gusta hacer rutas diferentes, sigue leyendo porque pasearemos por la historia, la cultura y la gastronomía. ¿Nos acompañas a la campiña cordobesa? Parque Arqueológico Torreparedones, en Baena. © Pedro Grifol A veces, esta España nuestra guarda tesoros que no solo merecen ser visitados, sino también ser vividos más a fondo, es decir: ‘con fundamento’ (como dicen los cordobeses). Al sur de Sierra Morena se encuentra la ciudad de Córdoba , y más al sur se expande la campiña cordobesa, tachonada de curtidos pueblos y sitios arqueológicos con significativo interés. ¿Te apetece hacer una ruta para conocer los atractivos de Baena, Montilla y Puente Genil ?
En estos meses de exultante primavera, tenemos las mismas horas de luz que de oscuridad, así que gozamos de más tiempo para respirar el aire libre campestre. Es un buen momento para perdernos entre los viñedos y olivares de la campiña cordobesa.
Calles de Baena. © P. Grifol Los lugares que proponemos visitar en esta ocasión, aparte de las visitas a lo más sobresaliente de cada pueblo –incluida la notoria gastronomía de la zona: alcachofas, espárragos, salmorejo (Córdoba es la cuna que este típico plato)–; nos sorprenderán por de lo mucho que tenemos aún por descubrir de su acerbo arqueológico. Cuando nos encontramos delante de alguno de estos sitios prehistóricos , puede que nos resulten conocidos porque, posiblemente, los hayamos visto en algunas ilustraciones de los libros del colegio; pero la oportunidad de verlos in situ supera a las imágenes impresas… ¡incluso las de la tele! Pero vayamos sin más dilación a descubrir la campiña cordobesa.
Escultura zoomorfa ibérica, en el Museo Arqueológico de Baena. © Pedro Grifol Baena: íbera, mora y cristiana El pueblo de Baena, que se extiende a modo de anfiteatro sobre un cerro coronado por una fortaleza árabe, conserva, en su parte alta, el nombre árabe de Almedina. De ahí parten unas muy pendientes calles con sus casas encaladas. Su iglesia –Santa María la Mayor– está declarada monumento nacional de interés histórico; pero la visita obligada es al Museo Arqueológico , donde se encuentra una magnífica representación del legado cultural dejado por los íberos, que queda constatada en la representación escultórica de las impactantes figuras zoomorfas, como la famosa Leona de Baena, de la que aquí vemos una copia, ya que la verdadera leona está en el MAN de Madrid.
Leona de Baena. © P. Grifol La Leona de Baena es considerada una de las obras de excelencia del patrimonio escultórico español.
Siguiendo con la arqueología, a 22 kilómetros de Baena, se encuentra el Parque Arqueológico Torreparedones , que ofrece un paseo por tres mil años de historia que nos muestra cómo vivían los pobladores de Iponoba, ciudad ibérica citada por Plinio el Viejo, que nos deparará innumerables sorpresas.
Parque Arqueológico Torreparedones, en Baena. © Pedro Grifol Excursión a la Cueva del Yeso Después del enriquecedor recorrido cultural a ras de tierra, merece la pena bajar a las profundidades subterráneas de la Cueva del Yeso –sita a 8 kilómetros del núcleo urbano–. Se trata de la única cavidad de roca yesífera abierta al público. Una oportunidad para admirar cristales de yeso que parecen pedruscos diamantinos. También, en lo más recóndito de la caverna, nos asombrará ver representaciones de pintura del Neolítico.
Cueva del Yeso. © P. Grifol Montilla: ciudad del vino y más… Siguiendo el instructivo viaje, la siguiente parada sugerida es Montilla, localidad que tiene mucho más para conocer que su famoso y excepcional vino con Denominación de Origen Montilla-Moriles, ¡que también…!
Existen rutas guiadas que nos descubrirán los secretos de sus famosos vinos, en los que aprenderemos a diferenciar los distintos tipos: el fino , de color amarillento pálido, aroma punzante y seco; el amontillado , un vino generoso, de color oro viejo, de aroma intenso, seco y suave; el oloroso , de color caoba oscuro, aromático, con mucho cuerpo, lleno y aterciopelado; y la joya de sus caldos: el Pedro Ximénez , un dulce natural, de color rubí oscuro, de cuyo origen cuentan las crónicas que la cepa fue traída por un soldado de los Tercios de Flandes llamado Peter Siemens (en su versión germánica), que con el tiempo se transformó en Pedro Ximénez.
Fino servido con jarra de metal. © P. Grifol Casa del Inca Garcilaso de la Vega Las visitas alternativas a la ruta enológica nos conducen a los dos edificios de carácter civil más notables del municipio. Uno es la llamada Casa del Inca Garcilaso de la Vega, la mansión donde vivió el escritor peruano, calificado como uno de los mejores prosistas del Siglo de Oro. Garcilaso de la Vega llegó a Montilla en 1561 y fue el primer escritor iberoamericano que publicó en Europa, quedando como símbolo del mestizaje entre culturas. En Montilla pasó gran parte de su vida, donde desarrolló casi la totalidad de su creación literaria.
Museo del Pintor José Garnelo. © P. Grifol Casa de Aguas, Museo de Garnelo La segunda visita es a la Casa de Aguas, construida en 1845 y situada en pleno centro histórico de la localidad. Su nombre se debe a los depósitos de agua que se encontraban localizados en la casa y que servían para el suministro de la ciudad. Desde 2006, la casa está dedicada al Museo del pintor José Garnelo (1866-1944). Garnelo, valenciano de nacimiento, pero montillano de adopción ¡es ‘todo un Sorolla’! pero, desafortunadamente, no tan conocido como el universal luminista valenciano.
Su obra, aunque progresivamente reconocida en los últimos años, todavía no tiene el lugar que merece en la Historia del Arte. Sin duda, cuando contemples su magnífico trabajo, valorarás con justicia la magnitud de su legado. Un descubrimiento, una grata sorpresa y un gran placer para la vista.
Puente Genil. © P. Grifol Puente Genil, pura tradición Puente Genil es el tercer pueblo elegido para este corto viaje y nos ofrece nuevas visitas culturales. A 3 kilómetros del núcleo urbano se encuentra uno de los elementos patrimoniales de mayor importancia de la provincia de Córdoba. Se trata de la villa romana de Fuente Álamo , donde se encuentra el popularmente llamado ‘primer cómic de la Historia’… en interpretación popular sui géneris acerca de un peculiar mosaico romano.
Hay que verlo, después que cada uno lo titule a su libre albedrío. Los mosaicos de este sitio arqueológico, que muestran un excelente estado de conservación, se caracterizan por la singularidad de la temática. Además de ‘el del comic’, destacan los no menos impresionantes, y universalmente reproducidos, Las Tres Gracias y El Triunfo de Baco .
Mosaicos de Fuente del Álamo. © P. Grifol La Mananta, Museo de la Semana Santa La Mananta –contracción de las palabras Semana Santa– es el otro ‘plato fuerte’ de la localidad. Si este año la Semana Santa no ha venido a nosotros… ¿por qué no vamos nosotros a ella? En Puente Genil se encuentra un peculiarísimo museo dedicado a la Semana Santa local que dispone de una exuberancia de curiosidades que no nos dejará indiferentes. La Mananta se forjó a lo largo de cientos de años y sus ancestrales costumbres han venido transmitiéndose de generación en generación entre sus habitantes.
‘Los Rostrillos’, en Puente Genil. © P. Grifol El museo custodia los llamados ‘rostrillos’, unas impresionantes caretas de faz arcaica elaboradas con cartón piedra y escayola pintada. Representan a casi 400 figuras bíblicas (reyes, apóstoles, ángeles, profetas…) que desfilan junto a las cofradías que procesionan por las calles en su Semana Santa. Las máscaras se exhiben permanentemente en el museo, donde podemos contemplarlas expuestas en vitrinas. Impactante.
No nos marchamos de Puente Genil sin reverenciar al duende del flamenco, porque la villa cuenta con una modalidad propia de saeta que es interpretada a dos voces. Dicen que esta saeta llega al corazón no solo de quién la canta, sino también al de quién la escucha. No en vano, en esta localidad se celebra todos los agostos el Festival de Cante Grande en honor al insigne cantaor pontanense Fosforito . ¡Qué arte!
Salmorejo y tartar de atún del restaurante Los Arcos (Montilla). © P. Grifol Qué comer en la Campiña cordobesa Después del intenso paquete cultural, es obligatorio sentarse a mesa puesta en algún restaurante de la campiña cordobesa para hacerle honor al salmorejo , el plato cordobés más popular que ha traído el buen tiempo. Cada restaurante tiene el suyo propio, ya que la imperante cocina creativa ha llegado igualmente a este tradicional manjar cordobés. Un buen ejemplo es el salmorejo de avellana sobre hojaldre de Aguilar (pastelería sublime) y el tartar de atún del restaurante Los Arcos (cerrado temporalmente), en Montilla, merecedor de las tres palabras que aparecen en un comentario de Tripadvisor: excelente, espectacular, sorprendente.
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